Música


«Me propongo derrotar al mal»

Un día Billy Candanga apareció en el radar de los medios de rock más importantes del mundo sin que nadie supiese exactamente quién era, qué quería, de qué trabajaba o qué hacía de su vida antes de ser una de las más grandes promesas del rock occidental.

Su primer EP, Dolar Blues, fue una de las más rutilantes reseñas de la sección Best New Music de Pitchfork, que dijo que “the ambiance on Nene K itemize a very corporeal vulnerability that unfolds over robotic and blippy creaks, atonal keys and ambient synth”. La reseña suena justa, aunque un poco limitada. Billy Candanga, millonario excéntrico, filántropo y escritor vanguardista, consolida en los tres escasos temas que componen el disco un pastiche novedoso entre la glosa teosófica del ensayismo nacionalista, el alt-country sudamericano de finales de los 90s y ciertos yeites del low-fi en una estructura compositiva que hacen recordar al más joven y falopero Steve Earle.

¿Puede todo esto convivir de manera armónica en una ouvre de alto impacto conceptual? La respuesta en principio parecería ser que no, aunque Dolar Blues resulta un extraño híbrido capaz de tematizar en un continuum complejo la frivolidad del kirchnerismo tardío y cierto bagaje institucionalista pop.

Dotado de una personalidad ermitaña e inestable, su bunker de Nordelta consiste únicamente en una única sala subterránea de 400 m2 sin mobiliario a excepción del suntuoso sillón victoriano de nogal y tapizado indio donde, desparramado, respondió a nuestras preguntas con amabilidad.

Su vida

Hace unos años estuve muy metido en las lecturas de poesía, saqué un librito de poemas pero me cansé de respirar ese aire decadente: la reducida cantidad de asistentes y la sobreabundancia de ciclos, el escaso interés de los oyentes, altísimos niveles de rosqueo y muy poca elegancia. La poesía contemporánea dejó de tener el pulso apasionado que la llevó a ser el arte predilecto de los que salimos de la adolescencia en plena crisis de 2001. Perdió fuerza de verdad. La música popular -el rock y el pop- conservan cierto ánimo masivo que se traslada a sus manifestaciones más independientes. Es normal ver 200 o 300 personas en un festival de 3 o 4 bandas, pero no llega al 10% esa cifra de asistentes en un recital con similar cantidad de poetas. Opciones como Bandcamp permiten que mucha gente escuche en sus computadoras y disfrute del arte independiente sin intermediados y a costo cero, una ecuación ideal para esta Argentina inflacionaria que restringe el acceso a la cultura con sus precios desmesurados y oligopolios refrendados por el Estado. Y ni hablar que elimina a agentes intermedios mediopelo como organizadres de recitales, dueños de bares, ingenieros de los estudios, fabricantes de compact disc y, sobre todo, periodistas de revistas y medios especializados.

El rock

En las cosas que me dan bronca. El rock debe ser un rayo láser de odio. Parecería que se borró el pulso sangriento que debe tener una buena guitarra distorsionada. Attaque 77 empezó cantando sobre cogerese a una compñera de escuela en una falsa amenaza de bomba y terminó versionando a Roberto Carlos. Las Pelotas hacía canciones sobre el robo de ganado o los mogólicos que traban en el gimnasio y ahora mariconea con canciones de autoauyda. Y en el indie, el 95% de las bandas hacen canciones sobre cuanto sufren sus protagonistas ante el abandono de una mujer obesa o estúpida, ante la sociedad que manipula no se qué cosa, ante sus padres que no les dan plata para ir a Villa Gessell. O simplemente repiten malas copias de versos de Spinetta o Cerati. O se hacen los interesantes hablando de relaciones sufridas que nucna vivieron, pero escriben los temas para que sus amigos crean que sí. Las bandas barriales como La Renga tratan parecen malas ideas de Dolina o directamente esquivan todo intento de metáfora escribiendo cosas como «cárcel de tiza» para referirse a la merca. Después tenés los «músicos con Cristina», tipos que se creen que hacen letras políticas y te riman «Cristina» con «Argentina» y «mina». Esos son los que más me molesta. Son obsecuentes, torpes, y en definitiva, banales.

