Por Luciano Chiconi@mazorcablanca

Por qué se lanza ahora

Las pretensiones de la candidatura de Massa están claramente relacionadas con esa eterna búsqueda voraz que tiene el peronismo por capturar nuevos esquemas (tanto simbólicos como prácticos) de representación. Dejar que la piel vieja caiga para que crezca la nueva. Ese salir a la caza de representaciones siempre está retroalimentado por el motor de la voluntad peronista: la construcción de poder. ¿Qué vino primero, la representación o el poder? Es la pregunta del huevo y la gallina del peronismo, y en el caso de Massa están las dos cosas; por un lado hay una motivación instrumental: si no era candidato ahora, no se sentaba en la mesa grande de los que discutirán en la UFC sucesoria del 2015, y por otro lado veo que Massa busca, aun embrionariamente, conformar alguna clase de representación que linkeé con una salida ordenada, pacifica y poco épica del kirchnerismo, de ahí ese armado transversalista del Frente Renovador que suma radicales, macristas, vecinalistas y kirchneristas de la rama nestorista. En el caso de Scioli la aspiración parece ser también una sucesión ordenada, pero basada en un kirchnerismo cristinista residual y el núcleo duro del PJ. Creo que en esto hay una diferencia interesante: Massa parece estar en una dinámica política más activa para fundar y encarnar representación, mientras que Scioli apuesta a heredar inercialmente lo que deje Cristina, y que su figura mediático-electoral haga el resto.

Lo nacional y lo local

Massa va a hablar de los temas nacionales que tengan el beneficio de un consenso social más o menos claro: la mayoría de la sociedad está en contra de la reelección y la reforma constitucional, la mayoría de la sociedad está a favor de la AUH y la inclusión jubilatoria, la mayoría de la sociedad está preocupada por la inflación. Creo que más allá de Massa y de la elección en sí, es positivo que la discusión política parta de esa base consensuada, en un momento en que la lógica de la batalla cultural tiñe al elenco gobernante y se lleva algunos tramos de sentido común por la canaleta de la sobreactuación retórica. La “vuelta de la política” llevada a consumo cultural derivó en lo que con algunos amigos tuiteros como Coronel Gonorrea, Lucas Carrasco y otros bautizamos “el business del país dividido”: un discurso político melodramático y distorsivo que prescinde de aquel consenso social sobre “lo bueno y lo malo” (y por lo tanto de una realidad concreta), pero que le sirve al gobierno nacional para “ir durando” sin actualizar su agenda política y económica, y también a la oposición más antiK sin anclajes territoriales y estatales que busca renovar los kioscos legislativos y sus cuota-pantalla en los programas televisivos. En ese sentido, la irrupción de Massa y su liga de intendentes obligó al kirchnerismo a sacar a la cancha a otro intendente como Insaurralde, que en la práctica es un clon de Massa, y que en ambos casos son parte de una idiosincrasia política minimalista: la de una generación que comenzó a hacer política en esa zona de la democracia que va desde mediados de los ´80 al inicio de los ´90. Digamos que estos tipos están tocados por la varita de la posmodernidad, tienen una mirada articulada de política-estado-gestión que puede gustar o no, pero que sintoniza con esa representación que pretenden encarnar: la de una mayoría social que consensúa sobre “lo bueno y lo malo” y que ahora busca respuesta a los nuevos problemas (transporte, inflación, seguridad y calidad del empleo), pero que no piensa para nada que hay un “país dividido”. Massa y casi la totalidad de la clase política emergente de esa camada sub 45 son tipos que están más cerca de una consigna continuista como “Orden y Progreso” que de “Liberación o Dependencia”.

 Cristina buscará nacionalizar la campaña; lo mismo hizo Néstor en el 2009. Pero las elecciones de medio término son esencialmente provinciales, de temática costumbrista, por lo tanto ahí hay una tensión discursiva que el FPV deberá resolver. Recuerdo que en 2009 NK iba de campaña a Florencio Varela y hablaba de la ley de medios, no tenía nada que ver, la gente no entendía nada. A Massa le conviene minimalizar la elección, su credibilidad radica en ser un intendente exitoso (un tipo que “hizo algo”), eso es lo que la gente sabe de él. El otro día con Fantino tiró una frase que grafica mucho de lo que el electorado bonaerense pide de un político: amo el reclamo. Es muy buena, porque se contrapone a la docencia cristinista que de manera inconsciente (pero palpable) pide continuamente que “le agradezcan” los logros de esta década.

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La lista, los nombres

La lista de diputados que armó Massa es el brote de espuma de algo que no se ve tanto: una estructura profunda que sostiene, a través de una liga de intendentes, todo el armado político massista. La lista nacional “plural”del FR está armada para afrontar la coyuntura electoral, pero por cada Mirta Tundis o De Mendiguren hay un intendente de respaldo en la base electoral. La mayoría de los análisis políticos han eludido explicar ese rasgo.

