Libros


Jaime Bayly y un golpe neoliberal

Prefiguración del armario

En el año 1978 volvieron al Perú dos de los principales ideólogos del neoliberalismo peruano, Hernando de Soto y Felipe Ortiz de Zevallos. Cada uno de ellos, desde su tribuna, sentó las bases para que oficialmente en el año 1990 se implementara la mencionada ideología. Paradojas del destino, o mejor dicho, paradojas del destino literario en el Perú, el escritor Mario Vargas Llosa, ese mismo año, se candidateaba a la presidencia del Perú, con la anuencia, cómo no, de las élites peruanas y, claro, con la ideología propugnada y elaborada por Hernando de Soto. Como ya es harto sabido, Vargas Llosa fue derrotado, pese a que iba como favorito, por un desconocido Alberto Fujimori. Frente al resultado, sin embargo, De Soto no dudó y sin rubor en el rostro (llamó “hijo de…” al autor de La ciudad y los perros), así como todo el equipo económico de Vargas Llosa, se pasó al reluciente fujimorismo. La finalidad era siempre la misma: implementar el proyecto ideológico neoliberal en el Estado peruano.

Ni en las mejores ficciones del escritor se hubiera imaginado un escenario tan adverso. No en balde Vargas Llosa tuvo que escribir sus memorias, El pez en el agua, a partir de esa derrota, mas no una novela. Como quien dice que muchas veces la realidad supera a la ficción. No en vano tampoco, cuatro años después, en 1994, apareció No se lo digas a nadie, de Jaime Bayly Letts (Lima, 1965), novela apadrinada por el mismo Vargas Llosa.

En la novela, Joaquín, hijo de una familia de las élites, va descubriendo sus variados gustos sexuales bajo la presencia de un padre racista-autoritario-clasista que lo lleva a un prostíbulo a debutar para que se convierte en el macho que su padre quiere que sea. La frase que resume el tono del libro quizá sea “en el Perú puedes ser coquero, ladrón, mujeriego, pero no puedes darte el lujo de ser maricón”, todo esto bajo el contexto de una sociedad limeña clasista, de la inmigración y la violencia. Pero la novela de Bayly desató un escándalo no sólo por el tema homosexual, sino porque aparecían personajes reconocibles. Uno de ellos, un galán de galanes retratado como homosexual, drogadicto y racista. El libro en cuestión fue más comentado por la prensa del espectáculo y, en ese escenario, la crítica y las reseñas, que calificaron la novela de Bayly como “literatura light”, pasaron desapercibidas. El show-business pudo más. Declarado y confeso bisexual, Bayly siguió publicando, aunque ya radicado en Key Biscayne, en la ciudad de Miami, donde tiene un programa de TV con aceptable éxito comercial.

Entonces, ¿qué querían decir los críticos de hace treinta años sobre esa primera novela tildándola de “literatura light»? ¿Trataban de decir que las políticas monetarias restrictivas, las políticas fiscales y las privatizaciones que ya estaban en marcha resonaban en esa novela? ¿Y en ese mismo proceso el célebre escritor que había intentado ser presidente del Perú, ya devuelto a su escritorio por la muchedumbre peruana, daba paso a la nueva literatura encarnada en la bisexualidad de Bayly? Acerca de Bayly, otros dijeron que era solo un seguidor de Bret Easton Ellis, el escritor norteamericano que también había escandalizado a su país aunque en 1991, cuando se trataba de la mismísima Roma contemporánea.

Bayly salido del armario

Hace una década y media o dos se hablaba, se comentaba y se escribía en Lima acerca de si Jaime Bayly sería capaz de escribir “en serio” o “de verdad”. En ese caso, tal vez llegaría a ser el gran escritor que todos los críticos en Lima esperaban que fuera. Pero, ¿hasta qué punto es cierto esto? ¿No será en verdad Bayly un escritor de literatura light? Y si lo es, ¿ quiere escribir “en serio”? ¿Quiere ser un “gran escritor”? ¿O prefiere una vida como conductor de televisión, ya sea en Lima, Buenos Aires o Miami? ¿Podríamos decir entonces que la última novela de Bayly es la que lo redime y les tapa la boca a los críticos?

