Hacia finales del siglo XX, Martin Amis analizaba el carácter inevitable del avance de la novela sobre los cada vez más prolíficos territorios sociales bajo control de la ciencia. A pesar de las fantasías de quienes vislumbraban tecnocracias silenciosas y grises, un mundo en el que la tecnología determinara cada vez más costumbres –sin alardes argumentativos, sin la molestia de una discursividad suficiente, relegadas al viejo credo humanista– no dejaría de ser un mundo proclamando la necesidad de introspección, comprensión y crítica. Elementos bajo los que suele escribirse la mejor literatura.
En nuestro país, la posibilidad de narrar el dominio de la tecnología bajo la forma de la Web, y como un territorio desvinculado del mero imaginario de lo fantástico para asirlo como lo que verdaderamente es –la plataforma en la que se construyen, habitan y circulan las subjetividades de toda una nueva generación global–, encontró en Martín Felipe Castagnet (1986) a un escritor con la percepción adecuada. Ganador del Premio a la Joven Literatura Latinoamericana otorgado por Francia en Buenos Aires a través de la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs (Casa de Escritores Extranjeros y Traductores), su primera novela publicada, Los cuerpos del verano (Factotum, 2012), propone revisitar la lógica a través de la cual se imaginan los horizontes tecnológicos del presente no bajo la lupa melancólica de un universo que se acaba, sino bajo la fuerza de un futuro con infinitas y nuevas posibilidades no sólo sociales sino estéticas. Ese simple movimiento intelectual traza una línea divisoria vital ante buena parte de la narrativa contemporánea, delimitando las puertas de una verdadera literatura sobre el presente. Podría ser uno de los méritos por los cuales un jurado compuesto por Eduardo Berti, Michel Lafon, Pablo de Santis, Vlady Kociancich, Alan Pauls, Iván Salinas y Silvia Hopenhayn premió su texto de manera unánime.
«Para poder ser memorizados, los cantos épicos se constituyeron sobre el ritmo y las fórmulas; los rapsodas del ciberespacio también somos moldeados, pero bajo el torno del límite de caracteres de cualquier entorno digital. Nuestra respiración de lectura se acostumbra a la brevedad, luego escribimos como respiramos: una concentración del campo de batalla», explica Castagnet para delimitar su trabajo sobre el estilo de Los cuerpos del verano, una historia situada en un futuro (tal vez no demasiado lejano) en el que la mente de los muertos puede migrar y almacenarse en Internet para reencarnar más tarde en nuevos cuerpos de carne y hueso.
Historia sobre un futuro de infinitas redenciones e infinitas reescrituras de la genealogía familiar, la novela de Castagnet sin dudas se instala de manera especial entre el largo catálogo de las novedades editoriales, no sólo por su mérito en un certamen internacional, sino porque convoca a reflexionar sobre la necesidad de construir una voz –generacionalmente vívida, estilísticamente epocal, culturalmente incandescente– capaz de establecer sentidos allí donde la tecnología apenas resuelve inquietudes con la pragmática del dominio.
–¿Ves puentes entre la narración y la tecnología contemporáneas?
–Hablar de puente asume dos continentes separados; yo prefiero representar esa dinámica como una yuxtaposición. Toda narración está determinada por su soporte de generación, almacenamiento y distribución; a su vez, la tecnología requiere de un discurso para constituirse como tal. Curiosamente, lo primero que hizo este discurso en el pasado es hacer olvidar que la escritura es también una tecnología. ¿Qué nos hará olvidar mañana?
–¿Este nuevo imaginario tiene lazos solidarios y lazos nocivos con otras generaciones de autores argentinos?
–Prefiero la contundencia a la dispersión porque para la dispersión está Google al alcance de todo lector. El ectoplasma de Borges sabe que quien quiera encontrar una narración completa del «Tema del traidor y del héroe», y no sólo su bosquejo, la podrá descargar de The Pirate Bay más tarde o más temprano. Asimismo, mi novela está escrita bajo la sombra de la tercera parte de Zama. A esta hora esa sombra quizás no se perciba, pero para mí fue un techo en la intemperie.
–Generacionalmente, ¿cómo sentís que se pone en juego la relación con la tecnología?
–La dificultad principal de mi generación consiste, a mi entender, en encontrar una forma de reproducir en un dispositivo literario la experiencia sensible de la Web, ya que lo publicado en Internet suele no sobrevivir al desarraigo de su plataforma original. Hay que buscar formas de transmisión alternativas: una conexión wifi entre la literatura y la tecnología, a través de un desierto de subjetividades donde no llegan los cables de la mera mímesis.
«Siempre esquivé los talleres de escritura creativa y, siendo novelista, también la exhibición en el circuito de los blogs. En el 2009 me anoté en el taller de novela de Diego Grillo Trubba y durante dos años de trabajo semanal me enseñó las bases de la narración. Al intentar publicar la novela resultante, que finalmente quedó guardada, empecé en el Centro de Estudios Contemporáneos (CEC) un taller breve de cierre y publicación de obra con Juan Terranova. Desde entonces no me separé del CEC, donde encontré un lugar de trabajo, contención y diálogo que hoy considero imprescindible», cuenta Castagnet, que también es profesor de Literatura en la ciudad de La Plata, sobre el proceso de elaboración de su novela.
–¿Qué autores te resultan interesantes?
–Eurípides, quien inaugura la tradición de ser el mejor y perder casi todos los premios. Melville, santo patrono de quien observa una pantalla en blanco durante todo el día y le extrae un significado. Los autores, muchas veces anónimos, del koan zen. El carpintero Salinger. Muhammad Ali. El ejército de clones del Lord Sith Houellebecq. Palahniuk. Busqued. Lamberti. La crítica argentina debería construir una autopista directa a Córdoba.
–»Falta que la piel sea inmune a los sentimientos», dice el protagonista de Los cuerpos del verano. ¿Cómo te parece que funciona ese estigma habitual sobre la tecnología como «deshumanizadora» de la experiencia?
–El duelo de Deep Blue vs Kasparov se viralizó como una derrota de la humanidad frente a la tecnología, cuando a fin de cuentas fue el triunfo de la humanidad digital sobre la humanidad analítica. La tecnología sólo puede ser humana; al menos, el discurso que sostiene a la tecnología niega el término a los animales no humanos. Confío en que mañana la máquina será considerada en esencia humana y la cultura en esencia animal.
–¿Qué representó la participación en este concurso?
–En mi caso, significa que el concurso no tuvo tanta difusión como otras competencias y que por tanto no se presentó un caudal tan grande de obras como merecía la importancia del premio, que consistió en la publicación de la novela tanto en castellano como en francés y una residencia de escritura de cuatro meses en Francia, donde me encuentro ahora. En su momento tomé al concurso como una buena motivación y un mejor deadline para escribir mi tercera novela; la residencia es una excusa en condiciones más favorables para escribir la cuarta.