rituales


Un perdurable asalto a la razón

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Para acabar con un argumento ad personam, me gustaría anotar que en la historia del espíritu de los tiempos modernos sólo hay tres figuras que puedan ser colocadas, desde una perspectiva tipológica, al lado de la de Hubbard: el marqués de Sade, el pionero de la filosofía-ficción y que aboga por la liberación de una voluntad de poder sexualizada; el curandero y monje-bohemio ruso Rasputín, cuya máxima rezaba: «La fuerza es la verdad», y el ocultista británico Aleister Crowley, que pasó toda su vida dedicado a experimentos malvados y al consumo excesivo de drogas.
Peter Sloterdijk, Has de cambiar tu vida

1

De inspiración masónica y rosacruz, The Hermetic Order of the Golden Dawn tiene un origen nebuloso. Se sabe que es una escisión de la Sociedad Rosacruz de Inglaterra, a la que se sumaron miembros de órdenes menores en la línea de la Sociedad Teosófica fundada por Madame Blavatsky (1831-1891).

La Golden Dawn no sigue en todo a las sociedades masónicas. Su gran innovación es consentir el libre acceso de las mujeres a la orden. Es más, en su mito de origen predomina lo femenino. Este mito dice que una jefa secreta se habría contactado con el coronel del ejército británico William Wynn Wetscott (1848-1925) uno de los fundadores de la Golden Dawn junto a Samuel Liddell Mathers (1854-1918). También, las figuras protectoras elegidas por Wetscott y Mathers son dos mujeres: Isis, la diosa egipcia de la magia y la naturaleza, y Urania, la musa griega de la astronomía.

La jefa secreta le pasó a Wetscott los manuscritos fundacionales de la Golden Dawn, escritos en una lengua mágica del siglo XV. Ella era, según Wetscott, Anna Sprengel, hija de Luis I de Baviera y su amante, Eliza Rosanna Gilbert, condesa de Landsfeld, antes Lola Montez, bailarina y cortesana que supo enamorar a Liszt. El único problema es que Anna Sprengel nunca existió, y su existencia ficcional, pergeñada por Wetscott, le debe algunos datos reales a Anna Kingsford (1846-1888), una suerte de Blavatsky inglesa.

Madame Blavatsky

Tras una pelea con Wetscott, Mathers dirá que tres jefes secretos lo citaron en el Bois de Boulogne y lo nombraron imperator de la orden. ¿Pero quiénes son los jefes secretos? Son maestros que vigilan las cuestiones humanas desde sus cuevas del Tíbet. No existe ninguna tradición oriental que postule expresamente la existencia de jefes secretos. Mathers dice en un manifiesto para la segunda orden de la Golden Dawn: «Ellos solían encontrarse conmigo en un tiempo y lugar fijado por adelantado. Por mi parte, yo creo que son seres humanos viviendo en esta Tierra, pero poseyendo poderes terribles y sobrehumanos…» La segunda orden es en la que se ubican las autoridades de la Golden Dawn, que sirve de vaso comunicante entre la primera orden, la de los iniciados, y la tercera orden, la de los jefes secretos. La fuente más probable en la que Wetscott y Mathers se habrían basado para hablar de jefes secretos es La nube sobre el santuario (1802) del místico cristiano Karl von Eckartshausen (1752-1803), una lectura recomendada por la Golden Dawn a sus miembros, que hasta cierto punto popularizó la cerrada estructura de las sociedades masónicas. Eckartshausen postula una sociedad interior (trascendente) de sabios que «comunicó, según el tiempo y las circunstancias, a las sociedades exteriores, sus jeroglíficos simbólicos para llamar la atención del hombre exterior sobre las grandes verdades del interior». La sociedad interior secreta es la que habilita a la sociedad secreta exterior (contingente) a trabajar en el mundo, y «todas las sociedades exteriores sólo subsisten cuando esta sociedad interior les comunica su espíritu».

