Por estos días toda la policía de Shangai está abocada a la búsqueda nocturna de la “Shangai Streaker”, una joven que desde hace un par de semanas recorre las calles céntricas de la ciudad durante la noche sacándose fotos desnuda. Tomadas por un cómplice cuya sombra llega a verse en algunas imágenes, las poses de las fotos van desde la simulación de situaciones ordinarias tales como caminar por la vereda –pero extrañadas por la desnudez-, hasta otras más procaces y sexualmente provocativas. Algunas forman una serie en la cual la chinita se va desvistiendo con algún conocido edificio público de fondo o algo por el estilo. Todas estas fotos abundan en ese erotismo un tanto naif y en general bastante poco atractivo para el gusto occidental, pero entre los chinos parece que son furor: la Shangai Streaker llegó a ser tendencia durante días en Weibo, la red social china que es un híbrido entre Twitter y Facebook, y que cuenta con más de 500 millones de usuarios.

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El fenómeno de la Shangai Streaker preocupa mucho a las autoridades por sus efectos en la moral de la población y por el pánico ante la posible aparición de imitadores, por lo que se pusieron todos los recursos posibles en movimiento para encontrarla. De todos modos, el objetivo de encontrar a una sola persona parece difícil de cumplirse en una ciudad monstruo como Shangai. El sociólogo argentino Roberto Muñoz, que reside actualmente allí, la describe así: «La ciudad tiene 25 millones de habitantes, repleto de rascacielos y con gente bastante occidentalizada. Beijing es igual de descomunal pero todavía se ven chinitos vestidos a lo Mao y mucha gente andando en bici. En ambos lugares la comida es muy jodida. Decidieron que hay que hervir todo: carne vacuna, cerdo, pato, todo tipo de pescados y verduras, todo junto en una única olla. Y de los animales no se tira nada, así que también van las cabezas y las patas de casi todo. Eso hace que en muchas callecitas y peatonales con puestos de comida haya un constante y cautivante olor a pedo.»

Lo de la occidentalización de la población resulta ser un dato bastante relevante. Se trata de una sociedad muy tecnologizada y donde el flujo de información -y de capital financiero- que llega desde todo el planeta moldea a los chinos de Shangai de un modo distinto al resto de sus compatriotas. A tono con la globalización y en contra de lo que el gobernante Partido Comunista siempre procuró, en Shangai se tiene conocimiento de todos los fenómenos y prácticas culturales del mundo occidental. Por ejemplo, el streaking.

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Wikipedia designa al streaking como “el acto de correr desnudo en la calle, en estadios deportivos o en otros lugares públicos cualesquiera”. YouToube está repleto de videos de tipos corriendo en bolas por campos de fútbol y de rugby. Se supone que no se trata de desnudos meramente exhibicionistas sino que son acciones que contienen un mensaje de protesta o de concientización social acerca de alguna cuestión. No tan común entre nosotros, los occidentales latinos, es una práctica bastante extendida en los países de habla inglesa, donde podría situarse además el origen mismo del streaking con el desnudo de Lady Godiva allá por el siglo XI.

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Volviendo a la Shangai Streaker, por ahora no alcanza a dilucidarse el mensaje de sus desnudos. La opinión pública china se divide entre quienes piensan que se trata de una artista, quienes dicen que la chica es una loquita y quienes sospechan que todo se trata de la campaña comercial de un sitio porno. En su cobertura del caso el Shangai Daily apunta a elevar el debate citando a un psicólogo, un tal Zhao Zhiyun, quien apela a la idea remanida de que todo aquello se trata de un fuerte deseo de exhibirse sin ser sujetado por las restricciones sociales imperantes. Sea como sea, la novedad del caso de la Shangai Streaker, la variante, no es tanto el desnudo público sino las fotos subidas automáticamente a la web y su viralización casi instantánea. El streaking chino no se da “en vivo” frente a multitudes congregadas en un estadio sino frente a uno o dos desprevenidos transeúntes nocturnos; la verdadera exhibición, la verdadera transmisión del mensaje, sucede en las redes sociales y se contempla en los millones de teléfonos y computadoras de los habitantes de Shangai, de Beijing y de multitud de ciudades del país. La estética selfie, bien descripta en la nota de Nicolás Mavrakis, establece el marco y los límites de la recepción de las fotos de la Shangai Streaker entre los usuarios de internet y a su vez señala la ruta en la cual buscar el tan mentado “mensaje”. Se trata de una nueva estética digital y global del Yo, de un nuevo modo de situar al Yo en el mundo. En esa nota Mavrakis decía: “mientras la imagen guste, se comparta y circule con o sin su #hashtag y con un filtro a la altura provisto por Instagram, las selfies trazan un lenguaje epocal donde la soberanía del enunciador es absoluta”. Las fotos de la anónima Shangai Streaker emanan esa moderna búsqueda del goce a partir del autorretrato que se viraliza y la dotan de un paisaje citadino bien reconocible para los consumidores del mensaje –el de la ciudad más occidental de Oriente- que genera, si no empatía con la protagonista, un inmediato acercamiento a partir de una geografía urbana común a todos. De ahí su éxito.///PACO