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Por Jorge Carrión

Este sábado, Eñe, el suplemento del diario argentino Clarín, ha publicado un extenso reportaje sobre crónica argentina del siglo XXI. Junto a él, varios cronistas, editores y profesores dan su opinión sobre el tema. A mí también me la pidieron, pero supongo que se extravió el email. La publico aquí:

No creo que en el siglo XXI sea útil pensar en términos nacionales. Los títulos más importantes de la década pasada, como El Interior, de Martín Caparrós,Baroni: un viaje, de Sergio Chejfec, o Los amantes del fin del mundo, de Leila Guerriero, no pueden ni deben entenderse fuera del contexto de la literatura internacional. De hecho hay libros concretos, como Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, de Cristian Alarcón, que ponen en crisis la mera etiqueta “crónica argentina”: el libro habla sobre este país, es cierto, pero su autor es de origen chileno y su banda sonora, latinoamericana. Otros casos incomodan también esa noción: Leonardo Faccio, Rodrigo Fresán, Sergio Dahbar o Hernán Iglesias Illa son argentinos pero viven fuera. Para entender estas dudas hay que leer a Nicolás Mavrakis, quien advierte de los anacronismos de la crónica institucionalizada, en un contexto tecnológico en que las narrativas de no ficción están en todas partes, sin sujetos aristocráticos que las enuncien; pero a su ejercicio de demolición hay que añadirle la cuestionable cuestión nacional. No creo que tenga ya sentido hablar de “crónica argentina”, si se trata de escribir periodismo narrativo y no sólo de registrar la actualidad política y social. Si la literatura de no ficción ha destruido las fronteras internas, ya es hora de que acabe con las del exterior.

Publicado en JorgeCarrión.com