I
La política de control de armas nunca consistió simplemente en saber cuándo sacar el dedo del gatillo. Y aunque es cierto que no hace falta más que un dedo para activar la maquinaria de una gran industria —y la armamentística es una de 70.000 millones de dólares globales declarados al año—, un método inverso y tan simple para desactivarla no parece en vías de desarrollo. Desde que Cody Wilson llegó al negocio de las armas, por ejemplo, la cuestión se volvió mucho más compleja, masiva, creativa e intangible que antes. La mera noción de gatillo, de hecho, involucionó. Sin embargo, el resto de la industria de las armas —su fabricación, distribución y financiamiento— evoluciona con el mismo vértigo que la web.
En armonía con uno de los negocios más prósperos de su país, que según The New York Times hoy acapara el 78% de la exportación mundial de armas, Cody Rutledge Wilson se transformó en uno de los empresarios con mejores proyecciones en la industria armamentística de los Estados Unidos. A los 25 años y portador de un ideario donde conviven el viejo anarquismo libertario europeo y el discurso redneck proarmas de su Texas natal, Wilson cree tanto en la libertad individual como en los derechos civiles. Por eso desconfía de la omnipotencia de las instituciones estatales y confía en el advenimiento de una conciencia popular. De la mano de la tecnología, Wilson fundó y preside su propia empresa, Defense Distributed, y en 2013 hizo su primer gran aporte a la expansión libertaria: la pistola Liberator, la más exitosa de las nuevas wiki-armas diseñadas con un código abierto y capaces de fabricarse a través de una impresora 3D. De esa manera, Wilson no solo dio el primer paso en la revolución digital del negocio armamentístico en el siglo XXI, sino que también fue elegido por la revista Wired como una de las 15 personas más peligrosas del mundo. En el universo corporativo de Defense Distributed, eso es un excelente elogio.
II
El Proyecto Wiki Arma (Wiki Weapon Proyect) comenzó en 2012 para diseñar un arma de fuego que pudiera producirse con tecnología de impresoras 3D. Este sistema es hoy una de las apuestas más sofisticadas en el campo de la producción industrial porque permite materializar, con los volúmenes y las piezas reales, los prototipos de cualquier objeto trazado de manera virtual. Como sus antecesoras en cualquier domicilio particular y oficina, las impresoras 3D usan tinta pero, de acuerdo a las prestaciones de cada modelo, también pueden usar termoplásticos, gomas, plastilinas, siliconas, porcelanas, ciertas aleaciones de metal y prácticamente cualquier clase de materia maleable. Basta saber diseñar el objeto en la pantalla para hacer click con un dedo y que la impresora 3D lo materialice. Codiciadas por arquitectos e ingenieros —y con precios que van entre los 2.000 y los 500.000 dólares—, las impresoras 3D pueden utilizarse para fabricar en horas o apenas días implantes ortopédicos, juguetes, moldes, accesorios de moda, piezas de joyería o postres gourmet. La General Electric, por ejemplo, ya utiliza impresoras 3D para la fabricación de piezas para turbinas.
Cody Wilson, por su parte, logró fabricar y ensamblar con éxito su pistola Liberator en mayo de 2013. Desde entonces, fue descargada cientos de miles de veces en todo el planeta por usuarios de internet, donde se ofrece gratis: solo hay que googlear.
Aunque la forma y el color de la Liberator no son especialmente elegantes —James Bond, en tal caso, jamás la llevaría bajo su smoking—, tiene ventajas de interés en el rubro de quienes suelen interesarse en el arte de matar. Por su composición, la Liberator no es vulnerable a los detectores de metales, ni pueden rastrearse particularidades, ni tiene número de serie. Por la naturaleza de sus materiales, además, puede desintegrarse más rápido de lo que tarda en fabricarse (la única pieza metálica de la Liberator es el percutor). En su país de origen, bajo la Segunda Enmienda de la Constitución (1791), la Liberator se ajusta al «derecho del pueblo a poseer y portar armas» y por eso convirtió a Wilson en uno de los paladines de las asociaciones que ven en el derecho al armamento un signo inalienable de libertad ciudadana. En el resto del mundo, la Liberator está a un paso de dar por acabada cualquier política efectiva de control de armas civiles: desde ahora, donde haya una conexión a la red podrá haber un arma. Por tratarse de un diseño tipo open source (código abierto), los planos de la pistola pueden modificarse sin el pago de patentes ni licencias, por eso ya hay en desarrollo una versión de disparos a repetición, tipo ametralladora.
