1. Hace un par de meses, una noche me llamó desde Resistencia, Chaco (llamada de larga distancia) un amigo con el cual no hablaba desde las últimas fiestas, a quien llamaremos Pablo, con una consulta que lo urgía:

Pablo: –Negro, estoy acá con mis hijos y unos sobrinos jugando con los muñecos de los Vengadores, y uno de mis sobrinos me está discutiendo algo, y el único que conozco que puede saber quién de los dos tiene razón sos vos…

Yo: –(Sigh) Supongo que podré… ¿Cuál es la duda?

Pablo: –‘Cucha una cosa: Thor, ¿no? ¿Vuela porque es un Dios y todo eso, no por el martillo? ¿Volar es uno más de sus poderes, aparte de ser super fuerte y que-se-yo-qué-mas? Porque estábamos jugando, ¿viste?, el martillo se lo sacó uno de los enemigos, y mi sobrino dice que sin el martillo no puede volar… ¡Las pelotas no puede! ¡Es el puto Thor,Dios de Asgar’!

¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo llegamos a este punto en el cual pasó a ser moneda corriente que un grupo de niños estén jugando con juguetes de Los Vengadores y un padre tenga que estar al tanto de los poderes de un personaje como Thor, creado para la industria de la historieta yanquie en 1962 –al menos este Thor, el héroe que forma parte de los Avengers, no así el verdadero mito nórdico- y que jamás tuvo siquiera una serie animada propia en medio siglo de existencia?

Avengers Assemble

2. Marvel se metió en la cocina de tu casa sin que te dieras cuenta, y el camino que eligió para hacerlo fue el cine. Ninguna boluda la Marvel esta. Hoy ves a un adolescente con una remera con el logo del Capitán América y tu primer pensamiento no es «este pendejo pelotudo pro-yanquie no sabe ni lavarse el orto y se calza una remera imperialista«, para nada, hacés automáticamente el link directo al personaje y sus películas. La bajada de línea del Capitán en todo caso queda a discreción de cada uno. Incluso en Argentina, un país históricamente de la editorial D.C. Comics (competidora directa de La Casa de las Ideas), hoy Marvel manda.

Ambas editoriales tienen publicaciones en Argentina, pero solo Marvel posee una editorial argentina de historietas que negocia y compra los derechos, arma los programas de publicación, decide formatos y precios, traduce, diseña, imprime y distribuye, todo made in pampa-nation. En relación al mercado editorial argento, D.C. sigue digitando todo desde la reina patria, España. No conforme con eso, hace unas semanas culminó una colección quincenal de 12 números, venta directa por kioscos, con Iron Man como protagonista, auspiciada por Clarín y coordinada y editada por Ovni Press, la editorial que tiene los derechos de publicación en Argentina de los personajes de Marvel Comics, y hace 2 meses y medio comenzó a salir, también en los kioscos, otra colección quincenal, esta vez en tapa dura y con un costo mayor, de sagas épicas de Marvel Comics, que presumiblemente podría llegar a contar con más de 50 números, y que tiene a la editorial SALVAT como garantía.

¿Pero de qué estoy escribiendo, qué son Marvel y D.C., y por qué si menciono a una se me figura imposible no citar a la otra? No es la idea hacer un recorrido introspectivo e incisivo por la historia de ambas empresas pero para ponerlos en contexto es necesario que sean conscientes de que en el país del norte se libra una guerra, una batalla que no la cubre ni la CNN ni la FOX News, un combate titánico entre dos facciones que se viene librando desde las trincheras que proveen el subterfugio del comic americano desde hace décadas y que durante años casi toda la humanidad desconocía, pero que existe, y que sin lugar a dudas ya tiene un vencedor. Dicha contienda tiene como protagonistas a dos editoriales de comics, Marvel y D.C., y la historia entre ambas contiene todos los complejos ingredientes que podamos imaginarnos, e incluye fusiones y/o colaboraciones con empresas de otros rubros para poder explotar las franquicias y ampliar el espectro de llegada, logrando posicionar a los personajes de ambas en líneas de juguetes, videojuegos, cartoons para TV, largometrajes animados para venta directa en DVD, series live-action para televisión o películas para cine.

