El asunto de Irina Sternik es la tecnología. Si fuera por la tradición rusa —a la que pertenece genealógicamente, como dejan traslucir sus ojos brillantes—, esa relación podría resolverse desde la creación de tecnología o desde el desarrollo de tecnología, pero Irina eligió comunicar la tecnología. El asunto puede parecer más simple de lo que realmente es. En una época en la que todas las prácticas sociales, políticas, económicas y culturales han migrado hacia plataformas digitales ancladas sobre una evolución tecnológica constante, y en la que se elaboran y afirman muchos de los viejos y los nuevos pactos sociales en y a través de cada vez más tecnologías circundantes, comunicar el estado de la tecnología es más que nunca comunicar el estado de la civilización. Es lo que Irina Sternik hace en el canal CN23, y es sobre lo que contestó algunas preguntas.
¿Por qué elegiste la tecnología como asunto periodístico y qué ventaja o desventaja tiene respecto a otros temas?
Elegí tecnología por casualidad. Mi primer trabajo como periodista fue en la Revista USERS en el año 2000. Tenía que escribir una nota sobre las PCs más raras del mundo (con forma de pizza o hamburguesa) y creo que desde ese momento encontré en la tecnología un color que me gustó. Me quedé en la temática porque era como un área desértica en la que había todo por hacer. Con los años pude ir entendiendo como mechar lo cultural y lo social y el tiempo me dio la razón. Hoy le dicen cultura digital a una amplia gama de temáticas que comprenden no sólo la tecnología sino también la sociedad y la cultura. La tecnología no es neutral pero el periodismo de tecnología muchas veces se confunde con «venta de productos». Somos canales de información y si no somos críticos o invertimos tiempo en analizar qué pasa, nos convertimos en una gacetilla. Lo bueno, muchas veces se cree que es inofensivo y hay más espacio para trabajar con la información que en otros géneros.
¿Cómo se hace para no caer en la publicidad encubierta (o explícita) de las novedades tecnológicas?
Qué buena pregunta. Depende del medio, de tus jefes y de tu espacio. En mi caso, tengo libertad e intento hacer un balance. Sé que es llamativo comentar el último celular y no tengo obligación comercial. Parece publicidad y no lo es, aunque siempre me repregunto si es noticia un lanzamiento de producto. Cuando hablo en TV, el televidente ve la imagen, lee el graph, y pocas veces escucha el audio. Aunque uno sea crítico, el mensaje se tergiversa. En gráfica, es más lineal. Mi antídoto es balancear ese tipo de información con otra más valiosa: leyes, privacidad, consejos, cultura libre, etc. Hay mala (y nueva) costumbre de editores y productores de pensar que tecnología es el chiche, pero está cambiando de a poco. Somos un pequeño gremio que tiene muy buena relación entre sí. No hay vedetismo y nos consultamos todo. Estamos alineados, dentro de lo posible.
¿El uso de «tecnología» en tu propia vida cotidiana condiciona tu entendimiento o tratamiento de determinados temas?
Soy un poco vaga para probar productos y no tengo el estatus económico para comprarla. Por eso, la uso cuando me la prestan empresas para mostrarla. Sin embargo, tengo el chip puesto y en lo que a aplicaciones se refiere, siempre tengo alguna que supuestamente me resolvería un problema aunque en el fondo, se que el sentido común es lo mejor. El defecto de la tecnología es la obsolescencia programada: vivimos teniendo que cambiar de producto o protocolo. ¿Cómo escuchamos música? Yo ya no sé. Tengo muchas posibilidades y ninguna excelente. La virtud de la tecnología es que, tomándose el trabajo de entenderla, podes resolver situaciones. Lleva tiempo e ingenio, facilita. Por ejemplo, la telefonía IP me salvó la vida. Mi familia vive en el exterior y si no fuera por Viber, WhatsApp, Skype y Dropbox, entre otras, no tendría la cotidianeidad que tengo con todos ellos. Chau fronteras.
¿Qué mirada tenés sobre la influencia de las redes sociales en las relaciones sociales en general?
Son una bella bomba de tiempo. Las redes sociales nos ayudan a estar al tanto de las vidas de los demás y compartir la nuestra pero como con todo, hay que usarlas con precaución. No soy ludista, llega un punto que es difícil estar al margen de ellas pero creo que invaden la privacidad y uno mismo boicotea la suya. Siempre imagino qué diría un encefalograma mientras miro Facebook o Twitter: es como estar sentado en una silla y que te vayan contando información dispar y ridícula… si uno no está en un buen día puede salir dañado después de un paseo por las redes. Creo que lo más importante es saber siempre distinguir la virtualidad de la vida real. Son una puesta en escena de las vidas, pero no son las vidas.
En muchos casos la televisión parece interactuar casi en segundo grado con Twitter. ¿Los públicos de uno y otro soporte se cruzan, se complementan o se ignoran más allá de la mutua ridiculización?
Hoy la tele mira a Twitter para marcar su agenda, más que los diarios, porque son redes inmediatas. Y los televidentes participan en el minuto a minuto en Twitter. Son totalmente complementarios y no se ignoran. De hecho, creo que el rating de Twitter, en unos años, va a ser más representativo del que hoy marca IBOPE aunque sea una pequeña muestra de la realidad. CN23 no tiene minuto a minuto, entonces se desentiende del rating y de Twitter, es tranquilizador. Pero no creo que dure mucho esta separación.
¿Hay algo como una «perspectiva de género» en el periodismo tecnológico? ¿Por qué los periodistas sobre tecnología suelen encasillarse en el cliché del nerd o el «joven moderno y canchero»? ¿Cómo juegan las mujeres dentro de esas formas de cliché?
Casi no hay, aunque somos muchas mujeres trabajando hace años en el tema, más en gráfica. En el caso de la TV, creo que ingresamos en este formato por ser «distintos», personajes que pueden aportar color… de allí el cliché. En mi caso me peleo mucho con eso y con el prejuicio de ser una mujer hablando de tecnología. Lo primero que comentan es: «pusieron a esa locutora que no sabe nada». No soy locutora y tampoco programadora. Estudié comunicación, como el resto de los periodistas, y me especialicé en tecnología. Eso es lo que, creo, nos puede permitir tener una mirada más social cuando hablamos de un celular de 12.000 pesos… contextualizar, parar la bola, analizar la ansiedad por tener lo último cuando hay cosas más importantes/////PACO