Al momento de terminar esta nota (madrugada del sábado 21 de diciembre alrededor de las 2) Justine Sacco todavía sigue abordo del vuelo 43 de British Airways que salió de Londres a las 5:35 de la madrugada con destino a Ciudad del Cabo. Si la velocidad y el rumbo del Boeing se mantienen en pocos minutos Justine Sacco va a aterrizar en el aeropuerto internacional de Ciudad del Cabo. A pesar de conocer todos esos datos no sé nada de Justine Sacco. Sí sé, extrañamente, un par de cosas sobre su futuro próximo que ella no sabe. En el momento en que la señal que prohíbe encender el celular se apague y Justine Sacco recupere el control de su vida digital va a descubrir dos cosas: que está despedida y que durante su vuelo de 12 horas su vida se convirtió en un furioso trending topic de Twitter.

La historia, hasta donde se puede reconstruir siguiendo el hashtag #hasjustinelandedyet más algunos (de miles) posts en la web escritos al calor del crecimiento en Twitter del tema, es así: Justine Sacco es una chica norteamericana de veintipico de años (no sabemos su edad exacta, pero tenemos fotos de ella, esto es internet), directora de relaciones públicas de una empresa de tecnología y negocios de la web llamada IAC. Justine Sacco estaba de vacaciones en Londres y a punto de subirse a un avión a Sudáfrica. Antes de embarcar tuiteó: «A África. Espero no contagiarme de SIDA. Es un chiste: ¡soy blanca!». Después se subió al Boeing, apagó el smartphone y la web hizo el resto.

.@JustineSacco Let me know how fast it takes your white ass to get fired.

I hope there’s a malaria mosquito waiting for you at the airport holding a sign with your name on it #HasJustineLandedYet

I usually don’t support mob justice, but sometimes its justified. #HasJustineLandedYet

She’ll lose her job and half of the internet and a continent hates her right now, I think that’s fair punishment. #HasJustineLandedYet

Mientras Justine Sacco sobrevolaba África encapsulada y sin conexión a internet, su tuit se viralizó y la convirtió en pocas horas en la protagonista del juego de la indignación del Twitter primermundista. Con el transfondo reciente de la muerte de Mandela (esos escasos segundos del tiempo mundial que Occidente le dedica al África) el tuit de Justine Sacco se convirtió en un objeto de odio perfecto. Miles de tuits, a esta hora, se siguen produciendo como reacción a aquel de Justine Sacco: desde condenas empapadas de la jerga de la political correctness a indignados violentos que piden que sea despedida de inmediato, que sea apaleada a su llegada a tierra; desde chistes que incluyen al intérprete para sordomudos del funeral de Mandela, a memes apresuradamente diseñados sobre imágenes de Games of Thrones.

Mientras todo eso pasa, Justine Sacco, más que probablemente, duerme tranquila 8000 metros por encima del desierto de Kalahari.

La empresa para la que trabaja Justine Sacco, IAC (InterActiveCorporation) es un conglomerado de medios digitales con base en Nueva York. IAC es propietaria de medio centenar de sitios web entre los que están The Daily Beast, Dictionary.com, Vimeo, About.com y Ask.com. A las pocas horas de viralizado el tuit, la empresa emitió un comunicado donde lo rechazaba: «Es un comentario ofensivo y agresivo que no refleja los valores de IAC», y después seguía de forma involutariamente cómica, «Desafortunadamente, la empleada en cuestión no puede ser localizada por estar en un vuelo internacional, pero se trata de un tema muy grave y tomaremos acciones en ese sentido». Entre sus negocios IAC posee varios sitios web de citas. Entre ellos OkCupid.com, Match.com y BlackPeopleMeet.com.

