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Charles Manson y la ciencia ficción

Con la muerte de Charles Manson en 2017, a los 86 años en la soledad de su celda, se fue una parte indivisible de la cultura del siglo XX. Recientes éxitos del streaming como Aquarius, Mindhunter, American Horror Story y la última película de Quentin Tarantino, Once upon a time in Hollywood, juegan con su figura, la exploran y coquetean con la posibilidad de que todos los asesinos seriales tienen algo de él. Pero Manson hoy nos resulta inseparable del fenómeno pop que lo rodea, convirtiéndose en la materia oscura de la siempre revisitada década de los sesenta, el epicentro revulsivo del siglo xx, un espacio que funciona como galera de mago, con conejos que aparecen degollados, drogados y vislumbrando el futuro. Aunque muchos rastrean el comienzo en las consecuencias del baby boom o de las ideas pedagógicas del Dr. Spock, encontramos una raíz en la historia de la ciencia ficción, un género que todavía no contó su historia oscura, que se contrapone con los ideales de progreso y avance científico que muchos buscan incansablemente resaltar.

Charles Manson con agentes del FBI.

El factor Campbell

Como muchas historias de la ciencia ficción, todo comienza con John W. Campbell. Escritor en la década de los treinta, fue el mítico editor de Astounding Science Fiction, unánimemente reconocida como la revista más importante en el campo y que dio comienzo a la ciencia ficción moderna. Campbell, mentor de Asimov y Arthur C. Clarke, entre otros, fue quien dictaminó los principales temas y tópicos del género, que los escritores norteamericanos siguieron casi al pie de la letra como si se tratara de mantras y que todavía persisten en algunos rasgos en lo que popularmente conocemos como “la ciencia ficción”. Muchos estudiosos de los últimos años advirtieron sobre las ideas de Campbell, las cuales a mediados de siglo XX congeniaban con lo que se entendía como progresismo, hoy son vistas como sospechosas por su fuerte carga caucásico-centrista, al borde de la eugenesia. Campbell alentaba a sus escritores a componer relatos donde el hombre blanco y anglosajón fuera el epicentro del saber y el progreso, donde la ciencia sea el único cuerpo de conocimientos importante, donde se reflejara un ser humano capaz de superar sus propios límites con la sola fuerza de la voluntad, doblegando la naturaleza y, por lo tanto, salvando a la raza de la catástrofe que implicaba el pensamiento mágico. Sus ideas congeniaban muy bien con un Estados Unidos que se autopercibía como el centro del universo civilizado. Fueron muchos los que redactaron para él con fervor, sin cuestionar ninguno de estos preceptos. Los más talentosos, como Asimov o Jack Williamson, si bien buenos alumnos, supieron alejarse cuando su proyecto ya había dado todo lo que podía. Otros quedaron atrapados en la espiral tiránica. Entre éstos estaba L. Ron Hubbard, un escritor escaso de talento que, sin embargo, conocía el arte de cumplir órdenes.

L. Ron Hubbard - Wikipedia, la enciclopedia libre
L. Ron Hubbard

Hubbard fue un clásico escritor pulp. Firmó 138 relatos en diversas publicaciones, lo que lo convierte en uno de los autores más prolíficos que haya existido. Una reedición de sus obras completas revelaría a un escritor torpe, desbaratado, cuya redacción rozaba lo ilegible y componía pasajes incomprensibles. Triunfó por aquello de que en el mundo de los ciegos el tuerto es rey. En español sólo se publicó Battlefield: Earth, la saga de dos libros que inspiró una película interpretada por John Travolta. En estos gordos tomos puede apreciarse la prosa errática y desencajada que lo caracteriza, que obliga a preguntarnos quién está más loco, si el escritor o el lector.

