Perú


Un aeropuerto internacional en “El Dorado”

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Un inka viajero

Según los historiadores más reputados sobre el inka Túpac Yupanki, este emperador descubrió nada menos que Oceanía. A partir de las crónicas de Sarmiento de Gamboa, Antonio del Busto escribe que Túpac Yupanki llegó a las islas Awachumbi y Ninachumbi alrededor de 1465, siguiendo las corrientes marinas desde Galápagos hasta la Polinesia. Lo hizo con un séquito de 2000 hombres repartidos en 120 embarcaciones no muy superiores a una balsa, aunque con capacidad para soportar guerreros y marinos y las provisiones durante un año de travesía. Awachumbi no sería más que Mangareva, es decir, la Polinesia francesa, y Ninachumbi la Isla de Pascua. Incluso hay vestigios de la arquitectura típica inka en el lugar, pero eso no es todo. Al parecer, Yupanki también se llevó consigo a una doncella que extrañó mucho su tierra y que, cuando llegó a orillas del mar del Tawantinsuyo, probablemente cerca de Paracas, entre Lima e Ica, actual territorio peruano, vio la neblina y pensó que ahí no había sol. ¿Pero acaso no era el propio “hijo del Sol” quien la había tomado como esposa? La doncella le preguntó entonces al monarca qué eran esas tierras neblinosas y el inka le respondió que pronto llegarían a las tierras de su padre, el Sol.

Lo que también se sabe del inka conquistador es que se retiró en sus últimos años a la zona de Chinchero y ahí construyó un palacio que, según los historiadores, no concluyó, pues fue envenenado por la madre de uno de sus hijos. Ese lugar hermoso que es Chinchero, última morada del inka curioso de nuevas tierras, tiene un clima fresco, tirando a frío, a una altura de 3762 metros sobre el nivel del mar, un poco más que Cusco, que se encuentra a 3300 metros. Es también ahí, paradójicamente, en la última morada de Túpac Yupanki, donde ahora se pretende construir un ambicioso aeropuerto internacional que “destronará” al de Lima, como si Yupanki hubiera previsto también desde su tiempo otros nuevos proyectos de tan alto vuelo.

Este aeropuerto internacional “destronará” al de Lima no solo porque será nuevo, sino porque cuando puso la primera piedra el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, se dijo que también sería un aeropuerto “a la altura de los mejores del mundo”. Según la revista digital Perú Construye, esto “generará una ganancia neta de 63.000 millones de dólares en los 35 años de operaciones de la concesionaria”, con una terminal aérea que superará al actual aeropuerto Velasco Astete incluso en tamaño, alcanzando los 40,000 metros cuadrados. Por otro lado, para su construcción el Estado invertirá 410 millones de dólares, lo que le asegurará recibir a seis millones de personas a través de 13 mangas de conexión y una pista de 4.000 metros de largo. En términos de empleo, el nuevo aeropuerto significará 1500 puestos de trabajo durante la construcción y de 1000 para la etapa de inicio de operaciones. Todo esto tendrá su despliegue en el centro Chinchero, cuya población aproximada es 10.500 habitantes (en un buen porcentaje dedicada a la producción de patatas) y favorecerá el turismo en Cusco, que cada año (por ahora, previo paso por el aeropuerto internacional de Lima) recibe a miles de visitantes provenientes de los Estados Unidos, Europa o Asia interesados en conocer el santuario de Machu Picchu.

Es aquí donde entra la historiadora del arte Natalia Majluf, educada en el colegio San Silvestre, uno de los más importantes del Perú (por no decir elitista), y graduada en las mejores universidades estadounidenses. Majluf fue curadora del Museo de Arte de Lima (MALI) entre 1995 y 2001 y su directora entre 2002 y 2018. En internet también figura que es descendiente de palestinos cristianos y que recibió numerosas becas: una carrera impecable por donde se la mire, y por eso una de las voces más consultadas a la hora de medir el impacto del nuevo aeropuerto en Cusco. En este sentido, Majluf dice que el gobierno peruano no ha cumplido con la entrega del informe sobre el impacto ambiental a la UNESCO (lo cual es cierto) y que, en lo que se refiere a los asuntos arqueológicos, la potencial amenaza provocada por la saturación del flujo de turistas en Machu Picchu es real (algo acerca de lo cual también tiene razón). En una entrevista de un diario peruano, Majluf cita a su amiga Stella Nair, profesora asociada de la Universidad de California, quien también hizo un estudio completo en Chinchero cuya conclusión es que construir un aeropuerto allí, en términos de daños, sería “como construirlo frente al palacio de Versalles”.

