Entrevista


Moria Casán: «Lo único que consiguen es cosificar a los hombres»


“Hola, Paulita. Acá te mando unos WhatsApp, espero que me entiendas. Esto me parece realmente una gran involución. Podés usar todo para lo que quieras, acá hay confesiones importantes. Porque soy así, soy H2O, soy transparente. Pero no me estanco, ¿viste? Porque el agua estancada tiene el mismo olor que la mierda, te darás cuenta. Ese líquido inodoro, incoloro e insípido, si no lo haces mover tiene el mismo olorcito que la mierda. Así que yo fluyo todo el tiempo”, dice la voz de Moria Casán en el teléfono. Es hija única de un militar melómano y de una ama de casa elegante y peronista. Es profesora de piano, teoría, solfeo y armonía. Es bailarina, comediante y actriz. Símbolo sexual. Estudió abogacía hasta que debutó en el Teatro Nacional. Casi sin ensayo y sin preaviso, un martes a las nueve de la noche se convirtió en vedette. Se puso siliconas e hizo el primer toples del teatro de revista nacional en el Astros. Pasó a la pantalla grande con Olmedo y Porcel, luego siguió con la TV. Se convirtió en celebrity mucho antes de que supiéramos lo que eso significaba. Siempre cercana al poder, condujo A la cama con Moria, donde Daniel Scioli, Jorge Altamira, Raúl Eduardo Baglini y César Jaroslavsky pasaron entre sus sábanas a confesarse y dejarse erotizar. Estuvo al frente del ciclo La noche de Moria, donde rompió las reglas televisivas entrevistando travestis, swingers, sadomasoquistas y freaks de toda calaña. Condujo talk shows. Fue dueña de Playa Franka, el balneario nudista pionero en Parque Camet. Formó parte de Brujas, la obra teatral que se mantuvo en cartelera durante siete años y cuyo elenco era enteramente femenino. En 2005 aceptó una oferta para candidatearse como diputada nacional por el Movimiento Federal del Centro, tentada por la oportunidad de defender los derechos de la mujer. “Muchas veces siento el impulso de hacer algo que ayude a efectivizar la sociedad igualitaria con la que siempre soñé. Una sociedad en la que las mujeres ganen el mismo dinero que los hombres, en la que haya refugios decentes para mujeres golpeadas y una comprensión con toda su dimensión de los problemas que suele atravesar el género femenino. La mujer es la reina del universo y tiene el poder de la creación”, escribió Moria Casán en su autobiografía MeMoria.

«Lo único que están consiguiendo es cosificar a los hombres y que los hombres les tengan miedo. Hemos llegado a un nivel que mis amigos me dicen “le tengo miedo a las minas”. Me parece duro».

Es inútil e imposible presentar a Moria. Es ridículo intentarlo. Sin embargo, y a partir del raid feminista que tomó la pantalla estival de Intrusos, se presume necesario recordar parte de la trayectoria de una de las artistas más reconocidas de la Argentina. Enfrentada por algunas de las voceras feministas de la nueva ola, que la acusan de vetusta y antiprogresista, que le dicen que “atrasa” y que “ya fue”, Casán salió al cruce como sólo ella sabe hacerlo. En su propio lenguaje y con sus clásicas chicanas, el modo de pensar el feminismo para Moria es que los hechos están por sobre las declamaciones. Algo que resulta muy irritante para un movimiento masivo de mujeres que, con mucha tracción mediática, un ejercicio hipertrófico en las redes sociales y un capitalismo que ha convertido al feminismo en consumo, no logra terminar de romper con las ataduras de la época, lo simbólico y lo narcisista. Por esta razón, y gracias a una larga cadena de favores amigos, le hice a Moria Casán una serie de preguntas que proponen escucharla. No sólo para respetarla en su peso específico como figura, sino para enriquecer un debate que, ante el temor de ser increpado o desnudado, prefiere despreciar lo disonante y proponerse como canto único.

¿Qué diferencias hay entre tu modo de ser feminista y el que se está practicando hoy?

Me parece que van con el discurso millennial para hablar solas tipo monólogo y para hacer que los hombres en la tele digan que quieran dejar de ser machistas o que están aprendiendo, que tampoco me lo creo. Lo único que están consiguiendo es cosificar a los hombres y que los hombres les tengan miedo. Hemos llegado a un nivel que mis amigos me dicen “le tengo miedo a las minas”. Me parece duro. Desde mi experiencia personal, me parece una involución. Hasta la palabra “atrasa” ya no entra. Yo me considero del siglo XXII, de otro sistema solar, no me considero del siglo anterior. Me parece que están involucionando y estigmatizando, están muy llenas de ira. No las entiendo. Yo adoro mi condición de género, pero están con grandes rasgos de misoginia ¡las minas! Todo lo demás me parece un cliché millennial, mucha retórica que pasa a ser cotillón. No le creo nada a nadie: me parece que todos son choluleados, berretamente forreantulizados. La mayoría se mete en la farándula, la forrándula. Sé igual en la tierra de Minguitolandia. Sé igual, mamita.