En 1941, Hubbard suspendió su carrera literaria para entrar al ejército y pelear en la Segunda Guerra Mundial hasta 1945, cuando se le concedió la baja deshonrosa después de haber fallado múltiples veces en batalla. Entre los momentos más disparatados está una invasión a México por mar y haber torpedeado submarinos que no existían. Cuando vuelve de la guerra intenta retomar su trabajo como escritor, pero su escritura y su personalidad se vuelven cada vez más extravagantes. Es allí donde escribe y publica –siempre fiel– en el Astounding Science Fiction de Campbell, su primer artículo sobre la dianética, la ciencia que habría creado como respuesta a la psicología y la psiquiatría, disciplinas que odiaba profundamente. La dianética fue rechazada en la mayoría de las revistas científicas y abrazada por Campbell, que por esos días ya no era el prestigioso editor del pasado, sino un viejito que insistía en ideas que comenzaban a pasar de moda y no hacían más que reforzar sus prejuicios. Campbell le dedicó un entusiasmado prólogo, mientras que otros campbellistas se rieron de Hubbard, aunque miraron con cierta lástima al decadente Campbell que ya era la sombra de lo que había sido, acosado por el éxito de la revista Fantasy & Science Fiction, donde publicaban las mejores plumas.

El libro Dianética se convirtió en un best seller en los cincuenta, y fue leído tanto por amas de casa desesperadas como jóvenes descarriados que mataban el tiempo en las celdas encerrados por delitos menores. Entre ellos, muchos compañeros del joven Charles Manson, que pasó buena parte de los cincuenta y sesenta en diferentes presidios por delitos como proxenetismo, falsificación de cheques y robo de autos.

El factor Heinlein-Hubbard

Robert Heinlein es uno de los escritores de ciencia ficción más importantes de la historia. Su influencia es tan vasta, su obra tan prolífica – y todo con un estándar de calidad de medio a alto- que es imposible que cualquier escritor norteamericano no se haya visto fascinado con al menos una de sus novelas o de sus cuentos. En 1954 escribe su novela más importante, Tropas del espacio, que fue injustamente acusada de “militarista”, cuando en realidad es una sutil crítica al papel de Estados Unidos de la post-guerra, con su tendencia a invadir países en la otra punta del mundo en nombre de la seguridad del homeland, y una clara referencia a la Guerra de Corea. Si bien destacaba la nobleza del rol de los jóvenes norteamericanos devenidos en soldados, el relato es una larga ironía sobre el papel de la comandancia en batalla, la futilidad de los argumentos para una invasión y, sobre todo, para generar guerras en nombre de oscuros intereses económicos de la élite. A medida que escribía se alejaba de los ideales militares, adentrándose en un estilo de vida displicente y relajado, organizando fiestas en su casa con su reciente, joven, bella, inteligente y liberal segunda esposa, en la que no faltaban amigos que se quedaban a pasar la noche y no precisamente a dormir. Entre ellos se encontraba Ron Hubbard. Como ya se sabe, la vinculación entre escritores no se suele dar tanto por afinidades literarias sino más bien por compartir ideas y estilos de vida. Durante los tramos más intensos de esta amistad, Hubbard y Heinlein compartieron cenas, borracheras, risas, ironías, comentarios como que había que inventar una nueva religión, e inclusive a sus esposas. La amistad de estos dos escritores, según fuentes muy cercanas, era algo más que una simple camaradería. Era más bien lo que hoy llamaríamos una “relación homoerótica”, una pareja sin sexo, aunque inclusive la esposa de Heinlein haya asegurado que realmente se habían acostado. Leyeron juntos la obra de Aleister Crowley, el ocultista que fundó sus estudios heréticos en los libros egipcios y anunció la llegada de Horus como nuevos dios del siglo XX, en quien encontraron ideas e inspiración para sus libros.

Robert Heinlein

Sin embargo, como suele pasar también en las relaciones más intensas, hubo un final. Cuando Hubbard terminó su servicio en la Marina después de la Guerra, Heinlein lentamente se fue alejando de su amigo, de quien sospechaba que inventaba todas sus vivencias bélicas. Se dedicó a mejorar su literatura y escribir las novelas que lo definieron como autor, y Hubbard profundizó sus estudios heréticos y creó la Dianética. Heinlein debió ver cómo las ideas de Hubbard cobraban notoriedad y salían del oscuro ámbito de los lectores de Astouding, donde era más una curiosidad que otra cosa, y llegaba a la lista de best sellers, construyendo las bases de lo que se asomaba como un imperio místico. En parte lo admiraba, y acordaba con él en muchas ideas –Hubbard nunca dejó de ser una referencia intelectual y sensible para Heinlein–, pero por otro lado criticaba mordazmente sus ansias de dinero y veía que en las ideas que pregonaba había un claro afán de lucro.