La crónica de este conflicto es tan amplia y jugosa que requeriría de varios libros para poder ser narrada con precisión, pero la base de todo esto finalmente son los personajes que se corresponden con cada empresa, los cuales son a la vez franquicias de las mismas que explotan a gusto:  Superman, Batman, Wonder Woman, Green Arrow, Flash, Green Lantern y Aquaman para D.C., Spider-Man, Daredevil, Punisher, Iron Man, el Capitán América, Hulk, Thor, los Fantastic Four y los X-Men (Wolverine, el profesor Xavier y el resto de los mutantes) para Marvel. Por supuesto, acabo de mencionar los más populares, me quedan afuera un centenar de personajes por cada editorial.

 

Tapa de Muscla & Fitnessn con Wolverine - August-2013

 

3. “Toda historia tiene un comienzo…” nos dijo alguna vez George Lucas –y nos empomó con el bodrio de Star Wars: Episode I – The Phantom Menace (1999)– y ésta también, podríamos situar el comienzo de la misma a finales de los ’90. Luego del éxito obtenido en TV con los cartoons de Spider-Man y X-Men, Marvel decide avanzar hacia un terreno casi desconocido y para eso renombra un departamento como Marvel Studios y se ponen como objetivo comenzar a explotar muchas de sus franquicias en televisión y cine apuntalando más que nada aquellas producciones destinadas a ser Live-Action (con actores y escenarios, no animadas), ilusionándose con una catarata de producciones dedicadas a la pantalla gigante. Los números no son del todo favorables al cerrar la década y pasan a un sutil plan B: vender algunas de las franquicias a productoras de cine, y que ellos se encarguen de generar los contenidos, dejando un muñeco (Avi Arad) como enlace para que se encargue de que dichas producciones conserven los rasgos característicos de cada personaje y entorno que iba a ser adaptado.

En su momento la propuesta fue arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que lo que hoy es una tendencia en esos años era un delirio fallido de unos pocos: teníamos la genial The Crow (1994) de Alex Proyas que terminó haciendo más ruido por la muerte del hijo de Bruce Lee durante la filmación del film que por el peso propio de la producción. Ambos motivos lo llevaron a ser un film de culto, pero por una buena nos caía mucha bosta. The Shadow (1994), Judge Dredd (1995) con Sly Stallone, Barb Wire (1996) con Pamela Anderson, Vampirella (1996) y The Phatom (1996), todas producciones pequeñas que, o por el bajo presupuesto o por el pésimo guión adaptado y las malas actuaciones –cuando no las tres cosas juntas- terminaban recibiendo el rechazo generalizado del público y de la taquilla si es que llegaban a estrenarse al cine y no salían directo a video. Si no fuera por la ya mencionada The Crow, por la secuela de Burton de Batman y por la Darkman de Sam Raimi el cine que adaptó comics superheróicos en la década del ’90 bien podría ser olvidado y nadie debería ofenderse.

De todos modos, todo hay que decirlo, en esta movida D.C. fue pionera, y al menos en sus primeros intentos le salía bastante bien: allá lejos y hace tiempo la Superman (1978) de Richard Donner fue una tremenda producción que dejó a todos los que pudieron verla en los cines con la mandíbula por el suelo, y Christopher Reeve se transformó en la cara de Clark Kent/Superman, al punto tal que años después muchos dibujantes intentaban emular el aspecto del actor al personaje en los comics. Con un soberbio casting que incluyó a Marlon Brando, Gene Hackman y a una deliciosa Margot Kidder, esta película hoy forma parte del registro cinematográfico personal de cada habitante de este planeta, y es un indiscutido ícono cultural. Las secuelas fueron descendiendo en calidad pero lograron consolidar la penetración del personaje y la productora (Warner Bros.) en el inconsciente colectivo. D.C. y Warner volverían a arañar un éxito parecido con las famosas Batman’s de Tim Burton estrenadas en el ’89 y el ‘92, y volverían a cagarla con las secuelas dirigidas por Joel Schumacher en el ’95 y ’97, y tristemente estos serían los últimos estrenos en cine de superproducciones de D.C. durante mucho, mucho tiempo.

