I
La siguiente oración debe leerse conjugada en primera persona. La forma más rápida en que un ludópata reconoce a otro es por la instantánea disposición a seguir una apuesta cualquiera. ¿A cuánto va a estar el dólar la semana siguiente? ¿Cuántos meses le quedan a tal funcionario? ¿Cómo va a terminar esa película aburrida? Alguien dice las palabras mágicas: apuesto lo que quieran a que… Y entonces la ludopatía –mi tenue, civil y amable ludopatía− encuentra el embrague satisfactorio del reconocimiento, su respuesta, el único casus con verdadero sentido existencial: alguien más que responde. Alguien que también está dispuesto a apostar. Ahora bien, de las muchas cuestiones acerca de las cuales podría ser útil o entretenido apostar, hay una sobre la que no conviene hacerlo nunca. Nunca apuesten a haberlo visto, sabido, leído o escuchado todo acerca de Los Beatles. Puedo asegurar que llevo un censo genético desde hace varias décadas y siempre aparece algo nuevo –aún no visto, no sabido, no escrito o no escuchado−, por los motivos más triviales o inverosímiles, acerca de Los Beatles.

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Hace unos años podría haberse seguido hablando –intenten construir una frase con más verbos− de beatlemanía. Pero el tiempo modificó las cosas. El archivo incatalogable de material acerca de Los Beatles es un asunto de tenor más bien historiográfico. Incluso sea probablemente un tema teológico. John Lennon dijo una vez –a Maureen Cleave, una periodista del Evening Standard con la que tuvo un affaire en 1966 y que podría haber inspirado la canción Norweigan Wood (This Bird Has Flown)− que Los Beatles eran más populares que Jesucristo. Si Lennon estuviera vivo, no sería complicado imaginarlo abrazado a Yoko en la puerta del Dakota, matizando una y otra vez aquella comparación. Lo que a esta altura ni Lennon —ni Jesucristo— podría desmentir es que al menos comparten un número parecido de misterios. De eso se trata Todo sobre Los Beatles, la historia de cada una de sus 211 canciones (Blume, 2013), una obra monumental de Jean-Michel Guesdon y Philippe Margotin con un título original elocuente: Les Beatles. La totale.

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II
Para seguir un poco más en la vena teológica: Jean-Michel Guesdon y Philippe Margotin vendrían a ser exégetas. Personas que interpretan o exponen un texto (del griego ἐξηγητής). Algún medievalista podrá dar detalles pintorescos sobre la larga escuela de traductores y copistas franceses, aunque el exégeta es algo más que un simple copista o traductor. El exégeta, en realidad, es aquel que revela un sentido que escapa, por su oscuridad o complejidad inicial, a las capacidades de aproximación más simples del resto. El exégeta, por lo tanto, trabaja no con uno sino con dos amores: el amor al sentido, primero, y el amor a la propagación de ese sentido, después. Su corpus consiste en treinta textos distintos de la historia beatle, publicados en distintos momentos de la historia beatle por distintos habitantes de la historia beatle –los más importantes: el libro del sonidista Geoff Emerick, la biografía autorizada de Paul McCartney por Barry Miles y la larga entrevista de David Sheff a John Lennon−, piezas textuales entrelazadas, cotejadas y reinterpretadas cuidadosamente a la luz de cada una de las canciones editadas por Los Beatles. El producto final son 671 páginas de historias, información y anécdotas entrelazadas alrededor de las canciones. Pero ¿cuánto verdadero trabajo hay detrás del análisis de cada canción?

Hoy la beatlemanía es una colectividad secular de hombres de distintas generaciones hermanados por una misma convicción estética y cultural. Imaginen un mundo en guerra: un mundo en el que cada extranjero es un espía. Ahora inviertan el escenario. Imaginen un mundo de amor: un mundo en el que cada extranjero es un aliado. Ese sería el panorama del beatlemaníaco contemporáneo. Entonces ocurren las cosas. Uno puede saber que La guerra y la paz y En busca del tiempo perdido, por ejemplo, se escribieron a la templada sombra del ocio rentista y la imaginación. ¿Pero cuántos meses lleva diseñar y completar una obra como Todo sobre Los Beatles? ¿Cuánta voluntad y cuánta pasión? ¿Cuánta entrega? No es una cuestión de tiempo: es una cuestión de esas en las que solo se necesita amor. ¿Y quiénes son estos franceses? Jean-Michel Guesdon es editor, productor y músico. El libro informa que pasó treinta años “reuniendo documentación excepcional sobre el grupo”. Philippe Margotin es novelista –pero no hay que tener miedo: no hay un ápice de prosa narrativa y todo es información simple y valiosa− y director de colecciones musicales. Completan el asunto algunos textos de Patti Smith. Pero eso no es lo que hace falta saber.

¿Sabían que en la quinta y la sexta estrofa de la versión en estéreo de I Wanna Be Your Man se pueden oír unas palmas lejanas en la pista de Ringo por el canal derecho? ¿Sabían que el autor y compositor principal de esa canción es Paul? Por supuesto, deben saber que es aquella canción que Lennon y McCartney le cedieron a Los Rolling Stones, ¿pero sabían que Lennon y McCartney terminaron la canción en un rincón de la sala de ensayo de los Stones después de cruzarse por accidente a Mick Jagger y Keith Richards en un taxi por Charing Cross Road? No importa cuánto crean saber sobre la discografía de Los Beatles: van a perder si apuestan que no hay nada en este libro que no sepan. El resultado de la exégesis –del griego ἐξήγησις: explicación, relato− puede ser atractivo para cualquier curioso de la historia de la cultura popular del siglo XX, mientras que para cualquier beatlemaníaco va a ser fascinante.

