Hace unos días, Malena Sanchez me mandó unas preguntas sobre el estado de la crítica literaria para una nota que estaba escribiendo. La nota salió publicada en el suplemento Cultura de Perfil el domingo 25 de mayo, día de la patria. Al leerla, eché un poco en falta la voz de otros críticos importantes de mi generación como Maximiliano Crespi, Nicolás Mavrakis, Flavio Lo Presti y Hernán Vanoli. Al mismo tiempo me llamó la atención la inclusión de editores en el conjunto. Sin desmerecer en nada el trabajo que hizo Malena, aquí abajo publico mis respuestas tal cual se las mandé. No sé si pongo orden, si sumo o resto, no sé si vivimos en un pantano frío, no sé si en vez de pantano es meseta reseca. Así y todo agradezco la oportunidad de discutir estos temas mil veces discutidos una vez más. Ilustro esta nota con una vieja foto de Charles Augustin Sainte-Beuve, Santo Patrono francés de los críticos mala leche.
¿Para qué pensás que sirve la crítica literaria hoy en día? E, idealmente, ¿cuál creés que debería ser su función? ¿Qué pensás de la definición de crítica como un servicio al lector?
La crítica de libros, la crítica literaria o artística, la crítica como institución, tuvo siempre problemas para transmitir su función. Siempre, siempre está en falta con eso. Es una pregunta clásica: ¿Cuál es la función de crítica? La función de la crítica y del crítico, por supuesto, es criticar. Pero la modernidad nació y se desarrolló poniendo en tela de juicio, o sea, criticando al crítico. Su lugar nunca fue ni será cómodo o estable. Su función, como la del psicoanalista, resulta sospechosa. ¿Por qué hace lo que hace? ¿Para que sirve lo que hace? Al mismo tiempo, cuestionar la existencia de la crítica como institución es cuestionar la literatura misma como institución. Sin crítica, sin esa escritura, no habría discusión, no existiría la parte social del intercambio estético o político. Todo se limitaría a darle “me gusta” o estar en silencio como sucede hoy con Facebook. La crítica existe porque el Logos no se conforma con aceptar o callar. Insisto: uno de los grandes problemas de la crítica es que no supo y no sabe comunicar esta simple cuestión. Respondiendo tu tercera pregunta, la palabra “servicio” me remite a servil, y a mí mismo cuando pago la luz y la Internet. Necesito Internet y necesito electricidad, pero ir al Rapipago es una experiencia siniestra. El trato con la gente servil también.
Hay críticos que si no rescatan nada positivo de una obra prefieren no escribir la crítica para no “destrozar” la obra o se limitan a una reseña descriptiva. ¿Cuál es tu opinión sobre este comportamiento? ¿Cómo debería proceder el crítico?
¿Quiénes son? ¿Me podrías dar nombres? Hay tantos equívocos en estas preguntas que no sé por dónde empezar. La palabra “destrozar”, por ejemplo, no pertenece al repertorio de la crítica. El crítico debe leer y escribir sus lecturas. Si prefiere no hacerlo es un problema personal, de su moral privada, de su vida política. ¿Cómo opinar sobre eso? Sería como opinar sobre sus prácticas y preferencias sexuales… ¿Quién soy yo para decir qué y cómo debe leer y escribir un crítico? No creo en la responsabilidad institucional de la crítica literaria. No veo un compromiso inalienable ahí, y no me gusta cuando viene alguien y me dice: “¿Por qué no escribís sobre mujeres? ¿Por qué no hay negros en tus reseñas? ¿Cómo puede ser que no hayas escrito un ensayo sobre ese escritor?” Más pesado es aun cuando viene el autor a pedirte que escribas algo sobre él… Me llegan muchos libros, se me ofrece para realizar mi trabajo mucho material, elijo según parámetros no del todo controlados, pero, por lo general, tomo para trabajar obras que me permitan decir algo, o sobre las que tengo algo para decir, o sobre las que pienso que tengo algo para decir. A veces leo y me equivoco. Al revés de los que planteás hay libros que me gustaron mucho, me conmovieron, y sobre los que no fui capaz de escribir, por ejemplo, El comienzo de la primavera de Patricio Pron, una novela intensa y hermosa sobre la que empecé a escribir varias veces sin poder avanzar… Dicho esto, desde luego, la crítica debería usar las armas de la crítica, que son el análisis y la argumentación, si eso no se da no es crítica, es gacetilla o propaganda, o mal periodismo, o residuos del Logos.
En comentarios en los blogs, en las redes sociales, el lector, el crítico y el autor suelen estar más conectados que antes de la llegada de Internet. ¿De qué manera creés que este panorama influyó en la crítica literaria?
Influyó mucho, agilizó los contactos, amplió la base de opiniones y medios. Como escritor nato de la era digital, pero al mismo tiempo teniendo recuerdos del siglo XX, creo que Internet favoreció el campo de las lecturas y la crítica y multiplicó y dio acceso a más voces. Volver atrás sería regresar a un momento donde se rompían piedras con las manos.
Más allá de las nuevas tecnologías, el mundo editorial en Argentina suele ser muy pequeño. Por ejemplo: Muchas veces los mismos periodistas que escriben críticas están en contacto con las editoriales para publicar sus propias obras. Otro ejemplo: los periodistas suelen conocer o incluso ser amigos de los autores cuyas obras luego analizan en la crítica. ¿Cómo creés que influye esto en la crítica? ¿Cuál sería la manera ideal de comportarse como crítico con este panorama?
Los tongos del periodismo no deberían forma parte de la rosca de la crítica. Por otra parte, das por hecho cosas que son falsas. Por ejemplo, decís que los periodistas tienen amigos, cuando sabemos que eso es imposible. Los periodistas no tienen amigos. Pero entiendo a dónde vas. Y no, el problema no es el amiguismo, los pedidos y devoluciones de favores, el nepotismo, la autonomía de la lectura vulnerada, el comercio y el arribismo. El problema es que hay gente escribiendo que no sabe ni leer ni escribir. Por ejemplo, hace un tiempo leí una reseña de Walter Lezcano de la última novela de Cabezón Cámara. Se informaba que era una reseña pero, en realidad, Lezcano había escrito una especie de publicidad del libro. No creo que esto tuviera que ver con la amistad entre Lezcano y Cabezón Cámara, la amistad es algo importante y complejo, sino con la incapacidad de Lezcano para leer y escribir. Pero claro, Lezcano es negro, pobre, simpático, buena persona, profesor del conurbano, amable, no amenaza a nadie, no ironiza a nadie, el buen salvaje del campo cultural… Desde luego todo esto no le impide ser crítico, pero opta por no serlo. Opta por escribir elogios vacíos… Yo tengo mucho respeto por mi lector, por los escritores con que trabajo, con los libros que elijo para trabajar, y siempre intento entregar algo que tenga, al menos, un poco de verdad.
¿Qué cualidades pensás que debe tener un crítico literario para ser un buen crítico?
Tiene que saber leer y luego tiene que saber escribir esas lecturas. Y tiene que saber narrar y argumentar. Y todo eso lleva una vida de durísimo aprendizaje. También tiene que resignarse a ser medianamente pobre.///PACO