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Robles: Estuve releyendo las primeras líneas de estos apuntes, escritas hace más de un año. Durante un tiempo casi nos olvidamos de estas conversaciones en Google Drive. Pasaron muchas cosas desde que empezamos a escribir pero el texto seguía ahí, esperando. Lo que pasó en nuestras vidas fue la entropía. Y lo digo en un sentido dickiano. “Entropía” es un término que proviene de la termodinámica, que es una rama de la física. Eso es todo lo que sé de su origen científico. Wikipedia dice que en griego significa “transformación” o “evolución”, pero en la ciencia ficción clásica se usó más bien para denotar el proceso de deterioro del universo, de desgaste de energía. El ejemplo más paradigmático ahí es, otra vez, de Asimov. En el cuento La última pregunta, dos científicos le formulan a la computadora Multivac, un mega cerebro cibernético, las siguientes preguntas: “¿Podrá la humanidad algún día, sin el gasto neto de energía, devolver al Sol toda su juventud aún después que haya muerto de viejo? ¿Cómo puede disminuirse masivamente la cantidad neta de entropía del universo?”. Después de procesar la información, Multivac responde: “DATOS INSUFICIENTES PARA RESPUESTA ESCLARECEDORA”. Pasa el tiempo, Multivac se vuelve más grande y más inteligente, distintos personajes le formulan a la computadora las mismas preguntas y obtienen la misma respuesta, hasta que al final -”tres trillones de años más tarde”- la humanidad se funde con Multivac, desaparecen el sol y las estrellas, muere el universo, y Multivac encuentra la respuesta a la última pregunta que se le formuló, la única que nunca pudo responder, pero ya no hay seres humanos ante quienes emitirla. Entonces Multivac dice: “hágase la luz”. Y se hace la luz.  Si alguien hiciera alguna vez una antología de cuentos que trabajen en ese terreno en donde la ciencia ficción se vuelve mística, habría que incluir este cuento de Asimov y unos cuantos de Philip Dick, que retoma esta idea de “entropía”. Pero lo hace con un sesgo diferente, menos cientificista que Asimov y otros escritores del período clásico (Simack y Heinlein, por ejemplo). La entropía no es un fenómeno exclusivo de las estrellas y de los cuerpos celestes, sino de todo lo que hay. Asimov no lo hubiera negado, pero no le interesa indagar en la entropía de un auto o de un avión, como hace Dick en Ubik. Es como si el foco estuviera puesto en otra parte. Donde Asimov ve energía que se apaga y se consume, Dick ve deterioro, involución, pero también un retroceso hacia la forma originaria, en sentido platónico: un avión moderno se transforma por obra de la entropía en un avión a hélice, o un auto  involuciona hacia un Ford T y luego hacia una carreta. Es una idea mucho más lúdica, de un humor amargo y ligado a una profunda melancolía. Y así como hay mucho paranoide suelto en Buenos Aires, también hay mucho melancólico. La melancolía de Dick es arrasadora y ahí está la diferencia con Borges de la que hablábamos antes. En Tiempo de marte, hay un chico autista que percibe el tiempo de otra manera. Su capacidad es que puede “ver” la entropía en acción. Y las imágenes que le llegan son infernales. Me gusta esa idea de la enfermedad mental es una condición de posibilidad de experimentar la entropía, que sucede en todos los órdenes pero no nos damos cuenta. Y en Ubik los personajes se mueven en un universo en disolución. “Yo estoy vivo y ustedes están muertos”. Ese estado de semivida, que en realidad es la muerte, es la entropía llevada al paroxismo. Acá me gusta mucho esa presencia benévola, inquietante, del aerosol Ubik. Es una intervención divina. Dios en Dick es siempre impersonal. En Valis lo llama “sistema de vasta inteligencia viva”. Dios, lo eterno, es lo contrario de la entropía. Acá Dick y Asimov se parecen. El Dick predicador le habla al Dick depresivo, melancólico, el psicótico que sufre los desgarros de la entropía, que come alimento para perros para escribir sin perder el tiempo. (¿Escribe para ganarle a la entropía?) Cada vez que usan el aerosol en Ubik uno siente un alivio pero guarda, porque Dick también tiene lugar para la máxima ironía: el propio objeto que sirve para revertir la entropía también está sujeto a ella, por eso a medida que avanza la novela el aerosol aparece en forma de crema o ungüento, y no sirve, no funciona.

