George Clooney está saliendo con la abogada de Julian Assange en Inglaterra, pero no es relevante para los medios locales y en tal caso falta para que como noticia sea suficientemente vieja y la descubran y entonces traduzcan algún artículo al respecto. Las noticias sobre el Papa, en cambio, funcionan más rápido. Sobre todo porque conflictúan los reflejos biempensantes del pensamiento medio progresista y hay una generación de periodistas a los que se les enseñó que es progresista repudiar la institucionalidad de la Iglesia, lo cual ahorra también el trabajo de estudiar los motivos, ¿qué mayor placer existe que el de repudiar antes que pensar?

Esta es una noticia sobre el Papa. La van a leer hoy más tarde o probablemente mañana, después del feriado. Para el caso, no es tan banal como parece. Y de todas maneras la van a leer de manera incompleta e inexacta. Russell Crowe pudo encontrarse con Francisco después de un par de intentos fallidos en el Vaticano y un primer intento por Twitter. Divorciado hace unos meses, padre entusiasta, condenado con una fatwa —como Salman Rushdie, aunque sin muertos todavía— pronunciada por el islamismo sunita por hacer Noé —que todavía no se estrenó en Argentina—, una película prohibida en tres países árabes por representar personajes religiosos, conocer y encontrarse con el Papa, para Crowe, terminó siendo un asunto comercial delicado. Con un presupuesto de 130 millones de dólares, Noé es la primera de una nueva corriente de películas bíblicas intentando captar el ritmo renovado de respiración de la fe católica en todo el mundo.

Para Crowe, al principio, la película también tenía que ver con la ecología y el recalentamiento global —el derretimiento de los polos como versión cientificista de una nueva inundación divina—, pero los ánimos religiosos ofendidos no suelen ser tan comprensivos. Por ese motivo, Crowe eligió comenzar una peregrinación de buena voluntad alrededor del mundo, desde su Australia natal, participando con prolijidad de los estrenos locales más importantes de Noé y repitiendo en tono pastoral que los católicos deberían amar esta película.

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II

Antes de pasar por Rusia —donde el dogma personal flaqueó y no pudo evitar la tentación de mencionar en Twitter lo hermosas que eran las damas locales—, Crowe estuvo en Río de Janeiro, siguiendo en la sombra el itinerario del Papa hacia el mayor punto católico de Sudamérica. En menos de 48 horas, antes de viajar hasta Texas, paseó en bicicleta, fue al estreno y contó en entrevistas lo mucho que padeció físicamente su rol como Noé, filmando sobre el mar con 39 grados, convencido del valor de una historia sobre la fe, el castigo y la redención. Mientras tanto, los productores de la película iniciaban las tratativas con el Vaticano. Hollywood quería el apoyo oficial del Sumo Pontífice, al menos con una foto legitimadora, pero no iba a ser fácil.

Crowe, sin embargo, se prestó a la danza del protocolo diplomático y llegó a Roma. Durante el primer intento fue a la audiencia general de Francisco en la Plaza de San Pedro los miércoles. En un corralito VIP, entre otros fieles menos estelares, se sacó selfies y sonrió y esperó. Pero no hubo suerte. El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, aclaró que la propuesta de una audiencia privada con el Papa había sido descartada de inmediato. Cordial e inteligente, Crowe —que goza su fama del mal carácter y que ha golpeado a varios fotógrafos—, volvió a Twitter y agradeció. «Thank you holy father @Pontifex for the blessing,» and «What a privilege, attended the Udienza with the holy father @Pontifex».

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Como el Noé bíblico y como Abraham y como Job, Crowe absorbió la lección de santa resignación y fe y volvió a San Pedro. Los productores de la película, mientras tanto, volvieron a pedir una audiencia privada con el Papa después de la audiencia general. Esta vez, la diplomacia vaticana fue más contemplativa. Podía haber ahora posibilidades de algún encuentro —corresponde imaginarse, en realidad, a algún funcionario idóneo de la Santa Sede analizando de qué se trataba la película, ¿ valía la pena en términos de representación estética de la fe o era un capítulo más en la larga historia de la basura?—, pero el Papa no iba a realizar en San Pedro ningún encuentro público porque la presencia de Crowe resultaría bastante disruptiva para el resto de los fieles (una semanas antes, con actores ingleses de menor importancia, el Papa sí se había acercado a saludar y había permitido algunas fotos). Crowe, paciente, comprendió y de todos modos se quedó en la plaza, mientras el Papa saludaba. Se sacó fotos con algunos curas y también con algunas monjas que lo reconocieron y que no pudieron retener su propia tentación. El goce sensual de lo terrenal golpeaba a las puertas del Vaticano de manera impensada.

En Estados Unidos, mientras tanto, Bill Mahler, un comediante agnóstico que comenta noticias políticas, y que intentó terminar con las religiones del mundo mediante un documental acerca de la falta de rigor científico de la fe —bueno, exacto, tal vez la fe no se trate simplemente de la ausencia o la presencia de algún rigor científico, pero no se lo digan a Mahler—, repetía que Noé era la historia de un genocida psicótico que había intentado arrasar a la Humanidad en el nombre de Dios. El momento más delicado fue cuando, después de la segunda audiencia general, Crowe optó por quedarse en la Plaza de San Pedro después de que el Papa aceptara encontrarse con algunos de los invitados VIP de la jornada, pero no con él. Así que la policía vaticana tuvo que pedirle que se retirara. El motivo: su presencia entre los otros invitados probablemente iba a provocar mucha distracción. En fin, Dios marca los tiempos. A esa altura, Crowe había pedido al Papa al menos cinco veces por Twitter que mirara su película.

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Pero Crowe persistió y la tercera fue la vencida. Aquel miércoles, después de que la policía lo hubiera acompañado fuera de la Plaza San Pedro, el Papa lo recibió e incluso conversó con él. Crowe por fin estuvo satisfecho: «The Holy Father showed a great level of consistency with the things he’s been saying and things he’s been doing…It was an incredible privilege to be invited». La cuestión terminó donde había empezado, en Twitter, cuando Crowe al fin se fue de Italia. «Ciao Roma, my love for your eternal light just grows deeper. Thank you holy father @Pontifex for the blessing». Como dicen sin ironía los periodistas: «Otro gesto de Francisco» ////PACO

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