I

Volvamos a la cuestión cuantitativa del cuerpo. Pero con una advertencia: hay motivos científicos para creer que más es mejor que menos. Y no lo dice ningún grupúsculo de feministas tras el noble objetivo de socavar los mandatos de belleza patriarcal. Lo sostiene la ciencia y lo exhibe Kelly Brook —treinta y cuatro años, modelo, un aborto espontáneo, amante comprometida de los animales—, una de las joyas secretas más bellas de Su Majestad. Kelly Brook empieza en los bucles brillantes del pelo y sigue en la cara, con —según el Dr. Ben Jones del Laboratorio de Rostros de la Universidad de Aberdeen, en Inglaterra— los ojos grandes y las cejas arqueadas, en armonía con los altos niveles de estrógeno. Después están las tetas de cuatrocientos cincuenta centímetros cúbicos (no quirúrgicos) de puro amor.

La cintura: según la Universidad de Gdansk, en Polonia, la armonía deseable se corresponde a un tercio menos que la cadera y las tres cuartas partes del busto. Casualmente, esa es la armonía de Kelly Brook. Y de acuerdo a los relevamientos de la Universidad de Texas, en Estados Unidos, el radio perfecto de una cintura femenina es de setenta centímetros: la misma de Kelly. El análisis termina en las piernas. Su metro sesenta y ocho la hace más alta than the average woman, lo cual para la Universidad de Gdansk representa, de nuevo, más belleza. En conclusión, según la Ciencia Occidental, Kelly Brook es la mujer perfecta.

II
Pero si ni el prestigio académico de la Universidad de Aberdeen —que se fundó en 1495—, ni los análisis de la Universidad de Texas —que se fundó en 1883— o las especulaciones científicas de la Universidad de Gdansk —que se fundó en 1970— logran convencerlos —y si por lo tanto no pueden depositar su credulidad en un capital de conocimiento humano acumulado a lo largo de un total de seiscientos noventa y cuatro años—, entonces es tiempo de pasar a echarle un vistazo a la mujer en sí misma. Tal vez no es la ciencia la que se apoderó de Kelly Brook, tal vez ella se apoderó de la ciencia. ¿Qué hay en la interrogación femenina que a los hombres les recuerda lo oscuro, el océano, el cielo nocturno, todo lo que traga y anula?

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Como Kate Winslet o Scarlett Johansson, Kelly Brook pertenece a la categoría de las mujeres curvosas. Un territorio en el que la belleza es un camino escarpado. En las palabras de Yeats, no hace falta más para consumir «un cuerpo enfermo de deseo». En las palabras de la ciencia, volumen y masa. Siempre estuvieron ahí: son los elementos arquetípicos de la belleza clásica, la disposición preferida de las ninfas, el motivo pictórico par excellence. Con su delicadeza habitual, ¿qué dice la ciencia al respecto? Que si las mujeres que adornaron y resguardaron algunos de los templos más sagrados de la Humanidad a lo largo del tiempo resultan más parecidas a Kelly Brook que a Isabella Farrell, no puede tratarse de una casualidad.

Si las mujeres que adornaron y resguardaron algunos de los templos más sagrados de la Humanidad a lo largo del tiempo resultan más parecidas a Kelly Brook que a Isabella Farrell, no puede tratarse de una casualidad.

Al fin y al cabo, la Humanidad en sí misma es también el resultado de sucesos sexuales (y, por otro lado, según una encuesta que se presentaba de manera trágica, el ochenta y cinco por ciento de las mujeres suele manifestarse inconforme con su cuerpo, ¿no sería realmente trágico que el ochenta y cinco por ciento de las mujeres estuviera conforme con su cuerpo?)

III
Sobre el volumen y la masa: del resguardo de Kelly se ocuparon personalmente Jason Statham (Sylvester Stallone lo considera su versión contemporánea), Billy Zane (un actor mediocre con el physique du rôle del superhéroe), Thom Evans (un rugbier profesional nacido en Zimbawe que jugó para Escocia antes de romperse el cuello) y el enigmático David McIntosh (un patovica monstruoso y negroide, estrictamente hablando) tal vez porque el volumen y la masa y lo femenino, bajo la mirada científica de Kelly Brook, nunca son neutrales. Para ella —la ciencia está de su lado en esto—, el sexo, con su número finito de lugares y su número finito de acciones, sí pertenece al cuerpo antes que a una función del lenguaje. Así que todo se trata del cuerpo: volumen, masa y energía, la encarnación del heroísmo y el espíritu caballeresco de la raza. El tiempo y las palabras van un poco más rápido y un poco después: once semanas después de haberse conocido, Kelly y David se comprometieron.

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Sin embargo, a cinco semanas de ese anuncio, Kelly empezó a tener dudas. Mientras trabajaba en una nueva serie de televisión en Estados Unidos, él estaba en Inglaterra y no le contestaba los llamados and went partying. Puede que no sean los dramas de una vida adulta madura, pero la ciencia a veces tiene más para decir sobre sus sujetos en el laboratorio que los propios sujetos. Por otro lado, el amor romántico en eso: un camino inevitable que conduce a uno hacia el otro. Y por eso permite dar mil vueltas estúpidas. En realidad, no es fácil criticar las razones de una perfección científica. De hecho, ni siquiera criticar un objeto estético, como muestra con todo su infantilismo la película El crítico, es fácil. La crítica nunca es un ejercicio gnoseológico —muestra El crítico— sino una actividad oscura y resentida en la que los incapaces de hacer revelan sus frustraciones artísticas mediante el desarrollo de la capacidad de decir.

La crítica nunca es un ejercicio gnoseológico sino una actividad oscura y resentida en la que los incapaces de hacer revelan sus frustraciones artísticas mediante el desarrollo de la capacidad de decir.

Sería un buen chiste si un problema del cine argentino no fuera que, mientras la caricatura castrada del crítico resulta entretenida como comedia romántica de un lado de la pantalla, del otro lado la ausencia de un discurso crítico serio sobre ese mismo cine termina en la celebración de ridiculeces pueriles y vaciadas de todo conflicto como Viola.

«Un nodo de gracia y sutileza, de revalorización del diálogo, de construcción sólida de situaciones», escribió Javier Porta Fouz en su crítica. Aunque en un registro más pudoroso aclara —dos veces en cinco párrafos— que «es cuestión de gustos». Yo vi la película y si aguantan los sesenta y un minutos que dura Viola, por favor, escríbanme para contarme de qué se trata. Considérenlo un ejercicio literario y un ejercicio de tolerancia.

Para volver a Kelly Brook: «Si usted ya no dice mentiras sobre mí, no voy a decir más verdades sobre usted», le dijo Adlai Stevenson a Richard Nixon durante las elecciones presidenciales de 1952. Así que hablada ya por la ciencia, Kelly Brook prepara su autobiografía Memoirs of a Glamour Girl para hablar por sí misma. ¿Cuántas páginas? ¿En qué estilo? ¿Por interés de quiénes? Hay tiempo para las preguntas. Por ahora, el libro está en proceso de edición y se espera que se publique en breve. Con un contrato de millón de libras esterlinas a cambio, Kelly promete dar la lista de sus amantes. «Su historia va a gustar a millones de mujeres y los hombres van a salivar con las fotos», adelantan los publicistas. Bueno, claro que habrá muchísimas fotos en Memoirs of a Glamour Girl. Es lo habitual en cualquier buen libro de ciencia/////PACO