Los genios (Galaxia Gutenberg) es desde las primeras líneas divertidísima a más no poder. ¿Quién no fantaseaba en los pasillos de las universidades acerca de por qué había terminado la amistad entre “Gabo” y “Marito”? Al final, los malpensados siempre decían “es que se la afanó a Patricia”. Y claro, los más deslenguados llegaban a decir cosas más horribles. Bayly, cercano a Vargas Llosa y a los allegados del arequipeño, ha escrito una ficción de ello luego de contactar también con el círculo más cercano de García Márquez. El resultado es la novela que “todos” en Perú “hacíamos” sobre ese episodio del derechazo al ojo izquierdo y parte de la nariz de García Márquez.

Los genios intercala historias. Es decir, trata dos historias paralelas: la de Mario Vargas Llosa y la de Gabriel García Márquez alrededor del ‘piñazo’ que le propinó el Nobel peruano al Nobel colombiano en el año 1976. Para eso, la historia se ubica entre los años en que Vargas Llosa ya había publicado sus tres primeras obras maestras, La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en La catedral, y claro, su novela tragicómica, Pantaleón y las visitadoras. Por su lado, García Márquez arrastraba sus primeros libros, que pasaron sin pena ni gloria, aunque ya devenido en estrella mundial gracias a las mieles de la fama y la riqueza por su obra maestra, Cien años de soledad, “el Quijote americano atrapado entre las montañas y la selva, privado de llanura”, como dice Carlos Fuentes en la ficción de Bayly.

La estructura de Los genios es simple. Se desarrolla en un formato como de pequeños relatos que van intercalándose entre la vida antes, durante y después del piñazo. Vargas Llosa es retratado como un asiduo putañero (como se diría en Perú) que asiste en cada ciudad del mundo que visita a los lenocinios más reputados. Prepotente y medio matón debido a su paso por el colegio militar, y obsesionado y disciplinado con su labor de escritor, se encierra desde las primeras horas de la mañana hasta el comienzo de la tarde para escribir, mientras su esposa Patricia le deja en la puerta un plato de bistec, huevo frito y arroz. A ella también le toca hacerse cargo de los niños, pues Vargas Llosa se desentiende de ellos.

García Márquez también es retratado como putañero, aunque más alegrón, contrario a su compadre (el colombiano es padrino de Gonzalo, segundo hijo de Vargas Llosa), que es más como un maratonista en sus encuentros furtivos con mujeres. En contraste, el colombiano es casi como un huaranguito, amiguero, cantante y bailarín de vallenatos y de mente mágica, pues junto a su esposa Mercedes recurren al asesoramiento de distintas brujas. Vargas Llosa es “el cadete”, “el gran jefe inca”, como le llama en la ficción García Márquez, y este es llamado el “cocodrilo sagrado”, mientras que su esposa Mercedes es “la serpiente del Nilo”.

Como ya habíamos dicho, la novela es divertidísima desde el inicio: jocoso, juguetón, con chismografía y datos de cotilleo entre los que desfilan nombres tan conocidos de la literatura latinoamericana del siglo XX como Jorge Edwards, Carlos Fuentes o Julio Cortázar. También entre ellos circula la editora superpoderosa Carmen Balcells, editora casi exclusiva de la mayoría de los autores del boom latinoamericano. Todo esto, al estilo al que nos tiene acostumbrado Bayly en sus anteriores novelas. Hay dos o tres escenas de lo más desopilantes, como la escena en que los padres de su nueva amante le hacen a Vargas Llosa una broma pesada respecto a que tal vez sea ella sea su propia, o las escenas con su padre, la primera cuando el padre intenta detener el matrimonio con su prima Patricia cual telenovela latinoamericana, y la otra cuando encuentra a su padre como mozo en los Estados Unidos y lo humilla. Las escenas en que Vargas Llosa es director de la película Pantaleón y las visitadoras y termina dopando a una actriz y depilando el pubis a otra son desternillantes.

¿La transformación de Bayly?

Contrario a sus anteriores novelas, donde casi siempre narra en primera persona, esta vez Bayly ha escrito en tercera persona, con algunos guiños a La casa verde y también a Los cachorros.Bayly nunca estuvo carente de fama, pues desde adolescente ya había empezado a forjarse al escribir para un periódico limeño. Luego vino su carrera televisiva como entrevistador de animales políticos y del espectáculo de la televisión local e internacional. Su estilo de preguntar sin desparpajo y su manera socarrona y divertida de llevar las entrevistas le granjearon buena fortuna, y con ello las tentaciones mundanas que el mismo Bayly se ha encargado de verter en sus programas de televisión o en las columnas de los diarios donde escribe, además de sus novelas.

