A Roberto Sena solo su familia lo llama por ese nombre. Son un hijo y dos hijas, y un puñado de nietos con el que le encanta jugar. Es todo un abuelo Roberto Sena. Tiene 66 años: pero entiende perfectamente el significado del término gangbang. A Víctor Maytland se le reconoce fácil la voz ronca, grave, altisonante, porteña como él. Se mueve con soltura en un bar de Palermo en el que parece ser habitué. Con esa misma liviandad, habla de coger, de acabar, de cuando no se te para la pija, de las minas que te piden que les rompas el culo. La gente lo mira, pero él no se da por enterado. Es el gran creador del cine porno argentino. El pionero, el que hizo más de 250 películas pero está orgulloso de 60, el que se cansó de vender copias en VHS, el que fue rico produciendo para Estados Unidos, el que en sus inicios fue asistente de dirección de Pino Solanas, el que inventó un mundo, el que se abrazó con el éxito, el que ahora no consigue nadie que le pague por su trabajo, el padre, el swinger, el abuelo. Todo eso y mucho más es Roberto Sena, y también es Víctor Maytland, la gran marca registrada en las tres equis del cine nacional.
El pionero, el que hizo más de 250 películas pero está orgulloso de 60, el que se cansó de vender copias en VHS, el que fue rico produciendo para Estados Unidos.
“Hace un año que no hago una película. Es el mayor período de tiempo que estuve sin producir desde el 89, cuando arranqué”, cuenta Maytland, que ahora se mantiene ocupado con su radio online, cuyo programa central es un noticiero del mundo del porno conducido por él. La radio no deja dinero, “porque ya nadie te quiere pagar por lo que hacés”, pero Maytland no tiene problemas económicos porque la bonanza de épocas anteriores todavía subsiste. Sin embargo, no es un hombre rico: gastó gran parte de sus ahorros en curar un cáncer de riñón que lo amenazó en 2010. Y ahora sigue fumando. Mucho. Ante todo, Maytland se define como un apasionado del cine. Se nota. Y mantiene encendida la ilusión de seguir filmando películas: “Tengo varios proyectos. Me presenté en un concurso de Playboy para hacer Las tortugas pinjas 2. Sería una linda forma de despedirme de esa historia que tanto me dio, pero con las posibilidades técnicas que tengo ahora. Seguramente pierda plata con eso, pero no importa, es algo que a mí me divierte mucho”.
Me presenté en un concurso de Playboy para hacer Las tortugas pinjas 2. Sería una linda forma de despedirme de esa historia que tanto me dio.
Las tortugas pinjas fue su primera película. Es una pornoparodia de Las Tortugas Ninjas, en el que unas pastillas adictivas que se distribuyen en Buenos Aires provocan la muerte de quien eyacule. Ante la crisis, el presidente de los Estados Unidos envía a cuatro enmascarados –las supuestas tortugas- para salvar al país y a la humanidad. Entre ninjas de cartón, gemidos agregados en posproducción y espeso vello púbico femenino, el filme se convirtió en un suceso, y vendió 50 mil copias de VHS, la cifra más alta en la historia del porno argentino. “Si gano el concurso, en la secuela habrá una nueva catástrofe sexual –adelanta Maytland-. La idea es que las cuatro tortugas son las hijas de las originales, y viven en las cloacas, de forma muy marginal. Resulta que el agua se envenena con una sustancia que si la tomás, te inhibe la erección. Entonces ellas tienen que solucionar el problema”. Antes del iniciático 1989 en el que filmó Las Tortugas, Maytland fue un cineasta del izquierdista Grupo Liberación, cuyo máximo referente era Pino Solanas. Fue asistente de dirección en La hora de los Hornos y también hizo sus propias películas. Pero en un viaje a Estados Unidos descubrió el mundo del porno, y así se decidió a fundar la industria en la Argentina. Acerca de aquel proceso, recuerda: “Primero contraté un abogado que estuvo tres meses investigando y me aseguró que de ninguna manera me podían prohibir que filme. Era como un chiste al principio, hacer una sola para probar. Pero nos fue tan pero tan bien que tuvimos que seguir produciendo, con mucho éxito. Y ahí me inventé un mundo, un nombre”.
Hablando de eso, ¿Por qué cambiaste tu nombre?
Me lo cambié porque en ese momento mis hijos eran chicos. Y había un rumor muy serio que decía que el tipo que hacía las películas porno era un degenerado y un perverso absoluto. Entonces lo hice para protegerlos a ellos. Porque iban a la escuela y los padres los señalaban. Muchas cosas así tuve que pasar.
¿Te sigue atacando la gente conservadora por tu oficio?
Hace mucho que no me critican. Les da vergüenza basurearme gracias a ustedes, a la prensa, que me ha inmortalizado hace 25 años. Nadie se atreve a decir que soy un asqueroso porque estuve en todos los programas de televisión y siempre quedé como un caballero. Yo no tengo por qué esconder a mi familia o que soy abuelo y me encanta estar con mis nietos. Es un prejuicio estúpido pensar que la gente del porno no puede tener una vida normal, y que tiene que estar todo el tiempo cogiendo, con ideas morbosas: es un delirio. Es más: en el porno la pasábamos bien cuando terminábamos de filmar y nos íbamos todos a cenar.
Nadie se atreve a decir que soy un asqueroso porque estuve en todos los programas de televisión y siempre quedé como un caballero.
¿Qué impacto tuvo el porno en tu vida personal?
