Por Hernán Mas (@jean_bouise)
“Vamos a dibujar en la pared un corazón los dos juntos”, dijo mi team leader, a modo de ejemplo de respuesta que yo tenía que darle a unos de nuestros clientes en estado de furiosa excitación sexual, pretendiendo de esta forma “desviar” la tensión hacia una escena amorosa y dulce, porque las situaciones de masturbación llevaban a un camino sin retorno y de segura pérdida del cliente.
Este diálogo se produjo el séptimo día de mi trabajo en el call center Audiotel, día en el que decidí renunciar. La “campaña” para la que trabajaba era la de uno de esos servicios de chat para conseguir citas por mensaje de texto vía celular tipo “#8080”.
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Este chat funcionaba de la siguiente forma: había un grupo de aproximadamente 20 perfiles falsos, la mayoría de ellos, mujeres. Desde 18 hasta 50 y pico de años. Quienes entraban a ese chat, tenían la opción de conectarse con cualquiera de estas personas, por supuesto sin saber que no tenían existencia real y cuya vida era en realidad “creada” por los empleados de la empresa, empleados con sueldos de 980$ (en el año 2007), 6 hs por día trabajo y un solo un franco rotativo.
La capacitación consistió en que uno de los que ya trabaja ahí me explicara, en no más de 20 minutos, como funcionaba la cosa. Había que responder, lo más rápido que se pudiera, las líneas de texto que enviaban los “clientes” a los diversos perfiles, lo que hacia necesario, en la mayoría de los casos, conocer mínimamente los historiales, ya que las personalidades de los falsos perfiles se iban creando con el desarrollo de las conversaciones. El mismo día me di cuenta que ninguno de los operadores respetaba la coherencia en que los teams leaders hacían tanto hincapié. Los team leaders son, como en McDonald’s, los boludos que tienen la jerarquía inmediatamente superior a los operadores rasos. Creo que, el único beneficio que tenían, además de cobrar 200 pesos más, es que podían quedarse menos tiempo, porque su trabajo de control sobre lo que hacían los operadores era casi nulo. Excepto la del turno noche, en el que yo trabajaba, una tal Luciana de unos 26 años, cara de frígida, voz y ademanes desagradables y con un cierto retraso mental, a la que, por suerte, solo me crucé dos veces. La segunda y última vez fue cuando tuvimos un diálogo desopilante que concluyó con la frase con la que inicio este texto.
Al poco tiempo de estar ahí, le tomé rápidamente la mano al asunto, que, por cierto, no era nada complicado. Los perfiles que creábamos eran casi todos de mujeres, pocas eran profesionales, ya que en este caso se podía tener el inconveniente de tener que responder alguna pregunta específica acerca de la supuesta profesión que ejercían. Predominaban entonces, las amas de casa que vivían del aire o minas que trabajaban de cosas poco especificadas o en trabajos poco complejos como empleadas de comercio.
Veamos un ejemplo:
Enrique 50: Como estás Vivi?
Viviana 42 (esta sí, arquitecta, pero que contaba con la suerte de que sus pretendientes preguntaban poco sobre su oficio): Bien, pero muy cansada, y vos?
Enrique 50: Yo muy bien ahora que puedo hablar con vos, pero, por que tan cansada?
Viviana 42: Porque hoy tuve que acompañar a mi hermana a hacerse una ecografía.
En este caso vemos que si la conversación le tocaba a otro operador (por cambio de turno o simplemente porque los textos podían entrar en la computadora de cualquier empleado) se debía estar al tanto mínimamente de las circunstancias.
Al día siguiente la conversación continuaba:
Enrique 50: Y como le fue a tu hermana con los estudios que se hizo?
Si uno no venía siguiendo la conversación, debía recurrir al historial, no fuera cosa de responder con análisis de sangre o tomografías computadas.
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Pero por supuesto, lo que más abundaba, eran los tipos que querían coger, como en cualquier otro lugar del mundo.
Sergio 32: Y te pusiste la tanguita roja que me prometiste ayer?
PaulitaRubia24: Si amor, claro
Sergio 32: Mmmmmhh que lindo, vamos a jugar como me prometiste ayer?
PaulitaRubia24: Si dulce, a que querés jugar?
Sergio 32: A que estamos juntos en la camita
PaulitaRubia24: Ay que lindo…
Sergio 32: Estoy muy caliente de solo pensarte con tu tanguita en la cama
PaulitaRubia24: Ay amor, que lindo que estes tan calentito
Sergio 32: Sabes que me gustaría hacerte?
Paulita Rubia24: Que te gustaría hacerme?
Sergio 32: Sacarte la tanguita con la boca.
Pauta a nunca olvidar: prohibido responder con monosílabos. Pero la verdadera regla que nunca se debía quebrar, era la de acceder a dar un numero telefónico. Desde luego, qué número podían dar estos seres inexistentes. El problema eran las excusas ridículas que había que dar, la más usada “es que tuve una experiencia horrible por dar mi número de teléfono”. Increíble excusa en tiempos de absoluta facilidad de cambiar chips o números, pero que los clientes de este chat solían mayoritariamente creer. El núcleo del negocio era, claro, alargar lo más posible las conversaciones difiriendo con cualquier motivo la concreción de un encuentro cara a cara, lo que a su vez incrementaba el número de mensajes que los tipos enganchados en esa ficción mandaban para convencer a las minas. Un círculo perfecto de deseo, insatisfacción y dinero a 50 centavos el mensaje de texto.
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Por otra parte, uno de los operadores me contó que el año anterior, habiéndolos obligado a trabajar el 24 y el 31 de diciembre en el turno de la noche, casualmente el que yo hacia, de 21 pm a 3 am, los operadores decidieron hacer un boicot y, antes de renunciar, escribirles a todos los que se conectaban en ese chat que se trataba de una mentira y que los perfiles eran falsos y por ende todo una estafa, a 50 centavos el mensaje. Ignoro la consecuencia de este acto, lo cierto es que eran muchos los que entraban a este chat, no puedo decir miles, pero si es cierto que enviaban miles de mensajes, ahí estaba la rentabilidad del negocio.
Después de una semana de trabajar en esa cueva montada en un edificio del Bajo, me llamó la team leader. Después de una hora de observar mis conversaciones, como un capataz que supervisa a un empleado indócil, me llamó a su computadora. Me mostró los errores que estaba cometiendo, todo en un tono desagradable. Y sobre todo hizo hincapié en una conversación que había pasado un poco los límites de lo aconsejable para el negocio, no por mi culpa, si no por la de los operadores de la tarde, que habían llevado muy lejos el grado de excitación de un cliente que manifestaba deseos de eyaculaciones en distintas partes del cuerpo y cosas así. Le dije que era imposible desviar ese rumbo, sobre todo cuando desde el perfil trucho los operadores decían cosas como “¿qué me vas a hacer cuando me tengas contra la pared de mi pieza?”. La respuesta de ella (repito: 26 años, 200 pesos por encima del salario mínimo, leve retraso mental) fue algo así como: “vamos a dibujar en la pared un corazón los dos juntos”. Fue lo último que escuché antes de renunciar e irme a casa.///PACO