III
En medio de debates, Defense Distributed revolucionó el mercado y la lógica de producción y distribución de armamento liviano, abaratando costos y logística como nunca antes. En una versión más sensible de la responsabilidad social empresaria, eso ubica a Cody Wilson a la altura de creadores digitales contemporáneos como Mark Zuckerberg (Facebook) o Jack Dorsey (Twitter). La popularización de las impresoras 3D, por otro lado, es apenas una cuestión de tiempo. Pero Cody Wilson no tiene tiempo que perder y por eso ya comenzó a diversificar sus negocios.
Su proyecto actual se llama Dark Wallet y se enfoca en el verdadero corazón del capitalismo: el sistema monetario. Sobre la plataforma Bitcoin, que desde 2009 funciona como una moneda virtual de cotización online sin relación con las monedas de cambio sostenidas por los estados nacionales —motivo por el que su naturaleza electrónica oscila entre la de un elemento de resistencia antiestatal, por un lado, y un mecanismo transnacional útil para financiar actividades ilegales, por otro—, el plan de Wilson es lograr una aplicación que asegure el anonimato absoluto de sus usuarios a través de la programación encriptada de las «billeteras» de Bitcoins (cuyo valor aproximado es de 1 dólar). «Los mayores lavadores de dinero son los bancos Standard Chartererd y HSBC, y ambos tienen un velo institucional de respetabilidad», es el punto de Cody Wilson para defender a Bitcoin.
Hasta el momento, el padre de la Liberator recibió 50.000 dólares en donaciones para desarrollar su Dark Wallet. Para los seguidores de Wilson, esta nueva apuesta libertaria podría resultar más exitosa que las wiki-armas. El Senado de los Estados Unidos, por lo pronto, parece temer lo mismo. Pero después de dos audiencias agitadas este año por un senador neoyorquino alarmado por el caso Silk Road de 2011 —un sitio online en el que los usuarios podían comprar droga y porno infantil pagando con sus Bitcoins—, la conclusión fue que no hacían falta políticas de control específicas sobre la red de moneda electrónica. Como en toda historia del dinero, además de ideas y debates hubo detrás una aceitada red de lobbistas de la Bitcoin Foundation —»liberando a las personas para que hagan transacciones en sus propios términos», dice su lema— y la Comisión de Seguridad Interior del senado estadounidense. Las conclusiones fueron dos: Bitcoin produjo operaciones comerciales en 2012 por un equivalente a 8.000 millones de dólares, mientras que los negocios globales del crimen se manejan en una cifra astronómica estimada de 1.600 billones. Esa diferencia, por lo tanto, establece con certeza que los criminales no necesitan todavía de Bitcoin para desarrollar su economía. La otra conclusión es más mundana: aún hay más demanda y oferta de droga, mercancías prohibidas y pornografía infantil en los históricos circuitos analógicos, donde se prefiere el cash contante y sonante. ¿Por qué, entonces, fabricar un arma en casa si es más fácil comprarla en la calle? ¿Por qué usar moneda electrónica si es más fácil usar moneda real? El mundo que imagina y construye Cody Wilson, sin embargo, no deposita su valor en la practicidad. Lo deposita, en cambio, en una tecnología del tiempo. Es solo una cuestión de tiempo para que las armas y las billeteras se sumen a la aceleración digital del tiempo ////PACO