El 18 de noviembre de 1898, en el Mark Masons’ Hall de la Great Queen Street, el joven Aleister Crowley, quien todavía no era The Great Beast 666 o The Wanderer of Desolation, juró como miembro de The Hermetic Order of the Golden Dawn adoptando el nombre mágico de Perdurabo («perseveraré hasta el fin»). Entre los presentes del ordenamiento estaba Arthur Machen («una nulidad», diría malignamente Crowley sobre él muchos años más tarde). No sabemos si estaba también William Butler Yeats, otro de los miembros destacados de la orden. Ese año había sido particularmente difícil para Crowley. Se había enamorado de Herbert Pollitt, a quien conoció en un baile del Footlight Club, la compañía teatral de Cambridge. Pollit, diez años mayor que Crowley, era amigo de Wilde y Beardsley y modelo de Whistler. Vivieron juntos seis meses, pero Pollit lo abandonó. Ahora empezaría a dejar ese mal trago atrás y con el correr de los años también él vería necesario comunicarse con los jefes secretos.

2

No mucho después de su ordenamiento, Crowley se muda de la casa familiar a un amplio departamento en Chancery Lane. Su vida de dandy bohemio está cimentada en la fortuna de la fábrica de cerveza paterna. Empieza a presentarse como el conde Vladimir Svareff. Con ese nombre escribe Jezebel, un libro de poemas. En The Confessions dice que como había observado el servilismo de los tenderos de Cambridge con los miembros de la Universidad, ahora quería saber cómo se comportarían con un aristócrata ruso. No tiene un buen recuerdo de Cambridge. Aparte de su decepción amorosa, fue un estudiante de nivel apenas aceptable de filosofía y duró allí solo tres años.

Cierta noche, en el templo de la Great Queen Street, entabla conversación con otro frater. De inmediato, Crowley reconoce en ese hombre a un posible maestro. Se trata de Allan Bennett, que vive miserablemente en una casilla frente al Támesis. Crowley lo invita a vivir en Chancery Lane. Serán amantes. Bennett amortigua su asma con opio, morfina y cocaína, pasando de una a otra droga. Crowley, que también es asmático, lo imita. En ese momento no había dificultad en conseguir narcóticos ya que la ley sobre el consumo de drogas peligrosas se aprobaría en Inglaterra recién en 1921. Cuando Bennett le anuncia que irá a Ceilán a buscar las fuentes del budismo y un clima más propicio para su salud, Crowley desiste de acompañarlo. Ya tiene en mente el próximo paso.

Con un préstamo familiar, que su madre y su tío siempre califican como el último, y 200 libras sonsacadas a una viuda amiga, parte a Escocia. Compra una casa, llamada Boleskine, en una zona de las Highlands, justo frente al lago Ness (Jimmy Page, crowlyano confeso, sería otro propietario famoso de la casa a partir de 1970). Es el lugar adecuado para practicar una magia especial descubierta por Mathers en El Libro de la Magia Sagrada de Abra-Melin el Mago, un manuscrito fechado en 1458 que encontró en la Bibliothèque de l’Arsenal de París. Sin rituales preestablecidos, la magia de Abra-Melin sólo suministra listas de ángeles y demonios a invocar. La voluntad del mago define si la magia es negra o blanca.

Al llegar la Pascua, Crowley prepara el oratorio en una habitación del piso superior e invoca a los demonios. Son ciento quince las siluetas tenebrosas que desbordan la casa. La claque que rodea a Crowley sufre desmayos y alucinaciones. El nuevo convocante de demonios regresa a Londres con una petición para su ascenso en la Golden Dawn, pero el cancellarius de la segunda orden, el círculo interno de adeptos, se niega a recibirlo. Crowley había caído en mal momento. Una agria disputa enfrenta a Mathers con otros miembros de la orden que le discuten su investidura de imperator, el grado más elevado de la orden. Crowley viaja a París en enero de 1900 para entrevistarse con Mathers, y consigue que este lo inicie como adeptus minor. Henchido por el aura de Mathers, Crowley regresa a Londres y los miembros anti Mathers se niegan a darle los documentos certificatorios de su nuevo grado. Como en un vaudeville loco, Crowley viaja de nuevo a París. Expone un plan a Mathers: cambiará las cerraduras de los locales de la orden e interrogará enmascarado, como un enviado anónimo de los jefes secretos, a los otros miembros sobre su lealtad hacia el imperator. Aunque el plan no tiene consistencia alguna, Mathers no va a contradecirlo porque precisa el dinero que Crowley le aporta a la causa.

