Don’t create
Don’t rebel
Have intuition
Don’t drive well
Typical Girls – The Slits
Finding Phong empieza con un chico vietnamita. Un chico que llora frente a una cámara. El chico tiene unos 29 años. Este chico, Phong, quiere ser mujer. En realidad, según dice Phong, él no es un hombre que quiere ser mujer, sino que es una mujer que ha nacido en un cuerpo equivocado. Eso me hizo acordar a mi amiga Estefi, que también había nacido en un cuerpo equivocado. Estefi era una señorita hecha y derecha, y si se dedicaba a la prostitución era porque en este país es muy difícil para una transexual conseguir otro trabajo. Parada ahí en la esquinita, bien vestida, en realidad estaba ahorrando para abrir una peluquería. En la película, Phong dice que ella no quiere ser una prostituta. Sólo quiere ser una mujer, con todo lo que eso implica. Y yo pienso, bueno, Phong, buena suerte. En la sala de al lado, la película empieza con una especie de hombre que escapa de una aldea montañesa en Albania y va a visitar a su hermana, que vive en Italia con su esposo e hija. Nuestro protagonista se llama Mark, aunque la película nos va contando que alguna vez fue Hana. Hana decidió convertirse en Mark para escapar a las terribles opresiones que reciben las mujeres de su pueblo, donde una mujer no puede caminar sola por el bosque, trabajar, tomar decisiones, ni elegir el hombre con el que se casará. Hana le escapa a su género para poder conseguir aquello que anhela. Su hermana, en cambio, prefiere escapar físicamente, y para siempre, de ese lugar.
Hana, quien luego sería Mark, crece en un pueblo perdido en una montaña y va viendo que, al ser mujer, no le es dado hacer ni decidir nada.
Phong recurre a un médico que le receta las hormonas y arreglan una fecha para la operación. Mientras comienza la transformación física, Phong debe emprender otra mucho más complicada: adaptar su espacio y su entorno a esta nueva identidad que está emprendiendo. Algo que me sorprendió bien de las conversaciones de Phong con sus padres, es que podemos ver que ellos están apenados, pero también se vislumbra un trasfondo de aceptación. Si bien ellos no quieren que lo haga, tampoco toman el tema como si se tratara de una anomalía, una enfermedad mental o una cuestión escandalosa, sino como algo más relacionado a la nostalgia. Me recordaron a mi viejo que, cuando me ve teñida de distintos colores, me dice que mi pelo natural es más lindo. La reacción de los padres ante la decisión de Phong no está cargada de indignación, incredulidad o condena, sino que responde a esa nostalgia: el deseo de que permanezca siempre igual, igual a sí mismo, a como ellos lo crearon. Su madre, la más intolerante de los dos, le dice a Phong, básicamente, que no le conviene ser mujer. Se lo dice como una cuestión funcional. Le dice que las mujeres son como arroz pegajoso (¿¡!?), que las mujeres no sirven. Esta afirmación, junto con las que vinieron después, me llevaron a pensar el hecho de que en Vietnam hay un nivel más o menos interesante de apertura respecto del tema transgénero. Lo que aún les cuesta entender es cómo un hombre, alguna vez, podría llegar a querer ser una mujer.
Hana, quien luego sería Mark, crece en un pueblo perdido en una montaña y va viendo que, al ser mujer, no le es dado hacer ni decidir nada. Hana se hace la misma pregunta: ¿De qué me sirve ser mujer? Se revela sistemáticamente ante las prohibiciones hasta que su padre decide convertirla. Ese hombre que ves ahí antes era una mujer, le dice. El tipo tuvo que jurar nunca amar para poder ser uno de nosotros. Listo. Hana no duda en cortarse el pelo, esconder las tetas y jurar virginidad eterna con tal de conseguir la libertad que implica ser un hombre. Phong se junta con sus amigas. Hacen piyamas parties y tienen charlas de chicas. Phong está contenta con sus tetas nuevas, pero la amiga la alerta: ahora que vas a ser una chica no podés ser una desvergonzada. El discurso se repite en distintas bocas: Sos linda, Phong, sos muy linda, pero parecés un pibe porque no tenés actitud de chica. Las chicas no son así. Las chicas son delicadas, hablan suave. Las chicas nunca inician una conversación. El sexo lo empieza el chico, no la chica. Tapate, Phong, parecés una loca. Para conservar a un hombre tenés que tener un truco, podés chuparla bien o hacerte la virgen, les encanta que te hagas la virgen. Primero decís “tengo miedo” y después “ay, qué rico”. Una familiar está muy preocupada porque la vagina de Phong tenga un tamaño considerable, para que pueda satisfacer al hombre. Eso es importante porque, ya que no puede darle hijos, al menos debería poder darle mucho placer. La mayoría de los transexuales, dice, sólo quieren eso, no tener orgasmos sino satisfacer.
