De la misma manera que es mucho más fácil ser adulador que crítico, es también demasiado fácil ser cínico y tirar a matar. No leí ni una sola reseña de The Revenant, última película de Alejandro González Iñárritu protagonizada por Leo Di Caprio. No me moderé. Tengo la impresión honesta del que acaba de salir del cine. Sentado en las butacas de un centro comercial en Coralville, a dos kilómetros de Iowa City, lo primero que apareció en la pantalla fue una señorita con pelo planchado que decía -directo desde Hollywood- ¿será éste el año de Di Caprio? Lo siguiente que pensé fue que, en un cine no muy distinto a aquel, en un suburbio no muy distinto de Coralville, hace unos años un loquito se levantó y empezó a dispararle a los espectadores.

THE REVENANT Copyright © 2015 Twentieth Century Fox Film Corporation. All rights reserved. THE REVENANT Motion Picture Copyright © 2015 Regency Entertainment (USA), Inc. and Monarchy Enterprises S.a.r.l. All rights reserved.Not for sale or duplication.

Hay que aceptar que las manchas de sangre en la nieve tienen su belleza.

Matar al espectador -dispararle- es algo que deberían hacer los directores. El problema de cierto cine con aspiraciones oscareñas es la necesidad de complacer. Storyline: Leo Di Caprio tiene un brutal accidente con un oso. No puede continuar la marcha. El capitán decide dejarlo atrás, con tres compañeros (entre ellos su hijo), hasta que puedan volver por él. Fitzgerald, uno de esos compañeros, lo traiciona. Lo dan por muerto. Di Caprio, herido y muy débil, inicia la vuelta al campamento. Quiero encontrarle virtudes. Esa sería una primera virtud. The Revenant es incómoda. A primera vista, no busca complacer. Desde Amores perros que a Alejandro González Iñárritu le gusta mostrar animales lacerados y manchas de sangre. En su última película, no se privó de ese placer. Hay que aceptar que las manchas de sangre en la nieve tienen su belleza.

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La confusión es creer que el agobio óptico es más eficaz que el agobio psicológico.

En términos formales, lo más pulido que tiene el director es su nombre: Alejandro Gonález Iñárritu es un endecasílabo. ¿Hay en la película otros rasgos de poesía? El mexicano intentó mostrar el universo sublime de la naturaleza. Pero así como Thoreau se dedicó a explorarla, a reflexionar y escribir sobre ella en libros como Walden, Iñárritu asumió que la única forma de producir agobio es a partir de una puesta en escena con lentes angulares y primeros planos que -literalmente- no dejan respiro. La confusión es creer que el agobio óptico es más eficaz que el agobio psicológico. Michael Haneke, por ejemplo, no cierra tanto el plano y sin embargo tampoco se puede respirar (El Séptimo Continente, Benny´s Video, Amour, la que sea).

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Ese virtuosismo, esa belleza visual, ¿vienen a suplir qué otra falta?

Quizás Haneke, que no tiene que complacer al mismo público, juegue con el extremo de su libertad narrativa. A veces, como Iñárritu con los planos detalles el steady cam con lentes angulares, Haneke también exagera en su perversión. Pero ese es uno de sus atributos cinematográficos: narrar ese límite humano. ¿Cuáles serian los atributos cinematográficos de Iñárritu en The Revenant? Desconfío cuando una película está demasiado bien fotografiada. Ese virtuosismo, esa belleza visual, ¿vienen a suplir qué otra falta? Desconfío de estos largos films de épica personal en los que durante la mayor pare del tiempo está el protagonista en escena. Di Caprio, que es un actor excelente, debería haber ganado el Oscar con El lobo de Wall Street, donde hizo un protagónico excelente. Si lo gana éste año, entenderemos mucho más qué premia la Academia. Habrían premiado el sacrificio personal, el esfuerzo y la destreza, más que el trabajo actoral como parte de un film. ¿Está mal premiar destrezas?

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Complacer el gusto de las películas que pelean el Oscar es casi entrar en un género muy específico que puede llevarse puesta la voluntad, el impulso cinematográfico.

La destreza, rápidamente, aburre. Es la diferencia entre Joe Satriani y Jimmy Page, dos grandes guitarristas. A veces el desarrollo de la destreza (musical, visual, narrativa) extingue el alma. Sin alma, la obra de arte queda inconclusa. Como decía al principio, es fácil darle caña a un director que dio un salto de calidad en su propia carrera profesional. El problema -a mi gusto- es que el endecasilábico Iñárritu se volvió eso, un profesional. Y complacer el gusto de las películas que pelean el Oscar es casi entrar en un género muy específico que puede llevarse puesta la voluntad, el impulso cinematográfico, ese origen que lleva a un director a mover toda una maquinaria obsesiva e industrial para contar algo con imágenes y sonidos. Si se pareciera menos a El Náufrago y más al Walden de Thoreau, en el que el autor se intercala en la naturaleza para extraer lo sublime, la película podría apuntar a una plenitud. La plenitud que alcanza ahora, es la plenitud de sacrificial de un protagonista heroico. Sugerir es mucho más difícil que explicitar. Por eso Juan L. Ortiz es tan bueno y a veces difícil de seguir. La naturaleza es más que un entorno botánico.

re_select_1.00000874 Leonardo DiCaprio stars in THE REVENANT, an immersive and visceral cinematic experience capturing one man’s epic adventure of survival and the extraordinary power of the human spirit. Photo Credit: Courtesy Twentieth Century Fox. Copyright © 2015 Twentieth Century Fox Film Corporation. All rights reserved. THE REVENANT Motion Picture Copyright © 2015 Regency Entertainment (USA), Inc. and Monarchy Enterprises S.a.r.l. All rights reserved. Not for sale or duplication.

Es legítimo que Iñárritu haya querido mostrar la violencia no subjetiva de la naturaleza hacia el hombre. No es hostilidad, es lo que es.

Es legítimo que Iñárritu haya querido mostrar la violencia no subjetiva de la naturaleza hacia el hombre. No es hostilidad, es lo que es. No considera al hombre más que como considera la corteza de un árbol o el fluir de un arroyo. En equiparar humanidad con naturaleza, The Revenant gana un round. Iñárritu no inventó lo de meterse adentro de un caballo muerto para evitar la congelación. La imagen parasitaria -un humano adentro de un ex ser vivo- tiene cierto encanto hemoblogínico. En Fitzcarralgo, Werner Herzog sí logró contar el delirio de un hombre que intenta llevar la alta cultura a un punto recóndito del Amazonas. Y si bien Herzog produce agobio con la naturaleza, el río, los animales y la densidad de la vegetación, la verdadera densidad y agobio la provee la locura del protagonista. Superponer ópera y naturaleza, además, es un hallazgo poético que por parece un oxímoron: ¿qué hace este hombre escuchando Caruso mientras remonta un brazo remoto del río? Por otro lado, es menos solemne. Klaus Kinski, siempre al borde del desequilibrio, no posa para el Oscar. Habrá posado para la consagración artística -que no es menos vanidosa- pero no para el Oscar. ¿Por qué aclaran que está basada en hechos reales? Sería mucho mejor decirlo al revés: basada en hechos irreales, producida por la imaginación////PACO