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III
Cada canción de Los Beatles significa un fragmento de la historia de Los Beatles: una competencia como batalla o alianza entre Lennon y McCartney, la invención de un nuevo instrumento, la creación de un nuevo efecto sonoro, el ida y vuelta por el dominio de EMI en Abbey Road o CTS en Londres. ¿Cuál era para Lennon su canción preferida de Los Beatles? Según May Pang, en 1973 le dijo que la canción era Help! Pero no es todo: Lennon quería rehacerla algún día porque no le parecía suficientemente sincera. Otro de los temas más famosos de Lennon es In My Life. Sin embargo, Paul reivindica haber escrito la melodía. «Llegué a casa de John para una sesión de composición y John tenía una estrofa iniciada. Pero, que yo me acuerde, no tenía melodía y ahí es donde nuestros recuerdos divergen». La mayor parte del libro trata de dilucidar algunas de estas divergencias. Yesterday se le apareció en un sueño a McCartney: pero también Yellow Submarine. ¿Cuál es la importancia del amor detrás de las canciones? Hasta el momento en que se separó de Jane Asher, por ejemplo, casi todas las canciones de amor de Paul sirven como radiografía de los distintos ánimos de la relación: I´m Looking Through You es el desvanecimiento del compromiso, For No One es el producto de una discusión en Suiza, «la triste constatación de un fracaso amoroso». Eleanor Rigby, en cambio, es una canción escrita por Paul en el piano de la familia Asher. Este es un ejemplo del trabajo de los exégetas: «John afirmó haber escrito prácticamente toda la letra a excepción de la primera estrofa. Paul refutó esa idea». Detrás de muchas de las canciones hay una mujer, y a veces varias mujeres.

«The Fool On The Hill es una de las más bellas baladas que Paul haya escrito en solitario. Marijke Koger, miembro del colectivo de artistas diseñadores holandesas The Fool, tenía la costumbre de leerle las cartas del tarot. Invariablemente, le salía la carta de El Loco (The Fool), que simboliza la inocencia y la infancia. Paul se inspira en ello y escribe una canción alrededor de una personalidad tipo Maharishi. Paul contó: «»Sus detractores lo trataban de loco. Él se reía a menudo de que no lo tomaran en serio. A mí me interesó entonces esta idea del loco en la cima de una colina, el gurú en una caverna». Paul había tocado a John un boceto de la pieza al final del mes de marzo, durante la grabación de With A Little Help From My Friends, y a John le había gustado: «Otra vez una letra muy buena que demostraba que podía escribir canciones completas». Fue, sin duda, después de haber asistido a la primera conferencia del Maharishi, unos meses más tarde, el 24 de agosto, cuando pudo acabar de escribir la canción».

Michelle es una canción de Paul: si la mujer escondida en la letra es Juliette Gréco, Jane Vaughan, Michéle Morgan o «la sublime Michelle Phillips» todavía es un misterio. Savoy Truffle, en tal caso, es mucho más simple: George Harrison la escribió para burlarse de la adicción a los chocolates de su amigo Eric Clapton. «Tenía una caja de bombones encima de la mesa y escribí la canción con los nombres de los bombones que había adentro». Al Génesis de cada canción, los exégetas añaden la historia de su Realización —cuándo, dónde, quiénes y de qué manera grabaron la canción— y los Datos Técnicos —qué equipos, efectos, mezclas y variaciones acústicas se usaron para desarrollar el sonido original—. También hay detalles extra Para los adictos a Los Beatles. Estos detalles son del tipo: «Si se escucha con atención, en el minuto 4.32, justo después del yeaahhhh de John, se puede oír a lo lejos una voz que grita. Algunos entienden Turn it down man, Mal; otros dicen que es un técnico que se dirige a John para recomendarle que cante menos fuerte. Según Mark Lewisohn, se trata de una conversación entre Los Beatles, grabada el 22 de febrero durante las primeras tomas que se efectúan en los estudios Trident». Dividido por discos y singles, Todo sobre Los Beatles incluye una galería de imágenes que recorren su carrera. Eso también es motivo de goce y vergüenza para un beatlemaníaco: no apuesten a que no hay una sola de esas imágenes que no hayan visto antes en otro lado.

De todos modos, al final, hay un último asunto. El punto en que la beatlemanía o el simple peso de la historia de la Humanidad superan cualquier criterio posible de lectura y evaluación. Es algo así como una pregunta en sordina, apareciendo cada vez más a medida que uno accede a la información y repasa las historias y revisa las citas y compara la bibliografía. ¿Cómo calificar el valor de un libro como Todo sobre Los Beatles? ¿Cómo se hace? ¿Cómo se jerarquiza lo que hicieron estos exégetas franceses que, además, saben mejor que nadie que su aporte a la historia y a la teología beatle está condenado a una relevancia temporal, hasta la aparición de nuevas fuentes, nuevas versiones, nuevos documentos, nuevos sonidos, nuevas imágenes? ¿Qué derecho tienen los laicos, mientras tanto, a pronunciar sus palabras? Y, aunque los laicos tuvieran el coraje para hacerlo, ¿cómo se le podrían señalar ripios o redundancias a una pasión? ¿Cómo se juzga y establece el valor del amor? /////PACO

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