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Recuerdo el primer dorama que vi. Fue cuando tenía 10 años y se llamaba Escalera al cielo. Aún recuerdo con cariño a este dorama, que ya se ha vuelto un clásico del género, y también a Jung Suh (Yun Su) y Song Joo (Son Yu) con mucha nostalgia. Era emocionante y extravagante ver esas personas, esa cultura, esa comida, esa belleza, la música, los escenarios y la tecnología. La idea no era muy diferente a las telenovelas que había visto antes, ese drama que viven los protagonistas, ya sean villanos o héroes, siempre con un pasado trágico detrás.

Los doramas son dramas de televisión o series producidas en Corea del Sur, Japón, China o Tailandia. Los más populares son los surcoreanos, ya que pusieron al mundo de cabeza con sus doramas de nivel mundial. Tenemos Escalera al cielo, Sonata de invierno, Boys Over Flowers, El príncipe del café y Mi adorable San Soon, entre otros. Estos han ganado un lugar en el corazón de muchas televidentes, pues cuentan con cierta singularidad inocente y divertida a la vez. Ahora bien, ¿son los doramas tan diferentes a las telenovelas latinoamericanas?

El idioma del amor es mundial

Los doramas suelen tener una duración promedio de 45 minutos, y en relación con el mundo occidental, podemos decir que se trata de telenovelas que forman parte de la programación diaria en las que se incluyen temas de interés popular como el romance, la comedia, el terror, la intriga policial o la recreación de hechos históricos. Los doramas tienen de 20 a 30 capítulos por temporada, y ya no son solo televisados sino que podemos verlos en plataformas como Netflix, donde la cantidad es surtida.

Una buena serie de drama romántico (sobre todo) sigue siendo el gancho seguro, por lo que conseguir las lágrimas de los espectadores significa que el negocio es un éxito. Igual que con las telenovelas latinas, una historia de amor sana, tranquila o segura es aburrida. Por otro lado, las canciones de entrada o de fondo de los doramas son increíblemente llamativas, y llegan a entenderse emocionalmente. Hay canciones interpretadas por artistas famosos del K-Pop, otro de los grandes éxitos culturales de Corea del Sur, donde, en ocasiones, el cantante puede ser también el actor principal.

En Escalera al cielo, la historia empieza con las caras tiernas de los niños ricos coreanos y su buena vida, aunque pronto algo nos indica que “los ricos también lloran”. Como en cualquier telenovela latina, de manera prototípica Jung Suh tiene una madrastra con un pasado un tanto complicado, y con ella vienen sus hijos (Yuri y Tae Hwa), que serán sus hermanastros. La bondad, la humildad y la belleza de la protagonista están ahí, y es un rasgo característico del drama. 

Las lágrimas del público no tienen edad 

A los 10 años ver un drama no estaba bien, y mi madre, quien veía telenovelas desde hacía mucho, estaba al tanto de las más recientes, consciente de que no todas eran aptas para menores. En cuanto notó que veía un drama coreano se preocupó aún más, quizá porque creía que también tendría las clásicas escenas de “dramas televisivos latinos”, con sus exageraciones sensuales y sus besos largos. Sin embargo, le dio una oportunidad al dorama, que terminó uniéndonos más que nunca. Quizá la magia de los doramas radica en que se basan en la ternura y el humor antes que en la sexualidad: tomarse sólo las manos o darse un beso en la mejilla, darse comida o abrazarse se vuelven lo más emocionante, y cuando llega el beso en los labios, las chicas gritan de emoción. Ese es el clímax de la sensualidad del dorama. En una telenovela latina, en cambio, vemos besos con expresiones de cariño obvias, lo cual tampoco resulta tan efectivo porque se repiten a cada rato entre diferentes personajes y en cualquier capítulo. El clímax, en este caso, parece darse sólo cuando vemos al galán sin camiseta y sosteniendo a su amada con una bikini, mostrando cuerpos bien trabajados y definidos.

Más allá de las diferencias, era increíble cómo mi madre veía devotamente una serie de una cultura tan remota, se enamoraba de los personajes y se sorprendía de la villana. Nunca olvidaré cómo lloró con el capítulo final de Escalera al cielo. Lloraba más que con las novelas latinoamericanas. Después de 17 años, sigue recordando a su personaje favorito con una sonrisa y algo de pena, el “pobre Tae Hwa” (Taiwa).

Ya no es “mi papacito”, ahora es “mi oppa”

En Latinoamérica, el boom de los doramas ha provocado fans devotas y quienes aprenden sin querer un poco de coreano. La palabra más usada es “oppa”, que significa “hermano mayor” (literalmente), y que usan las chicas para dirigirse a sus novios o a alguien muy cercano. Esta palabra sólo puede ser usada por las chicas hacia un chico mayor, como cuando utilizamos “papito” o “papacito” para referirnos a la pareja masculina de manera cariñosa. “Oppa” se ha vuelto la forma para nombrar al personaje favorito del dorama. En pocas palabras, el destinatario de un amor platónico.

Por otro lado, a diferencia de la típica telenovela latinoamericana, donde la mujer es la imagen bonita, delicada y sexy que provoca a la espectadora el anhelo de su figura y al espectador el anhelo de su amor, en el dorama ocurre lo contrario. Para empezar, el chico es quien ocupa la posición del sex symbol. Hasta me atrevería a decir que ellos muchas veces lucen más estéticos y tienen rostros aún más delicados que las protagonistas femeninas. Pero como dirían muchos: “El orden de los factores no altera el producto”.

¿Los latinos tienen la culpa de explotar su sensualidad, los paisajes playeros o las bikinis? Si las coreanas conciben la delgadez y la palidez como signos de belleza, pues también ellas explotan sus recursos. Entonces, ¿por qué se dice que los doramas son más “decentes” que una telenovela? El chiste está en disfrutar lo que uno quiere ver, y así como en su momento las telenovelas latinas tuvieron audiencias internacionales y proporcionaron entretenimiento (y muchos aprendieron a decir “estoy embarazada”), los doramas han sabido aprovechar bien sus propios recursos estéticos, las cirugías plásticas, su cultura, los avances tecnológicos y la moda para proponer mundos dramáticos distintos. Algunos doramas incluso dejan mensajes positivos de superación, pero por lo general solo buscan contar una historia de amor para que disfruten sus espectadores.

Personalmente, lo que más me cuesta creer de los doramas coreanos es que el protagonista con aspecto delgado y delicado (por lo general) pueda ser increíblemente fuerte, como en Boys Over Flowers, donde el chico pelea con más de tres sujetos y logra ganar siempre, aunque se trate de un rico que nunca hace nada sin ayuda de sus sirvientes. En esa combinación de delicadeza y fuerza abrumadora también radica la ficción del dorama, tal vez más verosímil en las telenovelas latinas con protagonistas altos y notoriamente musculosos, como en Pasión de gavilanes, donde los chicos trabajaban en un rancho. En tal caso, de igual manera que las telenovelas explotaban la exagerada belleza corporal y los paisajes paradisíacos, los doramas explotan la ternura y un notorio afán por mostrar que una piel tersa y blanca, apenas retocada con un maquillaje sutil, son la belleza ideal. Me despido con mi «oppa» desde Seúl (los envidiosos dirán que es fake news).

안녕

annyeong (chau)////PACO

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