Ahora bien, volvamos a esas dos décadas atrás, cuando la crítica le pidió a Bayly que “se sentara a escribir de verdad”. Según se sabe, cuando vivía con la madre de sus dos primeras hijas y cuando estudiaba un postgrado en una universidad norteamericana, Bayly dejó la televisión y en las bibliotecas universitarias americanas escribió su primera novela. Es decir, ganas nunca le faltaron de querer ser un escritor “de verdad”. ¿Por qué entonces la crítica limeña le enrostraba eso? Después de No se lo digas a nadie, de relativo éxito, las siguientes novelas llevaron las cosas al siguiente nivel comercial. El Premio Herralde de Novela para La noche es virgen le dio otro espaldarazo para acallar las voces de quienes lo acusaban de escritor de literatura “light”, mientras él se burlaba respondiendo que sus libros tenían “bastante colesterol”.

La crítica cruzó el charco y Juan Marsé desmereció como jurado del Premio Planeta de aquel año en el que Bayly quedó finalista con Y de repente un ángel. ¿Qué asidero tenían estas críticas? Para empezar, es cierto que Bayly admira al escritor estadounidense Bret Easton Ellis, autor de Glamourama y Menos que cero, entre otras. En tal caso, ha quedado como el mejor representante en el Perú de la literatura de la Generación X encabezada por el autor de American Pyscho. Por otro lado, es cierto que el lector avisado del Perú siempre ha estado esperando, como ya dijimos, la “gran novela” de Bayly. Entonces,  ¿hay cambios sustanciales en la reciente novela de Jaime Bayly? En cuanto al tono, hemos de decir que esperábamos mucho más, pues los episodios narrados saben más como sketches cómicos o escenas de culebrones graciosos: “–Quítate la ropa –le dijo Vargas Llosa a la actriz mexicana Katy Jurado, solos los dos en el tráiler reservado al escritor y director de la película Pantaleón y las visitadoras, en La Romana”. En general, los capítulos se cierran con un suspenso pueril, pues se supone que, en este caso, cuando empieza a depilar a la actriz, la novia-amante de Vargas Llosa entra al tráiler: “Sin tocar la puerta, sin anunciarse, pensando en darle una sorpresa, abrió la portezuela angosta y metálica en el momento en que Vargas Llosa, aún de rodillas, agachado, se acercaba a los vellos púbicos de color negro retinto de Katy Jurado.”

Lo mismo ocurre con la escena en que sus suegros temporales le hacen una broma pesada al Vargas Llosa de la ficción: “–Susana, tu novia, es también tu hermana –dijo Amparo Diez Canseco. –Hermana por parte de padre –matizó Mauricio Diez Canseco. Vargas Llosa se puso de pie, tembloroso, los ojos desorbitados, la mirada ardiendo de vergüenza, y exclamó: –¡No puede ser! ¡No puede ser que Susana sea hija de Ernesto! –Pues lo es –dijo Mauricio, muy serio–. Después de tener amores con tu tía y con tu prima, ahora estás acostándote con tu hermana, querido Mario. En ese momento Susana Diez Canseco estalló en una carcajada que contagió de inmediato a sus padres”.

Las escenas no contradicen a sus más ácidos críticos, pero quizás terminan sin otro efecto que el de un sketch cómico, en la que el lector acepta que el asunto ya no tendrá mayor exploración. Por ejemplo, cuando el asunto es el supuesto gran enamoramiento de Vargas Llosa con su amante, todo terminará sin más después de la escena de la fallida depilación. Lo mismo ocurre cuando García Márquez tiene pesadillas con Remedios, despertando en medio de la noche diciendo que le perdone porque “la mataron”, en referencia a la hija que abortó su exnovia española en Los genios. Sin embargo, a medida que la novela avanza, la chanza queda en la ambigüedad y no surge el capítulo que redima a la novela. Es decir, uno que realmente desarrolle y profundice los hechos desde otra mirada que no sea la cómica. Por lo tanto, la explicación de la trompada queda en otra ambigüedad, la versión de Patricia y la versión del narrador, y ambas la reducen a un lio de faldas, sin tomar el riesgo de ir más allá, como si tratara de quedar bien con todos. De esta manera, lo que parecía una buena oportunidad para presenciar un parricidio literario solo queda en la burla a los genios. Lo cual no quiere decir que la novela esté mal. No hay duda de que Bayly tiene oficio. El asunto es que no ha logrado contradecir las críticas recurrentes en su contra.

