Entrevista


Mavrakis, Terranova, Robles, Godoy


Cuatro de los editores de RevistaPaco.com acaban de publicar libros en el viejo y querido formato orgánico del papel. Les propuse hacer una entrevista grupal para hablar de esos libros y de otros temas que resuenan, cada tanto, en la revista y en la redacción de la revista. Los libros son La construcción de Carlos Godoy y Las redes invisibles de Sebastián Robles (ambos editados por Momofuku), El recurso humano de Nicolás Mavrakis (Milena Caserola) y Sexo, nazismo y astrología de Juan Terranova (Punto de encuentro). Este viernes 21 de noviembre, Nicolás Mavrakis presenta El recurso humano en la librería Alamut de Palermo a las 19.00.

Captura de pantalla 2014-11-19 a la(s) 14.36.31

¿Se leen entre ustedes?

Terranova: Sí, yo los leo siempre. De hecho, ya conocía estos libros antes de que se publicaran. Las novelas de Mavrakis y Godoy las leí en borradores bastante avanzados y lo de Robles en Paco. De una u otra forma ellos son escritores que me influenciaron o me hicieron escribir.

Mavrakis: No solamente los leo, necesito leerlos porque tienen la rareza de ser verdaderos escritores, trabajando verdaderamente con el lenguaje y la imaginación. Por otro lado, los textos del libro de Juan Terranova se escribieron en sincronía con el trabajo en la revista Paco y los del libro de Sebastián Robles también -y eso de por sí creo que justifica la existencia de Paco-; la novela de Carlos Godoy la leí apenas se publicó.

Robles: Todo el tiempo. Creo que los libros, en mayor o en menor medida, son el producto de una conversación que mantenemos desde hace años en la cadena de mails con todos los editores de la revista Paco. Ahí nos leemos, casi sin exagerar, durante las veinticuatro horas del día. Godoy, Terranova y Mavrakis, igual que los otros integrantes de Revista Paco, son para mí lugares mentales, es decir, no sólo distintas escrituras, sino también diferentes maneras de leer, que se complementan entre sí y me ayudan a entender el mundo.

Godoy: Sí, claro. Leerse, criticarse, recomendarse lecturas son prácticas que te ayudan a no sentirte tan solo. Más allá de las filiaciones estético-políticas que tengo con los miembros de Revista Paco, hay también una idea fuerte de preservación, se supervivencia. No es simplemente una camaradería, es el refugio.

¿Hasta que punto Internet fue importante para la escritura de estos libros?

Mavrakis: El libro de Robles y el mío son parecidos en cuanto a que dejan atrás el retrato costumbrista de la relación con internet, y al desprenderse de ese estadío de “fascinación inicial” se pueden acercar a la experiencia concreta de la sociabilidad en la web. Los ensayos de Terranova tampoco pueden pensarse como un sondeo del estado de la imaginación, y de la forma en que esa imaginación se proyecta hacia los fantasmas del pasado y del futuro, eliminando el factor tecnológico de la mirada. La novela de Godoy, en cambio, tiene su peso en el imaginario opuesto (si tuviera que reescribir mi reseña de esa novela diría que es el espejo negro de muchísimas cosas); se proyecta desde el presente hacia el pasado, y reconfigura el tema de las Malvinas desde un juego con ciencias y saberes de un período del conocimiento completamente ajeno a lo digital; al mismo tiempo, nadie que haya leído su novela podría decir que es ajena a lo contemporáneo, e incluso al futuro. En ese sentido, diría que es mucho más sutil que los otros libros.

Robles: Coincido con Mavrakis: Internet es un punto de partida, no de llegada. En ese sentido, la escritura que a mí me resulta estimulante sobre (y desde) la web tiene una actitud, digamos, colonizadora. Porque estamos muy acostumbrados a leer sobre internet y las redes sociales como acontecimientos históricos, revolucionarios, que vienen a “cambiarlo todo”, pero ese enfoque resulta en general en una literatura empobrecida, abúlica, donde los personajes mantienen conversaciones triviales, caminan sin rumbo, chatean en Facebook y fuman durante largos párrafos, como para aumentar la cantidad de caracteres con espacios. De fondo asoma el vacío existencial, apenas sugerido, como para ratificar que esto es literatura y no una pavada. Me parece mucho más productivo leer a la web como una gran forma narrativa donde aparecen, reflejados y deformados, los ecos del pasado. El territorio es virgen, pero nosotros no. Y creo que lo que nos une, de alguna manera, es la búsqueda de esas continuidades.