El primer local elegido para la reconquista es el de 36 Blythe Road, donde está la cripta de madera que evoca la del fundador de la Orden de la Rosa Roja y de la Cruz de Oro, Christian Rosenkreutz, que, según la leyenda, fue enterrado bajo el monte Abiegnus en el siglo XV. El desenterramiento de Rosenkreutz se teatralizaba como parte de los ordenamientos de alto grado, y aunque la pertenencia de Bram Stoker a la Golden Dawn no está fehacientemente corroborada, si este hubiera sido miembro es incuestionable el gran efecto que esa teatralización le habría causado.

Crowley y su amiga Elaine Simpson, también miembro de la orden, penetran en el primer piso, donde están las oficinas centrales, y echan por la fuerza a Miss Cracknell, la secretaria, que va a la oficina de correos más cercana y envía un telegrama urgente a los miembros anti Mathers, entre los cuales está Yeats. Cuando estos llegan se encuentran con las cerraduras cambiadas y con Crowley y Simpson adentro. Hay forcejeos, insultos, interviene la policía, luego un juez. Los anti Mathers retoman el control del local.

Esta derrota enardece el resentimiento de Crowley contra Yeats, que apenas lo registra como un frater y lo ignora completamente como poeta. Un año antes Crowley había ido a visitar al pintor Jack Butler Yeats, hermano de William, para mostrarle las pruebas de su Jezebel estando el poeta presente. Crowley pensó que ese sería el momento del reconocimiento de un poeta a otro poeta. Pero William solo dijo algunas frases de ocasión. Años después sí reconocería su deuda con Mathers, con quien se había iniciado en estudios y experiencias que le sirvieron para convencerse de «que las imágenes brotan ante los ojos de la mente de una fuente mucho más profunda que la consciencia». Aunque de un modo indirecto, la contribución de Mathers a la poesía moderna parece haber sido más importante que la de Crowley. Algún tiempo después del incidente en Blythe Road, Crowley ridiculizaría a Yeats en un relato, En la bifurcación, en el que Will Bute, un viejo «coplero», lucha desesperadamente para que una hermosa joven no se enamore de un poeta, más talentoso y más joven que el pobre Will. El relato es interesante porque la descripción del departamento donde transcurre la acción corresponde al de Chancery Lane.

Cuando Crowley va otra vez a París, en mayo de 1900 a informarle a Mathers los acontecimientos en Blythe Road, este le comenta que ha regresado hace poco de un país maravilloso: México. De vuelta en Londres, Crowley ya se ha desinteresado de las cerraduras y de la cripta de Rosenkreutz, y tras una corta estadía en New York toma el tren hacia el D.F. de México donde se reencuentra con Oscar Eckenstein, su mentor en el alpinismo. Bennett y Eckenstein son las dos únicas personas a las que Crowley siempre trató con sinceridad y deferencia. Escala con Eckenstein el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Se aburre de México y viaja a Ceilán, donde se reúne con Bennett. Se aburre de Ceilán, viaja por el norte de la India y le toma el gusto a la caza del búfalo. Pero, por supuesto, se aburre de la caza del búfalo y en febrero de 1902 se reencuentra con Bennett en un monasterio. Bennett le dice que ya no volverá a Londres. Crowley piensa que también para él ha llegado el momento de un cambio. Pero su elección no sería precisamente la vida contemplativa.