Volviendo a Marvel, a fines de los ’90 estrenan Blade (1998), una moderada propuesta con Wesley Snipes como protagonista, adaptando las aventuras del personaje homónimo -un Vampiro negro rebelde que caza Vampiros jodidos-, producción de New Line Cinema, que casi no hizo ruido pero no desagradó. La apuesta fuerte vendría de la mano de Bryan Singer en la dirección, llevando a la pantalla grande el primer film que contaría una historia de los Mutantes de Marvel. X-Men (2000) es un film importantísimo, es el punto de inflexión de toda esta tendencia, y es mucho más grande de lo que se aprecia al día de hoy. Lo principal: era la primera vez que se intentaba hacer una producción en serio adaptando un comic superheróico conformado por un grupo de personajes, con lo que eso conlleva. La elección de Marvel para dar este paso era, como mínimo, cuestionable: más allá de la popularidad que los mutantes habían alcanzado en los ’90 producto de las buenas ventas que tenían sus comics –y la proliferación de los mismos a la par del HIV- y del éxito obtenido con el cartoon en la TV, los X-Men fueron históricamente una parte del fastuoso universo de Marvel relegada a un segundo plano. El super-grupo histórico por antonomasia de la editorial eran los Avengers y, si Marvel quería comenzar a dar pasos gigantes en cine, la lógica indicaba que tendría que iniciar este recorrido adaptando a esos personajes, pero los tiempos que vivía la editorial sumado al entusiasmo que tenían la FOX y Singer por estos personajes outsiders discriminados y vapuleados por la sociedad desembocó en esta cinta, y los Avengers perdieron una batalla que ni siquiera habían comenzado a pelear. La apuesta salió un poco mejor de lo esperado: Singer presentó un film maduro, con escenas duras –el comienzo nos muestra un campo de concentración Nazi en los tiempos de la Segunda Guerra, y un niño judío que es brutalmente separado de sus padres-, con buenas actuaciones, con algunos aciertos en el casting y sobre todo con una visión muy personal y muy ganchera, que contrastaba con lo que la tilinguería freak estaba esperando de sus personajes pero que funcionaba perfectamente en el público masivo. La secuela no se hizo esperar: X2 (2003). Para muchos, una producción incluso superior a la primera. En el medio, Sam Raimi nos mostraba su visión del personaje más popular de Marvel con Spider-Man (2002), producida por Columbia, la cual destruía la taquilla ante la mirada atónita de los directivos de D.C.

La maquinaria ya estaba en marcha y los estrenos de Marvel en cine se comienzan a acumular: la secuela de Blade también en el 2002, una modesta Daredevil (2003) y otra super-producción, Hulk (2003), esta vez bajo la dirección del taiwanés Ang Lee, se suman a la X2 ya mencionada estrenada ese año. En el 2004 tendríamos The Punisher, la 3er parte de Blade y la esperadísima secuela de Spider-Man, que recaudaría casi tanto como la 1ra. Para cuando nos queremos dar cuenta lo que comenzó siendo una apuesta riesgosa de Marvel se termina transformando en una tendencia, y comienzan a aparecer producciones modestas como Unbreakable (2000) –que no adapta ningún comic pero toca de costado al género- o The League of Extraordinary Gentlemen (2003) y la Hellboy (2004) de Guillermo del Toro.

