Si, como escribió Paul Auster, el matrimonio es una conversación, y “si marido y mujer no encuentran un modo de ser amigos, su unión tiene pocas posibilidades de subsistir”, es inevitable que la conversación en un matrimonio de escritores plantee asuntos delicados en relación al lenguaje. ¿Qué factores se añaden al peso de esa conversación cuando la palabra es su instrumento cotidiano pero también el instrumento compartido de trabajo? ¿Cómo se construyen afinidades y distancias conyugales a través de la escritura? ¿Y en qué medida la lectura se transforma en un plus de sentido orbitando sobre aquello que preferiría no ser dicho en la vida íntima?
“Entonces, ¿por qué aspiramos continuamente al amor? Porque el amor es el punto de encuentro entre la verdad y la magia. La verdad, como en la fotografía; la magia, como en los globos aerostáticos”.
Para el inglés Julian Barnes (1946), novelista para el que el amor y sus circunstancias son uno de los puntos de gravedad más importantes de su obra, Niveles de vida (Anagrama, 2014) es una sonda lanzada hacia la máxima frontera de la conversación entre marido y mujer. Viudo desde 2008, cuando un tumor cerebral mató a su esposa Pat Kavanagh en apenas cinco semanas, Barnes hace de Niveles de vida un breve pero agudo tratado sobre el duelo y sobre la persistencia del amor más allá de la muerte. Su punto de partida es la historia de los primeros vuelos experimentales en globo entre Inglaterra y Francia, sobre los que solían viajar también las primeras cámaras de fotos. Una época en la que los vuelos representaban libertad, pero una libertad supeditada a los antojos del viento y el clima. La técnica y la aventura no tardan en desembocar en el asunto eterno del amor. “Entonces, ¿por qué aspiramos continuamente al amor? Porque el amor es el punto de encuentro entre la verdad y la magia. La verdad, como en la fotografía; la magia, como en los globos aerostáticos”.
Pat Kavanagh, con la que Barnes se casó en 1979, fue también su agente literaria. Representante de otros escritores de primera línea, el trabajo de Kavanagh puede definirse como el reverso exacto de la escritura: la lectura. ¿Pero puede la palabra suturar lo que la realidad ha separado para siempre? ¿Cuáles son los ecos de la conversación después de la muerte? Con la dignidad y el impudor del dolor, la prosa de Barnes intenta responder todas las veces que parecen necesarias: “Juntas a dos personas que nunca habían estado juntas. A veces es como aquel primer intento de acoplar un globo de hidrógeno a otro de aire caliente: ¿prefieres estrellarte y arder o arder y estrellarte? Pero a veces funciona y se crea algo nuevo y el mundo cambia. Después, tarde o temprano, en algún momento, por una razón u otra, una de las dos desaparece. Y lo que desaparece es mayor que la suma de lo que había. Esto es quizá matemáticamente imposible, pero es emocionalmente posible”. Entre los colegas del propio Barnes, su compatriota Martin Amis (1949), del que se distanció en 1995 cuando este dejó los servicios de representación de su esposa por los del famoso Andrew Wylie, también está casado con una escritora. Hija de un pintor uruguayo y una norteamericana, Isabel Fonseca (1963) es autora de un libro de investigación sobre la cultura gitana, Enterradme de pie (1995), y de la novela Vínculo (2009).
Pero, en este caso, su conversación pública a través de la literatura tiene un tono distinto, marcado por el juego de las suspicacias y por la clase de miradas inquisitorias a las que satisfacen las infidencias. Vínculo no solo es, en términos publicitarios, la primera novela de la esposa de uno de los autores contemporáneos más importantes en idioma inglés, sino también la historia de una mujer (norteamericana como Fonseca) que, mientras pasa una temporada de vacaciones con su esposo británico en una lejana isla del Índico (en consonancia con los dos años durante los que Fonseca y Amis vivieron en Uruguay con sus hijas), intercepta por casualidad una dirección de correo electrónico en la que su marido recibe imágenes de una mujer con la que podría estar teniendo un affaire.
“No puedo imaginarme estar casada con una persona que saliera de la oficina a las siete de la tarde… Martin entiende mejor que nadie que, además de esposa y madre, soy escritora”.
«Querían que fuera heroica, que se enfrentara a su marido”, contó Fonseca sobre las críticas a la protagonista “poco feminista” (la acusaron) de su novela, aunque lo que realmente se le reprochaba era que nunca hubiera terminado de confesar si la novela se basaba en eventos reales. Sobre la vida cotidiana entre escritores, sin embargo, Fonseca es mucho más asertiva que en su novela: “No puedo imaginarme estar casada con una persona que saliera de la oficina a las siete de la tarde… Martin entiende mejor que nadie que, además de esposa y madre, soy escritora”.
Entre otros casos de endogamia profesional en Gran Bretaña, Ian McEwan (1948), casado desde 1997 con la periodista cultural y escritora Annalena McAffe, es otro ejemplo de una conversación conyugal con idas y vueltas literarias, a veces algo más escandalosas. Autora de la novela ¡La exclusiva! (2013) y de varios libros infantiles, McAffe conoció a su marido como editora de la sección literaria del diario inglés Financial Times en 1994. Y aunque su novela es una sátira sobre el conflicto generacional y tecnológico a través del cual el periodismo contemporáneo parece haber encontrado su punto de no retorno, lo personal no logró estar ausente cada una de las veces que McAffe debió aceptar que ser “la esposa de” probablemente iba a depararle a su libro más atención que a otros.
