Libros


Los números de la novela

1. Los números de la novela proponen un enigma. Al principio, el novelista cree que va a tener que lidiar con letras, palabras, frases, con párrafos, tramas y personajes. Pero muy pronto, cuando el primer empuje pierde fuerza, cuando el entusiasmo inicial comienza a apagarse, aparecen los números.

2. El primer número que empieza a mirar el novelista es el número de páginas. Ya le pasó como lector. Nos pasó a todos. Leemos y no avanzamos. Las lecturas tediosas, escolares, facultativas, obligadas, muchas veces generan el efecto arena. El lector camina por un médano y siempre está en la misma página. Cuando leemos un libro que fluye –que puede o no ser una novela– nos olvidamos de las páginas. La lectura empuja. El novelista desea escribir así. Pero no es posible escribir como se lee. En algún momento, se empieza a mirar la cantidad de páginas escritas. Y entonces el novelista se hace una pregunta muy vieja, que ya intuía ¿cuántas páginas tiene que tener una novela para ser una novela?

3. A la cantidad de páginas se le suma otro número, otra equis que hay que despejar: ¿cuántas horas, días, meses, años se necesitan para escribir una novela? 

4. La novela se transforma así, bastante rápido, o deberíamos decir más rápido de lo previsto, en una ecuación o función que busca una serie de números áureos. 

5. Desde luego, hay novelistas resignados o desprolijos que escriben sin más. Pero lo que podríamos llamar el tema de los números es habitual. Llegado un punto, ineludible. ¿Cuántas páginas llevo escritas? ¿Cuántas más necesito para completar la novela? ¿Hace cuánto que escribo este libro? ¿Cuánto tiempo más voy a tener que dedicarle?

6. No creo que sirva dividir la cantidad de páginas escritas por el tiempo invertido y así obtener un fórmula que nos oriente de forma racional en este universo de medidas. 

7. Por lo general, estas cuestiones y sus derivados son ocultadas de manera sistemática y pudorosa por el novelista avanzado, y también motivo de obsesión para el novelista principiante.

8. ¿Qué cantidad de páginas tiene que tener un libro para ser una novela? El recurso de la relativización resulta simplificador. La pregunta se vuelve un poco terrible, ferretera, parte del rudimentario hardware del novelista, lejana del creativo software, y se puede responder con evasivas, que solo agrandan o postergan el problema. A saber, 1) la cantidad de páginas que vos quieras, 3) las que pida la historia 3) hay que escribir sin pensar en la cantidad de páginas 4) depende de la cantidad de personajes 5) depende del género que elijas. Largo etcétera. 

9. Los concursos suelen andar con menos relativismos y fijar metas comerciales que no son –repito, no son– ajenas a la construcción y la historia del género. Consultadas las bases del Premio Novela Planeta 2024 encontramos que se pide una  “extensión mínima de 200 páginas, en Times New Roman o Arial de cuerpo 12, a doble interlineado.” Se puede decir, sin más, que doscientas páginas doble espacio cumple una norma. El doble espacio es incómodo para escribir. Mucho mejor usar el simple espacio o uno y medio. Si se escribe en simple, estamos hablando de cien páginas. La medida de Planeta es cómoda para el mercado. Pero no tanto para un novelista inexperto. Un primer intento de novela podría cerrarse en cincuenta páginas simple espacio. Sería una novela corta y no dejaría de ser una novela. Hoy una novela puede tener cincuenta páginas de libro. (Hay otra cuestión recurrente, si tengo cien carillas, ¿cuántas páginas de libro tengo? En general es una relación de uno a uno y medio, dos. Una vez Gonzalo Castro me contó que escribía directamente en programa de diseño de páginas de libro para ver cómo iba a quedar impreso. No es un exceso. Toda excentricidad sirve. Se trata de encontrar la que funcione.)

10. James Ellroy decía que las novelas largas implican mucho tiempo solo. Hay que tenerlo en cuenta. 

11. Si aceptamos que la novela se presenta, bastante a menudo, como un problema de medidas a resolver, el novelista siempre trabaja como un matemático nocturno. El matemático nocturno es una novela de Jorge Chiesa publicada en el 2023 que narra las aventuras domésticas, maritales y laborales de un abogado marplatense. El título resulta excelente porque va más allá del protagonista. Todos hacemos cuentas de madrugada, fuera del horario de la vigilia. Todos nosotros, neuróticos contemporáneos, especulamos a la luz del velador, de madrugada en la cocina, en el comedor de la casa vacía, sentados al lado de la estufa en invierno, parados, desnudos, en la puerta del balcón en verano. El novelista, cuando escribe, vive inmerso en esa neurosis creativa, se transforma en un coleccionista, una especie de tiránico cocinero que ajusta y afloja y mide, a ojo o con una regla, los ingredientes con lo que trabaja.

12. Cualquiera cuenta una historia, la imagina o la inventa. Los que nos rodean y nosotros mismos lo hacemos todo el tiempo de forma oral o escrita, en una conversación o una red social. En 1959, George Plimptonle le preguntó a Ernest Hemingway cuál consideraba que era la mejor formación intelectual para un aprendiz de escritor. Hemingway respondió: “Digamos que debería ir y ahorcarse porque ha descubierto que escribir bien es intolerablemente difícil. Entonces alguien debería salvarlo sin misericordia y su propio yo debería obligarlo a escribir tan bien como pueda durante el resto de su vida. Así al menos tendría la historia de haberse colgado para empezar.” El párrafo es muy bueno por muchos motivos. ¿Formación intelectual? Parate al lado de la muerte, a ver qué decís de la formación intelectual. Y después, obligate a escribir tan bien como puedas. Existe un desdoblamiento. Pero me gusta, sobre todo, que uno necesita una historia para sentarse a escribir. O al menos, una para empezar. Una experiencia, una historia propia. Ahora bien, el género novela no se escribe solo con una historia. En la novela nos preguntamos ¿dónde se colgó ese aprendiz? ¿Cómo se colgó? ¿Quién es ese alguien que lo salva? La novela es el arte de sumar, de expandir y desplegar.

13. Así las cosas, la unidad del novelista no debería ser la página, sino el capítulo. El capítulo como unidad de acumulación resulta mucho más generoso y plástico, se podría decir más orgánico. De hecho, la pregunta, también compleja, sobre cuántos capítulos debería tener una novela resulta misteriosamente menos fría, más amable. Podemos poner capítulos, agregarlos y sacarlos, imaginarlos, escribirlos, o intentar escribirlos, suprimirlos y guardarlos para otro proyecto. Un buen capítulo es mucho mejor que una buena página.

14. De hecho, cualquiera escribe una buena frase o una buena página. Pero no todos podemos escribir un buen capítulo.

15. Sobre la cantidad de tiempo que se necesita para escribir una novela la respuesta es otra pregunta. ¿Cuánto tiempo diario está el novelista dispuesto a dedicarle a la escritura? Con dos horas por semana los sábados a la tarde no se puede escribir una novela. La novela necesita el amor constante de un marido fiel. Como se suele decir, el contrato matrimonial se renueva todos los días.////PACO