D.C. y Warner atienden los reclamos de los fans y se ponen en marcha para relatar una vez más el origen de Batman, dejan todo en manos de Christopher Nolan y es así como aparece Batman Begins (2005), una visión sórdida e hiperrealista del orejudo más famoso del comic, muy alejada del misticismo y la teatralidad que caracterizó la producción de fines de los ’80 de Burton. El mismo año Marvel estrena Elektra [una película de un personaje que se desprende de Daredevil (2003), utilizando una vez más a Jennifer Garner, la misma actriz que había dado vida al personaje en dicha producción, lo que vendría a ser el primer spin off hecho y derecho del cine comiquero, ya que la producción estrenada por D.C./Warner el año anterior, Catwoman (2004) presentaba un personaje que nada tenía que ver con el que habíamos visto caracterizado por Michelle Pfeiffer en la Batman Returns (1992) de Tim Burton y nos sorprende con otra superproducción adaptando un grupo clásico de superhéroes de la casa: Fantastic Four (2005). Marvel clavaría una olvidable X-Men: The Last Stand (2006) al año siguiente y unas Ghost Rider (2007), Spider-Man 3 (2007) y Fantastic Four: Rise of the Silver Surfer (2007) el próximo, pero algo no estaba del todo bien para los directivos de La Casa de las Ideas… Sentían una incomodidad, probablemente disparada por algunas cuentas pendientes pero también por sentirse artífices de haber creado una torta de la cual ahora muchos estaban comiendo. Marvel quería volver a dar un batacazo, como lo había hecho en el 2000 con aquella primera X-Men, pero no le encontraba la vuelta, y le molestaba de sobremanera que D.C. pudiera comenzar a pisarle los talones, dado el éxito en taquilla y críticas que había tenido el retorno del detective encapotado a las salas de cine. Era momento de volver a subir las apuestas, patear el tablero, barajar y dar de nuevo.

 

Fantastic Four - Rise of the Silver

 

4. La cuenta pendiente, por supuesto, era con el grupo emblemático de la editorial, los Avengers, pero Marvel ya había clavado casi media docena de films de super-grupos en los últimos 6 años, hacer uno más no representaba un desafío ni tampoco resultaría innovador, y sin duda alguna no posicionaría a los Vengadores en el lugar que pretendía ponerlos. Promediando el 2005 entonces surgió una idea improbable, y sin lugar a dudas casi imposible de poner en práctica teniendo en cuenta la forma en la que se maneja la maquinaria de Hollywood, pero mientras más conversaban sobre esa idea, más se entusiasmaban, más les brillaban los ojitos, más dura la tenían y más dilatado imaginaban el orto de la competencia. Comenzaron a mover los hilos en voz baja, y a barajar opciones, y la primer conclusión a la que llegaron es que dejarían de tercerizar producciones: la clave del éxito para que este nuevo proyecto magnánimo se consolidara era que Marvel Studios produjera cada una de estas futuras películas. Paso a paso había que recuperar las franquicias que casi una década atrás habían vendido. Las buenas noticas eran que, exceptuando por Hulk, tanto Iron Man como Thor y el Captain America (los personajes que conformaban los Avengers originales) eran franquicias que Marvel Studios aún conservaba y podía explotar en cine, y lo del gigante esmeralda, teniendo en cuenta la pésima recepción que había tenido el film de Ang Lee, no sería difícil de recuperar. Lo siguiente que había que tener en cuenta es que el todo deberá ser siempre más importante que las partes, tal y como se maneja la editorial con sus publicaciones en papel. Esta consigna sembró un buen espíritu y dio sus frutos los primeros años, pero hoy por hoy está provocando fricciones y problemas que podrían acarrear una súbita caída al vacío. Pero en aquel entonces fue la biblia: el que no iba a jugar en equipo, ahí tenía la puerta.

Hoy parece cosa de todos los días, pero en ese momento recuerdo haber leído la noticia y haberme reído en voz alta. Una cosa eran los anuncios, y otra que los mismos se pudieran consolidar en hechos. Y Marvel salió a anunciar: tendríamos finalmente un film de los Avengers, pero antes conoceríamos uno a uno a cada Vengador con sus propios films individuales. Se estrenarían un par de films con Iron Man como protagonista, un film dedicado a Hulk, uno a Thor y uno al Capitán América, y luego tendríamos a los mismos actores caracterizando los mismos personajes, todos juntos en un mismo film de los Avengers cerrando una primer etapa (?) de un proyecto que estaría separado por Fases. Cada Fase la cerraría un nuevo film de los Avengers, y en el medio tendríamos o bien secuelas de las producciones que ya habían presentado a nuestros héroes favoritos, u otros films explotando otras franquicias de Marvel Comics que aún no hemos visto en cine. Una movida histórica no solo para la editorial y para las adaptaciones de comics a este medio, también para el cine, ya que jamás el séptimo arte –al menos en U.S.A.- había experimentado la unificación del concepto de cronología con el de universo común en distintas producciones.

