Libre de la memoria y de la esperanza,
Ilimitado, abstracto, casi futuro,
El muerto no es un muerto: es la muerte.
J.L.B.       

I.

Cuando muere una persona queda entre nosotros gran cantidad de cosas que pesan más que veintiún gramos, entre los que pueden haber: papeleos, traslados, shopping mortuorio, fotos, discos, pendrives, una cuenta de Gmail, una cuenta en Facebook, una cuenta en Twitter, una cuenta bancaria, una casa, una lápida, cenizas, polvo, mugre, ropa que nadie va a usar, zapatos, una computadora, un celular. Es decir, una especie de horrocruxes destruidos por completo. Pero siempre la muerte de alguien deja algún tipo de redito o convoca a un entretenimiento: cosas que vender, historias que contar y saber qué se va a hacer con el cadáver.

II.

Para algunos, lo interesante de la muerte es cómo sucedió. Y si fue de alguna forma estrafalaria mejor, más aún si se cuenta con lujo de detalles. Si se relata qué fue pasando internamente en el cuerpo, en el instante previo al fallecimiento, la anécdota es genial. Y si se le puede agregar una personificación realizada para la televisión todo resulta magnifico, excelente diría el Sr. Burns.

El encantamiento perturbador de “Mil maneras de morir” se basa en escenas que muestran ese último instante de vida de manera detallada. Por un lado está lo protocolar: se da la fecha y lugar del hecho, un supuesto nombre del protagonista de la micro-historia y un número a su “manera de morir”. Lo más interesante es cuando hacen la recreación y cuentan con términos médicos cómo se supone que sucedieron los hechos. ¿Qué pasa cuando morimos? Bajo los términos del programa puede decirse lo siguiente: los factores externos al cuerpo humano, sumados a la torpeza o irreverencia del sujeto formaron una situación tal que provocaron una inminente defunción; todo eso provocó en el cuerpo lo siguiente y pueden verlo en la animación.

Las muertes que se muestran en el programa son de todo tipo: hogareñas, como la obsesiva de la limpieza a la cual le resulta fatal su propia obsesión; sexuales, tal es el caso de una emetofilica que muere como consecuencia de su parafilia, cuando le vomitan pedazos de salchichas mal digeridos; o cotidianas, como ir al supermercado y morir ahorcada al atascarse la chalina en la cinta transportadora de la casa. Eso y otras novecientas formas más. Todo bajo la advertencia de “atención: las historias que se muestran en este programa se basan en muertes reales y son muy gráficas… no intente nada de lo que aquí se muestra o morirá”.

Mil maneras de morir – el vómito de la muerte

Para las mentes impresionables esto puede provocar ganas de meterse adentro de una caja y no salir por una semana, para otros puede resultar altamente placentero y divertido. Se puede ser un completo N/N y tener una muerte poética mientras se duerme. O tener alguna parafilia/fetiche/conducta poco convencional que permita ser inmortal y recorrer los canales de televisión por siempre. Lo importante, en este caso, es tener una muerte algo exorbitante.

III.

Ahora, bien, una vez muertos ¿Qué sucede? Del “común de la gente” quedan los ya nombrados horrocruxes. Pero en el caso de los rockstars queda una especie de devoción de todo lugar u objeto que haya tenido cerca. Incluso hasta de la tumba.

Un buen ejemplo de unas cuantas pasiones desmesuradas de los fans quedo plasmado en “Graveside Groupies”. Un programa de televisión conducido por Nikki Sixx, que trataba sobre la no-vida del rockstar después de la muerte y lo que queda de ellos para sus admiradores. Por un lado estaba la obsesión de un fan que decidía visitar todos los lugares que había pisado Kurt Cobain en vida, llegando hasta el ridículo punto de ir bajo un puente para admirar las supuestas pintadas que había hecho el líder de Nirvana. También, está el caso de dos jovencitas admiradoras plenas de Cliff Burton, quienes escuchan sólo los discos de Metallica en los que participó el difunto. Visitan su tumba y sienten la energía de él allí.

