Por Mariano Terdjman
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Todo empieza un mes atrás cuando como una ensalada un sábado por la noche. Una ensalada de arroz yamaní y atún. Un sábado por la noche. Una ensalada de arroz yamaní y atún. Exteriormente no tiene consecuencias y la pasamos lo más bien con mi novia. Interiormente monto una escena. Una escena muda, secreta. «¿Desde cuándo como ensaladas un sábado a la noche?». «¿Desde cuándo prefiero comer ensaladas un sábado a la noche?».
Acá podría hacer chistes: anécdotas sobre mí, cambios en los últimos años, vida en pareja, paso del tiempo, etc. Hacer un especie de stand up sobre las ensaladas y el amor. Reírse de lo masculino y lo femenino: todos contentos. Pero esa noche no quería hacer chistes. El humor era un bulto que un médico había extirpado y yo estaba frente a mi ensalada repleto de preguntas. ¿Qué era esa vida «fresca y saludable»? ¿Cuándo había empezado esa tendencia por la «vida sana»? ¿Cómo había empezado a circular la idea «calidad de vida»?
Me acordé de Roberto Arlt. El título que había pensado para «El juguete rabioso» era: «La vida puerca». Me acordé también que en mi infancia comía grandes platos de ravioles con tuco en un lugar que sin humor se llamaba «Filetto».
Mejorar la alimentación, pero también hacer ejercicio, controlar el estrés, los factores de riesgo como el tabaco, hacer controles médicos permanentes, tener más sexo, tener una vida familiar plena, tener una mejor vida social, aprovechar el ocio, disfrutar el tiempo libre, utilizar las nuevas técnicas de salud alternativa, Yoga, pilates, etc.
Todo para sentirse mejor.
2
El día de la madre lo pasé viendo un documental de cuatro horas de la BBC que se llama «El siglo del Yo». Los ojos abiertos, la boca abierta, la atención fija en la pantalla de la computadora: allí había una explicación de cómo el siglo XX alimentó, engordó y conquistó esa nueva figura del Yo.
En el origen está Freud. En verdad no Freud, sino un sobrino suyo que traslada a Norteamérica y a los negocios parte de sus ideas. Principalmente una idea: los deseos inconscientes son más poderosos que la conciencia y la racionalidad. Edward Bernays, el sobrino de Freud, convence a las empresas de modificar el método de venta: ni la durabilidad ni ninguna otra virtud del producto puede igualar la sensación inconciente de sentirse «más poderoso», «más viril», «más atractivo», «más independiente», «más libre» o «más seguro». Esa teoría crea un Yo consumidor y satisface sus deseos más profundos: «Los deseos del hombre deben eclipsar sus necesidades».
Pero ya a mitad de siglo comienza un movimiento de contracultura que objeta esos métodos de venta: objeta la manipulación y se vuelve «libre» del consumismo imperante. Movimientos hippies, contraculturales, que crean un Yo diferente que quiere expresarse, manifestarse, expandirse. Quieren crear un Hombre Nuevo: desterrar la avaricia y la ambición personal.
3
Esa noche mi ensalada de arroz yamaní y atún me decía que yo era un hombre nuevo. Me decía también que toda propuesta de crear un Hombre Nuevo está destinada al fracaso. Me decía que ese Yo expresivo, que esa generación expresiva, se había acomodado a «lo saludable» y al «bienestar personal».
4
A veces imagino la vida dentro de cincuenta años.
En verdad lo que imagino es mucho más simple: imagino que tengo hijos y que mis hijos tienen hijos. Imagino un nieto adolescente y una novia adolescente. Imagino que no tienen donde pasar una noche solos. Imagino que el departamento donde vivo no lo vendo ni lo vende mi hijo y que es un departamento semiabandonado. Imagino que a ese nieto se le ocurre ir, robar la llave y llevar a la novia. Los imagino entrando y viendo muebles viejos, cuadros viejos, bibliotecas viejas, lámparas viejas. Los imagino clandestinos, viendo una foto mía, de ese abuelo viejo, canoso, que se fue algunos años atrás. Imagino que se sorprenden de que haya sido joven. Que aunque no quieran, piensan en el paso del tiempo. Que descubren, quizás demasiado pronto, que no hay otra cosa que tiempo. Imagino que no encieden las luces y que pasan la noche a oscuras. Imagino que en silencio desayunan por la mañana. Que con las horas se olvidan de mí. Imagino que creen que ese tiempo es enteramente suyo y que es su propia eternidad ////PACO