“¿Dónde está la libertad de opinión?”, se preguntó atónita Moria en el móvil de Intrusos en referencia a los dichos de Cacho Castaña y a los ensañamientos en masa contra las opiniones fuera de protocolo como las de Facundo Arana y Araceli González.

“¿Dónde está la libertad de opinión?”, se preguntó atónita Moria en el móvil de Intrusos en referencia a los dichos de Cacho Castaña y a los ensañamientos en masa contra las opiniones fuera de protocolo como las de Facundo Arana y Araceli González. También lo hizo con relación a sí misma y a sus declaraciones sobre la crecida de las denuncias públicas contra hombres y el tema hirviente del acoso: “Cuando dije que me encanta que me acosen, vuelvo a decir que yo el acoso lo tomo como un cortejo. El que me persigue, me consigue. El acoso viene, para mí, de la seducción, de una mirada. Yo no me conecto por aplicación de Tinder, con el mundo pantalla. Lo hago solamente para hablar ahora, pero a mí me gusta la piel. No me gusta levantarme alguien por teléfono, mirando la pantalla, a ver si me hace un puzzle, un patchwork de su silueta, donde me pone la cara de uno, el culo de otro. Eso me baja mucho mi gran pene que uso de bufanda. Me encantan los hombres, me encanta coger, y no me gusta ir ni adelante ni atrás: me gusta ir al lado. Y si hubo alguna que cosificó a los hombres diciéndoles sextoys, que significa consolador, fui yo y fue como algo pintoresco que hacíamos con un amigo mío que precisamente es gay y jugábamos a que fuimos pareja. Esto por supuesto, fue hace 15 años atrás. Por eso, todo lo mío es muy futurista, porque el pasado no lo puedo modificar. Y en el pasado ya está el presente y yo, a como vienen las cosas, ya recontra pasé el futuro. Estos temas yo los enfrenté con hechos, no con palabras o monólogos de psicoanálisis. Se nota el hilo del tampón, y si no tienen tampón, se nota el hilo menopáusico. Se nota, se les nota. Hay muy pocas mujeres que tienen verdad, por lo menos las que yo veo en la tele. Me sale mi parte de hombre, y yo no tengo ningún rasgo misógino. No defiendo al hombre, pero que un hombre me diga que le dan miedo las minas es lo mismo que una mujer me diga ‘me dan miedo los hombres’. A ver si me entienden…”.

«¿Quién puede estar de acuerdo con un femicida? Un anormal. Es algo patológico y hay que tratarlo donde corresponda».

Moria tuvo muchos hombres a su lado y un séquito perseverante de admiradores siempre atrás. Algunas de sus relaciones fueron prósperas y sanas, otras tormentosas y violentas. Abortó por primera y segunda vez en su adolescencia, en un lapso de poco más de doce meses. Padeció los abusos sexuales de su abuelo entre los nueve y los trece, eventos que la llevaron a prostituirse por propia elección. Tuvo a Sofía Gala Castiglione en el año 1987, que hoy se consagra como actriz y se involucra también con la lucha feminista. Es abuela de Helena y Dante. Sus filósofos favoritos son Nietzsche y Schopenhauer. Es católica, apostólica y romana. Votó a Cristina Fernández y reconoce que en gran parte lo hizo porque es mujer. Bacanal y hedonista, pionera y topadora, vanguardista y eterna incomodante, le habló de sexo a las mujeres cuando nadie lo hacía, de aborto cuando (¿todavía?) era una realidad impronunciable. Abrió puertas y sentó precedentes. Es abanderada honorífica LGBT, y hasta la crítica cultural María Moreno reconoce en Moria “una titana jefa de un cuerpo químico y siliconado que ejerce genialmente el psicoanálisis de Jacques Lacan”. La lista podría seguir.

Si tuvieras que arriesgar una respuesta, ¿por qué la política le tiene tanto miedo a la ley de aborto legal, seguro y gratuito?

