Libros


Las redes sociales imaginarias

Hace algunos años, Francisco Marzioni vino a Santa Fe a dar una clase sobre ciencia ficción en la librería Del otro lado. La exposición, que duró más de dos horas, fue de Frankenstein a Ted Chiang, sin dejar de mencionar a Asimov, Philip K. Dick e incluso, a Borges. Al final, recomendó dos libros argentinos de reciente publicación: Cataratas, de Hernán Vanoli, y Las redes invisibles, de Sebastián Robles. Ante la típica pregunta ¿de qué tratan?, dijo que el primero era un relato en un futuro cercano pero distorsionado, en el que un grupo de becarios del CONICET viajaban a un congreso en Iguazú. El segundo, explicó, es un compendio de redes sociales inventadas. Una, por ejemplo, es una red social de mascotas.

Levanté una ceja. Tal vez por mi poca empatía con los animales, descarté de lleno la lectura de ese libro. Viví algunos años equivocado. La semana pasada estaba en la misma librería, fui a la parte de atrás a calentar agua para el mate y, sobre una pila de libros, encontré un ejemplar de la primera edición de Las redes invisibles. Leí el subtítulo: “Facebook también puede convertirse en un recuerdo”. Noté que, cuando el libro había sido publicado, aún no había acontecido el escándalo por las filtraciones en la empresa de Zuckerberg, por el cual él tuvo que declarar frente al congreso de los Estados Unidos. Abrí el libro en una página al azar.

Caí en una red social llamada Tlön. El título logró capturar mi curiosidad borgeana y leí las primeras dos páginas. Mencionaba a Twitter, Yahoo!, Facebook, “el código HTML”, la Wikipedia (más adelante mencionaría a personajes como Richard Stallman). Quedé prendado. Antes de irme, pasé por la caja registradora y compré el libro. Terminé de leer el cuento “Tlön” en el colectivo y me pasé de largo. Mientras volvía caminando, pensaba en el pudor que tenía yo de incluir la cadena de caracteres “Twitter” o cualquier otro signo de modernidad (que en un mes podía quedar viejo) en mis textos con pretensiones literarias. Y ahí estaba ese cuento, mostrándome cómo hacerlo de manera correcta. Con la certeza de quien se cree poseedor de un pequeño tesoro, dosifiqué el libro hasta hoy, que leí el penúltimo. Por cábala, dejé “Animalia”, el cuento sobre la red social para mascotas, para después de escribir esta nota. Tampoco seguí el orden del índice.
Con unos amigos que nos juntamos a tallerear textos, leímos “Balzac”, una red social para, como nosotros, aspirantes a escritores. Lo elegimos porque era uno de los más cortos y obviamente, por el título. No decepcionó. Similar a “Tlön”, tiene un tono documental, pero mucho más irónico. Una noche, mientras cuidaba a un familiar enfermo, leí “Tod”, sobre una red social para moribundos. Un cuento mucho más extenso que los dos que había leído, ideal para pasar una vigilia de intermitencias. Y mucho más soberbio en estructura y contenido. No es simplemente lúdico, como los otros dos que había leído, un divertimento literario, sino un artefacto más serio. Es el que abre el libro y creo que es una buena elección, ya que el autor se presenta con autoridad. Por otro lado, bien podría ser un texto anticipatorio. En “Mon amour” el tema es (al menos, desde la actualidad) más trillado: una red social con un algoritmo que permite encontrar la pareja ideal. Sin embargo, el tratamiento literario es correcto y el texto calza bien en la serie; hasta el álbum del más rockero siempre incluye una balada. En su simplicidad, esquematiza recursos que en otros cuentos son más explotados, como el recurso del testimonio del CEO. Leí “Mamushka” en un café ruso donde voy todos los martes después de dar clases. Me gustó eso que tiene, aunque no explícito, de realidad alternativa en la que la Unión Soviética sigue desarrollando su tecnología luego de la caída del muro en paralelo a Occidente. Y un movimiento que también aparece en otros cuentos, el de la red social cuyo creador se desconoce.

“Orphan”, lo dice su nombre, es sobre una red social para huérfanos y el cuento tiene una forma clásica: seguimos a un personaje por un número de peripecias hasta que llega al final transformado. Sirve de ejemplo para otra categoría de las redes inventadas por Robles, las redes sociales creadas por un único individuo (en contraposición a las redes cuyo creador se desconoce o a las creadas por empresas). En “Cthulhu”, la operación es doble. Por un lado, muestra que cualquier espacio conquistado por usuarios puede convertirse en una red social; por ejemplo, el área de comentarios de un post en un blog abandonado. Por el otro, es un original paralelismo entre la deep web y las aguas profundas de algunas historias de Lovecraft. “Hospital” es la narración que más se aleja del modelo de describir taxonómicamente una red social. Y es la que más transmite la sensación de estar dentro de una película. Y es la única, creo, en la que se puede imaginar al autor en la piel del narrador. El libro cierra con “Crítica”, un cuento tan imponente como con el que abre. Describe una red social en la que han participado escritores argentinos desde la época de Roberto Arlt hasta la actualidad. Por su emplazamiento temporal, es el cuento que mayor desafío plantea en cuanto a su verosimilitud. ¿Una red social creada en la década del 20? Creo que está bien resuelto: los detalles tecnológicos (los detalles de implementación) se retrasan tanto como se puede en el texto y el lector acepta el pacto de lectura en pos de una reescritura muy original de la historia de la literatura argentina.

Las redes invisibles es el tipo de libro de cuentos que logra algo no frecuente: cohesión. Si el texto de la contratapa (“Este libro es el legado de un arqueólogo que, desde un universo paralelo…”) se toma como capítulo introductorio, bien puede leerse como una novela. Leí en una reseña que se lo compara con el libro Vidas imaginarias, de Marcel Schwob. No lo leí, pero si puedo asociarlo a El libro de los seres imaginarios o a Historia universal de la infamia. En su autobiografía, Borges explica: “Marcel Schwob en sus Vidas imaginarias (…) inventó biografías de hombres reales sobre los que hay escasa o ninguna información. Yo, en cambio, leí sobre la vida de personas conocidas, y cambié y deformé deliberadamente todo a mi antojo”/////PACO