Música


El Hulk del rock y el transformer porteño

Hace dos décadas atrás estaba en mi casa, tirada en el sillón, mirando en una tv de catorce pulgadas, sin saberlo, el último recital de los Guns N’ Roses. Para el pasado domingo 6 de abril, era obvio que la situación había cambiado bastante. A mí ya no me quedaba el pintorcito azul de pre-escolar y era libre de salir sin custodia patriarcal. Por eso me encontraba en el estadio de Ferro, a la espera de la música, mientras el escenario vacío era sutilmente iluminado. Ya había visto a las tres bandas soporte, Buen Salvaje, La Carga y Coverheads. Estos últimos fueron los encargados de abrir la carretera hacia el infierno y activar el proto-pogo invocando a los AC-DC, con un “a ver si con esto van preparando las piernas para lo que se viene”.

En forma de micro-ansiolítico antes de empezar el show, Bumblefoot pasó “casualmente” detrás del escenario yendo de una punta a la otra con su guitarra colgada. Luego, para intentar calmar a las fieras hizo reverencias, se golpeó el pecho, sonrió felizmente, agarró banderas y regaló púas que volaban para el lado debido al viento.

Clásico e impuntual, todo comenzó una hora después de lo programado. Las luces se apagaron, y el preludio sonoro hacia que las rosas florezcan de las calaveras con la misma intro de True Detective. Cuando el público y la banda estaban en sus puestos de largada, D.J. Ashba subió detrás de la batería y tocó los primeros compases de “Chinese Democracy”. La marea humana viviente comenzaba a vibrar. Al escucharse “It don’t really matter” la explosión de adrenalina fue visual, rítmica, musical y emocional. Axl Rose se plantó frente a todos. Mientras tanto, el público era un transformer ondeante, que iría incrementando su tamaño con cada segundo de los perforadores hits de la banda. “Si sobrevivís a Welcome to the jungle y a It’s to easy, quédate tranquila que después te vas a bancar todo lo que venga” le dijo un chico a su novia. Como un Hulk de agudos oídos, los siguientes temas fueron esos. 

«Argentina just took it to a new level tonight.«

¿William Bruce venía acompañado por un “nuevo integrante, un pibe nuevo”? En todo caso, ya sabía cómo pararse, cuándo y dónde estaba. Duff Mckagan, sólido, vestido íntegramente de negro, gafas oscuras, decía física y mentalmente “I’m back, bitches, look at me”. No era “como si nunca se hubiera ido”, pero el regreso resultaba contundente, y todo señalaba que había vuelto (aunque fuera por cinco conciertos en Latinoamérica). Veinte años después de haber tocado juntos por última vez, el joven nacido en Indiana y su amigo de Washington estaban geográficamente en el mismo lugar. Final y principio unidos. Era como completar las figuritas de un viejo álbum emocional del rock. Le pidieron que toque “So Fine”, al menos para las chicas, pero no. “Attitude” y “Raw Power” fueron explosivos líquidos absorbidos por la piel de forma de últra-instantánea y explotaron en lo más profundos de las entrañas. El hashtag #DuffIsBack era real ante los ojos de los presentes.


Guns N’ Roses/Duff Mckagan – Attitude & Raw Power – Live @ Argentina – 6/4/2014

Después de surfear entre viejos acordes de California y vientos de democracia, llegó el momento «This I Love». Si al escuchar ese tema en el disco se entiende que todo es una plegaria de rock bendecida por Freddie Mercury, en vivo fue una confesión mítico-visceral. Mientras Axl cantaba y se movía por el escenario estaba recreando su búsqueda por el universo. Y cuando el nuevo portador de la galera hizo lo suyo esa luz intensa, brillante y vivaz fue material. Tanta intensidad sensitiva se repitió más de una vez durante tres horas.

Durante la noche se vio sobre el escenario a una banda viva en todas sus dimensiones con una perfecta retroalimentación con sus fans. Desde los solos hasta los aplausos, las arengas y los agradecimientos, con un líder al que se le voló el sombrero por el viento justo cuando se inclinó para cantar con la patita sobre el parlante y quedó como si los dioses hicieran magia sobre él para alegrar al público. Con un Ashba al que si lo dejaban se robaba el show porque no paró de disfrutar y hacer que disfruten de él más allá de las cuerdas de la guitarra. Le sacó a un camarógrafo su cámara para filmarse él, girar y filmar a la multitud, y encontrar la ocasión para saltar hacia ellos. Un Ron Thal que, además de haber calmado a las fieras antes de empezar, se colgó una bandera y recorrió todo el escenario corriendo. Un Richard Fortus que jamás dejó de enloquecerse con sus propios acordes. A los que se acoplaron una percusión contundente y motivaba por una fuerza oscura, junto a un teclado y piano majestuosos.

GNRFerro_1

En otras palabras, desde el segundo cero, pasando por una fría lluvia de noviembre, una guerra civil emocional, una confesión de asesinato, hasta la llegada al paraíso los Guns N’ Roses fueron una ola de Rock imparable, con un traqueteo constante que hizo arengar hasta niños de dos años y emocionar hasta las lágrimas a las chicas de veinticinco. Entonces, se puede decir que Axl Rose es, parafraseando a Calamaro, un caballo que sigue galopando para mantenerse, por la necesidad imperiosa de vivir y dejar morir. Y el efecto triunfal del éxtasis que te dice “si parás de bailar te vas a morir” sigue ahí. Para esto, hoy, lo acompaña una tripulación que se encarga que el viento sople fuerte en su espalda, tiene junto a él a la reencarnación rockera de los Mirmidones de Aquiles, no a unos simples concertistas. así que el pasado seis de abril el Hulk del Rock nacido en Indiana demostró que sigue vivo y junto a un transformer ondeante aplastaron el estadio de Ferro.///PACO