Los políticos no saben cómo mejorar un país, mirá si se van a animar a hablar de aborto, de diversidad de género o de mina-macha. ¿Sabés cuántos se habrán dado vuelta? No sé si acá, pero sí en otros países. Si se habrán pasado por las vidrieras de Ámsterdam para conocer chicos y chicas, cuántos se habrán puesto una peluquita y un par de taquitos para saber qué se siente un ratito ser mujer, mi amor. Y de ‘mi aaamoor’ me voy a ‘meaaamor’. Es muy de puto. Sabés que yo soy un gran puto, meaaamor. Por el aborto legal, no solamente dije que estoy a favor sino que me lo hice. Lo hice porque cada una es dueña de su cuerpo y yo no me quería casar embarazada, mi anhelo no era tener una familia ni tener un hijo. Tuve un hijo porque Castiglione, que ya tenía dos, me dijo: “Yo estoy enamorado de vos y me gustaría tener un hijo con vos y creo que un hijo te haría bien”. A mí me costó aceptar esa idea, porque yo estaba absolutamente realizada como mujer sin tener un hijo. Obviamente saber que podés procrear un ser humano en tu vientre me sigue pareciendo el acto más antinatural del planeta…

¿Cómo castigarías a un femicida?

Yo no mato ni a una cucaracha. De eso ni voy a opinar porque, obviamente, ¿quién puede estar de acuerdo con un femicida? Un anormal. Es algo patológico y hay que tratarlo donde corresponda, en un psiquiátrico, en la cárcel, que pagaremos entre todos. Pero yo soy incapaz de matar una cucaracha. Yo le digo que siga su rumbo por el universo.

«La verdad me aburre hablar sobre el tema feminismo, machismo, hembrismo, fundamentalismo. ¿Revolución? Creo que la única revolución verdadera que hubo acá es la de 1810 y nada más. Todo lo demás es cotillón».

¿Creés realmente que estamos ante una revolución feminista?

La verdad me aburre hablar sobre el tema feminismo, machismo, hembrismo, fundamentalismo. ¿Revolución? Creo que la única revolución verdadera que hubo acá es la de 1810 y nada más. Todo lo demás es cotillón. Yo soy una mujer que me defino como hermafrodita del espectáculo, y vuelvo a traer la discusión a mi plano personal. Hace 16 años hice una tapa para Gente en la que dije que los argentinos en el sexo atrasamos. Ahora todo el mundo usa la palabra “atrasa”, les voy a cobrar copyright. Si bien no la inventé yo, lo dije hace 16 años y ahora ellos la usan. El argentino se esnobea con cualquier palabrita, palabreja, y en general, todos los dixit que se dicen en la tele los inventé yo y me voy a poner la cucarda porque están hablando de “bozal legal”, de “sextoy”, de “touch & go”. Son todos inventos míos, de tapas mías, que hice 20 años atrás. Y no es que me considere mejor o peor. A principios de los años 70, cuando a la mujer se la cosificaba mal, cuando no tenía voz, sólo se las mostraba. En un sketch apenas decían “hola”, eran un decorado. A mí me dieron tres sketchs donde los remataba yo y no el cómico. Y los terminaba con mi voz, no con mi cuerpo. Nunca permití que se hablara de mi culo o de mis tetas, y de repente ¡estaba en tetas! Fui la primera que se hizo las tetas para hacer un desnudo, en el año 1973. Sin necesidad, porque todo lo había logrado sin casting sábana y sin haber pasado antes por un quirófano. Trabajé para la diversidad, en Playa Franka, hice un colectivo donde actores desarrollaban una obra, y entre ellos debutó Sergio Gonal. Hice El club privado de Moria cuando la tele era TV mayonesa: puro huevo. La única mujer que condujo un show musical en la televisión argentina en 1982 fui yo. Entonces todos estos discursos cliché que se mandan las hembritas, las minas, los minos, las feministas, los machistas, primero que no los entiendo; después me parece que tienen una retórica de una obviedad y una previsibilidad de manual, de Manual Resumen Lerú, ¿entendés? Entonces me parece que realmente ni siquiera “atrasan”. No entiendo el discurso, no entiendo qué es lo que quieren.

«Me parece que realmente ni siquiera “atrasan”. No entiendo el discurso, no entiendo qué es lo que quieren».

Si es cierto que la historia de Moria Casán no es la de las mujeres, entonces tampoco es de quienes hoy se adjudican los títulos honoris causa del feminismo. Si es cierto que el camino a seguir es hacer del yo un nosotras, entonces habrá que aprender a escuchar las voces que más nos desafían y más tememos, incluso, y sobre todo, cuando son distintas a las nuestras porque son otras y nos hacen más democráticas. Si es cierto que todo de lo que hoy gozamos las mujeres es gracias a la historia, si es cierto que el feminismo es un regalo transgeneracional, entonces habrá que respetar y valorar todas y cada una de las arrugas que nos regalan las feministas con sus particulares formas de lucha. “Soy San Putón. Vengan todos a mí, minas, minos, hermafroditas, tercer y cuarto género, transgénero. Soy Roque Casanova. Tengo ovarios y huevos. Y me banco todos los ‘rines’. El ring me lo recontra banco. Así que acá estoy. Soy muy gladiadora, soy espartana y prusiana. Numeral yoica. Numeral San Putón”, dice la voz de Moria Casán que se despide al teléfono/////PACO