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Terra: Qué angustia. Me gustan los problemas que aborda Dick. El de la entropía me angustia mucho. Es innegable que le da a lo que escribe un vuelo lírico y ontológico que impresiona. Pero me cae mejor porque me parece más lúdico el tema de las falsificaciones. No llega a ser su opuesto porque la falsificación también destruye y deteriora, pero me parece menos atragantado. Y hay algo afirmativo en la acción de falsificar que me gusta. Algo a la vez criminal y creativo. Finalmente las energías tienden a estabilizarse y todos vamos a morir. Aceptado eso podemos avanzar con las reproducciones, con la idea de copia, con el tema de las apariencias. De paso, la entropía venció el cuerpo físico de Dick exactamente un mes antes de que empezara la guerra de Malvinas, el 2 de marzo de 1982, y Blade runner se estrenó unos diez días después de que la guerra terminara. En ese periodo de tiempo entre la muerte física y la inmortalidad del cine sucedió la guerra… Digo, que haya muerto en esa fecha me dispara muchas especulaciones vaporosas. Me imagino a un falso Dick viajando a Buenos Aires en, no sé, 1976, o en 1973, o incluso en 1982 o en 1983. Un falso Dick fotografiado con el Clarín de “Total normalidad. Las fuerzas armadas ejercen el gobierno.” Un falso Dick caminando por Lavalle bajo el neón de las marquesinas de los cines y los negocios. Un falso Dick comprando Clics Modernos en una disquería de la calle Corrientes. Un falso Dick escribiendo sobre los levantamientos carapintadas. Hay una afinidad sensual en todo eso.

Robles: Los fuegos de Malvinas eran Dick ascendiendo…

Terra: El fantasma de Dick en Malvinas que vuelve reclamando que no caigamos en la trampa del realismo como el fantasma de Hamlet.

Robles: Otra figura que suele aparecer en las novelas y en los cuentos de Dick es la del ceramista, el alfarero. En Los tres estigmas de Palmer Eldritch, por ejemplo, o en esa novela demente que es Gestarescala, entre muchos otros cuentos y novelas. Acá hay otra vez algo que tiene que ver con la creación. Creo que todas estas imágenes bíblicas que aparecen en Dick, algunas de las cuales ya comentamos acá, en realidad están hablando de su oficio, de la escritura. Dick es un predicador, un profeta, pero leámoslo también como a un Dios. (Bueno, es lo que venimos haciendo desde que empezamos estos diálogos…) No es el Dios cristiano, que crea el mundo a partir de la nada. Mal que le pese, él es otra cosa, más parecida al Demiurgo en el Timeo, uno de los últimos diálogos de Platón. El Demiurgo crea el ámbito de lo sensible con la mirada puesta en el ámbito de las ideas. Hay algo preexistente. Pasa lo mismo con el alfarero que produce, no sé, un cenicero. Nunca lo hace desde la nada. Está la materia por un lado, y por otro lado la idea que ese artesano tiene del objeto que quiere fabricar. La creación es, en alguna medida, una falsificación. Lo real es lo que está antes. Acá se explica, una vez más, esa psicosis de Dick con la idea de que el Imperio Romano no cayó, que él formula en Valis. Todo lo creado es falso. El cenicero producido por el alfarero es una imagen imperfecta del Cenicero platónico, por llamarlo de alguna manera. Un pálido reflejo. Se puede reemplazar “falsificación” por “ficción” y la idea es la misma. Dick entiende a sus novelas como el alfarero entiende a los objetos que produce. La materia de la que se vale es la ciencia ficción, es decir, un conjunto de temas, situaciones y personajes. Una manera de leer y de ser leído, en definitiva: una tradición. Y acá me gustaría traer un dato sobre el que creo que no hablamos todavía: Dick quería ser un novelista realista, serio, respetado. No un escritor de ciencia ficción, que era un género, digamos, de “baja categoría”. Como el Dios cristiano, quería crear desde la nada, o desde lo más parecido posible a la nada, que es la realidad. Escribió seis novelas realistas. Creo que son novelas fallidas porque él trabajaba mejor con este concepto de falsificación que entra en conflicto con el realismo y la ilusión de verdad que el realismo propone, desde Balzac en adelante. Pero en un momento de su trayectoria se resigna a ser un alfarero y después, hacia el final, cuando se transforma en un predicador, sale a decir en esa famosa conferencia -que ya mencionamos varias veces- que sus novelas hablan de la realidad. Como si dijera: “Yo no fracasé, no soy -como mis personajes- un perdedor, soy Dios”. Y después de eso se murió, como corresponde a un artista que ya concluyó su obra y la salvó de la entropía.////PACO