En 1961 se publicó Forastero en tierra extraña, la novela donde Heinlein usaría esta amistad como material para una de las obras claves de su carrera, donde desdoblaría el personaje de Hubbard para transformarlo en el epicentro de una aventura única que conmovería a Estados Unidos. Después de su publicación el libro se convertiría en una de las biblias del movimiento hippie, condensando los conceptos que la generación del flower power tomaría para construir su confuso y endeble ideario. El joven Charles Manson, que ese mismo año sería arrestado por falsificación de cheques en Indiana, lo leería en la soledad de su celda.

Cómo hacer una religión

La novela de Heinlein es una de las claves literarias para comprender tanto a Charles Manson como muchas de las ideas que dominaron el final del siglo XX. Forastero en tierra extraña fue probablemente la novela más exitosa luego de Tropas del espacio y una de las más leídas de la literatura nortemericana, junto con Catch-22 de Joseph Heller, una especie de sátira sobre la Guerra de Vietnam que estaba en sus primeros años. En cierto punto fue una novela contemporánea y, en otro, anticipatoria: Heinlein supo leer el incipiente movimiento hippie que produjeron los primeros baby boomers y logró apuntalarlo brindándole un texto de referencia para sus ideas y conceptos. En definitiva, no sabemos si los hippies influenciaron a Heinlein o Heinlein influenció a los hippies. Lo cierto es que luego de la salida del libro, montones de jóvenes vestidos con ropas de colores, diademas y cabellos demasiado largos llegaron a acampar en las puertas de su casa de Colorado Springs. En vez de ser un anfitrión simpático, Heinlein reaccionó poniendo vallas electrificadas y hasta llegó a amenazar a los visitantes con su escopeta. Si bien era una persona sociable y de costumbres relativamente progresistas, no podía entender la relación de su libro con la horda de jóvenes sin destino que tocaban a su puerta buscando respuestas sobre la vida, muy diferentes a los que les había dedicado aquel Tropas del espacio. 

Primera edición de Forastero en tierra extraña.

En la historia, Valentin Michael Smith viaja por primera vez desde Marte a la Tierra y es recibido como un símbolo: el primer marciano hijo de dos astronautas terrestres que fueron considerados desaparecidos. Valentin Michael Smith fue criado en la sociedad marciana, bajo la tutela de un grupo de antiguos guardianes del planeta rojo, que por la descripción de Michael eran una especie de fantasmas sabios. Parte del twist de la novela es que, al aterrizar en la Tierra, se hace acreedor de una enorme fortuna de la familia de sus padres, y ante su perplejidad por la reacción de la humanidad con su figura –un marciano-humano millonario y celebridad mundial–, consigue refugio en la mansión de un escritor de novelas románticas –también millonario– que lo protege de militares que buscaban investigarlo, gobiernos que quieren utilizarlo y reporteros que desesperadamente intentan entrevistarlo. Jubal Harshaw es novelista, abogado y médico, multimillonario, libertino e individualista, una especie de alter-ego (o, más bien, superyó) del propio Robert Heinlein. Vive con numerosas secretarias que reciben sus dictados en biquini y están siempre dispuestas a complacerlo con una especie de temor, reverencia y simpatía.