Estos argumentos, vertidos por Majluf en el diario Clarín de Argentina, realmente hacen llorar a quienes conocemos Chinchero y Cusco. Y aunque la comparación tal vez sea algo exagerada, le agradecemos que vea en las ruinas todavía hermosas del palacio de Túpac Yupanki algo de la majestuosidad de Versalles. Por otro lado, los cusqueños también hemos llorado harto (usamos esa palabra castellana) desde la invasión y el saqueo de la capital del imperio de los inkas. Es más, aún hoy se sigue destruyendo mucho del patrimonio arqueológico de Cusco, como cualquier vecino del lugar sabe. Pero, aun así, Cusco sobrevive. No por gusto existe un libro del gran antropólogo e intelectual cusqueño, el doctor Jorge Flores Ochoa (Cusco, resistencia y continuidad), que en pocas palabras sostiene que Cusco sobrevivirá por el legado vivo en las personas que día a día siguen produciendo su arte.

Ahora bien, los argumentos de Majluf en contra de la creación del nuevo aeropuerto internacional de Cusco son ciertos. Pero hay otra cosa que de seguro ella sabe: todo Cusco tiene vestigios arqueológicos, y si no los tiene, también hay una naturaleza a proteger (una naturaleza hídrica, paisajística y un largo etcétera). Sin duda, el impacto que Majluf prevé es cierto, pero tampoco será tan desastroso si consideramos que ya se produjo un “daño irreparable” a Cusco. En tal caso, esta vez los que siempre se perjudicaron por los impactos también podrían obtener algunos beneficios, para variar. Puede que la arqueología y el paisaje resulten afectados, pero ¿qué hay del factor humano? El empleo generado por un aeropuerto internacional evitaría que muchas de las personas naturales del lugar emigren a las ciudades, sobre todo a la capital, donde suelen terminar maltratados como mano de obra barata o sirvientes de familias pudientes, sin mayores derechos laborales ni dignidad humana.

Desde ya, todos los cusqueños sabemos de los atropellos arqueológicos y ambientales, ya sea por parte de empresas privadas o estatales. Pero nadie ofrece una alternativa para esas personas de la “cultura viva” que habitan la zona. ¿Acaso tendrían que vivir para siempre soñando con emigrar a los desiertos de arena de Lima (la segunda capital más grande construida en un desierto después del Cairo) para lograr un futuro mejor para sus hijos mientras afean la capital con la expansión de sus “conurbes”? De hecho, ¿por qué no hay un estudio serio acerca de cómo esas personas podrían subsistir en las zonas en las que ya han nacido? Sí, la defensa de Majluf provoca echar unas lagrimitas para los cusqueños de clase media, pero la gente de esos pueblos defendidos por su discurso ambientalista aún continúa relegada, sin nadie que proteja sus intereses. Nadie menciona tampoco a las personas que habitan Chinchero: solo aparece una chincherina superficial y vanidosa en la descripción que hace Majluf de la película The Last Movie, filmada en Chinchero, y esta pide una piscina en las montañas acorde a la ficción de Hopper (porque ese tipo de superficialidades son de mentalidad norteamericana, mas no chincherina).

¿No es sintomático que la doctora Natalia Majluf, una intelectual limeña (Vargas Llosa habló alguna vez de los “intelectuales del cercado de Lima” para aquellos que no querían ver las realidades que no estuvieran dentro de su jurisdicción urbana), haya publicado sus argumentos bajo una “bandera verde” que prioriza lo ecológico y omite a los seres humanos que habitan Chinchero? ¿No se olvida que la historia la hacen los seres humanos y que la “cultura viva”, los chincherinos, forman parte de esa historia? 

¿Un regalo árabe?