Terranova: Yo ya no puedo ni ir al baño si no tengo Internet.

Godoy: es muy difícil pensar la producción literaria contemporánea aislada de los flujos que propone internet. A mí particularmente no me interesa, por lo menos por ahora, pensar internet como plataforma discursiva. Pero puedo reconocer que todos los procedimientos de escritura vienen de internet.

godoweb

¿Cómo se lee y se escribe sobre lo que hace alguien con quien uno tiene algún grado de relación afectiva?

Terranova: bueno, como crítico creo que ese es el gran desafío porque elogiar de forma tonta, estilo “me gusta” de Facebook es muy fácil, ya para desarmar y destruir hay que usar un poco más la cabeza pero, en una tercera instancia, saber elogiar, y con ese elogio modificar la obra, sumarle una lectura positiva, bueno, ese es the ultimate critic challenge. El afecto es un tema muy central en la literatura. Leo un libro, me gusta, comienzo a sentir afecto por el que lo escribió. Es así, así funciona el mecanismo más primitivo de la lectura. Y el lector que escribe sus lecturas, o sea el crítico, debe ser consciente de eso.

Mavrakis: Un buen libro se sostiene por sí mismo, y aunque la relación afectiva estuviera ahí -y es cierto que es inevitable que esté-, nadie podría decir que, además de amigos, estos son buenos escritores. Y esa es la diferencia entre el elogio vacío (y oportunista e integrador) del Club Universal de la Buena Onda, con sede central en Facebook, donde se escribe pero no se lee, y el trabajo serio de lectura, escritura y argumentación. Por otro lado, la idea de que los juicios de valor están viciados únicamente de sentimentalismos no solamente es pueril en términos intelectuales y bastante insultante para los críticos; también desnuda el miedo de no querer ser leído, que es el contrasentido de la escritura. Dicen que Kingsley Amis no creía en los premios hasta que ganó el Somerset Maugham (“cuando lo tuve en mis manos perdí todos mis prejuicios”).

Terranova: El escritor que no quiere ser leído es un caso interesante. En este que cita Mavrakis me parece que no se trata de un gesto de vanguardia, de un atemperamiento del yo o el narcisismo -que también es falluto-, sino de un “no me lean, limitense a elogiarme.”

Godoy: a mí no me parece un inconveniente, ético, ni político, ni de ningún tipo escribir sobre alguien que conoces. De hecho, el periodismo cultural actual parte del contrato de que solo se escriben críticas positivas. No se suele dar espacio para críticas negativas. Y en general esas críticas o lecturas positivas se dan porque hay un reconocimiento, una amistad entre el autor y el periodista o crítico. En todo caso, lo que me preocupa es que no se sepa hacer crítica. Si el artículo es a favor, en contra, de un amigo, un enemigo o un desconocido no me importa en tanto sea una crítica genuina, bien escrita, bien argumentada, con una hipótesis clara de análisis y con referencias visibles al desarrollo de esa línea de pensamiento.

¿Escriben para ganar guita?

Mavrakis: No creo que sea una finalidad seria de la escritura literaria.

Robles: Si supiera ganar guita no me dedicaría a escribir.

Terranova: En la Argentina es muy difícil ganar plata con los libros, aunque algunos autores lo hacen. En general los que quieren ganar plata con los libros y escriben con ese fin, no lo logran. Hay bastante ingenuidad al respecto. Al final, como siempre en estas tierras, la actividad más frecuentada es raspar la olla.

Godoy: No, por varios motivos. Primero porque no quiero hacer de la escritura un trabajo full time. El proceso creativo tiene un importante ingrediente que es el ocio en general en los trabajos “ganapan” el ocio es un condimento negativo o castigado. En segundo lugar porque si quisiera que la escritura fuese mi trabajo “ganpan” no sabría cómo hacerlo. Creo que no funcionaría. De vez en cuando, cuando llegan las épocas de liquidación de ventas trato de comprarme algo con ese dinero. A veces cambio la compu, a veces, compro ropa, algún electrodoméstico. Me gusta pensar que la literatura puede generar algún bien de consumo.

unnamed (2)

¿Cómo piensan las relaciones con su generación? ¿Tienen algún escritor faro?

