El 3 de marzo pasado pasado se cumplieron cien años del nacimiento de Asger Oluf Jørgensen, más conocido como Asger Jorn, un artista plástico cuya obra y mito de autor nos habla desde el corazón del siglo XX. Nacido en Dinamarca, nunca dejó de ser un artista escandinavo, pero su campo de experiencias se extendió con mucha fuerza a toda Europa occidental y su influencia puede medirse a nivel mundial.

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Jorn fundó y formó parte de muchos grupos. Antes de la guerra promovió la fusión del Mouvement International pour un Bauhaus Imaginiste con la Internacional Letrista y fue parte del Comité Psicogeográfico de Londres. Y estuvo con Guy Debord en ese huracán de ideas, teoría y práxis que fue el situacionismo.

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En 1961, abandonó la Internacional Situacionista para fundar el Instituto Escandinavo de Vandalismo Comparado. En la Argentina, sin embargo, siempre se cita su función central en la organización del grupo CoBrA, que coordinaba artistas de Copenhague, Bruselas y Amsterdam, una sofisticada liga de naciones agazapadas alrededor de los centro de poder artístico.

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“Durante la ocupación nazi de Dinamarca, Jorn fue un comunista activo dentro de la resistencia y participó en el grupo artístico Høst” se lee en Wikipedia. Después de la guerra, como muchos, abandonó el partido por sus desacuerdo con el estalinismo.

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Por todo esto, por las revistas donde escribió, por sus libros en colaboración, sus ideas y su militancia, su vida no parece disociable de su arte y es probable que a Jorn esa separación lo incomodara. Sin embargo, sus cuadros están ahí y nos hablan por sí mismo más allá de los gestos y decisiones de su autor.

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El uso que le dio a colores y texturas, las combinaciones tan eficientes cálidos y fríos, en especial el azul y el naranja, su mezcla vital de abstracciones y formas reconocibles, su altísima productividad e inspiración, se puede admirar con facilidad en la web. Su influencia en la Nueva Figuración local, por poner un ejemplo, resulta evidente.

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Ya no es posible pintar como Asger Jon sin caer en nostalgias, en remanidos anacronismos. Hay una distancia muy grande que nos separa de sus abstracciones, sus desplazamientos y de su ideología artística. Al mismo tiempo, es muy difícil no pintar como él, no caer, en algún momento, rendido frente a su influencia. Sus epígonos existen porque su fuerza creadora es grande y poderosa y su figura de autor plural y social todavía nos convoca. Sus ideas sobre el color siguen vigentes, lo mismo que la conceptualización del presente como herramienta indispensable del artista. En sus colaboraciones con Guy Debord, con el que hizo varios libros, en su politización, en su vitalidad vanguardista, es posible leer una señal clara: hoy Jorn trabajaría con los residuos de Internet. La tomaría como cantera y medio, como arma de inspiración, socialización y presencia. En algún punto, todo escritor o artista que hoy pertenece a un grupo, cenáculo o tertulia, todo el que funda una revista o colabora en un proyecto grupal, le debe algo. 

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Asger Jorn murió el 1 de mayo de 1973. Lejos de trabajar para la historia, él fue la historia. El Museo Nacional Danés le dedica una retrospectiva por sus cien años. Desde la muy lejana parte urbanizada de la llanura pampeana nos sumamos a ese festejo diciendo que, quizás, por sus ideas y su talento, también tuviera algo de argentino.///PACO