Después hay canciones de amor que en realidad son sobre ponerla o no ponerla, la gran disyuntiva.Esas están inspiradas en mis amigos, los reales y los de twitter. Sobre todo los de twitter, que son los que compran mis canciones en Bandcamp.

Influencias

No tiene mucho sentido relevar mis influencias, que andá a saber cuáles son. La pérdida de la división de poderes en Argentina no se dio sólo en el ámbito político, sino también en el rock, Ya no hay críticos, no hay reseñistas, Hay empleaduchos que escriben lo que le conviene a sus empleadores o a sus propios egos inflados que intentan descrubrir en tal o cual banda «el futuro» del rock o algo por el estilo. En el mejor de los casos, escriben para conseguir discos gratis, lo cual tampoco me parecería mal si no fuera que los discos gratis ya fueron como objeto de deseo ¿A qué suena mi música? Eso no es mi trabajo decirlo. Pero yo me siento cerca de bandas como Poxy Club, que con videos de youtube y letras que tematizan lo que está pasandoahora y acá. Me gusta el primer Beastie Boys, que prendían una Roland 808, hacían unas rimas y se lanzaban con eso. Me gusta Daft Punk, la mejor banda de rock de la década. Lo que no es mi influencia es la mierda que escucho en los festivales de Buenos Aires, donde todas las bandas parecen querer reversionar los temas de El mató a un Policía Motorizado, generando infinitas variantes d ela fórmula viola+bajo en semicorchea a tempo 105 con una letra de un solo verso repetido mil veces.

El periodismo

Los periodistas me dan risa. ¿Cómo puede ser que el gobierno financie a los diarios? No hay nada más inútil que un diario. Se lee en 15 minutos máximo y cuesta millones por día fabricarlo. Entiendo que el gobierno financie películas, libros o discos, esos quedan para siempre, de un modo u otro. El gobierno le pagó un viaje a Lucio Mansilla, el tipo escribió Expedición a los Indios Ranqueles de Lucio Mansilla y como 120 años después seguimos leyéndolo. ¿Pero quién mierda lee los miles ejemplares de El Argentino que regalan todas las mañanas en el centro de Buenos Aires? Yo laburo en el microcentro y veo como los cartoneros esperan a que la gente se vaya para llevárselos a Macri para que los recicle. Ni hablar de diarios como Página/12, que lo lee Sasturain y sus 15 amigos y es el más caro para el Estado argentino. ¿Cómo puede ser que le saquen 600 pesos del sueldo a una enfermera para darselo a un periodsta de rock de una radio y que hable del primer disco de Velvet Underground y con eso se crea que le está haciendo «un bien a la cultura»?

Lo que los periodistas oficialistas no soportan es que el rock se meta con su propio lenguaje, que el lengusje del ámbito político salga del diario y se les meta en el MP3, que los músicos les devolvamos  la pelota. Yo a la pelota quiero devolvérselas peor con un cortaplumas clavado, como un vecino viejo al que le rompen las pelotas. Los medios de comunicación oficialistas llevaron al análisis político a un nivel de mediocridad alarmante y no podemos dejarles la exclusividad del manjeo del lenguaje político, los músicos tenemos que apropiarnos de eso. Yo no soy como el 98% de los músicos que no entienden nada de política. «El humo está matando la ciudad / y los políticos también», dice un tema de Guasones, esos boludos se deben creer que son re inteligentes, no pueden procesar la diferencia entre Carrió y el Chivo Rossi, entre Binner o Alfonsín, entre kircherismo y sciolismo.

Un mensaje final

Amor y antikirchnerismo para todos.