Título:
El pequeño guardia rojo

Autor: Wenguang Huang
Páginas: 304
Editorial: Libros del Asteroide

No es ninguna novedad que la milenaria tradición china y el comunismo no se llevaban bien. Durante el período que duró la Revolución Cultural, el Confucianismo era como “el diablo que metió la cola”, haciendo que las contradicciones se acentuaran para nunca más volver atrás. Quizá sea esa la razón por la cual ninguna de las premisas del filósofo chino se cumplen -a pesar de los muchos intentos- en las memorias familiares relatadas en El pequeño guardia rojo, la ópera prima de Wenguang Huang (Xi’an, China, 1965). La Revolución Cultural Proletaria tuvo lugar en China entre 1966 y 1976 (en su versión extendida). Se trató de una campaña a través de la cual el presidente del Partido Comunista, Mao Zedong, hizo que se movilizaran los guardias rojos, miles de estudiantes que diseminarían el ímpetu revolucionario por todo el país. Las contradicciones surgidas en ese período hicieron del choque ideológico una constante que duraría hasta la juventud del autor.

Durante el período que duró la Revolución Cultural, el Confucianismo era como “el diablo que metió la cola”.

Cuando Huang tenía nueve años, su abuela comezó a obsesionarse con la muerte. Fiel a la tradición oriental, la mujer quería un funeral organizado según los ritos y costumbres chinos y ser sepultada en la provincia de Henan, lugar donde había nacido. Pero en ese momento los funerales estaban prohibidos. Por cuestiones de espacio y practicidad, el gobierno había decretado que todos los muertos debían ser cremados. Primera incoherencia: ¿cuál es el lugar que ocupa la finalidad práctica dentro de la cultura china? A partir de ese momento, el padre se las ingenia para construir un shou mu, un ataúd -traducido en el texto como “caja de longevidad”- y mantenerlo escondido en su casa durante veinte años. Wenguang, quien fue el encargado de cuidarlo y dormir junto a él durante mucho tiempo, toma este hecho familiar como punto de partida para relatar la preparación del funeral, la sucesión de desventuras que la situación trajo a la familia y las transformaciones que sufrió China durante los últimos treinta años del siglo XX.

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El libro está dividido en dos partes: en la primera, el autor retrata en doce capítulos la “piedad filial”, un mandato del cual era imposible escapar y por el que se hacen los mayores esfuerzos de complacencia, en un contexto en el que las disposiciones y el fanatismo político inclinan la balanza. En la segunda mitad, Huang habla de los cambios radicales en China, de su madurez, de su independencia, de romper con el precepto confuciano de respeto filial que un hijo debe tener por sus padres (y que tanta confusión y culpa genera) y de dejar atrás su cultura y casi toda su historia en pos de su occidentalización. Después de la matanza de Tian’anmen, el 4 de junio de 1989, Wenguang Huang se radicó en Estados Unidos, país donde publicó su único libro y donde dice que “vive en una sociedad libre y democrática”. Como periodista escribió para Chicago Tribune, The Paris Review, The Wall Street Journal Asia, Harper’s y Asia Literary Review. Como traductor redactó a Shakespeare en chino y  recibió el premio PEN en 2007.

El pequeño guardia rojo debe leerse como una crónica autobiográfica cuyo subtítulo podría ser: “Una historia del comunismo contada desde adentro”

El pequeño guardia rojo lo escribió desde la distancia, no sólo espacial sino también temporal. Lo hizo con un lenguaje melancólico pero también irónico, criticando con humor y retórica grotesca las paradojas de su cultura y de su país, lugar en el que si quiere publicar su texto sería “con la condición de cambiar pasajes con contenido sensible”. O reescribirlo entero para evitar así mostrar la doble moral de los sistemas dictatoriales (supervivencia social y honor familiar) tan bien retratada a lo largo de todo el libro. Si bien el escritor aclara que se trata de las memorias familiares, El pequeño guardia rojo debe leerse (desde el título) como una crónica autobiográfica cuyo subtítulo podría ser: “Una historia del comunismo desde adentro”, por un hombre que no fue ni preso político ni exiliado pero que vivió su niñez, su adolescencia y su adultez atravesado por un sistema lleno de contradicciones. Para centrarse en el alejado mundo oriental es necesario cambiar el eje de interés, teniendo en cuenta que la evolución del actual gigante asiático es producto de un pueblo que se debate (desde hace mucho tiempo) entre la tradición y el progreso, el núcleo urbano y el rural, la política y la religiosidad//////PACO