Para @juanterranova, a piedi attraverso l´Italia

Lunes
Juan Pablo Varsky lee #RevistaPaco en su programa de radio. El tema en discusión es la Masa Crítica y su fantasía de fascismo ecológico. Personalmente, el asunto me parece tan intenso como un zapping. Las mujeres lindas usan bicicletas y las bicisendas alcanzan la categoría de carril rápido para lo que a determinadas horas se convierte en un maravilloso paraíso musulmán. Un monstruito ridículo queda en el medio, ¿pero qué dice? Oh, habría que agacharse mucho para escuchar. Los pasos de los gigantes son más interesantes. En Hegel, la biografía que escribió Jacques D´Hondt, se lee que al autor de la Fenomenología del Espíritu le pagaban a veces con bolsas de cebada y leña. Y esas retribuciones no representaban ninguna conmiseración; eran la verificación concreta de una necesidad específica. Suabia, la patria germana de Hegel, era según D´Hondt un lugar políticamente sometido y materialmente difícil.

De sus escapadas como estudiante de la escuela para pastores luteranos hay registros de Hegel diciendo que «la divisa del verano pasado ha sido el vino y la divisa de este verano ha sido el amor». Una buena biopic mostraría al joven Georg Wilhelm Friedrich Hegel cortando una carga de leña recién entregada en la puerta de su casa. A pocos metros, desde el interior, la esposa lo miraría con una aprobación parca. A Hegel no le importaría. Él estaría dando golpes de hacha a la leña y recordando otra vez algún amor materialmente accidentado de su época de estudiante junto a sus camaradas en el Stift. «Hölderlin también siente una feliz inclinación hacia el culo de esta pastora», recordaría Hegel que le habría dicho Schelling, mientras saciaba la divisa del verano.

Martes
Leo un texto de María Victoria Moreno sobre la transformación feminista en Mad Men. Si la web ha hecho de la ciudad un objeto cada vez más obsoleto e irritante -prácticamente siete de cada diez personas caminan mirando la pantalla de su smartphone y eso es porque lo urbano ya ni siquiera tiene el poder de convocar a la mirada-, el feminismo y sus variaciones actuales, en cambio, sí parecen demandar una conversación. ¿Don Draper habría soportado el trance? Sé la respuesta y la escribió Philip Roth y no resulta del todo grata para el imaginario de la dominación masculina. Por suerte, como dijo con una sonrisa dionisíaca Fran Lebowitz, los hombres siempre serán los más fuertes.

En tal caso, Mad Men -que, como escribió Patricio Erb, terminó por parecerse a una serie de Polka- trata el asunto más desde la perspectiva masculina que femenina. Las chicas de Mad Men no son más que el espíritu de una época -por darle un tono hegeliano al asunto- pero la tragedia de la Historia nunca ha tratado sobre quienes luchan por alcanzar el poder sino sobre quienes lo pierden hasta la conciencia última de la derrota. Lo último que vi de Mad Men fue a Don Draper incapaz de escuchar una canción experimental de George Harrison. Y pensé que esa clase de debilidad lo hacía merecedor de cualquier forma cruel de extinción masculina. Más acá de Don Draper, sin embargo, está Michael Douglas. Douglas dijo en una entrevista que el cáncer de garganta que casi lo mató era culpa del HPV. El virus que había lamido y tragado durante años de cunnilingus. En la imagen del hombre que se inclina para complacer las vaginas de las mujeres y termina en una sala de oncología hay una delicada reescritura del mito de la vagina dentada pero también una historia que Sex and the City jamás imaginó. Más tarde, en La Nación Online, una noticia: «Se reciben sólo 27 alumnos de cada 100 que ingresan». Diego Vecino busca el link pero el site indica sin mayor explicación que la nota ha sido eliminada.

Miércoles
Hago algunas anotaciones de lectura en La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides. El paisano, por lo menos hasta la página 389, resulta un maestro de la demagogia amorosa. El asunto amerita un análisis más detallado en otra instancia. Esta sola frase sintetiza el equívoco: «Las compañías farmacéuticas trabajan al revés de como deberían hacerlo. En lugar de empezar por tomar determinada enfermedad  y desarrollar un fármaco para tratarla, creaban fármacos y luego trataban de averiguar para qué enfermedades servían». Cambiando «compañías farmacéuticas» y «enfermedad» por «semiología francesa» y «sexualidad», se desnuda el apogeo y la caída de un homenaje de 531 páginas a la novela romántica inglesa.