¡¡¡¡Pero de que me están hablando, la concha de Dios y de todo lo que es puro y digno en este mundo, hijos de remil reputa, dejen de jugar con los sentimientos de la gente, pelotudos, me hablan de quichicientas películas, Fases, etapas, más de un film de los Avengers y la mar en coche y no tienen NADA, ilusos, delirantes, come-mocos nivel 35, pechofríos, búsquense un laburo digno y larguen la merca, tránfugas, Montoneros, renuncien!!!!

El proyecto por sí solo era atractivo, pero, ya lo dije, Marvel apuntaba a más, mucho más. Necesitaban una cara, un embajador, un kamikaze que apostara por esta movida incluso más que ellos mismos, carismático y verborrágico, y en lo posible con mucha chapa como actor, que tuviera al menos una nominación al Oscar, ponele. ¿Dos te caben? Me caben. Fueron en busca de un ángel caído en desgracia, un actor que supo tocar el cielo y que comenzó el nuevo siglo en cana, que se esnifó toda la merca de Palm Springs y tuvo más fiestas que Charlie Sheen y Fred Durst juntos, un tipo que estaba buscándole la vuelta para remontar su carrera y necesitaba un gol traducido en taquilla y popularidad desesperadamente. Fue así como encontraron en Robert Downey, Jr. el caudillo peronista de la causa Marvel. Si bien el film Iron Man (2008) fue, sin lugar a dudas, una producción impecable con una banda de sonido demoledora provista por temas clásicos de AC/DC y marcó un excelente comienzo de esta nueva etapa, lo que Robertito provocó en el público fue aún mayor a lo Marvel anticipó, y abrió un abanico de posibilidades de las cuales todavía nos terminamos de ver las consecuencias. Downey, de la noche a la mañana, con su carisma dentro y fuera de la pantalla, convenció a todo el mundo de que no existe nada más cool que participar en un film superheróico. Y Marvel no necesitó mucho más que eso para que convocar una inabarcable lista de actores con chapa para componer personajes protagonistas, secundarios o incluso para cameos. Desde Gwyneth Paltrow (partenaire de Downey en sus aventuras como Tony Stark) pasando por Jeff Bridges, Edward Norton, Liv Tyler, Tim Roth, Scarlett Johansson, Mickey Rourke, Samuel L. Jackson, Natalie Portman, Rene Russo, Anthony Hopkins, Hugo Weaving, Stanley Tucci, Tommy Lee Jones, Mark Ruffalo, Guy Pearce, Rebecca Hall, Ben Kingsley, Robert Redford… y la lista sigue. Y me limité solo a los actores que trabajaron en producciones de Marvel Studios del 2008 hacia acá, las franquicias que Marvel regaló y ahora quiere recuperar se siguen explotando con igual poder de convocatoria actoral, y el fenómeno, una vez más, trascendió lo generado por La Casa de las Ideas, y en la vereda de enfrente -y por los costados- tenés a Kevin Costner, Diane Lane, Russell Crowe, Woody Harrelson, Ellen Page, Kevin Bacon, Nathan Fillion, Seth Rogen, Cameron Diaz, Ryan Reynolds, Angela Bassett, Tim Robbins, Jim Carrey o John Leguizamo. Un desborde de celebridades de distintos palos actorales, todas con un mismo fin: participar de una tendencia que genera millones de dólares y les suma dividendos a sus futuros contratos. La locura por esta movida es tal que tenemos casos excepcionales como el actor Chris Evans, un absoluto cruzado de la causa que caracterizó al personaje Johnny Storm en los dos films de los Fantastic Four y luego le dio vida nada menos que a Steve Rogers, el Capitán América, y al día de hoy cuenta con participaciones en 6 films de Marvel, pero además actuó o puso la voz a un puñado de producciones que, o bien adaptan un comic o bien forman parte del género superheróico: TMNT (2007), Push (2009), The Losers (2010), Scott Pilgrim vs. the World (2010) y la reciente Snowpiercer (2013).