En El Cairo, durante las noches del 8, 9 y 10 de abril de 1904, en plena luna de miel con Rose Edith Kelly, Crowley escribe El Libro de la Ley. Fue Aiwass, un espíritu, quien se comunicó con Crowley (por suerte, en inglés) y le dictó el libro. «Mi escriba Ankh-af-na-khonsu, el sacerdote de los príncipes, no cambiará siquiera una letra de este libro». Ankh-af-na-khonsu («el que vive en Khonsu»), fue un sacerdote que vivió en Tebas aproximadamente en el siglo IX A.C., y, según Crowley, una pasada reencarnación suya. Aiwass le dictará a Crowley la thelema, transliteración del término griego θέλημα, que se traduce usualmente como voluntad. Crowley también usará el término para nombrar a su «sistema». El Libro de la ley es indudablemente su obra más importante, por la cual hoy en día se lo recuerda.

Las consignas centrales de la thelema son: «Haz lo que quieras será toda la Ley», «Amor es la ley, amor bajo querer» y «Cada hombre es su propio dios, y la nueva religión consiste en dar rienda suelta a todos los instintos y sentimientos que están ocultos en lo profundo del espíritu». Todo lo precedente se remata con una incitación alarmante: «El hombre tiene el derecho de matar a aquellos que contraríen estos derechos». 

La thelema que Aiwass le transmite a Crowley es la thélème de Gargantúa (1534) de Rabelais, el segundo libro de los cinco que hoy conocemos como Gargantúa y Pantagruel. La regla de la abadía rabelesiana, una parodia del cristianismo, es, en francés moderno, ​«fais ce que tu voudras», o sea «haz aquello que deseas». Y es altamente improbable que Rabelais fuese una reencarnación de Aiwass.

El Antiguo Egipto esclavista renace en la prosa de un excéntrico hierofante del Imperio Británico que copia el lance aristocrático nietzscheano para redoblar la apuesta de la mirada clasista de la gentry de su tiempo. «Soy único y conquistador. No estoy en los esclavos que perecen. ¡Sean ellos condenados y muertos! Amén. (…) Por esto los reyes de la tierra serán Reyes para siempre: los esclavos servirán. Nadie será derribado o soliviantado: todo es siempre como fue. Sin embargo, mis servidores están enmascarados: tal vez aquel mendigo es un Rey. Un Rey puede escoger su vestidura como quiera: no hay prueba cierta, pero un mendigo no puede esconder su pobreza». El Egipto de principios del siglo XX, un puesto de avanzada de Oriente, ejerció un hechizo irresistible en el incansable viajero Crowley. Ese hechizo estaba cimentado por una herencia cultural gestada por la intelectualidad europea que había dedicado parte de su sensibilidad a examinar y reescribir las ricas tradiciones de Oriente a partir de las conquistas coloniales. Y detrás de ese hechizo latía una instancia vital más nocturna que implicaría un alto costo de ser reconocida públicamente. Así lo dice Edward Said en Orientalismo: «Oriente era un lugar donde se podía buscar una experiencia sexual que resultaba inaccesible en Europa. Ningún escritor europeo que escribiera sobre, o viajara a Oriente después de 1800, estuvo dispensado de esta búsqueda». En el caso de Crowley, el matrimonio con Rose no le impidió sus andanzas en El Cairo.

Tras terminar el Libro de la ley, Crowley le escribe a Mathers para informarle que los jefes secretos lo habían nombrado imperator de la Orden y patrocinaban una nueva fórmula mágica: la thelema. Como no recibe respuesta de Mathers, le declara guerra. Cuando Crowley está nuevamente en la casa Boleskine, una noche, sorpresivamente, sus perros caen fulminados y Crowley tiene que golpear a un criado que enloquece e intenta matar a Rose. Son las consecuencias de un «ataque» lanzado por Mathers desde París. Crowley «contraataca» con cuarenta y nueve siervos de Beelzebub, que golpean a Mathers y a su esposa Moina Bergson, la hermana del filósofo Henri Bergson, en su casa de Montmartre. La mutua neutralización será un armisticio: Crowley se irá olvidando de Mathers y viceversa.

