Entrevista


Florencia Luci: «La gestión managerial se coló en el Estado»


Florencia Luci es una hija de la mejor escuela de sociología que existe en el mundo: la Facultad de Sociales de la UBA. También es Doctora en Sociología y Máster en Ciencias Sociales por la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Recientemente publicó a través de la editorial Paidós La era de los managers. Hacer carrera en las grandes empresas del país, que recoge resultados de su extenso trabajo como investigadora, cartografiando el mapa de los cuadros medios y altos de las grandes empresas multinacionales que operan en el país. Con sensibilidad, rigor y fuentes Luci reconstruye los mecanismos formales e informales con que las grandes corporaciones del archicapitalismo clasifican, forman, ponen a competir y finalmente seleccionan a sus players; aquellos que se insertarán en posiciones clave de estructuras globales para participar del proceso de valorización del capital. También, desde una perspectiva más sensible a las trayectorias individuales, la autora complementa esta perspectiva con un análisis de las diferentes arenas de combate y las redes de sociabilidad, padrinazgo y ayuda mutua que estructura el sinuoso camino hacia la dirección y más allá. El libro cobra especial relevancia en el contexto actual, cuando un partido sin tradición política se propone como gran modernizador de las estructuras del Estado argentino importando los mecanismos de gestión del ecosistema global privado. Le propusimos algunas preguntas sobre el libro y su trabajo.

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La cuestión de la confianza, de “venir de parte de”, activa formas de reconocimiento que abren o cierran puertas, en este y en muchos otros espacios.

¿Cómo empezaste a pensar en este como tu tema de trabajo?

En realidad el tema se acercó a mí, me tomó casi por sorpresa. Con el equipo con el que laburo en la UBA (el Grupo de Estudios sobre Políticas Sociales y Condiciones de Trabajo del Instituto Gino Germani) estábamos realizando un trabajo de campo sobre las condiciones laborales de distintos tipos de asalariados. Y entre los entrevistados había un manager de una gran empresa de servicios financieros. Esa entrevista marcó un quiebre en mis intereses. Yo venía estudiando políticas sociales, planes de empleo, había hecho mi maestría en Políticas Sociales de hecho, pero a partir de ahí me sumergió en un mundo nuevo y totalmente desconocido. En un punto fue como si un antropólogo de principios de siglo XX se encontrara con una tribu exótica. ¿Qué era esto de la gran empresa, de la presión por ascender o quedar afuera, de la evaluación de performance, de ser un alto potencial, del temor a quedar freezado, de los headhunters y consultores, de las escuelas de negocios, de la altísima competencia entre colegas, pero también de la necesidad de armar lazos, relaciones, de hacer política en la empresa, de contar con un padrino, de jugar al golf, de la expatriación? Así, lo que primero fue un interés en algo “extraño”, distinto, se fue transformando en un tema de investigación.

¿Fue difícil meterte en este mundo?

La verdad es que no me resultó tan difícil el ingreso al campo. Es cierto que muchos estudios sobre las “elites” hablan de la dificultad de acceder a espacios de poder o a gente que ocupa posiciones encumbradas, pero en este caso, recurriendo a redes de conocidos y amigos que trabajan en grandes empresas (no necesariamente como directivos) o que conocían gente que trabajaba en grandes empresas, fui contactando por mail a gerentes que, en general, accedieron a mi pedido de entrevista. Lo que sí ocurrió es que a medida que escalaba en rango jerárquico, queriendo entrevistar a los directivos de mayor jerarquía, era más difícil concertar entrevistas: por ejemplo con los directores, último eslabón en la jerarquía organizacional antes del presidente o CEO, sí me costó más. Algo de eso cuento en la introducción del libro: cómo la llegada a un alto directivo solo se producía si venía recomendada por un par, es decir, otro alto directivo. La cuestión de la confianza, de “venir de parte de”, activa formas de reconocimiento que abren o cierran puertas, en este y en muchos otros espacios. También hay que tener en cuenta que yo no entrevisté a los presidentes de empresa, o CEO, según la denominación anglosajona. Ahí sí, seguramente (aunque esto no deja de ser un prejuicio), hubiera resultado más difícil obtener una cita. Así que mi ingreso a las empresas, el acceso a muchos de los documentos de recursos humanos, a los organigramas, etc., se fue dando de manera relativamente espontánea a medida que iba tomando confianza con los entrevistados y que frecuentaba las firmas con cierta asiduidad.