Mavrakis: Juan Terranova, que es un lector fascinado del Borges de Bioy Casares y de los ensayos de Carlos Correas, suele decirme que las cosas en ese aspecto nunca fueron mejores ni peores. El campo cultural tuvo siempre las mismas praderas soleadas, las mismas sombras donde hacer tiempo y las mismas ciénagas con mosquitos.

Terranova: Bob Chow es mi faro.

Godoy: Saco cosas de todos, pero no tengo ningún faro en mi generación. Ni siquiera en mi país.

Robles: Mi faro es Dross Rotzank, un youtuber venezolano que cuenta unas historias geniales de terror y deep web. Le confesé mi admiración por mail y nunca me respondió.

¿Qué significa el odio para su proceso creativo? ¿Cuál es el escritor qué más odian?

Terranova: ¡Al fin una pregunta que no es de manual! (risas) Yo odio a Noé Jitrik y estoy esperando que se muera para hacerle una necrológica acorde a mi odio. Viejo puto de mierda. Y odio change.org.

Mavrakis: El que no puede odiar tampoco puede amar, y si el odio no sirviera para nada sería tan inútil como el amor. Después, por supuesto, no se termina un libro solamente con la fuerza del odio.

Robles: El escritor que odio está hecho con partes de los escritores que me caen mal. El rasgo en común de todos ellos es que los noto más interesados en promocionarse que en escribir, como si el libro fuera el carnet de ingreso en un club que no existe. Desde luego, ese escritor que odio soy también yo mismo y contra eso escribo.

Godoy: hacer del odio una máquina generadora de cosas hermosas es el gran desafío no sólo de un escritor. También de cualquier persona de bien. Odiar, odiar, odio a todos los que escriben cuando yo no escribo y publican cuando yo no publico y tienen lo que yo no tengo.

Varios de ustedes tienen relación con el ensayo, de hecho el libro de Juan es un libro de ensayos pero en los demás también hay una relación con el ensayo. ¿Cómo piensan esos cruces?

Mavrakis: El recurso humano y No alimenten al troll son extensiones ficcionales del ensayo, necesitan contar algo que está pasando realmente para después imaginar cómo podría evolucionar más allá de la realidad. No me parece un mal punto de partida (y, sin dudas, hay peores). Los hacedores de la tecnología, de hecho, por distintos motivos que hacen a la larga y conflictiva conversación entre el humanismo y la ciencia, casi nunca creen que sea necesario contar por qué hacen lo que hacen, ni qué efectos sociales imaginan que podrían derivarse de su obra, por eso los “divulgadores científicos” son personajes que parecen poder hacer hablar y volver entendible aquello a lo que no le interesa hablarnos. El género en medio de esa conversación es el ensayo, y en estos libros hay una colonización del ensayo a través de la ficción, y de la ficción a través del ensayo.

Robles: Mi relación con la literatura es algo infantil. Pienso en los libros como viajes. Cuando escribo busco recrear el entusiasmo que me despiertan o me despertaron algunas lecturas. Ese es, al menos, el impulso inicial. Los años felices era una novela para mi colección Robin Hood mental. En mi cabeza es una copia imperfecta, parcial, de algunos libros que hoy me siguen gustando mucho, como Juvenilia de Miguel Cané, Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, El cuerpo de Stephen King o Corazón de Edmundo de Amicis. Las redes invisibles, en cambio, es un reflejo de los libros de la editorial Minotauro. El problema es que recrear una vez más lo mismo no tiene ninguna gracia. No puedo escribir ciencia ficción con viajes a planetas desconocidos ni historias sobre adolescentes que salen en balsa por el río, aunque me guste leerlas, porque no me las creo. Además, todo eso ya está hecho. Si tengo que repetir lo mismo, me aburro. La imagen del escritor de género que tipea en una Remington para ganarse el pan es muy romántica, pero hoy ese escritor se limitaría a reproducir viejos esquemas para satisfacer la demanda de una industria editorial en decadencia y sin ninguna idea. Es el pasado. Ahí entraron a pesar muy fuerte las lecturas de los artículos de Terranova y Mavrakis en Paco, así como también el primer libro de Mavrakis, No alimenten al troll, Los cuerpos del verano de Martín Castagnet y La última de César Aira, de Ariel Idez. Las redes ficticias son el lugar que me pude hacer en Paco con lo que tenía a mano, tomando como referencia estas lecturas y mis propias visitas a los rincones más inhóspitos (sic) de la web. Paco es el pulp que a mí me gusta consumir. De ahí sale, creo, el tono con que están narradas las redes, que por momentos parece de documental de Discovery Channel. Me interesan menos las noticias de Marte que algunas conversaciones de 4chan. Intenté escribir sobre eso.

