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Por Gabriel Bonetto 

1. Hasta la década del sesenta, la mesa argentina tenía un componente insustituible junto al sifón y la breve picada que acompañaba las pastas del domingo. Se trata de Vermouth Rosso, identificado con la marca Cinzano y en menor medida con el Martini, el Campari y el Cynar. Su decadencia comenzó con el auge de su competidor. Ganó terreno un aperitivo amarillento y ácido que se toma batido y con limón, junto a un mensaje publicitario destinado a la juventud. El consumo del Vermouth decayó y las numerosas campañas no pudieron recuperar su permanente declive. Ni siquiera la aparición de Alberto Olmedo, quien interrumpía en una elegante reunión para pintar carteles que decían “Mejor un Cinzano”, logró traerlo de vuelta. La marca tardó décadas en reposicionarse, con otro perfil, cambiando el mediodía por la noche y el concepto del aperitivo por el de trago.

2. Un poco de historia. El vermú, termino ya institucionalizado por la Real Academia Española, navega distintas mitologías. Algunos consideran que Hipócrates creó esta bebida cinco siglos antes de Cristo, después de macerar el vino con flores de ajenjo y con hojas de díctamo de Creta, obteniendo lo que en la Edad Media se lo llamó “vino hipocrático”. A comienzos del siglo XVI el consumo de vinos aromatizados estuvo vinculado con un brebaje estimulante que cuidaba la salud y prolongaba la vida. En la corte de Baviera estos vinos fueron denominados vermut (ajenjo en alemán). Años después llegaron a la corte francesa y la palabra se transformó en vermouth. La importación de especias condujo a la elaboración de un nuevo preparado en Venecia, pero fue en Piamonte donde apareció un vino de absenta que llegó hasta la mesa de Luis XIV, de la mano de Antonio Carpano.

3. Algunos años antes, en 1757, en la ciudad de Turín, los reconocidos maestros destiladores Giovanni Giacomo y Carlo Stefano Cinzano crearon “Il Rosso de Vermu”. Los hermanos abrieron su negocio en el centro turinés y su fama comenzó a expandirse rápidamente. En 1786, son nombrados proveedores de la Real Casa de Saboya y cuatro años después, la compañía familiar pasa a manos de Carlo Giuseppe Cinzano y su hijo Francesco, quien en 1816 abrió su local en la Vía Dora Grossa, convirtiéndolo en el centro de atención de la agitada vida de la ciudad de Turín. En la etiqueta de cada botella de Cinzano está el nombre de Francesco, clave en la popularización de los productos de la compañía. Por otro lado, años más tarde, en esa misma ciudad, apareció su principal competencia. En 1830 Alessandro Martini compró una pequeña bodega y años después estuvo entre los hombres de negocios italianos. El progreso económico de Martini coincidió con la unificación italiana, el llamado Risorgimento, un proceso social y político que llevó a la unión de los estados dispersos de la península en una única nación entre fines del siglo XIX y principios del XX. Poco después Alessandro formó un equipo de socios con sus dos amigos Luigi Rossi (que había sido el inventor de una fórmula especial de vermouth) y Teófilo Sola. La fecha clave es 1863, año del nacimiento de «Martini, Sola & Cia», compañía que comenzó a exportar a todo el mundo y a ganar premios. Alessandro Martini murió en 1905 y los tres hijos de Luigi Rossi heredaron la empresa. Ya se habían lanzado al mercado el Martini Extra Seco en 1900 y el Martini Blanco poco después. En 1922 pasó a llamarse oficialmente Martini, menos en Estados Unidos, donde tuvo que continuar llamándose Martini & Rossi porque la palabra Martini era un genérico utilizado para denominar al famoso cocktail “americano”.

4. El Vermú dejó su lugar en la cultura popular argentina y quiso buscar una nueva vida. El espejo publicitario reflejó un nuevo consumidor de Cinzano Rosso, un dandi, un treintañero muy elegante y desabrido que nos muestra que su mundo es muy “cool” y nos aleja del queso, el salamín, el sifón, el vermouth con papas fritas y good show, tan anacrónico y grasiento como imprescindible.///PACO