Algunos te dicen: es un sabbatellismo de derecha. Pero esa es una definición política inconducente, porque Sabbatella nunca buscó armar una estructura política con 20 (por ahora) intendentes, ni buscó disputar la hegemonía peronista bonaerense, ni tiene pretensiones de encarnar liderazgo y representación. Hacer una lectura ideológica definitiva de Massa ante la coyuntura volátil de una elección me parece un error, y más aun cuando lo que se fermenta en el peronismo es la sucesión. Recordemos que en el peronismo la ideología llega cuando el poder y la representación ya están solidificados: por eso, definir ideológicamente a Massa, Scioli, Urtubey o Capitanich hoy, cuando la representación y el poder están en una zona gris de disputa sorda, sería algo absolutamente secundario y efímero (si hubiéramos querido definir ideológicamente a NK en 2001, hubiéramos tenido un NK cavallista y dolarizador). Y el armado de Massa estará sometido a los resultados electorales, a los vaivenes que la política tome de acá al 2015, no creo que lo que vemos hoy en una lista sea definitivo ni ilustrativo de lo que sería un hipotético gobierno del tipo. Lo que sí se ve es una aspiración, todavía no muy nítida pero que está, de ser el médium de una representación, aunque esa fruta todavía no está madura, ni creo que sea el 2013 el momento para esa maduración.

El Congreso

Creo que lo que separa a Massa del resto de la oposición es una ética de la responsabilidad que rige su pensamiento político: que haya una salida ordenada y tranquila del kirchnerismo. A todos los que están en algún nivel de gestión les interesa que el gobierno nacional reduzca daños y entregue una situación socio-económica manejable. A la mayoría del electorado también. Y creo que la gestión legislativa del massismo se va a mover en ese eje. Habrá que ver cual es la estrategia de Massa, porque lo cierto es que en el Congreso todavía impera una lógica ultraK-antiK que tiene bastante visibilidad en los medios, y que al gobierno le garpa para manejar la agenda legislativa. No obstante, si Massa gana, el peronismo va a ver a alguien con potencial en el distrito electoral más grande del país, y es imposible no pensar en reacomodamientos legislativos. En ese sentido, y de acuerdo al ritmo de desgaste que tenga el gobierno nacional, se empezará a ver cómo interrelaciona la liga de gobernadores del PJ (sus diputados y senadores) con Massa en el ámbito legislativo. Sin embargo creo que donde más y mejor se va a ver el activismo de Massa va a ser en la Legislatura bonaerense. La batería de propuestas del FR pertenecen a la agenda provincial: policía municipal, descentralización judicial, fondos coparticipables. Si Massa impone su agenda en la provincia, lo condiciona a Scioli, su principal rival en la sucesión peronista. Va a ser muy interesante ver cómo transita esta otra disputa sorda hacia 2015.

Continuidad y ruptura

Si vos hablás con Massa y los intendentes que están con él, te vas a encontrar con una mirada continuista y desdramatizada de la política: te van a decir que hay algo para rescatar de todos los gobiernos democráticos de 1983 hasta acá, aún de los más flojos. Esta mirada del orden democrático desde sus continuidades y no desde sus rupturas me parece muy valiosa, porque morigera las pretensiones fundacionales que toda hegemonía impone cuando llega al poder (Alfonsín en 1983, Menem en 1989 y Kirchner en 2003) y permite sincerar esa línea de continuidades que hubo en el progreso democrático.

Si no hay errores de manejo económico grosero y se normalizan algunas políticas que no tienen razones estructurales que expliquen su aplicación (ej. el cepo cambiario) la sucesión política de 2015 no se hará bajo una crisis terminal, lo cual puede dar lugar a una fundacionalidad más light, una ruptura con continuidades (y digo ruptura porque la gente vota para adelante, nadie vota para que “vuelvan los años dorados del kirchnerismo”, el motor del voto es la esperanza de un cambio siempre) que no se enamore del éxito originario de su hegemonía. Es difícil mantener este equilibrio entre política y poder, pero Massa y la camada de políticos de su generación son portadores de esa idiosincrasia minimalista que no enamora a nuestra nostálgica aristocracia política letrada, pero que al leer bien las continuidades, puede desplegar una política de reformas que sintonice bien con las necesidades de un país que tendrá que generar alguna clase de movilidad social ascendente sustentable con un crecimiento moderado en la economía por 10 años. La asignatura pendiente del peronismo es poder distribuir la guita sin trasfondo tasachinista.

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El 2015 y el futuro del kirchnerismo

Esta elección no define del todo la situación final del cristinismo. Pero es claro que la irrupción de Massa, Scioli, y otros que puedan surgir cerca de 2015 obliga a elegir. Hoy veo situaciones insólitas, talibanes K del teclado que acusan a Massa de traidor pero que están a dos tuits de vender a un Scioli recién descendido de la Sierra Maestra en nombre de la “lealtad”, es muy divertido ver los simulacros de conversión rumbo al 2015. De hecho hay una parte del kirchnerismo (el más nestorista) que ya se fue con Massa. Habrá que ver que pasa con los más emocionalmente cristinistas, los que se resisten a aceptar la llegada del momento “not personal, just business” de la política, porque puede suceder que Cristina meta un delfín para negociar la salida y tengamos un frepasismo cristinista que se lleve un 15% de los votos que se va a nutrir especialmente de ese tramo que participó y amó la batalla cultural. Posiblemente representen la “resistencia” a Scioli, Massa, Urtubey o cualquier otro que sea presidente; pero el grueso de “los políticos”, aun los que hoy proclaman lealtad eterna, van a seguir al próximo avatar peronista. Como dice el Chueco Mazzón, sólo hay algo peor que la traición: el llano.

Luciano Chiconi (Buenos Aires, 1976): Estudió Derecho en la UBA y se recibió de abogado; fue militante político a tiempo completo entre 1994 y 2004 en la provincia de Buenos Aires. Escribe habitualmente sobre política y otras cuestiones en su blog Desierto de ideas. En 2012 publicó el libro de ensayos en formato digital Obras públicas en el CEC.