¿Por qué Bayly sigue reincidiendo? ¿Por qué no escribe las novelas que le piden? Hay que decir que es cierto que Bayly fue rebelde en su juventud y siguió una carrera que no les hizo mucha gracia a sus padres, quienes quizá habrían preferido que se dedique a cosas más lucrativas y productivas. Sin ir más lejos, el hermano de su madre fue uno de los hombres más ricos del Perú, y tras dedicarse a la minería dejó una fortuna que, al no tener prole, se repartió en buena parte con la madre de Bayly. Por su lado, después de sus escándalos homosexuales en la televisión, Bayly sentó cabeza y luego de muchos años desde su primer matrimonio volvió a tener una relación heterosexual con una chica limeña muy joven, con la que tiene una hija. Al mismo tiempo, desde su programa en Miami, tampoco oculta su posición política en favor del neoliberalismo, y aunque se inclina por el Partido Demócrata en los Estados Unidos, en Latinoamérica ha sido un acre crítico de los gobiernos de izquierdas.

No en balde, en Los genios Bayly escribe: “–Prefiero no invitarlo. Cortázar no me quiere. No me ve con simpatía. –Caramba, qué sorpresa, Carmen, no sabía. –Le he rogado que me permita ser su agente, pero me ha dicho que no –dijo Balcells–. Me ha dicho que soy una capitalista, una burguesa, una adoradora del dinero. Me ha dicho que sus libros no son mercancías. No comprende que yo le haría ganar mucho dinero”. Tal vez Bayly no difiere mucho del personaje del padre en No se lo digas a nadie cuando habla con la regenta del lupanar al que ha llevado a su hijo. “No te cobraré el segundo polvo”, le dice la mujer, pues Joaquín se supone que tuvo dos eyaculaciones. Es cierto que Bayly fue rebelde en el sentido de dedicarse a lo que le gusta. Pero disciplinado y fiel a su pertenencia al capitalismo neoliberal desde que se implementó en el Perú, podríamos decir que la fidelidad de Bayly al poder económico es consistente y consecuente.

¿El verdadero rostro de Bayly?

Dice el buen escritor Enrique Prochazka: “Nuestra literatura peruana contemporánea no se nutre de nada que no sea solamente de literatura; nuestros escritores se leen entre ellos y la literatura internacional es la misma que leen ellos mismos. El escritor peruano aduce que los escritores peruanos debían nutrirse de otras lecturas que no sean pura literatura”. El autor de Un único desierto ha dado en el clavo. ¿Por qué? Pues porque no se han percatado de que Bayly no solo ”leyó”, en su calidad de periodista y de entusiasta seguidor de Vargas Llosa en su campaña política, sino que también lo “leyó” como la voz en favor de la implementación de las privatizaciones de las empresas nacionales, la liberalización del comercio, las políticas fiscales restrictivas o las políticas monetarias restrictivas.

¿Podríamos decir que el liberalismo fue bueno para el Perú? Quizá la respuesta la encontremos en las ficciones de Bayly, paradójicamente, mas no en los números y las estadísticas frías. En palabras de los críticos literarios del Perú de hace tres décadas, podríamos preguntarnos: ¿cuándo se sentarán a elaborar un programa económico en serio los tecnócratas del neoliberalismo en el Perú? Volviendo a Bayly, vale decir que este encarna desde su posición como periodista influyente en la política nacional y ahora internacional, y claro, desde su literatura, al mejor representante en el Perú de los signos que marcaron la susodicha ideología. Ahora bien, ¿se han percatado sus críticos que tras los años noventa Bayly siempre ha escrito sus novelas bajo el hálito que Hernando de Soto preparó para el Perú? ¿No es eso lo que sus críticos llaman “literatura light”?

No es que Bayly no se haya sentado a escribir la “gran novela” o que no quiera ser un “gran escritor”. A fin de cuentas, él solo plasma los tiempos que le tocó y eligió vivir. Podríamos también decir, en su defensa, que ya escribió las novelas “serias” que le pidieron. Y ha dado lo que ha dado. Es cierto que se ha independizado como escritor, pero no se ha producido una gran ruptura, un gran cambio en su literatura. Así como Clausewitz dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios, Bayly pareciera seguir una senda en la que la literatura también es la continuación del neoliberalismo por otros medios. En ese caso, si en los noventas nos anticipó qué es lo que nos ocurriría en el Perú con su primera novela, ¿Los genios quiere decirnos que el neoliberalismo quiere ponerse un poco más intelectual y explicarnos que Vargas Llosa como el perfecto neoliberal y García Márquez como el sensible progresista anticipan lo que sucederá en los próximos años en el territorio latinoamericano?//////////PACO