Entrevista


Gonçalo Tavares: «Yo utilizo al personaje para investigar una hipótesis de vida»


Una vieja historia habla de dos copistas del siglo XV. Uno conoce el alfabeto y el significado de las palabras. El otro no: en la Edad Media era común la existencia de copistas analfabetos, especialmente para la reproducción de ejemplares escandalosos. La historia termina con una pregunta bastante simple: ¿Quién copia los libros más velozmente, quien conoce los signos y el significado de lo que hace o el otro, quien traza líneas y extrañas figuras geométricas? Levemente transformada, esta pregunta podría hacérsele a Gonçalo Tavares, el multipremiado autor de Portugal: ¿Dónde nace su caudalosa obra? ¿Dónde nace su rapidez?

De prisa

Gonçalo Tavares es un hombre que va de prisa, aunque con calma. Comienza a escribir a los 18 años, pero recién publica su primer libro cuando cumple 30. Con paciencia, en esos años forja un estilo tan inconfundible como, paradójicamente, confundible. Él mismo lo dice: Nadie podría decir que todos mis libros pertenecen a un solo autor.

Su vida

Gonçalo Tavares nace en Luanda, Angola, pero de padres portugueses regresa a Lisboa a los dos años. Generoso en cuanto a géneros literarios, publica novelas, ensayos, poesía, cuentos, epopeyas, canciones -una invención suya-, short movies -otra invención suya- abordando temas que van desde la naturaleza, la ciencia, la lógica, la técnica, el mal, la locura, el azar, la geometría, el holocausto, la espiritualidad, la religión, el amor y la lengua, entre otros. A pesar de lo dispar de los intereses, nunca –o casi nunca- pierde ritmo. Un autor que logra esto es tratado inmediatamente como un autor original y, por qué no, como un autor brillante.

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Para mí escribir es investigar. Eso para mí es muy claro. La literatura es una investigación social y humana. Yo utilizo al personaje para investigar una hipótesis de vida.

Su obra

Autor de grandes libros como Jerusalén, Aprender a rezar en la era de la técnica, Historias falsas, Un viaje a la India (todos editados por Letranómada) y muy buenos libros aún no traducidos como Matteo perdeu o emprego o Short Movies, todas sus creaciones son diferentes y dan una cierta pauta para entender cómo piensa este singular autor portugués. Aquí su voz:

Géneros literarios

Para mí las cosas son naturalmente mixturadas. Me resulta muy difícil pensar en lo lúdico, lo trágico. La idea de novela, ensayo o poesía como géneros separados creo que es insuficiente. Incluso tengo que esforzarme para separar así las cosas. Naturalmente no las separo. Por ejemplo mis novelas Aprender a rezar en la era de la técnica, Jerusalén, etc., yo no sabría si son realmente novelas o ensayos. Hay una idea que a mí me gusta mucho, hay una palabra: Investigaciones. Para mí escribir es investigar. Eso para mí es muy claro. La literatura es una investigación social y humana. Yo utilizo al personaje para investigar una hipótesis de vida.

Escribir y publicar

Fue como un instinto juvenil y maduro a la vez, quizás extraño: no quería publicar antes de los 30 años. Estaba tan embriagado escribiendo, fue un periodo tan fuerte que publicar hubiera sido un problema. Yo no pensaba, simplemente escribía, ¿por qué entonces iba a publicar si eso me podía perturbar? Fue un periodo tan fuerte que publicar hubiera sido… escribí mucho, mucho. Muchos libros que aún no fueron publicados.

La velocidad de la escritura

Escribo muy instintivamente. Escribir para mí es una experiencia de la primera vez. Porque hay dos momentos muy distintos. Una primera escritura, muy instintiva, y una corrección, algunos años más tarde, más lúcida, más racional. Pero el primer momento es de arrebatamiento, de no saber lo que estás haciendo. Entonces lo guardo en el cajón, sin siquiera revisarlo. Y pasan años sin que lo vea. Cuando regreso al texto, lo interesante es que logro entender a qué velocidad fue escrito. Lo noto por los errores en las letras, las letras fuera de lugar. Por ejemplo, si yo escribo muy rápido, la palabra piedra la escribo así: pedra. Y veo que algunas páginas las escribí a 10 km por hora y otras a 100 km por hora, por la cantidad de errores que contiene. Y para mí es cada vez más claro que cuanto más rápido escribo, escribo mejor. Es algo muy claro.

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Escribir para mí es una experiencia de la primera vez. Porque hay dos momentos muy distintos. Una primera escritura, muy instintiva, y una corrección, algunos años más tarde, más lúcida, más racional.