Godoy:  El ensayo para mí propone dos cosas en la narrativa que por lo menos yo escribo. Por un lado es una forma de pensar la producción litararia en un contexto. Pensar la escritura dentro de una serie de vectores de probabilidades, intecionalidades, movimientos, lecturas y estrategias. Por otro lado, el ejercicio de la crítica, la da cierto rigor, cierta exigencia, al planteo de una idea en un texto literario. No estoy de acuerdo con la narrativa “pedagógica”, pero sí con el cruce de recursos entre embas zonas de producción.

Terranova: Mis ensayos son muy narrativos, el libro de Robles es una especie de periodismo apócrifo, de documento de las galaxias interiores, el libro de Godoy parece un manual de arqueología o un libro de historia para adolescentes melancólicos, y la novela de Mavrakis es bastante “argumentativa”, sí, pero, ¿cómo decirlo? Se busca “decir algo” al mismo tiempo que se “narra”, que se “cuenta algo”. En ese sentido creo que son libros que parasitan géneros, que están hechos de recortes, de mezclas de estilos, de residuos unidos y pegados, pero esto es muy viejo, no es una novedad. Lo que pasa que frente a las novelas de la ingenuidad que se escriben ahora, con técnicas realistas que entienden el realismo como algo lineal y apelmazado, bueno, nosotros somos el Disneylandia de los géneros.

roblesweb

En ese sentido existen una serie de escritores argentinos que parecen obstinarse en tocar temas que no pueden molestar a nadie, sea desde un procedimentalismo un poco demodé o desde la recurrencia a temas como la memoria, lo rural, la violencia de género, la intimidad, etc. ¿Cuál es el lugar que sienten que les queda entre esos dos polos?

Terranova: Con el temita ese de la memoria se saquearon a gusto las arcas públicas.

Mavrakis: Voy a plagiar a Michel Houellebecq una vez más para robarle la frase que dice que la tarea del escritor es apretar donde hay pus.

Godoy: Dios pone a cada uno en su lugar.

¿Qué opinan de las políticas culturales de los últimos diez años?

Terranova: Me hubiera gustado que se invirtiera más en la crítica para ligar algún peso de rebote.

Robles: Yo me quedé con las ganas de conocer el Festival de la palabra.

Mavrakis: ¿Qué políticas culturales?

Godoy: La sensación es la de que se construyó una agenda en torno a determinadas temáticas vinculadas a intereses políticos y por lo tanto económicos que no tienen nada que ver con mi intención o idea de producción literaria. Quizás, siendo crudamente sincero, mis interecese se crucen con alguna zona de esta agenda, pero el otro problema es que descuidaron mucho la calidad de las producciones y no me gustaría formar parte de ese grueso de producciones representativas, pero pobres.

Tomando la polémica acerca del último libro de Martin Amis, ¿ven que existe un avance de lo políticamente correcto también en la ficción? ¿Los afecta?

Terranova: Es un tema complejo. Yo tiendo a acentuar mi incorrección, desde siempre. Y siempre o casi siempre tiene el mismo detonador, el aburrimiento. El aburrimiento me pesa más que el equívoco. Si veo un malentendido tiendo a ironizarlo pero si me aburro por lo general me surge hacer quilombo, violentar la tontería o la corrección del otro. Eso, desde luego, me lleva a cometer errores de lectura o apreciación. Me fuerza al trazo grueso. Por otra parte, ¿cómo no reaccionar frente a esa “corrección” que todo lo invade, lo esteriliza, lo inmoviliza, que se quiere meter en todos lados y accionar sin saber, desde la ignorancia, desde un supuesto bien? Por eso lo políticamente correcto es una moral automática que me interesa y me gusta que exista. Sirve para identificar a los tontos.

