En algún momento de los comienzos del siglo XXI, Ricardo Strafacce comenzó a mostrar una serie de libros, por lo general novelas breves, pero también poesía y una biografía icónica, que hoy conforman una obra identificable y conspicua. Mientras su generación empezó a publicar temprano, Strafacce tardó en llegar. Amigo, discípulo, continuador y a la vez superador de estéticas que amanecieron en la década del 80, y se estiraron hasta hoy, usando un fino oído capaz de captar cierto habla despojada del dialecto porteño, con astucia irónica para crear personajes y situaciones, Strafacce es autor de una serie de narraciones eficientes y ácidas cuya lírica siempre es suspicaz. Su nuevo libro se titula El galpón, y salió por Blatt & Rios, donde también se editaron las novelas La escuela neolacaniana de Buenos Aires y Frío de Rusia y los cuentos de Ojo Por diente y El chino que leía el diario en la fila dela patíbulo.
¿Cómo empezás a escribir una novela? ¿Elegís primero un tema, tenés un historia, un personaje? ¿O lo primero que llega es un procedimiento?
Casi siempre es una escena, en el sentido teatral de la palabra.
¿Cómo es el proceso de escritura? ¿Escribís rápido, lento, corregís mucho, poco?
Una vez que la cosa está en marcha, escribo rápido. Corrijo mucho, creo.
¿Qué autores lees mientras escribís?
Mientras escribo ficciones, los mismos que mientras no escribo. Mis lecturas, de todos modos, siempre están muy condicionadas por el trabajo (remunerado o no).
Leonardo, de El galpón, los pacientes de La escuela neolacaniana de Buenos Aires, el taxista de La banda del Dr. Mandrile contra los corazones solitarios, ¿tenés una debilidad por los personajes tontos?
No lo había pensado en esos términos pero definitivamente sí. Creo que se debe a mi desprecio absoluto por los personajes cancheros como Horacio Oliveira (todas mis simpatías con Gregorovius), Emilio Renzi (¡qué lástima que Tardewski no le pegó un sopapo a tiempo!) y también Pichón Garay y su amigos, Rímini, Esteban Espósito y todos los personajes de Castillo, de Martini, etc., por una parte; y, por otra, a mi sólido repudio a los alter ego, literatura del yo, giro autobiográfico y toda esa grasada psicológica.
Venís de publicar un catálogo razonado de las obras de César Aira ¿Escribirías una biografía de Aira como hiciste con Lamborghini? ¿Antes o después de que se muera?
No voy a volver a escribir una biografía, al menos de esa manera: es mucho trabajo y ya no estoy en edad. Además, no escribiría la biografía de alguien a quien conozco y, mucho menos, de un amigo. En cualquier caso, creo que a Lamborghini le cuadraba el género biografía y a Aira el género catálogo. El género ensayo es para Fogwill, que es lo que estoy haciendo ahora.////PACO