El martes 11 de noviembre estuve, gracias a la amabilidad de los doctores Zurita y Fabrissini, leyendo una breve ponencia sobre Internet y neurosis en el marco del 22° Congreso Internacional de Psiquiatría que tuvo lugar en el Hotel Sheraton. Aparte del tema central de mi intervención también hablé de la amistad entre el psiquiatra y el crítico literario y cité la figura del doctor José María Ramos Mejía. El pasado 19 de junio se habían cumplido cien años de su muerte y detuve mi lectura para reivindicarlo. No exagero cuando digo que hubo mucha afinidad entre mi mal disimulado entusiasmo, el desglose que el doctor Fabrissini hizo de las estadísticas del periodismo científico y el análisis que desplegó el doctor Zurita sobre de la vulgata médica que aparece en los comentarios de La Nación.

Podría contar muchas cosas sobre los grandes salones de conferencias del Sheraton, la variopinta concurrencia y los sugerentes y punzantes nombres de las mesas redondas y las disertaciones que tuvieron lugar. La charla de la que participé, por ejemplo, se llamaba “La extensiones patológicas de la comunicación.” Y a continuación venía “Perfiles Neuropsicológicos y Personalidad en una muestra de pacientes bipolares de la ciudad de Buenos Aires” y después había un simposio que se llamaba “Neurociencia aplicada al juego patológico.”

Sin embargo, voy a contar de otra forma lo que viví del congreso. Cuando volví a casa traía un llamativo botín y sin querer me puse a inventariarlo mentalmente. ¿Qué era, qué decía todo eso? El personaje coral y protagonista indiscutido de las jornadas del Sheraton fueron los laboratorios. Sus hombres, de rigurosa corbata, y sus mujeres, sin excepción bellas, saben que el marketing constituyen una fuerza tan poderosa como el inconsciente. Así que cuando recorrí los diferentes stands acompañado por el doctor Zurita, facultativo muy dado a la semiología médica, acepté todo tipo de souvenirs y presentes. Catalogar estos restos quizás valgan más que una crónica, género ya en decadencia y digno del peor periodismo. Una lista, desordenada, casi completa, podría ser así:

Credencial de la Asociación Argentina de Psiquiatras de color azul con mi nombre, la palabra “panelista” y una tira del mismo color con la palabra “Diocam” escrita varias veces en blanco. (Diocam es una marca de clonazepam comercializada por el laboratorio Gador.)

Un bolso estilo profesor universitario de material sintético en un azul más profundo con la leyenda “22° Congreso Internacional de Psiquiatría”, la sigla “AAP” y las palabras “Diocam” y “Gador” en celeste.

Una revista-programa del congreso con el logo de la AAP y la leyenda “Desde bases más científicas y hacia un rostro más humano.”

Una lapicera de color naranja con la palabra “Vestin” en azul. ( “Vestin” es un antidepresivo.)

Dos lapiceras de color negro y plateado que dicen “Lamictal.” (Lamictal es una droga antiepiléptica.)

Dos lapiceras de color azul marino brillante con el logotipo de los laboratorios Raffo y la palabra “Atenix.” (Atenix es otro antidrepesivo.)

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Tres paquetes de pañuelos de papel con la leyenda “Antenix, viviendo tus mejores días”

Tres paquetes de pañuelos de papel con la leyenda “Gentileza de Aropax, paroxetina.” (Cuando pregunto por qué tantos pañuelos de papel, el doctor Zurita me señala que es un insumo básico del consultorio ya que los pacientes lloran mucho. “Cuando no tengo pañuelitos, no lloran” agrega. El Aropax es otro antidepresivo más.)

Cinco cajas de dos comprimidos cada una de Fentina 10, memantina clorhidrato de 10 mg, con la leyenda: “Para tener presente el pasado.” (La Fentina 10 es un neuroprotector que se usa para estabilizar el Alzheimer.)