“Todos los escritores trabajamos con material autobiográfico y la magia de la ficción es que eso se presenta de un modo en que ya no importa qué es lo que proviene de la vida real y lo que no”.
“Más cobertura, pero no necesariamente buena cobertura; esa es la diferencia que va a provocar el libro”, dijo apenas se publicó, aunque también aceptó que “si la gente va a mirar el libro porque estoy casada con Ian, tampoco voy a sacárselos de las manos y decir que está mal”. Entre McEwan y McAffe, sin embargo, emergió también una tercera voz que, aunque no es estrictamente literaria, sí reclama (a veces a los gritos, como pasó hace pocas semanas durante un evento literario en Inglaterra) estar atrapada entre las páginas escritas del matrimonio. Al menos es lo que cree Penny Allen, la primera esposa de McEwan, con quien mantuvo (y todavía mantiene) una disputa por la custodia de sus hijos. Para Allen, de hecho, el último libro de su ex marido, El acta infantil (2014), que trata sobre la potestad del sistema judicial sobre los menores de edad, es una flagrante demostración del modo en que McEwan hace lo mismo, a través de sus abogados, que le prohibió hacer en público a ella: hablar sobre sus hijos y sobre la batalla judicial que los enfrenta. Las conversaciones conyugales de McEwan a través de sus libros parecen haber sido muy distintas antes, ya que Allen cree también que la novela Los perros negros (1992) es una caricatura de la desintegración de su matrimonio con el escritor, terminado en 1994. Aunque colocado en la balanza de la proliferación de obras y el peso simbólico en los medios internacionales, el matrimonio literario más relevante de estos años es el que constituyen Paul Auster y Siri Hustvedt.
Con base en Nueva York y una obra prolífica en singular y masiva en conjunto, Auster y Hustvedt parecen retroalimentar su trabajo mutuo con una intensidad particular desde hace unos años, a partir de un intercambio que, por momentos, parece rozar la fuerza colectiva de las sociedades comerciales. Dedicada a su propia psicoanalista, El verano sin hombres (2011), por ejemplo, la penúltima novela de Hustvedt, es según ella “sobre el valor y el poder de la imaginación”. Pero también es una novela sobre una esposa que descubre que su marido la engaña con una mujer más joven, algo de lo que después se arrepiente para intentar volver con su esposa. “Todos los escritores trabajamos con material autobiográfico y la magia de la ficción es que eso se presenta de un modo en que ya no importa qué es lo que proviene de la vida real y lo que no”, resolvía Hustvedt la cuestión ante quienes insistían en descubrir qué era lo que realmente había pasado en la vida privada. Auster, por su lado, transformó el antes y el durante de su matrimonio en muchas de las páginas de libros autobiográficos como Diario de invierno (2012) e Informe del interior (2013).
Pero, ¿qué es lo que pasa cuando la conversación se interrumpe? ¿Pueden construir las palabras un lazo hacia lo ausente o simplemente giran alrededor del vacío? “Juntas a dos personas que no se habían juntado antes; y a veces el mundo cambia y a veces no. Pueden estrellarse y arder, o arder y estrellarse. Pero hay veces que se hace algo nuevo y entonces el mundo cambia. Juntas, en esa primera exaltación, en esa primera elevación estruendosa, son más grandes que sus dos egos separados. Juntas ven más lejos y más claramente”, escribe como un mantra Julian Barnes en Niveles de vida.
¿Pueden construir las palabras un lazo hacia lo ausente o simplemente giran alrededor del vacío?
¿Qué hay más allá de lo que puede verse? Para el autor de El loro de Flaubert y Nada que temer hubo por momentos un rencor físico contra los vivos, aquellos que intentaban acompañarlo en su dolor, como recuerda al describir una cena con amigos que se niegan a asumir su flamante condición de viudo ‒“temerosos de pronunciar su nombre, la negaron por tercera vez y yo les tuve en peor concepto”‒ y hubo también momentos en los que el vacío de Pat Kavanagh proyectó el frío de la muerte sobre su propia vida, un lugar elevado en el aire pero sin más nada que ver, un lugar donde ‒escribe Barnes con palabras palpables‒ uno ya no puede oírse vivir. “Entonces, ¿cómo te sientes? Como si te hubieras caído desde una altura de sesenta metros, consciente en todo momento, y hubieras aterrizado con los pies por delante en un arriate de rosas, con un impacto tan fuerte que te ha clavado en la tierra hasta las rodillas, y una conmoción que te ha reventado los órganos internos y los ha proyectado fuera de tu cuerpo. Así se siente uno, ¿y por qué debería parecer otra cosa? No es de extrañar que algunos quieran desviar la conversación hacia un tema más seguro. Y quizá no estén esquivando a la muerte y a tu mujer; te están rehuyendo a vos”//////PACO