Para Sebastián Napolitano
“Now and Then”, presentada como su última canción, vuelve a recordarle al mundo que Los Beatles tienen muchísimas particularidades, pero una de las más notables es que nunca dejan de ser noticia. Para explicarlo, los sociólogos de la cultura del siglo XX suelen repetir varios lugares comunes acerca de lo que ocurrió alrededor de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr en la década del sesenta. En esa lista, como muchos saben, hay asuntos que van desde la reinvención capitalista del juvenilismo moderno y la simultánea expansión étnico-demográfica del rock´n roll y el pop, hasta el apogeo de la generación de los “baby boomers” o la existencia del Estado de bienestar y su inversión en áreas clave del desarrollo como la educación pública (en la que tanto Lennon como McCartney pudieron desarrollar un instante inicial de su genialidad artística). Estos puntos, casi siempre, convergen en el tema más remanido de todos: la invención de la “cultura pop”, a la que la archifamosa tapa de Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band explica (y probablemente agota) de manera simple y práctica.
Ahora bien, dejando de lado las explicaciones sobre por qué Los Beatles son noticia desde hace sesenta años (ya sea por la exhumación permanente de grabaciones y fotos inéditas, la aparición de anécdotas desconocidas, la publicación de alguna nueva biografía o las siempre imprevisibles reediciones y remasterizaciones de discos, canciones y videos), es el propio Paul McCartney quien, ya a los ochenta años, escapa con elegancia de este elaborado laberinto de exégetas cuando dice que, en realidad, sólo se trató de un conjunto de hombres muy talentosos que produjeron una obra musical sin par. En efecto, es este carácter único, finalmente, lo que debería explicarnos la permanencia del sonido beatle en el mundo, y es también esa singularidad, la indescifrable belleza del sonido beatle y la complejidad de la obra musical que produjo, lo que distingue su permanencia entre nosotros de cualquier otra “herencia cultural transmitida de generación en generación”, como repiten algunos humanistas melancólicos, al parecer convencidos de que es suficiente que un padre o una madre le indique a sus hijos qué escuchar para que ellos lo hagan.
Demos por terminada la introducción y vayamos a lo nuevo. “Now and Then” en particular, pero todo el sonido beatle en general, le debe buena parte de esa complejidad y esa permanencia en el mundo a las máquinas. Por “máquinas” me refiero no solo a los instrumentos musicales eléctricos y a los equipos de grabación que usaron Los Beatles (y que entre los años en que trabajaban en Abbey Road y la actualidad cambiaron innumerables veces de formato, tamaño, materia, capacidad, energía y forma), sino también a las diversas herramientas tecnológicas capaces de reproducir, mezclar, alterar, deformar, distorsionar, componer, individualizar y crear sonidos. Máquinas, técnica, ciencia, tecnología: no importa ahora la palabra. Lo que sí importa, en cambio, es que Los Beatles se ubicaron de inmediato a la vanguardia de las que, en su época, eran posibilidades técnicas tan novedosas como inexploradas para la música. Por esta razón, cuando hoy le preguntan a McCartney si no le resulta un poco artificial cantar un tramo de “Get Back” delante de una pantalla gigante con la pista de sonido de la voz de Lennon (como hace durante su actual gira mundial), responde que, si la tecnología le permite cantar otra vez con su viejo amigo, no ve nada malo en hacerlo. El efecto final es mágico y el sonido beatle, explica McCartney, nunca antes tuvo miedo de conjurar y jugar con las imprevisibles fuerzas de las máquinas.
“Now and Then” es otra perfecta realización de la misma idea, pero para iluminar algunas de las razones que operan alrededor de su existencia habría que avanzar quizás un poco en los vínculos estéticos del sonido beatle y las máquinas. El trasfondo de esta cuestión es filosófico y se relaciona, por una parte, con lo que el arte es capaz de hacer en términos de revelación de la verdad o, para decirlo en términos heideggerianos, con lo que el verdadero arte puede lograr cuando alcanza el desocultamiento del ser del ente, y con lo que, por otra parte, la técnica moderna es capaz de hacer en términos de reducción de la existencia a lo calculable o, para decirlo también en términos heideggerianos, el olvido del ser.
Sería fastidioso profundizar mucho más, pero a lo que quiero llegar es a que esta última posición, la que ubica a las máquinas (a la técnica, a la tecnología, a la ciencia, tampoco importa ahora la palabra) en el ámbito de lo artificial, lo inhumano y, en consecuencia, en lo inauténtico, tiene una alta pregnancia ideológica entre quienes desgastamos nuestras neuronas y nuestras córneas delante de las pantallas. De hecho, esta auténtica “tecnofobia” opera como la médula de esa sensación (a veces inconsciente, pero que ciertos publicistas profesionales de Silicon Valley saben explotar bien) de que las máquinas, aunque hoy nos creamos más libres que nunca antes, son las que controlan la totalidad de nuestras vidas y que, por lo tanto, ya nada genuino, espontáneo o “humano” sería posible en el horizonte de la existencia contemporánea.