 

5. Marvel no suele ser pionera en prácticamente nada, pero cada cosa que hace la mejora. Si nos limitamos a su participación en cine, no fue la primera que apostó por directores jóvenes que ya cargaran con el beneplácito de la crítica o con una base sólida de fans, pero es evidente que le salieron mejor las apuestas que a su directa competidora. Mientras que un tipo como Burton jamás regresaría a dirigir algo remotamente relacionado con un superhéroe, Bryan Singer dirigió 2 soberbios films de la franquicia mutante, se pasó a la competencia para llevar adelante una Superman Returns (2006) que mejor perderla que encontrarla, boludeó un tiempo como productor y coqueteando con Tom Cruise en Valkyrie (2008) y regresó a cosechar lo que sembró en el 2000 con el comienzo de toda la movida, unificando dos relatos cinematográficos distintos de los mutantes en la superproducción que estrenó este año, X-Men: Days of Future Past (2014), inspirada en una historia en papel escrita por Chris Claremont y dibujada por John Byrne, y ya está preparando la secuela de dicho film, X-Men: Apocalypse (2016). O sea: volvió y lo hizo con todo, con la misma actitud y el mismo entusiasmo que demuestran Joss Whedon (director de las Avengers) y Robertito por el proyecto de Marvel Studios, incluso hasta podríamos leer que intenta armar su propio parque de diversiones y proyectar una imagen tan grande que le haga un poco de sombra a los imbatibles Avengers. Una competencia dentro de la misma empresa que lo único que logra es enriquecer cada facción. Pero Marvel no se limita solo a eso: crea tendencias incluso con detalles a primera vista insignificantes. Las escenas post-créditos tampoco son un invento de ellos, un fenómeno como Jackie Chan ya las usaba para demostrar que se rompía una pierna en una toma y seguía filmando con la pata enyesada. Los créditos, sobre todo en las películas yanquies, eran un parto para casi todos nosotros: interminables y aburridos salvo por las honrosas excepciones de alguna buena OST. Marvel nos comenzó a entregar un motivo fáctico por el cual ahora vale la pena comerse los créditos hasta el final: reservó una secuencia para este momento que muchas veces sirve como órgano de conexión entre una producción y la siguiente, y que va reforzando el marco que da contexto a la gran saga multitudinaria que aúna todo el relato. Se adueñó de ese recurso, lo impuso en sus producciones pero a la vez contagió al resto del mercado. Marvel es el ébola del cine, vieja. Y lo que lograron con esto es tan fuerte que hoy por hoy llegamos al final de una película en el cine, comienzan los créditos y no sabemos con certeza si mover el culo de la silla o quedarnos a ver si los productores nos van a sorprender con algo más. En la reciente Grudge Match (2013) por ejemplo –un film de boxeadores con De Niro y Stallone-, hay una secuencia muy divertida que tiene como protagonistas a Mike Tyson y Evander Holyfield, sentados uno al lado del otro, haciendo de ellos mismos. Incluso un cartoon como Robot Chicken en sus últimas temporadas incorporó la tendencia de dejar un chiste final para después de los créditos, aún cuando los mismos duran menos de 15 segundos.

 Y sumado a estos detalles tenemos la esperada aparición de Stan Lee –el guionista/editor más popular y conocido de Marvel, creador de muchos de los personajes que hoy vemos en pantalla gigante- con cameos en casi todas las producciones cinematográficas de La Casa de las Ideas, un chiste recurrente que no por reiterativo deja de ser divertido, y que se transformó casi en un sello editorial y sigue siendo exigido por los fans.

Y cuando digo que Marvel apunta siempre más alto, no exagero: los extras de los DVD’s que van saliendo de las producciones que ya fueron estrenadas en cine y forman parte de este nuevo universo homogéneo generado por Marvel Studios a partir del estreno de Iron Man (2008) incluyen una seguidilla de cortos live-action que se agrupan bajo la nomenclatura de Marvel One-Shots, y que al día de hoy ya suman 5, y si bien no son imprescindibles para el entendimiento de la saga sí agregan profundidad a algunos personajes y sobre todo color al universo planteado.