Descargué y miré The last stand. La pureza del argumento, la trama sólida, la certeza de un género. Las aspiraciones de densidad argumental del cine dramático que estuve viendo por azar en los últimos tiempos resultan fallidas, incompletas, forzadas. La doxa sobre la migración de las narraciones dramáticas desde el cine hacia las series de televisión ha socavado al fin la creatividad de los cineastas. Mientras tanto, Arnold Schwarzenegger apunta y dispara y los cuerpos caen y caen muertos. La única instancia donde identifico ese goce del entendimiento que provoca llantos entre quienes no saben leer y se frustran y se regodean en su propia brutalidad.

Leo una lista de las marcas de ropa que producen sus mercancías con mano de obra esclava en Argentina. Están todas las que conozco y algunas cuantas más. Alguien añade sobre la lista la frase tan temida: «Sin compras no hay esclavos». Se me ocurre otra: «Sin compras estaríamos desnudos».

TEN

Jueves
Leo en el Daily Mail que el último episodio de Game of Thrones está basado en la Black Dinner de 1440 en el Castillo de Edinburgo. Hace 573 años, el anfitrión de Edinburgo sirvió una enorme cabeza de toro y después asesinó a los invitados. En el proceso también violó las normas de la hospitalidad, cuestión sagrada desde la Antigüedad. Vi el episodio de Game of Thrones: un intento loable de intensificar el drama de un programa que cayó en la recursividad y el tedio y el fantasy estúpido. Recuerdo el rasgo moderno de una frase de las temporadas anteriores: «La información es poder», contestada de inmediato con el pragmatismo premoderno: «El poder es poder».

La escena del asesinato tiene fuerza dramática pero le falta realismo. Un adulto degollado grita hasta que la traquea deja de servir, camina durante los segundos que la sangre se irriga todavía hacia los músculos y baña todo su alrededor con la sangre bien oxigenada de la aorta. Hay un reflejo por el cual el cuerpo se mueve durante un buen rato y todavía intenta respirar y respira. Por eso se ata a los degollados antes de degollarlos. No es una situación digna, ni shakespereana y por eso los narcotraficantes mexicanos ejecutan a sus enemigos de esa manera. Hay una buena galería de videos al respecto a disposición de quienes se atrevan a mirar.

La familia Stark no tiene capital social, humano ni material. Y el capital erótico deja bastante que desear. Una madre anciana, hermanas entre la estupidez y el lesbianismo, un rey sin territorio casado con una mujer horrible de otro pueblo. Valoro la escena del asesinato de la reina embarazada, en cambio. Seis, siete, ocho puñaladas directas al estómago. Representadas en el programa que mira la presidenta cada domingo, la relevancia política del tema aborto podría haberse prestado a la lectura de algún feminismo lúcido. Setenta y horas después se aprobaba una Ley de Fertilización Asistida.

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Viernes
Leo sobre la figura del proctor en Oxford. Son los senior officers encargados de la disciplina y también de presentar quejas de y contra los estudiantes. Dentro de la universidad tuvieron poder de policía hasta 2002, cuando los ciudadanos de Oxford se quejaron de los excesos sobre la población no universitaria. Proctor es el apócope de procurator.

Leo Facebook (y ahora un breve rant de violencia): uno que pone preguntas estúpidas todos los días para ver si pesca alguna pieza de carne de saldo pone una nueva pregunta estúpida; otro agradece que le regalaron unos libros; otro vende productos periodísticos grises y sin público pero subvencionados por todos los contribuyentes; muchas viejas que atraviesan la menopausia entre la soledad y los cócteles de presentaciones de libros de mierda. Pero hay otro costado más amable: me entero del compromiso de un amigo y a la vez una amiga -bueno, es una palabra útil– me comenta la rápida intolerancia que le provoca la alegría de los otros. Al despedirse escribe algo que leo como el título de un buen disco indie: «Te dije que sería un ente».