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Voy a intentar componer una lista de críticas al feminismo. Sé que no todo el feminismo es igual. Es algo que me repiten como un ritornello salvador. No existe un único feminismo, no se puede juzgar al feminismo en bloque, hay un feminismo más radical, otro más moderado, está el feminismo de la diferencia, feminismo de la igualdad, el postfeminismo, el anarcofeminismo, etcétera. Esa sería mi primer crítica.  

1 La inorganicidad

Todos los colectivos, las agrupaciones, los partidos y las organizaciones están llenos de matices. Ninguno funciona exento de fallas en su cohesión, todos lidian contra una carga incluso necesaria de entropía. Sin embargo, si esa variedad, característica humana, está reglada por una doctrina, por una constitución, por un acta fundante, se genera una organicidad. En el feminismo confluyen hoy todo tipo de tradiciones, bibliografías y posturas, que muchas veces no son afines, e incluso en algunos momentos parecen contradictorias. ¿Es eso un problema? Lo es. No afecta solo al feminismo, de acuerdo. Pero ese estado cuasi tribal no parecería conveniente para ningún “movimiento” que intente modificar la existencia de sus militantes y su sociedad. Luego, se puede ver en encuentros y marchas que el feminismo no tiene autoridades, y sus referentes no parecen representar más que a pequeños grupos del resto de las feministas. La organización es de grupos, entonces, que no hacen evidentes sus diferencias, sino que por el contrario aportan sin compromiso ni responsabilidades a la masividad. Esta situación de fragmentación en muchos y diferentes feminismos redunda en que no haya conducción, ni deberes ni derechos, ni tampoco la posibilidad de acuerdos a gran escala. La aparición de las redes sociales refuerza esta situación desde el momento en que el feminismo es tomado como una identidad vocacional y cultural sin articulación ni compromisos más allá de una reivindicación que cae a menudo en un regodeo identitario, en posturas narcisistas o pasionales, cuando no directamente en la histeria. Habría, entonces, una relación proporcional entre la organicidad del feminismo y su masividad actual.

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2 La ineficiencia

De esa inorganicidad, muchas veces festejada por las mismas feministas que la confunden con libertad, deriva una evidente ineficiencia. El feminismo actual que busca diferentes objetivos con diferentes acciones y que afirma que hay muchos feminismos puede acordar en que preservar la vida de las mujeres está en la base de sus enunciados. (Es evidente que ni siquiera en esto hay acuerdo ya que se ven grupos de extincionistas veganos en el feminismo hoy.) Sin embargo, su capacidad de accionar modificaciones para generar esos cuidados no parecen ser relevantes. Habiendo ganado luchas históricas como el voto y la participación democrática -logros dignos, necesarios y respetables- el feminismo hoy se fracciona en acciones de micropolítica, reivindicaciones menores y proyectos de concientización a largo plazo. Con todo el viento político a favor del gobierno nacional anterior, las feministas contemporáneas no lograron instalar el aborto libre y gratuito en la Argentina ni supieron cómo comunicar esa necesidad. Tampoco parecen haber incidido en la violencia comprobada que muchas mujeres reciben a diario.

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3 Radicalidad

De la inorganicidad y la ineficiencia deriva la radicalidad. Esto es algo muy común en la política. Cuanto más se aleja un colectivo de acceder al poder más enfáticos y osados son sus enunciados y sus declaraciones. La radicalidad también opera dentro del feminismo que tiene sectores más o menos comprometidos, más o menos gritones, de perfiles más o menos altos. Sin embargo, el feminismo como bloque se fue corriendo de posturas de negociación a enunciados intransigentes, o los sectores menos radicales permiten ser representados frente a la sociedad por los más radicales. Hoy son las feministas radicalizadas las que terminan definiendo y manipulando las políticas comunicacionales del feminismo en la actualidad. 

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4 Falta de autocrítica

Para las feministas el feminismo “está bien”, “es bueno” y hay que apoyarlo. La discusión no se da sobre su inorganicidad, la contención y formación de las zonas más radicales, o su incapacidad de modificación de la realidad. La discusión emerge, apenas, como una militancia, la mayoría de las veces virtual, contra los fantasmas acosadores de la sociedad. La falta de autocrítica y su consecuente celebración, ese cierre de filas acrítico, y sostener e impulsar las acciones, sumado a la falta de discusión de los enunciados mínimos se da no ya solo con el afuera del feminismo sino entre las feministas que están lejos, como se dijo, de ponerse de acuerdo en una carta orgánica. Es, justamente, la falta de autocrítica la que vertebra y une su inorganicidad.

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5 Victimización y agresividad

Para el feminismo actual la voz de la víctima está democratizada y sus enunciados comportan una verdad inalienable. La frase “nos están matando” lleva esta característica al límite. Todas las mujeres son víctimas. Por eso todas las mujeres, en su defensa, están habilitadas para ser agresivas. Esto lleva a abusos de poder y a la tergiversaciones de herramientas ideadas para fines nobles. Por ejemplo, la delación se vuelve una práctica habitual. Se ve a menudo en las redes sociales cuando se llama a “denunciar” y por lo tanto expulsar a un usuario de determinada plataforma. Para el feminismo, y esto es crucial, se llegó a un punto en que el que piensa diferente debe ser atacado y silenciado. Esto conduce a que muchas veces se opte por no criticar ni objetar posturas o premisas, ni mucho menos discutirlas. Hoy el feminismo genera miedo o una indiferencia consciente muy practicada en centros de estudios, cátedras, oficinas y todo tipo de lugares de trabajo y estudio. Se dice por lo bajo que a les feministas no hay que provocarlas. Se las trata como a locas que no deben ser molestadas ni contradecidas, a riesgo de ser confrontado, agredido o denunciado.

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Si el feminismo se propone trascender y modificar la vida de las mujeres y los hombres debería tener en cuenta estos puntos y darles una respuesta. Existen ejemplos de movimientos sociales que han logrado estabilizarse como opciones democráticas, ganado poder y elecciones sin negar sus reivindicaciones. En la medida de que el feminismo no logre formalizar y concretar sus consignas, siga sumando masividad con propuestas laxas y manipulando los equívocos del presente seguirá siendo un grupo de poder irrelevante y marginal, que ajustará cuentas menores y revanchistas sin lograr estar a la altura de su propia historia de reivindicaciones. Sin embargo, creo que las condiciones señaladas se desprenden de su obsolescencia, el atolondramiento, la autocelebración y la ausencia de objetivos concretos y realizables./////PACO