Una noche de invierno de 1912 un extraño personaje de galera y bigote manubrio llamó a la puerta de la casa de Crowley, en Victoria Street. Era Theodor Reuss, jefe de la Ordo Templi Orientis desde la muerte de Karl Kellner en 1905. 

Reuss trabajaba en Inglaterra como cantante de music hall. Cierta noche actuó en un concierto destinado a recaudar fondos para la Liga Socialista. Eleanor «Tussy» Marx, la hija menor de Karl, perturbada por la obscenidad de las canciones, lo definió como «un individuo vulgar y sucio». Al final lo expulsaron de la Liga, no por obsceno sino por ser espía del servicio secreto alemán. Kellner, en cambio, fue un adusto francmasón con grado de gran maestre que había viajado a Oriente para indagar en los misterios de la filosofía del sendero de la mano izquierda, o magia sexual. Al regresar a Alemania Kellner fundó con otros francmasones de igual jerarquía a la suya, la Ordo Templi Orientis, u Orden del Templo de Oriente. La O.T.O. se constituyó como un círculo exclusivo que cambió el Rito Escocés de la Masonería, más bien ingenuo, por el nuevo y excitante saber. Las nunca probadas prácticas sexuales de los caballeros de la Orden del Temple, que durante el siglo XIV los puso en la mira de la Inquisición, que los enjuició por brujería, los torturó y los ejecutó en la hoguera, incitaron a un pequeño grupo de ocultistas alemanes y austríacos a proclamarse a sí mismos «templarios orientales», como una insinuación sobre su carácter de continuadores de la Orden del Temple.

Aquella noche en Victoria Street, Reuss acusó a Crowley de haber publicado el secreto del grado IXº, el más exclusivo de la O.T.O. El cuento divulgado por Crowley es que Reuss fue a la biblioteca, tomó una edición impresa de The Book of Lies, la abrió en el capítulo 36 y le señaló la frase reveladora: «Beban del Sacramento y pásenselo los unos a los otros». Pero The Book of Lies sería publicado recién en 1913 y el encuentro con Reuss fue en 1912. Reuss, según Crowley, había tomado del futuro una edición impresa, por lo que el encuentro entre ambos ocurrió en una fractura del continuo espacio-tiempo. O Reuss leyó un borrador de The Book of Lies o el encuentro ocurrió de una manera totalmente diferente a la difundida por Crowley.

El secreto tan resguardado de la O.T.O. germánica, que ahora estaba en manos de Crowley, era el rito en el cual el semen se recargaba antes de la «operación mágica» con la energía resultante de la thelema del mago, y posteriormente se extraía de la vagina en la que había sido «depositado» en el transcurso de la «operación», para ser consumido al final por los asistentes a la «misa». Tras el encuentro con Reuss, Crowley entró a la O.T.O. con el título de Baphomet, el mago maestro

Es cierto que Crowley y Kellner habían estado para la misma época en los mismos lugares de la India, pero nunca llegaron a cruzarse. Evidentemente, existió una infidencia del entorno de Crowley que llegó a la O.T.O., y, aún más, cabe también pensar que haya sido Crowley quien promoviese esa infidencia para atraer a Reuss y plegarse a la O.T.O. De cualquier manera, el juego entre Crowley y la O.T.O. estuvo claro desde el comienzo para ambos. Para Crowley la O.T.O. sería una plataforma para aumentar su campo de acción y las ventas de sus libros. La O.T.O., aunque con el paso del tiempo las posiciones internas en cuanto a Crowley se dividirían, prefería tenerlo adentro y controlado hasta donde se pudiese y no afuera y en contra. Reuss no desconocía que desde 1909 Crowley editaba una revista semestral, The Equinox, donde revelaba casi graciosamente los rituales secretos que Mathers había implementado en la Golden Dawn.