Metallica – Orion (Cliff Burton live)

Si bien los músicos al morirse dejan aquí sus melodías y las ganancias por los derechos de autor, muchos prefieren recordarlos haciendo con ellos lo que no pudieron hacer en vida: conocerlos. Aunque sea trasladándose paso a paso por su camino andado fuera de las giras. O idolatrando su obra de forma tal que estarían dispuestos a dar lo que sea por un año más de vida del ídolo (aunque con ese año extra no estarían ni cerca de conocerlo por cuestiones cronológicas). De todas formas, con una muerte trágica o no, lo importante es que el rockstar pueda ser recordado con virtuosismo en diversos objetos, no importa que no descanse en paz. Lo importante es que el éter quede impregnado de energía proveniente del llanto y la adoración por alguien que no vieron ni a veinte metros del escenario y poder mantener su recuerdo a toda costa. De ser necesario se limpiará su tumba para las hormigas no ensucien lo poco que queda de él.

IV.

Por otro lado, además de las memorias, una vez que se produce la muerte queda algo evidente e innegable (la mayoría de las veces) y ese algo es el cuerpo. ¿Qué se hace con él? Todo depende del gusto, pueden hacerse desde vinilos hasta enviar parte de él hacia la luna. Y más también.

La empresa “Eternal Reef” ofrece crear una perla de concreto con las cenizas del muerto y llevarlas al fondo en un arrecife. Una opción feliz si siempre le gusto el mar y era querido en vida. O también, si siempre temió morir ahogado y era una persona detestable, así por lo menos estás seguro que no va a salir del agua como Jason. Los servicios van desde los 2000 dólares hasta cerca de los 6000, con diferentes opciones que pueden incluir: restos de cuatro individuos en una misma perla, los restos de la persona y su mascota, la forma de decoración del arrecife, los certificados del mismo con su ubicación por si se dan las ganas de ir a visitarlo. Y hasta una réplica de esa última morada del ser querido, que puede servir de pisapapeles.

eternal reefs

También, Celestis, ofrece sacar al difunto de la tierra, literalmente hablando. Ponen siete gramos de cenizas en una capsula y la envían en un cohete a la Luna. Si hubo amor en el plano terrestre, podes cumplir ese sueño de Disney que le prometiste a tu novia: llevarla a la Luna. Obviamente, los seres queridos pueden ir al lanzamiento. Los que no, pueden verlo por internet. Los lanzamientos próximos son para el 2014 y 2015, por el módico precio de 12500 dólares. Además, te dan un DVD y la inscripción del nombre del difunto en una placa.

Algún día te llevaré a la luna, mi amor.

Si se quiere darle un uso agradable a esas cenizas, antes de que estén ocupando lugar en una caja de madera, también se pueden hacer vinilos con ellas. La música puede ser la que le gustaba al fallecido, o la que elijan los familiares para conmemorarlo. El costo oscila entre los 500 y 10000 euros, según el servicio contratado. También se ofrece el servicio de una fiesta con los propios vinilos. Todo gracias a “And Vinily”.

vinilos

Me pregunto: ¿el día que muera Jack White, Third Man Records se atreverá a reciclar las cenizas de su creador y lanzar una edición de lujo de treinta vinilos con sus mayores hits, para venderlos a 30000 dólares cada uno?

V.

Finalmente, puede decirse que el muerto es completamente ajeno a todo, no le queda más nada por hacer. Sólo queda que hagan por él, y no es poco. Morirse ya no se reduce a enterrar al difunto y dejarle flores todos los meses, si es que se tiene ganas. Hoy, el lucro y el entretenimiento bailan felizmente con la muerte y complacen a todo aquel que quiera verlos. Y además, como dice @elfaco, también «existe una redituable industria dedicada a manejar la “vida digital” de una persona después de fallecida».  Morirse es sólo el primer paso /////PACO