Frente a esto, “Now and Then” presenta un problema. La grabación parcial de la canción original, que Lennon dejó registrada en un cassette poco tiempo antes de morir, sólo pudo ser reelaborada a través de un proceso digital de ingeniería de sonido que permitió aislar su voz, primero, del sonido ambiente que en el original lo envolvía todo, y después del sonido del piano con el que él mismo se acompañaba al cantar. A esta altura, es probable que todos hayan escuchado hablar a Peter Jackson, que ya había puesto en marcha esta técnica al remasterizar la imagen y el sonido de la película Let it Be, acerca del “algoritmo” capaz de identificar lo que era (y no era) la voz de Lennon en esa grabación y reconstruirla en limpio. Con eso, y con un solo de guitarra que George Harrison había grabado durante un fallido intento de arreglar y cerrar “Now and Then” durante las sesiones de Anthology, sólo hizo falta que McCartney y Ringo añadieran sus propios instrumentos para que la tecnología hiciera posible “la última canción de Los Beatles”. El problema está en que la esencia del sonido beatle no solo no se opone a la hipotética inhumanidad de las máquinas, sino que es la síntesis definitiva de una relación virtuosa y muy extensa de continuidad directa entre arte y máquina (lo cual ilumina el significado de aquello acerca de lo cual advertía Heidegger al hablar sobre la esencia de la técnica: “en el peligro está lo que salva”. No me consta que McCartney sea un lector de Heidegger, pero sí ha dicho que la música, que no es más que una serie de vibraciones, escapa de cualquier lenguaje formal que intente explicarla de manera científica: incluso si no hay letra, dice Paul, la música es capaz de darnos alegría o tristeza. “Es magia”, dice. Heidegger diría: “Es alétheia”).
“Now and Then” es una canción de amor (sobre todo entre Lennon y McCartney) y es una canción acerca de lo que, de vez en cuando, y ahora y entonces, uno necesita para atravesar el complicado escenario de la vida. “Now and Then” es, también, el sonido beatle final, el cierre del corpus, el punto aparentemente definitivo de una obra musical sin par, construida por un grupo de hombres con un talento creativo descomunal (y todo esto me lo enseñó mi padre y yo se lo enseñaré a mi hijo, pero esa ya es otra historia). Por otro lado, la aparición de “Now and Then” en el mundo, aunque en apariencia resulte inesperada y maravillosa, es parte de otra tradición conocida: un buen tramo de la música de Los Beatles iluminó y alegró al mundo mientras las fuerzas de la oscuridad lo entristecían (en los sesenta los estadounidenses tiraban napalm sobre los civiles en Vietnam, hoy los israelíes tiran fósforo blanco sobre los civiles en Gaza), y es muy probable que estas reapariciones continúen e incluso se multipliquen a medida que emerjan otros “demos” de Lennon y Harrison, y luego de Ringo y Paul. Las condiciones técnicas para que cualquier voz registrada, melodía grabada o incluso tarareo más o menos formal prospere hacia una estructura musical completa están dadas. Lo cual me lleva a un último asunto.
Voy a adelantarme a los nefastos gurúes de la tecnología con una pregunta falsa: ¿falta mucho para que la Inteligencia Artificial Generativa sea capaz de “crear” canciones de Los Beatles? No, no falta nada. De hecho, si todavía no las escuchamos, es probable que se deba a cuestiones meramente contractuales. Pero no es eso lo que interesa. La verdadera pregunta es: ¿podremos distinguir una canción de Los Beatles verdadera de una canción “creada” por la Inteligencia Artificial Generativa? Creo que “Now and Then” encierra la respuesta. Cuando la voz de un Lennon de 38 o 39 años se armoniza en un mismo coro con la voz de un McCartney de 80, cuando el ahora y el entonces se fusionan, se desnuda lo que la máquina (la tecnología, la técnica, la ciencia, no importa) jamás va a ser capaz de procesar como otra cosa que una ligera asimetría, un desbalance, una equivocación a corregir. Pero esto ya no tiene que ver con el sonido beatle, que entendió desde el inicio cuál era la esencia de la técnica y cómo esta debía soliviantarse a través del arte más genuino y popular, sino con ese plus humano que escapó antes, escapa ahora y va a escapar por siempre a cualquier máquina. Es lo que erra en la perfección del cálculo y lo que vuelve incalculable lo calculado. Es lo que los tecnócratas entusiasmados llamarían simplemente “error” pero que nosotros, los que amamos el sonido beatle y nos emocionamos al escuchar “Now and Then”, sabemos que es pura vida///////////PACO