En la vida que mantiene Valentin Michael Smith junto a Jubal Harshaw comienza un largo aprendizaje sobre las costumbres humanas ejerciendo al mismo tiempo un magnetismo seductor, que combina ideas completamente libertarias con conceptos budistas y la búsqueda permanente de la iluminación. En este camino, sale de la mansión y recorre el mundo de incógnito, concretando la creación de una nueva religión que combina los elementos de su personalidad e impartiendo lecciones a un grupo de fanáticos incondicionales. En esta religión (o secta, o culto, aunque el autor no usa esas palabras) la propiedad privada no existe, sólo la del grupo, y esto abarca inclusive a las relaciones sexuales, las cuales Valentin Michael Smith no mantiene, pero sí sus allegados. El dinero, a su vez, está en grandes vasijas en las entradas y salidas del templo, y los visitantes pueden tomar tanto como dejar, sin controles ni restricciones. Se organizan talleres de meditación y hay diferentes niveles para los iniciados, los más elevados pueden conocer y acompañar a Valentin Michael Smith. Explica que las religiones humanas “se muerden la cola” y acuden “al concepto de Fe” cuando no tienen respuestas, y en su culto jaquea todos los conceptos que rigen al conservadurismo capitalista de mediados de siglo XX, como la propiedad privada o la idea de matrimonio y el sexo como herramientas de procreación. Consigue adeptos de lo más disímiles -desde jóvenes en busca de respuestas hasta banqueros hastiados de su oficio- y forma agentes que transmiten su mensaje con un convencimiento total sobre la revolución que está en marcha. En este punto de la novela, Jubal Harshaw se transforma en un escéptico que mira a su alumno crecer con desconfianza y pone frenos a los entusiasmos del marciano y su gente, sin embargo finalmente termina convencido. 

La prosa de Heinlein es expansiva y abunda en detalles. La novela cuenta con largas conversaciones filosóficas en las que Jubal oficia de contrapunto para todos los conceptos, haciendo avanzar las ideas en una catarata de individualismo extremo que hace tambalear los conceptos de Estado, propiedad, dinero y relaciones humanas tal y como el conservadurismo las comprende. Heinlein, en esta detallada descripción de las ideas de Valentin Michael Smith, que son producto de la educación marciana impartida por “sabios” ancestrales cosmogónicos y atravesadas por un conocimiento de los asuntos humanos a través de estudios, lecturas y vivencias personales, anuncia finalmente lo que en los sesenta se llamó la filosofía hippie y que en las décadas siguientes se transformaría en lo que conocemos como New age, un sincretismo entre budismo y cristianismo matizado con ideas egoístas y reaccionarias ante los acartonados conceptos del conservadurismo capitalista. 

El libro es el producto de las experiencias de Heinlein como un autor de novelas paperback de éxito –la mayoría aventuras juveniles– mientras dedicaba su energía creativa en los libros para adultos que lo volvieron mundialmente famoso. Para Forastero en tierra extraña compiló las interminables conversaciones entre él, su esposa, Hubbard y otros intelectuales que frecuentaban su casa entre los cincuenta y los sesenta, un círculo en el que el amor libre, la promiscuidad y la liberación de las ideas encerradas en los estrictos cánones de la época se imponía. La experiencia religiosa y la liturgia de Valentin Michael Smith se parecen mucho a las de Ron Hubbard mismo, e inclusive se pueden ver en las palabras de Jubal las diferencias que Heinlein mantuvo con su amigo cuando éste emprendió el camino a convertirse en un gurú religioso, sobre todo en su crítica a la ambición que asaltó a Hubbard, quien jamás impuso ningún criterio de ganancia parecido a la solidaridad y más bien, por el contrario, convirtió su iglesia en un negocio millonario que todavía hoy funciona. 

Pero sobre todo, Forastero en tierra extraña funciona como un perfecto manual para crear una religión que opera en el contexto donde los baby boomers, hijos de los ricos y acomodados, buscaban salir de las estructuras y el opresivo poder del Estado que enviaba los jóvenes a la Guerra de Vietnam o los obligaba a casarse, tener hijos, mantener un trabajo. Todos los que intentaron salir del esquema conservador del american dream –cuyas grietas y dobleces comenzaban a hacerse evidentes en 1961– terminaban de una u otra manera leyendo Forastero en tierra extraña. Entre ellos, el joven Charles Manson, que pasaba sus días como un vagabundo, robando coches y vendiéndolos a los deshuesaderos, o conduciéndolos a alta velocidad por las anchas avenidas de Los Ángeles, borracho y disparando al aire en la noche.