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¿Qué era esto de la gran empresa, de la presión por ascender o quedar afuera, de la evaluación de performance, de ser un alto potencial, del temor a quedar freezado, de los headhunters y consultores, de las escuelas de negocios, de la expatriación?

¿Por qué te pareció importante estudiar a esta capa de gestores, directores, administradores en el contexto argentino?

En nuestro país contamos con mucho trabajo de campo y con investigaciones muy serias y sistemáticas sobre los trabajadores que ocupan posiciones subordinadas. En general, han sido las clases subalternas el foco de atención principal de la sociología en las últimas décadas; y esto muy a pesar de que la sociología clásica (con De Imaz y Germani a la cabeza), se había interesado ya desde los inicios por “los que mandan” y las formas de estructuración de las clases superiores. En este sentido sumergirme en el mundo laboral (pero también social, educativo, moral) de los directivos de empresas se presentaba, en principio, como la oportunidad de conocer un espacio inexplorado, un área de vacancia. Y yendo más a la importancia sociológica, si se quiere, de estudiar a los managers de empresa, creo que el interés en este grupo social tiene varias aristas. Más allá, como te decía, del interés que representa, en sí mismo, conocer “mundos de trabajo” poco frecuentados, los managers de empresa, por el lugar que ocupan en la relación capital-trabajo, nos permiten ver, decir, explorar un conjunto de cuestiones que tienen que ver con la dinámica de funcionamiento del capitalismo en la actualidad. Se trata de quienes, sin ser los propietarios de las firmas más grandes del país, son, no obstante, responsables de su conducción: el éxito o el fracaso de las grandes corporaciones pasa, en buena medida, por sus manos. Esto nos permite ver varias cosas. Por un lado, complejizar el modo en que pensamos el ejercicio de la dominación, la reproducción del capital y qué agentes se ven involucrados en ello. Las grandes empresas ponen a funcionar procedimientos complejos para crear un conjunto de personas que sean capaces de movilizar fuerza de trabajo humana. La reproducción del capital depende en gran medida de que esto se logre. Por otro lado, reconstruir las trayectorias laborales y el origen educativo y de clase de quienes se encuentran a la cabeza de las grandes compañías nos permite conocer más en profundidad la composición de los niveles más altos de la estructura social argentina. Es decir, hay un interés que se abre en lo que respecta a pensar los modos de conformación de las clases superiores. No olvidemos que los managers de empresas no son, por lo general, personas que provengan de las clases más altas, mejor acomodadas de nuestra sociedad, sino universitarios de clase media, egresados de universidades nacionales que en buena medida hicieron posgrados en negocios, pero entre quienes el ascenso en la jerarquía organizacional representa un ascenso social. El libro expone la implicación activa de esas personas para formar parte de ese conjunto, llegar a ser un manager es el resultado de una disputa que se asume activamente. En el hecho de lograr este propósito se juega la identidad profesional y la pertenencia de clase. El éxito es también un principio de estratificación social.

¿Por qué te parece que a diferencia de los estudios sobre las clases subalternas hay tan poca sociología producida sobre las sectores dominantes? 