Hay un defasaje brutal entre el efecto viral del tuit de Justine Sacco y su aislamiento en un avión, ajena a todo, una especie de superposición de dos épocas: la de los viajes del siglo xx y la de la comunicación del siglo xxi. No hay medio de trasporte más rápido que un avión para cruzar el espacio terrestre pero esa velocidad es nada comparada con los intercambios que fluyen en la web. ¿Qué puede pasar en las 12 horas a bordo de un vuelo continental? ¿Cuánto puede cambiar la reputación de alguien en las horas muertas de un vuelo, ese tiempo incómodo, desconectado?

Si la promesa de Twitter como red social era una cierta carta blanca para construir un personaje virtual con algunas licencias para derrapar, para ejercer una ironía desengachada de los protocolos de la corrección política, el caso de Justine Sacco parece indicar el caracter imaginario de esa pretensión. A diferencia de Facebook, el hermano malvado, careta y exitoso, Twitter presumió siempre de ser una red donde las identidades no importaban tanto como el efecto ácido de lo que decían. Fue una estrategia eficaz de posicionamiento en la fantasía de la fracción sensible, culta, viajada y culturalmente progresista de los usuarios de internet. Aun los políticos o famosos más incomunicables se sienten obligados en Twitter a usar un tono que oscila entre el ingenio y el sarcasmo. Justine Sacco tuiteó un mal chiste negro antes de tomarse un avión a Ciudad del Cabo. Probablemente estuviese de muy buen humor con la perspectiva del viaje a África, de las vacaciones en un lugar exótico, con fama de peligroso. Todos lo hicimos. Eso es lo que nos gusta de Twitter. Mientras tuiteaba, Justine Sacco pensaba en leones al acecho en la sabana, en los bares abiertos las 24 hs. del barrio del puerto de Cape Town, frente a la Bahía de la Mesa. Su ironía sobre la raza, el sexo y el subdesarrollo no es distinta de la que destilamos a diario, podría ser perfectamente un tuit enviado desde la sala de embarque de Ezeiza.

Buzzfeed’s listicle of the 974 tweets written in the last two minutes that were more racist than Justine Sacco’s tweet.

Nota. Un signo de la decadencia de la ironía en Twitter: el creciente uso de emoticones

emoticon_paco

:/ para subrayar el sentido irónico de un tuit. Un chiste que debe explicar que es un chiste deja de tener gracia.

¿Pero quién es Justine Sacco? Hasta que no salga del aeropuerto no sabremos nada de ella de primera mano. «Es el aterrizaje visto más atentamente desde la vuelta a la tierra del Apolo XIII en 1970», decía un tuitero norteamericano. Ansiedad, sí. Tenemos fotos de ella: una rubia bien yanqui, escandinava, en situación de fiesta, auto, selfie. Tenemos algunos de sus tuits rescatados antes de que su cuenta fuera dada de baja: «Weird German Dude: You’re in first class. It’s 2014. Get some deodorant.” -Inner monologue as I inhale BO. Thank god for pharmaceuticals.» O: «I had a sex dream about an autistic kid last night. #fml». El 29 de enero de este año tuiteaba: «I can’t be fired for things I saw while intoxicated right?» ¿Se puede armar una biografía con los rastros que dejamos en las redes sociales? No sería completa, no sería rigurosa pero algo (distorsionado) diría sobre una parte de la identidad construida en una frontera cada vez menos visible entre la máscara digital y el mundo offline.

Justine Sacco, en todo caso, podrá ser la nueva diversión navideña de las masas tuiteras, un juguete con el que sacarle filo a la indignación y la ironía, un cuchillo de dos filos con el que ejercitar el músculo del rechazo y la comunión breve que proporciona odiar algo entre muchos. En estas nuevas comunidades los linchamientos vuelven a ganar atractivo. Y así como su cuenta de Twitter fue eliminada, seguramente Justine Sacco tendrá que hacer lo mismo con el resto de sus redes sociales. Después de la vergüenza y el desempleo le seguirá el pase al mundo analógico, el shut down de su vida digital, al menos por un tiempo, hasta que su nombre y su mal paso sean olvidados, algo que con la velocidad de reemplazo de la web, tampoco debería tardar mucho.///PACO