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Netflix y la ciencia ficción

Hace poco, Netflix se tentó con la ciencia ficción, otra vez. Ya le había pasado antes: en el 2015 compró Black Mirror, en el 2016 llegó Stranger Things y 2017 fue el año de Dark. En 2018 la apuesta fue doble: una serie, Altered Carbon, y una película, Mute de Duncan Jones. La primera, adaptación de la novela de Richard Morgan, entretuvo al grueso de los usuarios de la plataforma, que le dieron el visto bueno. En cambio, el thriller sci-fi de Jones no fue tan exitoso: le costó a Netflix una fortuna, varios meses de rodaje y se sumó a la ristra de producciones frustradas de la compañía de California.

El pasado 15 de marzo Netflix volvió a la carga y estrenó Love, Death & Robots. La serie, Producida por Tim Miller y David Fincher, presenta una antología de 18 cortometrajes animados. Una buena parte son de ciencia ficción; otros se mueven en el terreno de lo fantástico o lo surrealista. En una entrevista Miller afirma como uno de los motores del proyecto que “el panorama cultural maduró lo suficiente como para que la animación formase parte de una discusión más interesante en el campo de la creatividad”. Alguien podría replicar: la animación para adultos ya es parte, desde hace años, de las producciones creativas más logradas. Pero quizás sea mejor preguntar por la insistencia de Netflix por el valor estético de la ciencia ficción en relación con Love, Death & Robots, aun si algunos de los cortometrajes de la antología no pueden pensarse dentro de las categorías del género.

Para empezar, entonces, hay una escena que se repite en la relación de Netflix con la ciencia ficción: hay copia y, con frecuencia, el resultado no sale tan bien. La productora no abusa de su imaginación a la hora de hacer ciencia ficción; por el contrario, se limita a copiar, una y otra vez, producciones culturales anteriores. Pasó en Stranger Things. Pasó en Altered Carbon. Pasó en Mute. Pasa en Love, Death & Robots. Es su goce.

En la antología, Tim Miller exagera los rasgos de otros productos culturales hasta el cansancio: en “Una noche de pesca” recicla la técnica de rotoscopia que tan bien trabajó el Linklater de A Scanner Darkly; en “Testigo” se empapa de las luces de neón y los grandes conglomerados urbanos del cyberpunk; en “Trajes” trenza escenas de Matrix con Chappie. A pesar de los millones inyectados el trabajo de reelaboración de los objetos originales que la inspiran no pasa del simple pastiche.

Por supuesto, copiar o reciclar no es un gesto espurio: basta con mirar el fabuloso documental de Kirby Ferguson para ver un poco del poder de la copia. Y hasta pensándolo en la ciencia ficción, Thomas Disch explicaba, en conversación con Piglia, que el género tiene reglas y estereotipos (como todo género popular), y que su trabajo de escritor consistía en pegarse a estas reglas. Lo innovador en Disch es que, a la vez, las retorcía: en Campo de Concentración toma muchos de esos estereotipos, aunque escribe una ciencia ficción erudita sobre el arte de escribir. Por el contrario, Love, Death & Robots (y Netflix) parecieran construir una máquina narrativa a la que ningún lugar común de la ciencia ficción logra escapar, pero donde los lugares para la novedad y el contenido son acotados.

Por ejemplo: la historia de “Vendrá por tu alma” recicla ideas de Ridley Scott (sobre todo las de Prometeo y Alien), pero donde Scott tematiza profundamente la fascinación por el otro, Sullivan pone un “héroe” a la Van Damme, vulgar y olvidable; donde Scott trabaja la ciencia ficción a través de la experiencia de la vida, Sullivan pone el humor machista y típicamente norteamericano que Groening y Macfarlane vienen parodiando desde los ‘90. En este sentido, la forma que Netflix tiene de elaborar sus relatos evoca la banalidad y el reduccionismo de Pictoline.

En fin, si es cierto que la antología puede contarse como otro de los proyectos fallidos de Netflix, entonces también lo es, en un sentido amplio,  su rol de productora estrella. Mientras que el año pasado Netflix gastó 13 mil millones de dólares en producciones originales, series como Love, Death & Robots no parecen ayudar a que se consolide como la sucesora de Hollywood. Muy lejos del nivel que alcanzaron series de ciencia ficción con muchísimo menor presupuesto (Max Headroom, por ejemplo), o incluso del de su competencia (Westworld, The Man in the High Castle o Electric Dreams), Love, Death & Robots deja la impresión de que el gigante del streaming le da luz verde a proyectos sin involucrarse demasiado en cuál va a ser el resultado, y de que se siente más cómodo en su rol de distribuidor. Aunque ese rol esté por agotarse.

Según Forbes, en el 2017, el 80% del contenido consumido en Netflix fue contenido con licencias (películas viejas, series de televisión por las que Netflix paga: en todo caso, contenido que Netflix no produjo). Sin embargo, cada vez son más los actores que se suman al tablero del streaming: Disney+ y Warner Media debutarían este año con sus propios servicios, Apple TV Plus viene de desembarcar y ya hay una larga lista de competidores, lo cual significa que cada vez habrá menos contenido con licencia para distribuir y que, de una manera u otra, si quiere cumplir su sueño de ser el próximo Hollywood, Netflix tendrá que encontrar a su Jack Valenti. ///PACO