 

Stan Lee

 

6. Para comprender el por qué de esta reseña hay que ver más allá de lo evidente, como decía nuestro querido Lion-O en el cartoon ochentoso Thundercats, y entender que a Marvel Studios le llevó un tiempo pero finalmente logró lo que años –décadas- atrás se le adjudicó al mismísimo Stan Lee: una forma de contar historias en el cine que lleve el sello de la editorial. El llamado método Marvel, en el papel nació de la colaboración de Lee y el genio de Jack Kirby en los lápices en la década del ‘60, y consistía en una sinopsis de la historia que describía las acciones por viñetas escrita por Lee, luego trabajada en el dibujo por Kirby, dejando lugar para los globos, para luego retornar al propio Lee que escribiera los diálogos finales. Marvel en cine, entonces, entendió que tenía que encontrar un clima, un tono particular para narrar sus historias que representen el espíritu de la compañía, y terminó produciendo películas nac&pop en las cuales las minitas encuentran un Chris Hemsworth caracterizando a un Thor que se parte solo de tan guacho lindo que es, y los pibes tienen un Capitán América que los deja locos con su destreza en combate, sus tramas conspirativas y sus cada vez más evidentes dotes de liderazgo. Tangas mojadas y adrenalina al mango envueltos en historias con mucha acción, mucha aventura y algunas dosis de humor, esa es la fórmula.

Y es que, al fin y al cabo, no hay que tomarse tan en serio este tipo de cine y de producciones, ya que el público al que apuntan son los niños. El objetivo final de cada uno de estos estrenos es reventar la taquilla, por supuesto, pero también vender juguetes y merchandising a los pibes… y, por cierto, la taquilla la revientan gracias a los pendejos que van a ver las cintas dos y hasta tres veces la primer semana de estreno, arrastrando a integrantes de sus familias en la movida. Estas producciones son como las de Pixar: pueden ser disfrutadas por adultos pero el objetivo principal es que capturen la atención de los pendejos. No por eso los films dejan de ser una experiencia interesante para el espectador que ya superó los cuatro lustros de edad, y un puñado de estas producciones incluso logran alcanzar cierta complejidad en la trama y hasta clavan alguna bajada de línea hacia la política exterior yanquie o el mal uso que los norteamericanos le dan al presupuesto destinado a la defensa en su país, por ejemplo. Pero si para el análisis perdemos de vista el público principal, estamos fritos. No va a faltar el insufrible y catedrático geek que señale films como la violenta Punisher: War Zone (2008) para contradecir esta afirmación, al cual le respondo que ese tipo de producciones son excepciones, no la regla… infeliz.

Expuesto esto, Marvel decidió salir a bailar con la más fea, y así, la victoria es aún más contundente. Y es que en el cine actual del norte, con la vorágine de los medios en su auge, los tanques hollywoodenses hoy en día tienen que ser como un sniper, tenés un solo tiro y no podés fallar, y ese disparo es el primer fin de semana de estreno, que tiene que ser letal. Un rasguño es considerado un fallo, y los medios y sus números en tiempo real se lo harán saber. Cada estreno tiene que destruir la taquilla, y en lo posible superar a la producción anterior pero sobre todo recuperar lo invertido el primer fin de semana, sino a prensa la aniquila, no importa la calidad de lo presentado. El plan a largo plazo de Marvel Studios no corre riesgos con una taquilla desfavorable en uno de sus estrenos, pero sí podría sufrir ajustes a largo plazo. Y la voracidad de los medios es tal que los cuidados para que los spoilers no arruinen la experiencia terminan siendo ridículos: la competencia, Warner/D.C., tuvo que arreglar con la base de datos Imdb para que durante el primer fin de semana de estreno no revelaran dentro de la ficha de Batman Begins (2005) la existencia de un villano oculto. Marvel llegó tarde a la época de oro que vive hoy la televisión de ficción mundial, porque desarrollar y expandir el universo desde ese medio les habría resultado mucho más sencillo, la caja boba proporcionaba una plataforma de lanzamiento más estable, más sencilla de manipular y en donde se pueden cometer errores y salir airoso de los mismos. D.C. lo sabe, y como ya se dio cuenta que en cine quiso apoyar la puntita aunque más no sea, varias veces, y casi nunca se le paró, desde hace dos años comenzó a apostar jodido en este medio, con la serie Arrow como punta de lanza y abriendo el juego este año con Flash y Gotham. Por supuesto que Marvel, con el sostén que le proporciona el multimedio Disney, no va a permitirle ganar terreno en esa área así nomás, y el año pasado colocó Agents of S.H.I.E.L.D., la primer serie de T.V. que nace del universo cinematográfico armado por Marvel Studios, y que tiene una completa convivencia con el mismo. La serie comenzó con el pie izquierdo y fue víctima de feroces críticas por parte de los fans, que se decepcionaron al ver correr los episodios y no encontrar a personajes importantes del universo Marvel dentro de la misma, pero luego del estreno de Captain America: The Winter Soldier (2014) en marzo, y viendo como dicho film modificaba el status quo del universo y de esta serie de forma drástica, todas las críticas anteriores se las tuvieron que meter en el upite, porque una vez más Marvel se las había mandado a guardar. Y también una vez más, Marvel apunta más allá e intenta coordinar no solo súper producciones cinematográficas sino también un futuro puñado de series de TV live-action, todas insertas en un mismo universo, algo histórico en ambos medios. A Marvel le gusta hacer historia.

