Los MTV Video Music Awards se crearon en 1984 para premiar los mejores videos musicales del año, como alternativa al conservadurismo de los legendarios Grammy. En sus casi 30 años de existencia los VMA han puesto menos énfasis en la premiación del talento musical que en el “momento memorable”, una especie de transgresión pactada que históricamente funcionó como comidilla de los tabloides. En la edición 2013 el “momento memorable” estuvo a cargo de la estrella pop juvenil Miley Cyrus, quien actuó junto al cantante y compositor Robin Thicke.

Honestamente, la performance sexy de Miley Cyrus causó más gracia que si uno decidiera mirar con su pareja una porno de los 70 “para entrar en clima”. Es más, su pésima actuación y su posterior intento por defenderla comparándose con Madonna y Britney Spears, sólo vino a corroborar su mediocridad. El beso que se dieron “la reina” y “la princesa” del pop en la edición de 2003, ante la atónita mirada del virginal novio de Britney, tiene muchas cosas que enseñarle al baile de Miley, más parecido al de una tía borracha en un casamiento familiar que al de una it girl con domicilio en Beverly Hills. El término exacto que describe el movimiento de la otrora Hanna Montana se denomina twerking y consiste en mover vigorosamente el culo en la dirección del objeto del deseo, generalmente con las rodillas dobladas.

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Si dejamos de lado el talento y admitimos que el negocio del pop es un juego, podemos convenir que a la audiencia se la interpela con la incomodidad, como hace Lady Gaga a la perfección, o con la sensualidad, como Rihanna y Beyoncé, a las que no se les pide nada más ni nada menos que sean sexys. Pero Miley no ofrece nada: canta y baila mal, no se droga, tiene una vida amorosa estable, no incomoda y lo más arriesgado que hizo en su carrera fue cortarse el pelo a lo
mohawk. Por eso, su baile patético, sus movimientos de gata en celo (perdón, su twerking), su lengüita inquieta y sus rodetes de Minnie Mouse, subestiman a un público que sabe bien lo que quiere.

La joven blonda hizo declaraciones a la prensa en dónde justificó su ¿transgresión? afirmando que hizo historia y que estaba muy contenta porque tres días después del show la gente seguía hablando de él. Eso sí,  aunque Cyrus estaba nominada a cuatro premios, se fue con las manos vacías. Los consumidores del pop le dan la fama, el dinero, la mansión en Beverly Hills y las apariciones en TMZ, por eso ella debería cumplir su parte del contrato: give the people what the people want. Y si eso para Miley no es posible debería seguir el consejo de su amiga Kelly Osbourne, panelista del programa Fashion Police: “te adoro, pero mantené la lengua adentro de tu boca” ////PACO