Algo te comentaba más arriba, de cómo a pesar de un interés inicial, lo que podríamos llamar una sociología de las elites o de las clases superiores no desarrolló posteriormente investigaciones sistemáticas. Esto pasó también en otras latitudes y en algún punto tiene que ver con las mutaciones de los “grandes intereses” de las ciencias sociales: recordemos, por ejemplo, cómo en determinado momento se pasó a cuestionar la validez en sí misma de la noción de clase social y hubo un giro hacia el interés en “la cultura”. En nuestro país, sobre todo desde los años 90, la sociología se interesó por quienes iban quedando “excluidos” -término fetiche en la época- de tramas de integración social, fundamentalmente como consecuencia de los procesos de desestructuración del mercado de trabajo a partir de la implementación de políticas neoliberales. Creo que hubo un trabajo muy importante y valioso de “dar voz” a los perjudicados por los procesos de ajuste, pero descuidamos el otro lado de la ecuación.

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Los managers de empresa toman la conducción del Estado en sus manos y al hacerlo esgrimen como fuente de legitimad justamente a ese saber hacer managerial que es lo que los coloca como “el equipo de los mejores”.

Se dice muchas veces que el actual gobierno es el «gobierno de los CEOs», con lo cual de alguna manera hay una idea de que estamos en un momento en el que estos directivos y gerentes han importado sus formas de gestión y su «gramática», como decís en el libro, a la administración del Estado, ¿qué diferencia tiene esta forma de gestión con las formas más tradicionales de la política?

Este es un tema que estamos laburando con dos colegas con los que sacamos una nota en Cash. Para resumir, creo que en el actual gobierno se está dando una situación novedosa que tiene que ver con que -a diferencia de otras experiencias donde los “expertos” aportaban su saber al Estado, pero la conducción seguía en manos de políticos “tradicionales”, por decirlo de algún modo- en la actualidad los managers de empresa toman la conducción del Estado en sus manos y al hacerlo esgrimen como fuente de legitimad justamente a ese saber hacer managerial que es lo que los coloca como “el equipo de los mejores”. Hay que distinguir esto de otros modos en que la gestión managerial se coló en el Estado (como por ejemplo el New Public Management o Nueva Gerencia Pública que en los 90 se propuso como modo de modernizar el Estado). Aquel management funcionaba como técnica, ahora son los propios sujetos que provienen de las empresas y que tienen toda una trayectoria de socialización empresaria y con la gramática managerial como principio de visión (como diría Bourdieu) quienes esgrimen ese saber, esa práctica y esa experiencia como la mejor para conducir la cosa pública. Es su éxito como líderes empresariales lo que los habilita y legitima para hacerse cargo del Estado.

¿En qué estás trabajando ahora y cómo pensar continuar tu trabajo en el futuro?

Actualmente, con otros dos colegas del CONICET tenemos en marcha un proyecto de investigación donde estamos viendo justamente esto que recién te comentaba: cómo ciertas lógicas del mundo empresarial trasvasan al Estado y con qué legitimidad o desde qué formas de justificación lo hacen. Más allá de la rigurosidad o no de la metáfora, de decir “este es el gobierno de los CEOs”, sí hay una intención clara de las nuevas autoridades de apelar al mérito de ser los mejores -«el mejor equipo de los últimos 50 años»- en función de la prueba de fuego que los funcionarios de primera línea han tenido en grandes empresas. Es el éxito como managers, como líderes, lo que los habilita a conducir el Estado. Si a esto le sumamos el origen fuertemente clasista de muchas de las figuras del gabinete -buena parte pertenece al conjunto de familias que se reconoce como «la clase alta argentina»- vemos que ahí hay un trabajo -una disputa que se da también en términos de hegemonía cultural- por formular una nueva fuente de legitimidad para conducir el Estado. Y las alusiones recientes del ministro de educación Esteban Bullrich acerca de la «nueva campaña del desierto, ya sin la espada sino con la educación» no son anodinas, forman parte de una convicción -eso es lo que estamos estudiando- por erigirse como una «nueva generación del 80», ya no esgrimiendo solamente las credenciales patricias sino, sobre todo, la meritocracia empresarial///PACO