Uf, muchísimo. Me hizo más seguro, me ayudó a entender que el sexo es todo y, al mismo tiempo, no lo es. Porque es maravilloso ser libre y poder cogerte a la mina que quieras, pero también es importante tener un tiempo para querer, un tiempo para tu familia. Me hizo muy sabio en eso, muy abierto a todo. Me convirtió en un tipo eternamente joven, con amigos mucho más chicos que yo. Es muy importante haber separado a mi familia del trabajo. Yo tuve dos esposas y una pareja con la que fui swinger, pero ahora no quiero más. Es muy difícil que una mina me acepte como soy. Y yo no voy a cambiar.
Y en la sociedad en general, ¿Cuál creés que ha sido la influencia?
Gigantesca. El porno hizo más por la sexualidad que millones de años de terapia. Haber visto porno educó sexualmente a la gente. A raíz de eso, las minas se animaron con el sexo oral, porque antes pensaban que era un asco, y lo mismo con el sexo anal, los tríos, las orgías, los gangbangs.
El porno hizo más por la sexualidad que millones de años de terapia. Haber visto porno educó sexualmente a la gente.
Cualquier hablador de perogrullos podría aplicarle con impunidad el adjetivo bizarro a la vasta producción de Maytland. Y títulos como Los Pinjapiedras, Rápido y Lujurioso y Los Porno Adams le darían la razón. Lo mismo haría la diversidad de los argumentos, que suelen estar pensados “para cagarse de risa entre amigos”. Hay policiales y hasta thrillers políticos, como Secuestro Exxxpress, en el que se hace referencia a la captura de la entonces candidata a presidenta Cristina Fernández de Kirchner. También está Tango Sex, su mayor orgullo, que funciona como un retrato porno de la historia del peronismo.
Solés decir que tus películas tienen mucho guión. ¿Cuál es el equilibrio?
-Yo mantengo algo poco usual, que es un 40 % de actuación y un 60 % de sexo. A menos que sea una película a pedido, que tenga que ser sin guión. En el mundo del porno, los yankees son anti-guión y los europeos son pro-guión. Por eso, cuando trabajaba para Estados Unidos, hacía de cada película una versión internacional y otra exclusiva para los yankees que era toda de coger. Son tan tarados ellos que ni les importa el orden de las escenas.
¿Cómo fue tu trabajo para Estados Unidos?
Fue del 2000 al 2005. Había mucha plata en el mercado de ellos porque el “pay per view” funcionaba. Ellos necesitaban hacer películas para el mercado latino. Entonces armaron un estudio en Buenos Aires y determinaron que lo mejor que había en el país era yo. Me contrataron, tuve un sueldo grande y participación en las utilidades. Habré hecho 100 películas más o menos, una por semana. Les puse como condición que, por año, me dejen hacer tres o cuatro personales mías, que son a las que les doy bola.
Necesitaban hacer películas para el mercado latino. Entonces armaron un estudio en Buenos Aires y determinaron que lo mejor que había en el país era yo.
¿Qué tal son los actores porno en la Argentina?
Hay de todo. La mayoría son tipos comunes que tienen la fantasía. Pero otra cosa es que puedan: primero tienen que pasar por un casting. Y después hay que ver: no sé si en el momento de la filmación no te cagás todo y no se te para. Hay algunos, uno de cada cien, que son privilegiados. Al tipo le decís ‘vamos a grabar’ y se le para. Eso lo convierte en un actor cogedor. Pero por ahí son malísimos hablando, no los puedo poner a hacer que lloren porque al que vea la película le va a dar risa. Entonces tengo que equilibrar con otros que quizás no son tan buenos en lo sexual, pero que pueden hacer mejor la parte dramática.
¿Y tenés tipos que actúen bien?
Y, generalmente no saben actuar nada. Como mis películas tienen tanto guión, yo preciso al menos dos que zafen. Y si tuviera cuatro o cinco buenos, te hago una obra extraordinaria.
¿Las actrices argentinas cómo son?
Las minas que hacen porno acá ya no pueden vivir solo de las películas, porque se hacen muy pocas. Por eso tienen que rebuscársela con eventos, fotografía, presencias, shows en vivo. Sobreviven con eso.
Las minas que hacen porno acá ya no pueden vivir solo de las películas, porque se hacen muy pocas.
Vos también organizabas eventos. ¿Cómo eran?
Sigo con eso, pero ahora menos. Son como experiencias, los tipos pagan por participar de un gangbang (una mujer arrodillada practicándoles sexo oral a varios hombres al mismo tiempo). Y después se toman un par de botellas de champagne y si la mina quiere terminan cogiendo.
También hacías fiestas en boliches.
Sí, eran fiestas temáticas, muy divertidas. La gente venía disfrazada, por ejemplo con ropa de los años 20. Entonces había sexo en el escenario y el que quería podía participar como voluntario. Se subían dos o tres nomás. Y todo el público celebraba mucho cuando a alguno no se le paraba.
Al porno lo critican por idealizar y generar situaciones irreales. ¿Cómo te parás ante eso?
Es una pelotudez, es lo mismo que critiquen a George Lucas por hacer ficción. Un actor que se echa 16 polvos en una hora es como Chewbacca: es ficción. Lo mismo cuando dicen que se discrimina a las mujeres o se las maltrata. Nada que ver: la mujer es la reina dentro del porno, cobra diez veces más que un actor. Y si una mina deja que le hagan sexo anal, ¡Es porque le gusta! Lo que pasa es que hay gente que no sabe estar con minas así. Yo he conocido. Y espero, de todo corazón, que tengas la suerte de que algún día te toque una mina que te diga “cogeme, hijo de puta, rompeme el culo”////////PACO