Hijo de una prostituta y un delincuente menor, Manson pasó su infancia entre el robo y los reformatorios, buscando su destino en los agitados años de la posguerra norteamericana. La ira y el rencor contra un mundo en el que no parecía tener un lugar, sumado al alcohol y las anfetaminas, convirtieron a Manson en un white trash total, un desperdicio en una sociedad en que el sueño americano era sólo para los adaptados, quienes se formaron en el férreo sistema de valores de la ética, la limpieza y la profesionalidad. Mientras el mundo occidental comenzaba a cambiar, Manson, dueño de una conversación hipnótica y un gran poder de persuasión que utilizaba para sobrevivir, llegó a convertirse en proxeneta y falsificador, delitos por los que cayó y recayó en la cárcel. Fue en estos periodos carcelarios, a finales de los cincuenta y los sesenta, donde se convirtió en un aficionado a la lectura. Su biógrafo Jeff Guin remarcó que uno de los libros que utilizó para moldear su magnetismo característico fue Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnaghie, un manual práctico dedicado a tímidos e introvertidos que buscan relacionarse con éxito especialmente en el mundo de los negocios. A muchos les impacta este dato: el hecho de que un asesino serial mundialmente conocido se haya capacitado con un libro que se consigue en cualquier librería y ha sido leído por millones desde su salida en 1937, resulta cuanto menos inquietante. 

The Morning of the Magicians by Louis Pauwels and Jacques Bergier (Avon,  1968) | The magicians, Horror book covers, Avon books
El retorno de los brujos, primera edición en USA.

Pero éste no fue el único libro popular de aquel tiempo que leyó el líder de lo que en poco tiempo se daría a llamar el Clan Manson. El retorno de los brujos, de Louis Pauwels y Jaques Bergier, es otra obra clave de los sesenta que, presumimos, cayó en las manos de Manson. Este libro, publicado por primera vez en Francia por la prestigiosa Gallimard en 1960, fue el que abrió públicamente lo que llamamos “La Era de Acuario”, movimiento conocido también como New age, y combina los saberes éticos y estéticos del siglo xx con los conocimientos arcanos de rosacruces, alquimistas, tribus indígenas y toda clase de minorías cuyos pensamientos fueron barridos por el positivismo, movimiento que fue la filosofía del siglo xix y el sentido común del xx. La mezcla de religiones y saberes que los autores de El retorno de los brujos componen en su obra fue el cóctel que necesitaba una época que buscaba respuestas ante las atrocidades humanas que la ciencia y el positivismo habían generado: la guerra mundial, la amenaza nuclear, los desastres de Hiroshima y Nagasaki, el nazismo, la guerra de Vietnam, el capitalismo que comenzaba incluir a unos y excluir a otros, superponiendo la ley del dinero por sobre los ideales de igualdad promovidos por las revoluciones que fundaron las naciones. El retorno de los brujos combina filosofía con parapsicología, esoterismo, extraterrestres y antiguas civilizaciones desaparecidas, realzando mitos y otorgándoles simbologías que explicarían el rol del hombre en el cosmos y le invitarían a la búsqueda de sentido a través de estos conocimientos, todo en un libro de bolsillo que funcionó como puerta para las nuevas conciencias jóvenes que buscaban una salida del mundo cada vez más opresivo que le dejaron sus padres. Los autores, al mismo tiempo, publicaban la revista Planete que, durante los sesenta, fue el punto de encuentro para estas almas desesperadas por el sentido. 

No es casualidad que el propio editor de Planete en castellano –bautizada Planeta– fuera Francisco Porrúa, quien había fundado la editorial Minotauro en Argentina, la madre del fenómeno de la ciencia ficción más literaria en español. Es que las ideas de Berger y Pauwels quedaban en consonancia con la propuesta central de la ciencia ficción, el hombre, la verdad, el cosmos, el sentido de la vida; todo estaba siendo cuestionado y estas filosofías se combinaban perfectamente con el espíritu progresista y anárquico de la ciencia ficción. Tanto Heinlein como otros escritores de la Edad Dorada de la ciencia ficción -incluido el mítico editor Campbell– habían abandonado el positivismo y se entregaron a la búsqueda esotérica con el fin de encontrar herramientas para entender (y pertenecer) al mundo de la posguerra, al mismo tiempo que otros colegas como Arthur C. Clarke o Isaac Asimov se refugiaban en otro tipo de historias desprovistas de ideología y filosofía, dedicados exclusivamente al fandom más tradicional. 