Crowley presenta su propia versión de magia sexual o magick (la k alude a κτείς, que en griego antiguo es pubis) en el Libro IV, publicada a fines de 1912. Será su obra más reeditada detrás del Libro de la ley. Alejado definitivamente de Mathers y de la Golden Dawn, la magick será el fundamento de su propia orden, la Golden Dawn Thelemita. El concepto de magick de Crowley es confuso. A veces aparece como un método, otras veces como la «ciencia» misma de toda magia. Para comprender cabalmente la magick vale detenerse en lo que Crowley piensa del concepto de perversión sexual del psiquiatra Kraft-Ebbing, que de alguna manera se continuaría con Freud. Lo que Krafft-Ebbing y Freud llaman perversiones sexuales para Crowley son «afirmaciones mágicas de puntos de vista perfectamente inteligibles». Esto significa tácitamente que Crowley no ve valor alguno en las conclusiones de un pensamiento que empezaba a barrer de la sexualidad las parafernalias místicas y los preceptos supersticiosos. 

Se podría arriesgar que una sociedad secreta tal vez tenga como función inconfesable y primordial instituir las formas discursivas y rituales en que sus miembros deben encarar el sexo, soportarlo y practicarlo, a los ojos de ese guiño de los dioses que les apruebe el goce y que también los defienda de él. No hay todavía una historia de cómo esa discursividad y esa ritualidad se filtraron a través de los intersticios de esa lábil membrana cuasi moral que separa a una sociedad de sus tabúes, de sus herejías, de su deformidad, o sea, de sus deseos.

3

Cuando se inicia la primera guerra mundial Crowley regresa a Londres desde Suiza y se presenta en el Foreing Office para colaborar con la propaganda bélica. No lo quieren ni gratis. Se va a Nueva York y, despechado, redacta panfletos a favor del Imperio Alemán. El 3 de julio de 1915 da un discurso al pie de la Estatua de la Libertad: «Renuncio para siempre a toda pleitesía hacia cualquier tirano foráneo y juro luchar hasta la última gota de mi sangre para liberar a los hombres y mujeres de Irlanda». Al finalizar el discurso rompe un sobre que, según sus dichos, contenía su pasaporte inglés. El sobre estaba vacío. Además, nunca había pisado (ni pisaría) Irlanda, y cuando EEUU entró a la guerra se olvidó de su alergia antibritánica.

En 1918 conoce a la adivina Leah Hirsig, su futura mujer escarlata. Leah introduce una variedad en la magick que Crowley no había probado hasta entonces: el sadomasoquismo. La pareja se vuelve trío en 1920 con Ninette Fraux Shumway, una amiga de Leah, y parten a Sicilia. En Londres algunos piensan que habría que juzgarlo por traición, cosa que no sucederá. Entonces viene el cenit de su carrera con la fundación de la nueva abadía de Thelema en Cefalú, frente al Tirreno. Allí los discípulos visten túnicas egipcias sobre los cuerpos desnudos, los varones deben afeitarse la cabeza dejando un rizo fálico sobre la frente y las mujeres teñirse el pelo de rojo o rubio. El rizo de los hombres representa la energía de Horus y el cabello rojizo o rubio es un atributo de mujer escarlata.

El ritmo de Cefalú lo marcan la magick, en su apogeo, y el estudio de las obras de Crowley al que están obligados los discípulos. Hay orgías, drogas y hasta un intento de sexo con animales (Leah, instada por Crowley, se prestó, sin éxito, a copular con un macho cabrío). No tardaría en ocurrir una tragedia. En 1923 Raoul Loveday, uno de los amantes de Crowley, muere de una gastroenteritis. La muerte de Raoul se debió a haber bebido sangre de un gato sacrificado en un rito. Betty Loveday, su esposa, abandona Cefalú y en Londres acusa a Crowley: Raoul mató al gato y la instigación a beber su sangre partió de Crowley. El escándalo Loveday propicia que la prensa le recuerde a la opinión pública el trabajo de Crowley como propagandista pro Imperio Alemán y el incidente de Kangchenjunga, en la cordillera del Himalaya, cuando en 1906, sin que Crowley tuviera responsabilidad alguna, una avalancha mató a cuatro integrantes de su expedición. Eso no importa, ha llegado el momento de ajustar cuentas con el traidor, el depravado anticristiano, el que se ha animado a escribir un poema llamado Mear o no mear donde se burla del monólogo de Hamlet. Lo bautizan «el hombre más malvado del mundo». A Crowley le encanta el sambenito. No mucho después de la muerte de Raoul la policía lugareña lo cita y le informa que debe abandonar el país por orden del Duce. No hay explicación ni acusación.