¿Quién hubiera pensado que lo más complicado de la transición no era acostumbrarse a las hormonas sino aprender el corpus de restricciones que una mujer debe autoimponerse para ser aceptada como tal?
Hanah se convierte en discípulo de su padre. Ahora es Mark. Ya no canta canciones con su madre. Encuentra a su hermana besándose con un tipo y se la lleva del brazo. Carga un rifle que es como un pito y que, no vamos a negar, es envidiable y muy seguro. Un buen día, su hermana se cansa y se escapa. Pero Mark ya consiguió un lugar de honor junto a su padre, el único lugar de independencia que, cree, puede llegar a alcanzar. Mi sonrisa se va desfigurando. Hana se cansa de ser mina. Desiste. Reniega de su género porque no puede soportar la dominación que implica. En ese contexto, no la culpo. Mientras, en la sala de al lado, los amigos de Phong, que la quieren, que la apoyan, que intentan allanarle el difícil camino que afronta, lo único que están haciendo es encajarle el pack de obligaciones que a casi todas las minas nos parecen opresivas, pero también estúpidas. Estúpidas, muy estúpidas, estúpidas y perjudiciales para ambos sexos. Qué intenso. ¿Quién hubiera pensado que lo más complicado de la transición de Phong no era acostumbrarse a las hormonas o soportar una operación compleja, sino aprender el corpus de restricciones que una mujer debe autoimponerse para ser aceptada como tal?
Mientras Phong aprende a ser una señorita, Hana se mueve por el mundo. Mira a los tipos pasar en malla, en la pileta. Le gustan los tipos. Hana observa cuerpos y actitudes femeninos y masculinas desfilando por la pileta. Mira a su sobrina maquillarse. Se prueba un corpiño. El corpiño le aprieta, pero su hermana la reta: Esa faja de mierda que usás es mucho más apretada, boluda, o algo así, le dice. En este mundo, ser mujer es incómodo, muy incómodo. Pero esconder la femineidad y disfrazarla es aún mucho peor. Muy lentamente, Hana se permite empezar a ser mujer. Ahora Phong está cagada de risa abrazando a su hermano, bailando por la calle como una descocada, exhibiendo sus hermosas piernas en pollera, como una niña feliz. Una niña de casi 30 años que va a tener que aprender todo de nuevo porque, aún siendo linda y atractiva, algo en su extrema libertad y sencillez, algo en su frescura y desmesura no le es dado disfrutar, porque ahora es una mujer y debe componerse. Ella, eso, lo sabe. Mañana se va a operar y no va a abrazar nunca más a su hermano, ni se va a poner polleras cortas, ni va a andar por ahí preguntándoles a los tipos si les parece linda. Las chicas no hacen eso. Su madre le advierte: si vas a ser mujer, lo único que por favor te pido es que no seas una trola.
Phong quiere aprender las reglas de ser mujer porque lo que definitivamente no desea es que la gente note que alguna vez fue varón. Como si esto fuese un pecado. Hana caza, camina por el bosque, tolera la nieve, tira árboles con un hacha, pero no coge con tipos ni se permite cantar, como lo hacía de niña, con su madre y su hermana. ¿Por qué? Evidentenemente hay características que llamamos masculinas y otras que llamamos femeninas y combinarlas es un pecado mortal, algo que no está permitido, un error trágico, como el de Ícaro pretendiendo acercarse al sol. Quizás la soltura y fuerza tan masculinas, junto con la belleza y gracia tan femeninas de Phong serían una combinación demasiado explosiva. Quizás la audacia e independencia tan masculinas, junto con la sensualidad y la voz tan femeninas de Hana serían un combo demasiado interesante. Pero no. Ambas cualidades en una persona no están permitidas. Eso sería mucho. Mejor llamémoslas femeninas y masculinas, y no dejemos que nunca se junten, porque nos estaríamos queriendo acercar a Dios y eso nos asusta. Ya hemos visto seres que combinan ambas características, pero llevado al plano de lo físico las cosas se vuelven un poco más espesas. El delito, ahora, no es que alguien cambie de género, sino que no lo haga por completo. El hecho de que una persona pueda combinar sabiamente cualidades de ambos géneros demuestra que la dicotomía femenino-masculino es falaz. Uf, qué miedo////PACO