 

Guardians-of-the-Galaxy-raccoon

 

7. Y así, haciendo historia, es como se animó a estrenar esta semana Guardians of the Galaxy (2014), una comedia de ciencia ficción que tiene como protagonistas a personajes que no registra ni el más geek, pero a la cual le pone todas las fichas dado que incluso antes de su estreno anunció una secuela. ¿Y D.C.? Bueno, aprovechó la última convención de San Diego para armar un panel con las estrellas protagonistas de su única super producción a estrenar: un film que por primera vez reunirá en pantalla gigante a Superman y Batman, y que contará con varios héroes más de la editorial en sus primeras apariciones cinematográficas live-action. Obviemos el hecho de que al parecer D.C. no tiene otros personajes que no sean el boy scout alienígena y el detective encapotado para explotar en grande como protagonistas, ¿no? Pero bueno, en la próxima Batman v Superman: Dawn of Justice (2016) tendremos el regreso de Henry Cavill caracterizando a Clark Kent/Superman, y se sumarán Ben Affleck como Bruce Wayne/Batman (quien ya compuso a Daredevil para Marvel, ¿no?) y una modelito cuasi-desconocida de nombre Gal Gadot para dar vida a Diana Prince/Wonder Woman… en la vereda de enfrente un personaje secundario como Black Widow estuvo en manos nada más y nada menos que de una tal Scarlett Johansson, ¿no? Pero todo bien, D.C., dale para adelante. Vos podés. La Victoria es tan drástica y contundente que incluso un histórico cruzado de D.C. Comics, fanático del universo de Green Lantern, columnista habitual de PACO, cuando tiene que reseñar algo relacionado con una de las dos empresas se encuentra arrinconado contra las cuerdas y no le queda otra que escribir un artículo sobre el advenimiento del film de Marvel Studios que acabo de mencionar . ¿Qué mejor ejemplo que ese?

Yo: –¿Me estás cargando, no?

 Pablo: -No, Mati… ¿por qué?

 Yo: –¡La recalcada concha de tu hermana entangada hasta el cuello! ¡Como me vas a hacer esa pregunta, nabo! ¡¿Para qué mierda dejé que me vivieras mis comics durante años?! ¡¿No te quedó una goma de todo lo que leíste?! ¡¡¡El puto Mjolnir es el que le permite volar a Thor, el puto Mjolnir!!! ¿O para que mierda creés que lo hace girar encima de su bocho y lo tira y se “deja llevar” por el mismo? ¿Qué tiene que ver que sea un Dios Asgardiano? ¿Acaso todos los otros Dioses compañeros o enemigos de él vuelan, infeliz?

 Ah: no pueden quitarle el Mjolnir así nomás, pelotudo, nadie puede levantarlo salvo él o alguien que sea tan digno como él… ¿No lo viste a Hulk intentando levantarlo en la película? Abrazo enorme, loco. ///PACO.