Unas preguntas sobre la ciencia ficción

Es llamativo que todos estos libros hayan sido encastrados como quien ensambla una bomba casera. Lejos de ser obras de culto, escondidas y secretas, fueron novedades editoriales que en ese entonces se encontraban en las vidrieras de las librerías. Charles Manson encontró en estos libros –conseguidos a través de las bibliotecas públicas de las cárceles– la herramienta perfecta para dialogar y persuadir a quienes luego persuadió para cometer los crímenes más atroces que se recuerden en la vida doméstica de la Estados Unidos de los años sesenta. Manson encontró en Forastero en tierra extraña el manual perfecto para construir su clan, basado en la filosofía propuesta en El retorno de los brujos y las técnicas de Cómo conseguir amigos e influir sobre las personas. Como un vendedor de feria (Dale Carnagie), desde la filosofía New age (Bergier y Pauwels) creó un círculo cerrado con un lenguaje propio donde el líder es venerado y considerado un ser superior (Heinlein). Las ideas de Valentin Michael Smith, que son presentadas en la ingenuidad del ámbito de la ciencia ficción como el paradigma de hombre ideal, y se transformaron en las bases de la manipulación para lograr la sacralización, la veneración incuestionable. Manson se transformó entonces en el link entre el hippismo y el autoritarismo. La vinculación de Heinlein con Hubbard, que compartieron el mismo “caldo” de conocimientos en los años previos a la escritura de Forastero en tierra extraña subraya esta hipótesis. Allá donde los estudiosos de la ciencia ficción identifican la búsqueda de nuevas explicaciones a los viejos problemas y el interés humanista por la vida, la creación o el lugar del hombre, existe también un lado oscuro: la peligrosa ingenuidad, el sincretismo irresponsable, la banalización de la filosofía, la confusión y la vanidad en la que cae el progresismo al construir un relato idealizado de sí mismo. 

John W. Campbell Jr.

Acaso a principios del siglo XXI, cuando romantizamos la etapa que comenzó hace cien años y la ponemos en el podio de un género que se ha caracterizado por reinventarse, debamos ver entonces la oscura trama que se tiende al dilucidar la forma en que las ideas de la ciencia ficción impactaron en el mundo del conocimiento. Las consecuencias de la New age, retratadas en las novelas de Michel Houellebecq y en la filosofía de Zygmunt Bauman, Slavoj Žižek y Byung-Chul Han, por citar algunos ejemplos, fueron desastrosas y generaron una época de vacío que abrió la puerta al neoliberalismo salvaje, dándole sustento filosófico y conceptual. ¿Acaso la ciencia ficción seguirá mirando para otro lado cuando los principales nombres del género han colaborado activamente con la creación de estas ideas? ¿Volveremos a repetir –a leer y escribir– las mismas loas a estos hombres sin analizar a conciencia su legado? ¿Seguiremos hablando de una “edad de oro” de la ciencia ficción y considerando las obras de los años sesenta como productoras de humanismo? ¿O empezaremos a estudiar su verdadero impacto en la construcción del sentido a la luz de lo que realmente hemos vivido en estas últimas décadas? Tal vez los libros emblemáticos de los autores de los 60´s, como Ubik, de Philip Dick, Mercaderes del Espacio de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth o La mano izquierda de la Oscuridad, de Ursula K. Le Guin, sean algunas respuestas a este proceso que se pasó por alto en la mayoría de los análisis del género, habituados a la condescendencia con los grandes nombres canónicos del pasado////PACO

Este artículo fue publicado originalmente en la revista La Tempestad Nro 153, Editorial Periscopio Media, Ciudad de México, Febrero de 2020

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