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Estrógenos, la segunda novela de Leticia Martín, cuenta la historia de un hombre reducido por el amor y la rutina en un mundo futuro donde ellos, los varones, también pueden gestar y parir. ¿Qué impacto tiene esa modificación de nuestros ciclos vitales en el contrato social, en nuestra idea de maternidad y en nuestras relaciones con el otro? Envuelta en paisajes apocalípticos y bordeando el terror médico, Estrógenos aporta humor y lucidez a la discusión sobre el género y la violencia.
¿Estrógenos es una novela feminista?
No. No pensé la novela en esos términos. Aunque entiendo que pueda ser leída de ese modo, sobre todo desde alguna corriente feminista. Sí diría que es una novela conservadora, en el más progresista de los conservadurismos. Yo entiendo, todavía trato de hacerlo, que mi búsqueda fue en el sentido de exponer cierto contrapunto. No sé si de forma especular, como dice la contratapa del libro –porque no creo que ningún producto cultural espeje nada– sino en un intento siempre fallido por representar algo distinto y hacerme/hacernos preguntas nuevas. Al contrario de reponer una sociedad igualitaria, a mi entender, Estrógenos construye un matriarcado. Mujeres fuertes, demandantes, politizadas, sofacadoras, activas todo el tiempo y complotadas a partir del género para debilitar la posición masculina. Un mundo donde las mujeres casi no engendran, son mayoría, y se vuelven su total antítesis. Intento señalar que la idea de “matriarcado” es tan extrema y generalizante como la idea de “patriarcado», con la que peleo desde mi –lo asumo– tibio progresismo escurridizo, que aún sigue escapándose a un discurso conservador que insiste en mis devaneos de dudas existenciales y al amparo de nuevas lecturas que se mezclan con lecturas viejas y que nunca terminan de hacer mella definitiva en alguna parte. En ese sentido, Estrógenos tampoco es una novela pretenciosa.
Más allá del marco distópico, coercitivo y violento en el que transcurre la acción de la novela, leo que propone una utopía, la de que la separación de género en relación a la maternidad si no desaparezca sí se relativice, pero eso lleva a más equívocos y abusos. ¿Crées que la maternidad es en sí distópica? O para hacer la pregunta más directa, ¿pensás que hay algo oscuro y negativo en reproducirse?
No quise escribir una distopía en el sentido estricto. Y si bien tampoco es total esta reversión de roles, sino relativa, como bien señalás, no podríamos decir que estamos frente a un mundo feliz. La violencia estatal se replica, ahora sobre el cuerpo de los hombres. Decide por ellos, gobierna sus decisiones, disciplina y dociliza sus cuerpos. Yo pensaría más en una «extraña utopía irónica». Un poco porque no me animo a afirmar que la especie vaya camino a la autodestrucción definitiva y otro poco porque no creo que el Estado disciplinador vaya a aflojar algún día en su intento por normativizar cuerpos y espíritus en pos de cierta idea de “bien común”. Lo oscuro no estaría en reproducirse sino en pensarse la humanidad a sí misma, en delegar en una instancia de “representatividad”, como son el Estado y sus instituciones, decisiones que son del orden del individuo. Una cuestión insalvable, un dilema que la modernidad no resolvió y que la postmodernidad con sus discursos desencadenados está cada vez más lejos de responder.
Estrógenos viene a insertarse en una ciencia ficción irónica argentina, quizás podría decirse más bien rioplatense, que tiene ya algunos próceres indiscutidos como Mario Levrero. Sé que sos lectora de Levrero. ¿Qué encontrás en él? ¿Te sirve de inspiración?
Me gusta lo de ciencia ficción rioplatense, y para hacerla completa diría también: levreriana. Me gusta ese parentesco y lo elijo sin pudores. El saco de la ciencia ficción me queda demasiado enorme. Pero dale. El futuro es tan actual en Estrógenos, tan palpable, que por momentos lo siento no logrado, apenas un esbozo. Por ahí eso tenga que ver con que el foco estaba puesto más en las acciones sobre los cuerpos que en los personajes. Pero de todos modos hay algo ahí demasiado blando. No estoy segura qué de todo lo que me deslumbra de Levrero pude tomar. Sí creo que me acerqué a esos momentos de gran delirio místico –pienso en Aguas Salobres o en Nick Carter– donde el viejo da vuelta mitos cristianos y mezcla ideologías para refundar comunidades nuevas, extrañas, que sólo buscan cruzar géneros, mantenerse en la marginalidad o descentrarse de los discursos literarios dominantes. Ahí sí me pongo pretenciosa.
¿Qué pensás del feminismo en la actualidad?
Pienso que es un discurso dominante.//////PACO