Por Flor Tundis
Cuando la psicóloga me pasó las sesiones de terapia de los miércoles a la mañana a los lunes a la mañana, lo primero que pensé fue que no quería que vaya más y esta era la forma sutil de decírmelo. Lo segundo fue que estaba poniéndome a prueba y llevando mis instintos suicidas al límite: nadie tiene tanto mal humor ni tantas ganas de tirarse debajo de un subte como los lunes a la mañana. Pensé en proponerle otro día/horario pero dije, mejor no, así me saco de encima ir a terapia lo más rápido en la semana posible. Me pongo frente a frente con que no resolví ningún problema ni empecé a hacer lo que no estaba haciendo a la primera y no tengo que replantearme mi vida un miércoles o un jueves a las 18.
Las contras de ir el primer día de la semana bien temprano a psicoanalizarte son muchas. Tenés que hablar antes de las 10 de la mañana y que, en lo posible, no sean solo monosílabos. Un lunes. No podés hacer como harías en la oficina, de ponerte los auriculares y mirar con cara de psicópata asesino a todo aquel que se acerque con la pregunta en la lengua de “y como estuvo tu finde?”. La cara de psicópata la podés mantener, pero estás pagando una suma considerable por 50 minutos de psicoanálisis, así que mejor empezás a hablar.
No hay escapatoria de que todo esté mal el lunes a la mañana en el diván. Si tuviste un fin de semana genial, esa sensación se diluye al tener que despertarte más temprano que para ir a trabajar, tomarte 3 subtes (si, encima me queda lejos) y volver a empujarte con la gente. Y ante la pregunta de “¿Cómo estuvo la semana?” vas a tener que repasar toda la semana anterior. Todo lo malo de la semana anterior. No va a haber tiempo de decir lo bueno del finde, antes va a venir el “la seguimos la próxima”. Y si tu sábado y domingo fueron un bajón, todo va a ir de mal en peor. «¿Cómo estás?» «Para la mierda» «¿Y el trabajo?» «Para el orto» «¿Y qué pasó con tal cosa?» «Ojalá me muera». Y la intolerancia con tu terapeuta está a flor de piel (“No, no fue un acto fallido, estoy medio dormida y me confundo las palabras, ok? “Mochila” y “padres” se parecen).
Si vas a la tarde/noche a terapia, hay bostezos de cansancio de todo el día. A la mañana son bostezos de “que hago acá” o de “che, te estoy pagando bastante por esto, al menos ofreceme un café y unas medialunas y tratemos de superar esto de la mejor manera posible”. El día anterior siempre se sopesa la posibilidad de cancelar la sesión y dormir un ratito más.
Por su parte, la psicóloga también bosteza bastante pero al menos anota mucho más, con más ganas que un miércoles a las 5 (o de eso te auto convences). Sos su primer paciente de la semana y no tiene encima el desgaste de haber escuchado 20 veces la misma crisis existencial o alguna que otra cosa peor.
Ir a terapia los lunes a la mañana es todo un desafío mental. ¿Lo bueno? Después del combo domingoalatardecitamequieromorir/lunes de volver a la rutina/terapia temprano, la semana solo puede mejorar. Creo. Y espero que mi psicóloga no lea esto. Y si lo hace, ¡un beso Gaby! ¡Te juro que el resto de la semana no soy así! ///PACO