Crowley y Leah pasan a Túnez y de allí a Marsella. Recibe cartas de Ninette, que es la única a la que se le permitió permanecer en Cefalú, cuidando a hijos propios (una es Louise, la hija que tuvo con Crowley en 1920) y ajenos. Crowley le responde durante un breve tiempo, luego se olvida de ella. Ninette morirá de una meningitis en Francia en 1930. Cinco años antes Crowley había terminado su relación con Leah, con la cual tuvo una hija, Anna Leah, que murió antes del año de vida, y un hijo, Hansi. Leah es la única mujer escarlata que tuvo una larga vida. Murió a los 91 años.

En 1929 lo expulsan de Francia por su reputación de satánico y sodomita. Está recién casado con la nicaragüense María Ferrari de Miramar, a quien Crowley llama «la alta sacerdotisa de vudú». Se separará de ella a menos de un año del casamiento. De María se sabe poco, excepto las obscenidades que Crowley cuenta sobre ella en The Confessions. No se sabe si murió en el terremoto de Managua de 1931 o en un asilo de Colney Hatch algunos años después.

Uno de los affaires más bizarros de la vida de Crowley acontece en Portugal, con la colaboración de Fernando Pessoa, que había escrito a The Mandrake Press para comprar The confessions. La carta de Pessoa se le trasladó a Crowley. Ambos iniciaron una relación epistolar que culminaría con la visita de Crowley a Lisboa el 2 de septiembre de 1930. Pessoa recibió en el muelle a Crowley y Hanni Jaeger, una adolescente alemana de diecinueve años. Tras varios días de magick, la pareja va a Estoril. Pero mientras Crowley se está registrando en el hotel, Hanni, imprevistamente, se escapa a Lisboa. Crowley la espera un día en Estoril y luego vuelve a Lisboa tras la chica. Como no la encuentra recurre a Pessoa, que gracias a sus contactos la localiza en un hotelito céntrico. Además, alerta a Crowley, es probable que Hanni parta en un barco hacia Berlín a la otra mañana. Crowley se mete en la habitación donde se esconde Hanni, discuten, parece que se reconcilian, pero al otro día Hanni se embarca. Crowley se va a Sintra. Vaga por la costa hasta detenerse en Boca do inferno, una playa con altos acantilados en las afueras de Lisboa. De pronto resuelve conmover a Hanni. Deja en la arena una nota suicida planchada bajo una cigarrera y se comunica con Pessoa, quien consigue que los principales diarios lisbonenses publiquen que un tal Ferreira Gomes, periodista, ocultista y heterónimo para la ocasión, paseando por la playa, oyó el último grito de desesperación de Crowley. La noticia se propaga, y mientras los diarios ingleses y alemanes se preguntan por su suerte, Crowley está oculto en Berlín practicando la magick con Hanni.

Tras la asunción de Hitler, Crowley regresa a Londres. El nuevo canciller ha ordenado el cierre de la O.T.O. y otros grupos masones. El nacionalsocialismo tiene una agenda esotérica propia. En 1936 Hanni, abandonada por Crowley, se suicida en Berlín. Al año siguiente, por un pleito de sus acreedores, la justicia inglesa lo declara en quiebra. Ya no queda nada de la fortuna familiar. Crowley, sin dinero, decide dar un curso para el rejuvenecimiento corporal y sexual por una libra con un chelín a la semana. El «hombre más malvado del mundo» pasa a convertirse en «el vagabundo de la desolación». Empiezan los peores años de su vida.