Los cusqueños, por otro lado, sabemos desde tiempos antiguos el cariño de los árabes por el querido Cusco, y recibimos con los brazos abiertos a la comunidad. Uno de los regalos hechos por la comunidad árabe es “El Cristo Blanco”, que se erige al borde de la fortaleza de Sacsayhuaman. Ahí se hicieron prósperos los Farah y los Cuzmar. Willy Cuzmar, por ejemplo, fue alcalde del “distrito Jardín” del Cusco, mientras que Eduardo Farah fue el presidente de la Sociedad Nacional de Industrias. También nombres como Mufarech, Kouri y Abugattas son conocidos en la política peruana. La mayoría son prósperos, bien por ellos: no tenemos nada en contra. Los cusqueños sabemos que Majluf, como buena descendiente de árabes, también defiende el lugar con cariño y se opone por razones (lógicas) a la construcción de un aeropuerto internacional. Pero ahora volvemos al punto delicado. ¿Dónde estaba Majluf cuando cierto hotel literalmente destruyó muros inkas perfectos en el centro de la ciudad? ¿Dónde estaba cuando la misma municipalidad de Cusco tumbaron perfectos muros inkas para construir una sala de conferencias? ¿Y dónde estaba cuando un amigo ingeniero nos confió que estaban destruyendo una ciudadela debajo del nuevo hospital Lorena y que de noche tenían que botar las piedras perfectas de los inkas y enterrarlas en las afueras de la ciudad? ¿Dónde estaba?

Es preciso aclarar aquí que esto no es nada contra la persona de Natalia Majluf sino contra su argumento, su discurso conservacionista sin alternativa para los pobladores. También hay que decir, en su favor, que quizá no supo de todos estos atropellos. Aceptemos, incluso, que así fue: podríamos darle el beneficio de la duda. Pero resta un pequeño gran detalle: ¿por qué, cuando se trata de este proyecto de gran envergadura, recién alza la voz? ¿No importan los “pequeños” atropellos al patrimonio simplemente porque no tienen la misma publicidad? En su artículo en Clarín, la historiadora limeña indica que sobre el aeropuerto internacional de Cusco se viene oyendo desde que gobernaba el arquitecto Fernando Belaunde Terry, es decir, desde los años sesenta. De hecho, Dennis Hopper filmó The Last Movie en Chinchero en 1971 y ya se hablaba de un aeropuerto. ¿Pero quién se ha puesto a pensar en la gente del lugar desde aquel momento?

¿Será que la defensa de la Majluf va acorde a la película de Hopper que cita en su propio artículo, “apuesto a que podríamos poner allí una pista de aterrizaje”? Apuesto que sabe que Cusco recibe la mayor cantidad de turistas y que el aeropuerto de Lima solo sirve de paso para los norteamericanos, europeos y asiáticos de camino a Cusco, donde se reciben en promedio 1.5 millones de turistas por año. Sin a escala obligatoria en Lima, este caudal de turistas ya no dejaría cierta parte de su presupuesto en hoteles, restaurantes, museos y “city tours” en la capital, sino que pasarían directamente a los buenos servicios turísticos cusqueños.

Una oportunidad de oro

No es un secreto que cualquier extranjero proveniente de Europa o Estados Unidos solo sabe de Machu Picchu. Lo demás no existe, duela a quien le duela. Un Perú con aeropuerto internacional en Cusco seria parte de la descentralización, al menos turística, porque Lima sigue siendo la capital política y económica. Esto les facilitaría la vida a los turistas y también a los pobladores de la zona, para mejorar su magra economía y evitar la migración a la capital. En ese sentido, el peruano más conocido en el mundo sabe que lo mejor que tenemos (entre otras cosas) recomienda en primer lugar visitar Cusco. Lo dijo él mismo en El país, el diario más importante de España, en una entrevista

Impacto habrá: natural, social cultural, económico, etcétera. Pero no se construirá “sobre” el palacio de Túpac Yupanki. Hemos recorrido Chinchero en bicicleta, en moto, en la vieja camioneta, de camino al Valle Sagrado de los Inkas y desde Cusco, y hay mucha pobreza. Es cierto que los pobladores viven con dignidad vendiendo sus papas famosas en el sur; también venden con dignidad sus artesanías y sus tejidos a los turistas. ¡Fíjense, también creemos en el capital! ¿Lo habrá vislumbrado antes que nadie en Chinchero el inka Tupac Yupanki? ¿Acaso no se adelantó a todos al identificar su palacio como un punto de conexión con el mundo? ¿O solo se tratará de la maldición de cierta doncella que extrañó su tierra y ahora truncará los sueños cusqueños?////PACO

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