Imágenes

La forma como hoy encaramos las imágenes es muy distinta al modo en que se veía la imagen tres siglos atrás. La imagen, antes, era un campo de pensamiento. Por ejemplo en el Renacimiento, cuando la escritura no estaba tan presente en la vida cotidiana, la imagen era el momento de reflexión. La multiplicación de imágenes ha generado una ansiedad. Estás siempre ansiando otra imagen. La aparición de MTV quebró una cosa, hay ensayos muy interesantes sobre el tema. Porque MTV introdujo a través de sus clips una contrarrevolución en la imagen. Los planos duran un microsegundo: un caballo, una mujer, la pierna de una mujer, la mano. Nunca se detiene. Se produce una aceleración de los planos. Por eso ahora las personas ven a Tarkovsi y dicen: no está sucediendo nada. Pero si en Tarkovski el plano se detiene, también puede verse la profundidad de la imagen y ahí la imagen tiene más contenido.

El arte

El trabajo del arte es también contraponer la velocidad normal de las cosas. No deben haber reglas en el sentido: la velocidad es buena o la velocidad es mala. En general, la sociedad tiene este estereotipo: la velocidad es buena, la lentitud es mala. Decir: El film era muy lento debería ser algo descriptivo. No debería ser una valorización. Pero se transformó en un juicio. No debemos poner otro dogma: la lentitud es buena. El problema es cuando eliminás una posibilidad. Y el mundo, hoy, es un mundo de velocidad.

La cuestión espiritual

No soy un creyente practicante, pero tengo mucho respeto por la creencia. Es algo que admiro. Siento que tengo algo menos cuando estoy con un creyente, no me siento superior, hasta podría decirse que me siento inferior. Cuando tengo un sentido crítico, por ejemplo en Un viaje a la India, lo que critico es lo espiritual verbal. Lo espiritual que se publicita como espiritual. En la Biblia hay una parábola muy bonita. Un padre tiene dos hijos. El padre les dice: Es necesario trabajar el campo. El mayor dice: yo lo haré. Pero no lo hace. El menor dice: yo no lo haré. Pero lo hace. Y esta es la parábola. Es muy bonita porque lo importante es quién trabaja el campo y no quien dice que va a trabajarlo. Y hay mucha espiritualidad que es así, que se publicita. Yo lo haré, yo seré muy bueno, seré muy espiritual, etc.

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Lo que es admirable en Pessoa es que piensa manteniendo una tensión con el sonido, con la frase. Él consigue mixturar dos cosas muy difíciles: un portugués maravilloso y una alta concentración de ideas.

La ceremonia del té

Yo tuve una experiencia hace unos años, en Lisboa, cuando fui a una ceremonia de té japonés con dos amigos. Fue una experiencia muy fuerte. Sucedió así. Entramos, nos sentamos y nos colocaron en las manos una taza de té muy pesada. Tanto que no podías sostenerla con una sola mano, necesitabas las dos. Un peso tan grande te concentra físicamente de inmediato. Y después el maestro, veterano, muy respetuoso, sin decir una palabra, porque toda la ceremonia fue en silencio, nos sirve un té caliente, casi hirviendo, hasta el tope de la taza. Nosotros estábamos totalmente concentrados, no debíamos movernos, era un problema físico y a la vez algo completamente espiritual. En primer lugar, nadie nos había pedido que no habláramos, que hiciéramos silencio, pero todos estuvimos callados durante la ceremonia. Un silencio total. No se oía nada. Y lo extraordinario es que no podíamos pensar en nada, solamente en el té, en la taza… era impensable que yo dijera algo. Si me desconcentraba, me quemaba. Si yo pensaba, por ejemplo, mañana tengo que ir a este lado, hacer esto, me desconcentraba y me quemaba. Y esa fue una experiencia absolutamente espiritual pero a través de cuestiones materiales: el peso de la taza, el agua caliente, fue como una meditación. No podías pensar en el futuro, en el pasado, no sabías qué habías hecho, no sabías incluso quién eras. Yo era una taza con agua caliente. Por eso cuando escucho ese tipo de ceremonias donde un maestro dice: ahora respira, medita, piensa que estás en la playa, etc. Son caricaturas de lo espiritual. Las cosas físicas también pueden alcanzar nivel espiritual.

La tradición portuguesa

Lo que es admirable en Pessoa es que piensa manteniendo una tensión con el sonido, con la frase. Él consigue mixturar dos cosas muy difíciles: un portugués maravilloso y una alta concentración de ideas. Por eso me resulta extraño que la poesía después de Pessoa, por ejemplo, continue siendo vista como algo afectivo, sentimental, como un relato de los sufrimientos amorosos. Cuando autores como Pessoa o (el argentino Roberto) Juarroz son ejemplos de racionalistas extremos. Y es interesante que la poesía continúe siendo un poco como en los siglos XVI, XVII, algo del estilo voy a expresar mis sentimientos. Pessoa, en ese sentido, es un antídoto contra la poesía demasiado sentimental////////PACO