Mavrakis: La corrección política (y no la corrección, por un lado, ni la política, por otro) es el intento de dogmatizar el lenguaje, de volverlo inerte, previsible, castrado, al servicio de una ortodoxia determinada con fines determinados. El problema es que esa operación ideológica es el opuesto absoluto de la capacidad de imaginar, el opuesto absoluto de la creación literaria genuina. Por eso las novelas que se conforman con cumplir un rol servil ante tal o cual “causa” (y sus clientelas) son pasmosamente previsibles y aburridas.

Robles: Veo un avance, más como estrategia de marketing que como otra cosa. En mi opinión, una ficción escrita desde la corrección política no merece ser leída, o por lo menos no es lo que busco en la literatura. Prefiero leer la revista Living, que por lo menos tiene fotos.

Godoy: es la era de las ONGs y de las minorías. Cada uno decide cómo hablar de su época. Si atacando, ignorando o avalando este nuevo siglo de la autoconciencia y el autopercibimiento.

¿Que bebida es la que más consumen?

Robles: A mí me gusta la cerveza con miel marca Brunnen de Villa General Belgrano.

Godoy: Whisky. El más barato Teachers y después White Horse o Famous Grouse.

Terranova: Sangre de vírgenes. Mavrakis las mata y yo las exprimo.

Mavrakis: Un chardonnay bouquet decente.

Tapaok

¿Leen revistas literarias?

Terranova: Sí, todo el tiempo y también nuestros insufribles suplementos culturales hoy caídos en desgracia, salvo el Ni a palos de Tiempo, cuyo editor Diego Sanchez hace un trabajo responsable y de calidad.

Mavrakis: Solamente las que logren llegar a través de internet.

Robles: Leo algunos blogs, revistas digitales y publicaciones en internet. La mayoría de ellas no son específicamente literarias.

Godoy: Leo suplemenos culturales y revistas como Crisis, Le Monde, Ni a palos.

¿Qué carrera estudiarían si el Conicet les diera una beca de reeducación?

Terranova: Estudiaría ingeniería civil. Sin dudarlo.

Robles: Ingeniería en sistemas.

Mavrakis: Cualquiera que me permitiera seguir la carrera diplomática.

Godoy: Química o paisajismo.

¿Qué peso tuvo el viejo concepto de imaginación al momento de escribir estos libros?

Robles: Cuando no sabemos de dónde viene un dato, ni quién o por qué lo emitió, tenemos que imaginar el contexto. Lo inventamos. Si algo queda suelto, sin trasfondo, se vuelve tóxico. Hay que interpretarlo con las herramientas que tengamos a disposición. Muchas veces, la imaginación procede por analogía. Es como tener muchas pestañas abiertas en el navegador. Aunque su contenido no tenga ninguna relación entre sí, se puede interpretar una a la luz de la otra. Lo hacemos todo el tiempo, más allá de nuestra voluntad. Hasta el comentarista de La Nación, que vincula una noticia sobre los terremotos en Japón con el kirchnerismo, está procediendo de esa manera. La actitud contraria es la del lobotomizado que se babea en silencio frente a un monitor. Creo que todos nuestros libros, en mayor o en menor medida, son un intento de examinar ese instinto de autopreservación. O al menos una manera menos ingenua de ponerlo en práctica.

Mavrakis: Donde se agotaban las posibilidades de la ciencia, empezaban las posibilidades de la imaginación literaria.

Godoy: Trabajé con la idea de doblar la historia. No una hisoria contrafáctica de probabilidades e hipótesis, sino una historia delirante y alegórica. Pero no sé si usé la imaginación, más bien algunos procedimientos para la construcción de una historia.

¿Cual de los clichés de la crónica latinoamericana les resulta más ofensivo?

Terranova: el miserabilismo.

Mavrakis: El de que la crónica pasa “por un gran momento”, cuando en realidad quieren decir “las relaciones públicas pasan por un gran subsidio”.

Robles: Las únicas crónicas que leo son las de Cynthia Rimsky y  Hebe Uhart porque ahí no encuentro clichés.

¿Si pudieran mear en la tumba de un escritor, a cuál elegirían y por qué?

Terranova: a mí me gustaría hacer un picnic en la de Ana Frank. O sea en un globo aerostático.

Godoy: En la de los pocos contemporáneos que se mueran antes que yo.

Robles: Yo quisiera mear en la tumba de Bolaño, pero sería una demostración de cariño. Creo que él la hubiera entendido de esa manera.

Mavrakis: Como Robles, mearía la tumba de William Hazlitt como homenaje al placer de odiar///////PACO