Veinte, sí, veinte cajas con un comprimido de Vimax 50, Sildenafil masticable, de Roemmers. (O sea, veinte pastillas azules de viagra. Desgraciadamente ya no se entregan muestras gratis de psicotrópicos, ansiolíticos y drogas psicoactivas. Por algunos comentarios del doctor Zurita, esto no siempre fue así.)

Una cajita de “Atenix, viviendo tus mejores días” con dos bombones de chocolate.

Un anotador oficial con membrete del congreso tamaño carta.

Tres anotadores más pequeños anillados desde arriba que en la tapa de color amarillo dicen “Siempre hay motivos para volver. Quetiazic. Quetipiani 25-100-200-300 g. Liberación prolongada” del laboratorio Raffo. (El Quetiazic es un antipsicótico.)

Un anotador A4 del laboratorio Glaxo Smith Kline -GSK- que en la esquina izquierda superior dice “Glaxo Smith Kline. Líder mundial en neurociencias.”

Un folleto publicitario de Diocam que en su tapa tiene un velero navegando y sobre impresa la frase “No hay ningún viento favorable para quién no sabe a cuál puerto se dirige” atribuida a Schopenhauer.

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Un folleto muy grande con una foto de un edificio antiguo en la tapa sobre el que se lee “Carpe Diem, Centro Integral de Salud Mental Comunidad terapéutica” y más abajo “Un espacio único donde transitar el cambio de manera placentera.” (Pensé que se trataba de un geriátrico y la idea de “transitar el cambio” me resulta demasiado esotérica pero enseguida vi que era la publicidad de un centro de rehabilitación.)

Una publicidad del laboratorio Raymos con el dibujo de una neurona en la tapa. (Está haciendo sinapsis y por eso se ven destellos eléctricos.)

Una publicidad de Atipina que dice “El antipsicótico atípico para su paciente de todos los días” ilustrada con la foto de una cabeza canosa cuadriculada.

Un juguete cuadrado de plástico transparente, como la vieja caja de un CD, firmado por Atipina, que en su interior tiene un laberinto con la forma de una cabeza. En la boca hay seis bolitas de acero muy pequeñas y el que juega debe hacerlas recorrer el laberinto hasta el centro del cerebro.

Dos invitaciones iguales impresa en azul y blanco para el simposio “Trastornos psiquiátricos de las epilepsias.”

Un paper firmado por la doctora Carolina Remedi titulado “Moduladores cognitivos de estrés recibido” y editado con el logo de Alplax en la tapa.

Una publicidad con cuadros y estadísticas del laboratorio GSK para su producto Lamictal con la leyenda “Desenmascarando el trastorno bipolar, ayuda a recuperar su verdadera persona.”

(Todo el material impreso está compuesto y producido con las mejores fotos y los mejores materiales, a todo color, con laminados mates o brillantes. El diseño en general es conservador, a veces incluso un poco obtuso.)

El número 1, sep. 2014, de la revista Trastorno depresivo mayor, colección: guías distinguidas, serie: salud mental, auspiciada por Roemmers y con el esquemático dibujo de un cerebro en la tapa.

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Una publicidad de Dormilan zolpidem que dice “Restaurar el buen dormir” ilustrada con la pintura de una mujer durmiendo, la cabeza apoyada en mullidos almohadones.

Muchos otros folletos que intentan pasar por publicaciones científicas con más cuadros y más estadísticas que pretender garantizar la eficiencia de los productos que publicitan. (Divertido, el doctor Zurita me señala que a esos híbridos entre ciencia y propaganda, en el ambiente, se los llama “literatura.” La “literatura de la psiquiatría.”)

Unas seis o siete bolsa de nylon con los logotipos de los diferentes laboratorios.

Un certificado de asistencia al 22° Congreso Internacional de Psiquiatría, el único material impreso que no tiene publicidad ni está sponsoreado por un laboratorio.///PACO