Emiliano Fernández es uno de los editores y críticos de cine más destacados de A sala llena, lugar para el cual cubrió festivales como los de Cannes y Berlín. Pero lo más interesante de Emiliano Fernández no está tanto en lo que mira sino en cómo lo mira. Por eso cualquiera que conozca su trabajo sabe que la suya es una prosa romántica y con un estilo particular. Una escritura que, desatada en un ambiente donde abundan los vendedores silenciosos de calificaciones bajo la forma de estrellitas y los redactores miopes de sinopsis, no se acobarda ante nada (y por eso resumió alguna vez los esfuerzos contemporáneos de Hollywood por construir historias de terror como una «panoplia de bodrios»). Esta entrevista, de hecho, es la prueba de que incluso cuando habla sobre crítica de cine, Emiliano Fernández hace crítica de cine.
¿Cuáles es la principal virtud y la principal falencia de la crítica de cine en Argentina?
En la crítica argentina de cine de nuestros días prácticamente no hay virtudes a la vista, el oficio está muy devaluado y empobrecido a nivel general. Estamos en una época en la que pululan los cinéfilos turistas/ nerds (los que vienen de los cómics o los videojuegos o las películas de terror, que vieron poquísimo cine de décadas pasadas y todo lo reducen a la “espectacularidad” de la película en cuestión) y los trolls del cine/ tira-bombas profesionales (a los que nada les viene bien y cuya única “formación” pasa por leer libros compilatorios de teoría cinematográfica anacrónica, asistir a seminarios, ver un par de películas por mes y celebrar los desatinos de los medios mainstream del triste panorama de la prensa argentina). Considerando este estado de cosas, prefiero mantenerme al margen y seguir enriqueciéndome culturalmente mediante la música, la literatura y el cine sin necesidad de caretear ni mentir ni quedar bien con nadie. Mediante la crítica se debe construir conocimiento valioso a nivel social a partir del análisis artístico/ científico/ periodístico; no en función de los caprichos personales, la ignorancia o la conveniencia dentro del campo laboral.
Hay reseñas en IMDb que le “pasan el trapo” a cualquier nota publicada en Argentina. En ambos países domina la escritura bobalicona tipo nerd, por eso siempre hay que buscar las excepciones enriquecedoras.
¿En qué se caracteriza la crítica local en comparación, por ejemplo, a la crítica en EEUU?
La crítica de cine en Estados Unidos es muy heterogénea pero en general supera con creces a la Argentina porque el mercado cultural norteamericano es muchísimo más vasto y complejo que el local, circunstancia que deriva en la posibilidad latente de encontrar consumidores y periodistas mejor formados. Si bien hay muchas críticas estadounidenses que dan vergüenza ajena, también se pueden encontrar análisis lúcidos encarados desde esa perspectiva ultra individualista que tanto aman los del norte (allá es minoritaria la crítica que adopta criterios vinculados al arte, la cultura y/ o la sociedad). Por ejemplo, hay reseñas en IMDb de usuarios norteamericanos que le “pasan el trapo” a casi cualquier nota publicada en Argentina. Un hecho lamentable es que en ambos países domina la escritura bobalicona tipo nerd, por ello siempre hay que buscar las excepciones enriquecedoras.
¿De qué manera internet, los estudios y las distribuidoras juegan en la forma en que se hacen, publican y circulan las críticas?
La crítica debería agradecer la enorme disponibilidad de películas, teorías y criterios que internet pone a su disposición, no obstante lamentablemente el grueso de los que escriben consume -con suerte- el mismo puñado de películas de siempre (títulos clásicos industriales de los 70 hasta el presente) o directamente films recientes y nada más (y para colmo estereotipos de nuestros días; la prensa ya casi nunca ofrece descubrimientos producto de la investigación, del anhelo por hallar algo nuevo). Desapareció casi por completo, tanto en los espectadores como en la prensa digital, gráfica y radial, la curiosidad de antaño, esa que generaba una continua búsqueda de títulos y obras no vistas pertenecientes a toda la historia del cine y todas las cinematografías nacionales. Lo que abunda hoy por hoy es un consumo nerd y/ o hipster empobrecido que vacía a las películas de su contenido ideológico específico -o su latencia revulsiva- para dejarlas sólo con su ropaje de “producto”: gran parte de los críticos actuales son incapaces de exigirles a los films, como efectivamente ocurría en otras épocas, más y mejores ideas de base, conceptos que enriquezcan al espectador y que vayan más allá del triste objetivo de “entretenerlo”. El conservadurismo más tonto y la vagancia reemplazaron a la formación dedicada y el discurso valioso de izquierda, en verdad militante en pos de una sociedad mejor. Algunas distribuidoras y casi todos los exhibidores colaboran en el empobrecimiento de la cultura popular porque una y otra vez privilegian a títulos vacuos para el estreno en salas comerciales, acostumbrando al público y la prensa a una mediocridad “desideologizada” (en realidad, condicionada hacia la aceptación acrítica de lo que ofrece un mercado mainstream volcado hacia la nostalgia perezosa y redundante). Por suerte, en la otra orilla, también hay distribuidoras pequeñas y exhibidores marginales que amplían la oferta trayendo películas alternativas con respecto al Hollywood mainstream y el cine popular europeo, las dos vertientes que dominan desde hace décadas la cartelera argentina (la segunda muy por debajo de la primera, por supuesto).
