Novela, 222 páginas. Eterna Cadencia.

Escrita en 1995, publicada en una edición pagada por el autor tres años después y reeditada por Eterna Cadencia en 2013, El desierto y su semilla es la única novela de Jorge Baron Biza (Buenos Aires, 1942 – Córdoba, 2001). El relato comienza con el instante que sigue a la agresión del padre que le arroja ácido en la cara a la madre durante la última mediación de divorcio. Bajo el seudónimo de Mario Gageac, el narrador protagonista de esta particular historia familiar escribe autobiográfica pero no confesionalmente.

La narración de esta parte trágica y famosa de la cuestión no es oscura a pesar de incluir todos los elementos para serlo. Madre desfigurada, padre que vuelve a su departamento y se pega un tiro, hijo que acompaña a la mujer primero al hospital y luego a Italia para su larga recuperación, se vuelve alcohólico y no puede escapar a la soledad. El autor tiene la capacidad de contar el horror con serenidad y con un nivel de detalle digno de náuseas pero alejado de lo desagradable debido a su estilo y calidad. Un narrador que no se ubica en el lugar de víctima, quizás porque las compañías que encuentra en el exterior (tanto del hospital como de Argentina) hacen de sus noches momentos vivos: Dina, una prostituta italiana, y el whisky lo contienen en su desgracia sórdidamente pero con altura.

Tapa EL DESIERTO-ALTA

 El prólogo de Nora Avaro sitúa al lector en el contexto socio político de la Argentina sesentista pero, como no es lo único que dice, se vuelve tan largo que termina excediendo su función. Mejor ir a los doce capítulos en que está dividida la novela, que cuando uno se vuelve denso, inmediatamente está el siguiente para recuperar el ritmo. Y cuando se piensa que nada puede salir peor, que todas las situaciones desafortunadas del mundo están descriptas ahí, el libro se pone más interesante, con anécdotas y descripciones de Milán y el suspenso que no parece estar hasta que uno se topa con él y se sorprende. Entre las Fuentes a las que recurre el autor, los textos del padre son lo menos, el cocoliche es lo más.

Inevitable pensar ¿qué semilla puede germinar en el desierto? No sólo la cara de la madre, un desierto casi sin arena en donde se injerta piel y se logra lo más parecido a un milagro. También él es la semilla del desierto: el fruto de una pareja de locos famosos incapaces de regar que armaron una familia de Kennedys a lo argento. Clotilde Sabattini, Eligia Presotto en la ficción, funcionaria y autora del primer Estatuto Docente; Arón Gageac, Raúl Baron Biza en vida, violento, lector de Poe, mal escritor.

En una nota a modo de presentación personal que el autor hace al final se lee: “Fui inscripto en el registro civil como Jorge Baron Biza. Cada vez que mis padres se separaban, la consciencia feminista de mi madre exigía que me agregara el Sabattini de su familia. Mi nombre actual es Jorge Baron Sabattini. No sé si ‘Jorge Baron Biza’ debe ser considerado mi otro apellido, mi patronímico, mi seudónimo, mi nombre profesional, o un desafío”. Preso del estigma familiar, el autor que firma JBB se suicidó en 2001.///PACO