Los bombardeos de la Luftwaffe de septiembre de 1940 lo arrastran hacia Torquay, en la costa sur de la isla. En The Confessions escribe que para esa época sus erecciones son débiles (consecuencia de las adicciones sostenidas con contumacia y furia). Para abril de 1941 ya no hay propietario de hotel ni pub que se arriesgue a fiarle y se muda a un hotelito en Barton Cross. Les reza a los jefes secretos para no morir de inanición. A principios de 1942 está otra vez en Londres. Ya no soporta la falta de dinero y drogas. Lo rescata por unos pocos meses un joven director de teatro como consultor mágico para una puesta de Fausto de Marlowe. Peter Brook siempre recordaría con afecto y cariño aquellos días junto a Crowley.

4

No hay duda de que Crowley encarnó un retorno de lo reprimido por las hipocresías morales del victorianismo. Pero al revés de Wilde, cuya «inmoralidad» fue una respuesta moral a esas mismas hipocresías, a Crowley lo fascinaba el círculo vicioso que formaban su goce perverso con la provocación del aquelarre. Así y todo, su legado no debería ser en absoluto subestimado. Al margen del sincretismo confuso que acumula sobras de I ching, yoga kundalini, astrología, maniqueísmo cristiano (aprendido en la catequesis de los Hermanos de Plymouth, la iglesia protestante evangélica a la que pertenecían sus padres y en la que fue criado), y mucho más, toda su vida Crowley cumplió coherentemente la máxima principal del Libro de la ley: «Haz lo que quieras será toda la Ley», un mandato pulsional suficientemente amplio como para verlo presente tanto en el verano del amor de 1967, en la revuelta punk de fines de los 70, en el culto de la New Age y en los planteos políticos de los libertarios radicales del siglo XXI. Para estos últimos el «haz lo que quieras…» crowlyano está en el núcleo de su paroxismo ideológico. Para un sujeto que desconoce la historia, las tramas complejas de las identidades y las transacciones constitutivas de lo social, una criatura que se asemeja en mucho al superhombre nietzscheano, no existe autoridad ni consensos que merezcan rozar siquiera sus decisiones y la única ley a respetar es justamente una que establece la no-ley. Un libertario, lo sepa o no, es un crowlyano hecho y derecho.

Mientras Crowley se diluía en una vejez de enfermedad y penuria, en Pasadena crecía velozmente la Iglesia de Thelema de California. El jefe era Jack Parsons, un investigador de sistemas de propulsión para cohetes. En mayo de 1945 Parsons conoció a un nuevo aspirante al que se propuso instruir en la magick. El joven no tardó en practicarla con la novia de Parsons. A principios de 1946 la tensión entre Parsons y el joven era insostenible. Crowley, más preocupado por sobrevivir que por una disputa lejana, respondía lacónicamente las quejas epistolares de Parsons, que admitió la derrota y dio un paso al costado. Entonces Crowley le envió una carta de apoyo al joven prometedor. Este, cuando ya se había convertido en un hombre poderoso, dijo que su ingreso a la Iglesia de Thelema había tenido como objetivo acabar con la magia negra que operaba en EEUU. Era L. Ron Hubbard y aquella pequeña guerra ganada contra Parsons fue el prólogo de la Cienciología.

La noche del 1 de diciembre de 1947 una bronquitis mató a Crowley en la habitación de una humilde pensión en Hastings. Veinte años después obtendría un homenaje célebre: en la tapa de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band los Beatles (pedido por Lennon) lo ubicaron entre el gurú Sri Yukteswar y la bomba sexy de Hollywood Mae West. Con cualquiera de los dos se hubiera sentido a gusto el mago.

Lo incineraron en Brighton. La urna con sus cenizas se la llevó Karl Germer, tesorero de la O.T.O, a su casa de New Jersey. Cuando debió mudarse la buscó en el jardín donde la había enterrado, pero ya no la encontró////PACO

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