Abunda un consumo nerd y/o hipster empobrecido que vacía a las películas de su contenido ideológico para dejarlas con su ropaje de “producto”. Gran parte de los críticos son incapaces de exigirles mejores ideas a los films.
¿Qué valor le asignás al crítico y qué influencia tiene hoy sobre las audiencias?
Mi relación con la crítica es intuitiva y lo más racional posible: desde ya que siempre hay margen para una subjetividad que nunca debería pasar al primer plano porque caeríamos en el egoísmo, y siempre hablamos del cine como un arte de interés social, que reclama responsabilidad ideológica al escribir. La crítica tiene un valor muy relativo en el contexto contemporáneo, donde el entrecruzamiento de discursos a través de las redes sociales es continuo; además el consumidor promedio -al momento de decidir qué film ver y cuál no- privilegia su recorrido cultural individual y la opinión de los afectos cercanos… la crítica es lo que menos le preocupa, a decir verdad. Como dije anteriormente, uno de los principales problemas de la crítica actual es la pobreza total de sus análisis y esa tendencia a “agradar” a los distintos agentes del campo del cine (publicitarios, distribuidores, exhibidores, otros colegas, etc.). La sinceridad, la coherencia ideológica y una formación humanista son factores que hoy valen oro…
La sinceridad, la coherencia ideológica y una formación humanista son factores que hoy valen oro…
¿Qué herramientas sirven para establecer algún criterio sobre el valor dramático de una actuación o el valor estético de una película?
Si bien soy Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la UBA, a decir verdad la carrera no colaboró mucho en cuanto a mi formación como crítico, aunque sí lo hizo a nivel ideológico (estructuralismo y marxismo de por medio). Mi amor por el cine comenzó de muy joven y principalmente por mi contexto familiar (mi madre veía mucho cine de terror y mi padre mucho de acción). En la época dorada del VHS, y luego durante el reinado del DVD, en mi hogar se alquilaba una gran cantidad de títulos de la más variada índole. Con respecto a mi labor específica como crítico cinematográfico, se fue desarrollando de a poco, con mucho sacrificio, de manera autodidacta, y en especial gracias a la libertad que gocé -y sigo gozando- en un par de medios de confianza, Cinefreaks y A Sala Llena. Siempre me resultó muy fácil recordar muchísimos datos vinculados a las películas, trazar un “árbol genealógico” intelectual y formular juicios de valor a partir de la argumentación racional y no sólo a través de los gustos/ caprichos individuales. En la crítica deben priman la formación humanista (no la técnica o disciplinaria tecnocrática porque hablamos de un arte en contacto directo con la dimensión y los problemas de la sensibilidad social humana), un conocimiento histórico que abarque toda la historia del cine y la mayor cantidad posible de cinematografías nacionales (si nos centramos sólo en Estados Unidos -como hacen los nerds- o en Europa -como los trolls del cine- siempre empobreceremos el análisis crítico vía la ignorancia y la ceguera; tampoco hay que caer en el turismo cinéfilo de esos hipsters que pululan en los festivales de cine, los que luego ven dos películas por año cuando termina el festival de turno…), la diversidad dentro de un mismo marco temporal (hay que poner sobre la mesa todas las posibilidades en materia de géneros, estilos, autores, profesionales, criterios, ideologías, vertientes, entonaciones, etc.), una titulación universitaria en establecimientos de probada calidad educativa (el oficio de la crítica depende del enriquecimiento cinematográfico personal y éste sólo puede articularse mediante un bagaje intelectual que permita volcar en palabras la interpretación del que escribe: es fundamental la formación científica concreta en semiótica, historia, economía, filosofía, sociología, antropología, idiomas, etc.), y finalmente esa curiosidad que permita seguir ampliando el bagaje cultural/ científico a lo largo de toda la vida (nunca hay que estancarse en la actitud patética del “sé todo lo que debo saber” o “ya no hay nada que me sorprenda”, dos artilugios facilistas del consumidor cultural apático contemporáneo). Con respecto a los actores y directores argentinos, la mayoría tiene una relación ambivalente con la crítica, la misma relación de cualquier arte con los metadiscursos que genera a nivel social: celebran las críticas celebratorias y aplastan las críticas aplastantes.
¿Qué críticos vale la pena leer y cuáles no?
Prefiero no hablar de críticos particulares porque la enorme mayoría cae en la dupla ya mencionada, la de los nerds y los trolls, que empobrecen a la crítica en general y nos condenan a un atolladero que devalúa la profesión. Por suerte siempre hay excepciones; y en este sentido recomiendo fervientemente la lectura de colegas como Martín Chiavarino, Enrique D. Fernández y Ernesto Gerez, todos ellos compañeros de A Sala Llena///////PACO