Por Nicolás Mavrakis
I
Hace unos días Vinicio Riva recorrió el mundo en una imagen. Esta imagen –la de algo que recorre el mundo en imágenes− empieza a darle al asunto su dejo monstruoso. Es una frase –y un procedimiento mediático− de un orden primitivo de la información. A Vinicio Riva, sin embargo, lo primitivo le iría bien. No creo que se ofendiera si pudiera prestarle alguna atención a esta idea menor. Vinicio Riva interpela algo primitivo: el miedo. Oh, Harold, todos tenemos miedo. ¿Lo tiene Vinicio Riva? La pregunta es interesante en un aspecto: miren a Vinicio Riva. ¿Qué produce su imagen? No, no es asco. No exactamente asco. Tampoco es piedad. La piedad es algo que se merece, no que se produce.
Vinicio Riva es un monstruo. Vinicio Riva no trata con el miedo como tratan ustedes con el miedo –como trato yo con el miedo−, Vinicio Riva está del otro lado del miedo. Vinicio Riva produce miedo. Eso es lo que produce su imagen. Miedo. Y los adultos podemos tratar con la pulsión primitiva del miedo a través de un complejo sistema de justificaciones existenciales. Monstruo, por ejemplo, es una palabra que aparta ligeramente al que la recibe de lo humano. «Hay bibliografía europea sobre el asunto». Un recurso instantáneo para eliminar la imagen y seguir adelante sin miedo. Pero, hagan la prueba, ¿hay algún niño en la sala? Llámenlo. Esto no va a demorar más de dos segundos. Díganle que mire a Vinicio Riva. Es italiano, del norte. Vicenza. Tiene 53 años. La madre de Vinicio Riva se murió en 2011. Vive con su tía Caterina Lotto y con su hermana Morena. Hace trabajo voluntario y recibe una pensión. ¿Los niños en la sala siguen ahí? Veamos, niños, ¿por qué Vinicio les da miedo…?
II
La enfermedad se llama neurofibromatosis o enfermedad de Von Recklinghausen. Un punto preciso: si alguna enfermedad fue descubierta y nombrada por un patólogo alemán, esa es definitivamente una enfermedad que nadie querría tener que soportar. Vinicio Riva la soporta desde antes que pudiera defenderse: la heredó de su madre. La neurofibromatosis tipo 1 es el tipo más común de neurofibromatosis. Ocurre aproximadamente en 1 de cada 4.000 personas en los Estados Unidos. “Aunque muchas personas afectadas heredan este trastorno, entre el 30 y el 50 por ciento de los nuevos casos surgen espontáneamente mediante mutación en los genes de una persona. Una vez que ha ocurrido este cambio, el gen mutante puede pasarse a generaciones sucesivas” (como Houellebecq en su última novela, cito a Wikipedia a través de ligeras glosas). La neurofibromatosis central es la otra variedad de la enfermedad, donde predominan los tumores en nervios craneales (nervios auditivos gliomas, meningiomas, etcétera). Creo que Vinicio Riva es la clase de persona que no se tomaría –como cualquier otro se toma a la ligera– ese etcétera al final del artículo.
Según su propia tía, Vinicio Riva apenas sale de su casa. Su enfermedad no es contagiosa. Solo produce miedo (y si los niños en la sala vieron esto, probablemente Vinicio Riva debe haber producido también terror). No sale, además, porque los tumores y los quistes en su cuerpo –en todo su cuerpo– son dolorosos. Y porque otros le tapan los oídos y los ojos. Vinicio Riva es, finalmente, un discapacitado. Su tía Caterina tiene 68 años. Dice que lo cuida –como cuida a su hermana– porque sin ella estarían muy mal y no se animarían a salir nunca de la casa. “Me necesitan detrás para su protección”. La hermana de Vinicio trabaja haciendo labores comunitarias en una biblioteca local: tiene la misma enfermedad que su hermano pero en un grado menos terrible. Vinicio, en cambio, trabaja en un geriátrico donde está hospedado su propio padre. Lo aterrador del miedo es que –a diferencia del dolor, cuya existencia consiste en perdurar– el miedo a veces puede hablar y puede sentir.
Vinicio Riva contó –está en el Daily Mail– que mientras el Papa Francisco lo abrazaba se sentía en el Paraíso. El monstruo –el enfermo, el discapacitado, el miedo– que se eleva al Paraíso. El drama es finalmente burocrático y terrenal. Operado varias veces para paliar el dolor y las complicaciones de las células fuera de control, el servicio médico estatal que Vicenza le presta a Vinicio Riva va a terminarse en enero. Como todos saben, hay problemas de presupuesto en Italia. Hasta entonces, Vinicio Riva va a seguir cobrando –igual que su hermana– una pensión de 250 euros por invalidez y 150 si realiza trabajos voluntarios. Vinicio y su familia nunca se fueron de vacaciones porque el cuerpo sangra cada noche y cada mañana las sábanas necesitan ser cambiadas y lavadas. Todo el cuerpo de Vinicio está sangrando y multiplicándose a la vez a cada momento. Para frenar un poco los tumores tiene que usar cremas.
III
Vinicio explica que pronto van a tener que cortarle un tumor sobre uno de los ojos para que pueda volver a ver. Pero que los tumores crecen de nuevo. No saben qué tan rápido, tal vez en un año o menos. Morena, su hermana, dice que se pelea con Vinicio como gatos y perros pero que al final se aman más que antes. Vinicio no cree que el amor –como se intuye a través de lo que dice su tía– sea una cuestión anclada en la íntima esfera familiar. Él dice también que le interesa conocer mujeres. Tal vez –dice Vinicio– una con su misma condición para una relación.
Bueno, si todavía hay niños en la sala, esta es la parte donde el miedo se redime. No porque Dios vaya a redimirlo –Francisco I, Sumo Pontífice de Dios en la Tierra, ha hecho ya lo suyo y tiene asuntos más delicados que atender– sino porque Vinicio se ocupa de redimirse como puede. Con algunos amigos, como puede, Vinicio va a la cancha, va a comprar pizza y pasea en bicicleta. También desea y ansía el deseo. Yo tuve mi propia experiencia con esta historia. Perfectamente soportable y banal: me tocó escucharla. “¿Vieron al tipo deforme que abrazó el Papa?”. Sí, bueno: la gama de exposición a la historia es incomparable. Pero pude ver la frivolidad del miedo y compartirlo. El gesto de asco entre cada palabra –y como buen católico, compartí el pecado de la burla y la exculpación vanidosa de la burla–; pero, ¿cómo serán las cosas para Vinicio Riva? “Aquellos que conozco desde hace mucho tiempo son amables, los otros son horribles”, dijo. Hasta los 15 años, tuvo un aspecto normal. ¿Cómo es que uno se transforma en un monstruo? ¿Cómo es que alguien se convierte en algo que solo produce miedo a su alrededor? Francisco I recibió a Vinicio Riva en la Plaza San Pedro y lo abrazó y lo besó. El mensaje es claro: he aquí un hombre que sufre, no un monstruo que da miedo. Dios ve las cosas de esa manera. Es la manera simple y omnisciente de ver las cosas. Dios no tiene miedo, sobre todo, porque es Dios. Pero Dios también hizo a los hombres a su imagen y semejanza. ¿Quedan niños en la sala? ////PACO