¿Por qué insisto con el concepto de verdad? Porque la verdad probablemente haya sido uno de los dispositivos de normalización más influyentes del siglo XX, ¿pero cómo funciona en el siglo XXI? A partir de la llegada de internet, el medio ambiente digital, los nuevos flujos comunicacionales, ¿qué lugar ocupa la verdad? ¿hay una sola? Y si hubiera varias, ¿funcionaría de la misma forma que antes? No se preocupen, aunque sea tentador no voy a sacar a relucir a Foucault, no es necesario por el momento. Vayamos directo a Hollywood, donde todo es posible.

En Quiz show, película dirigida por Robert Redford, Twenty-One es el programa de preguntas y respuestas con más rating del país, los concursantes que responden exitosamente se transforman en estrellas: son reconocidos por la calle y respetados en sus barrios. Todo es perfecto para la cadena de televisión, los productores del programa y los participantes, pero de repente sobrevuela una sospecha: las respuestas están arregladas.

Todo funciona: la NBC tiene el programa más visto de los Estados Unidos, los auspiciantes aumentan la venta de sus productos y los concursantes que continúan en el programa se llenan de guita. Pero la verdad en 1958 es más fuerte que la realidad. El participante Charles Van Doren, profesor de la Universidad de Columbia e hijo del prestigioso poeta e intelectual Mark Van Doren y la novelista Dorothy de Van Doren, queda envuelto en el arreglo de las respuestas.

Van Doren (h) lo tenía todo, era el sueño white anglo-saxon protestant americano: provenía de una familia respetada, tenía una formación académica ejemplar, era profesor universitario, tenía algo de facha y ahora también mucho dinero. Llevaba ganados en Twenty-One más de U$S100.000 (el equivalente a más o menos U$S1.000.000 hoy). En algo más de 6 meses había conseguido más que lo que había logrado como un Van Doren, incluso un contrato como columnista cultural de la NBC. ¿Qué pasó? No aguantó: la culpa, la presencia de un Gran Jurado, la conciencia, el poder de la verdad. Todo eso lo hizo confesar.

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La NBC nunca fue responsabilizada por la Justicia, sólo fueron señalados como culpables dos de los productores del programa, quienes tiempo más tarde, después de asegurar ante el jurado que la cadena jamás estuvo involucrada, volvieron con Jack Barry (tras remarla un tiempo por el exilio de shows televisivos en Canadá) a producir el programa de concursos más exitoso de su carrera: The Joker’s Wild. ¿Alguno de los televidentes recordaría lo que había pasado con Twenty-One? Seguro que todos, pero a quién le importaba.

La verdad ha muerto. Probablemente el cine, la televisión y la radio fueron los pioneros de la disrupción del paradigma de verdad que hoy vemos distorsionado de una manera más clara en el medio ambiente digital. Pero fue sin dudas la cultura web la responsable final de romper con el orden del discurso que supieron establecer -disculpen que mencione a Althusser- los aparatos ideológicos de Estado a lo largo del siglo pasado que atormentaron a Van Doren (h). Entonces, ¿qué lugar ocupa la verdad en los medios digitales?

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Si los diarios de ayer sirven para envolver los huevos, ¿qué destino digital tendrá la circulación de la lógica de la verdad -tal como la conocimos en el siglo XX- en el mar picado de las resignificación permanente de la era internet? Sinceramente no lo sé. Alguien alguna vez dijo que René Descartes, a través de sus Mediataciones Metafísicas, fue el primero que «hirió de muerte» a Dios (lo que para muchos fue un tiro por la culata); eso no significó que la humanidad dejara de creer. Viéndolo de esa manera tal vez sólo se trata de comenzar a profesar la Fe en un tipo verdad diferente./////PACO