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Sergio Gaiteri nació en Córdoba en 1970, es profesor de Letras Modernas y escritor. Su primera novela, Nivel Medio, publicada en 2010 por editorial Raíz de Dos, obtuvo la primera mención en el Concurso de Novela Clarín Alfaguara 2008. Surgido como ampliación de un cuento incluido en el libro Certificado de Convivencia y otros relatos, obtuvo también el premio Fondo Nacional de las Artes en 2006. Su primer libro de cuentos se había titulado Los días del padre y otros relatos.
En 2013, editorial Nudista publicó su segunda novela, La Vertiente, una historia sencilla narrada desde la estética realista que defiende el autor. El título hace referencia a la vertiente de Vaquerías, un sitio ubicado a cinco kilómetros del centro de Valle Hermoso, lugar donde hace unos años el autor decidió instalarse. Reserva natural perteneciente a la Universidad Nacional de Córdoba, la gente concurre allí con bidones y botellas para cargar agua pura y utilizarla.
Si no fuera por la convergencia de los personajes en la vertiente el mismo día a la misma hora, los siete capítulos de esta novela podrían leerse como cuentos breves. Sin embargo, el recurso que encuentra el autor para narrarlo como novela es intersante, al igual que la situación que se da allí. Uno de los personajes -de quien desconocemos el nombre- tropieza con el caño a través del cual se obtiene el agua, éste se sale y el hombre, enojado por muchas cosas, decide revolearlo lejos. Su acción hace que los que estaban esperando en la fila no puedan cargar agua y los convierte en testigos de lo sucedido. Cada uno desde su ángulo y a su manera describe el incidente a partir de supuestos y prejuicios. La decepción y el cómo la vida puede cambiar en un minuto cierran la historia y acá el autor responde sobre la novela y su escritura.
¿Cómo fue el salto del cuento a la novela?
En el International Standard Book Number (ISBN, identificador único de libros) de La Vertiente, el editor estampó la palabra «novela.» Supongo que no se ofrecen demasiadas opciones. En mis anteriores experiencias con novelas o nouvelles (Nivel Medio, La Moza) percibí que los lectores acostumbrados al entramado novelístico se sentían decepcionados justamente por no avanzar o cerrar ciertas expectativas “naturales” del relato. En este caso no hay ni siquiera la posibilidad de esa decepción. Lo que une a los personajes es un paisaje, el olor de esa zona de las sierras, su aparente placidez, un paisaje y la forastería. Todos, en mayor o menor medida, son o se sienten ajenos a ese paisaje. Lo anecdótico es una excusa para intentar plasmar ese tipo de soledad.
Si un escritor de cuentos no escribe una novela, ¿se siente incompleto? ¿Por qué?
Mi único programa de trabajo es esa compleja y extraña mezcla de deseo y necesidad que es la escritura narrativa. No me he planteado esa disputa.
¿En qué momento dice “ésta es una idea o historia para una novela”?
Distintos motivos. Cuando la idea escapa al dominio estricto que sostiene un cuento, cuando se supone que hay zonas de desarrollo menos perimetradas. O por cuestiones que tienen que ver con el lenguaje. Hay algo decisivo para mí que es mantener un estado de perplejidad y asombro en los personajes, de allí que elija la primera persona para narrar. Y se me ocurre que estoy frente a un texto más largo cuando me encuentro con un narrador más locuaz, que supere la parquedad que normalmente tienen mis personajes.
Una canción simple, de tres acordes, módicamente triste, discreta. El mundo es un lugar muy confuso, siento que no hay que agregar más signos a ese mundo, que no hay que acrecentar el desconcierto.
¿Cuánto de Gaiteri, de la vida, de las experiencias del autor tiene La Vertiente?
Hace cinco años que vivo en el Valle de Punilla luego de transcurrir toda mi existencia prácticamente en el centro de Córdoba Capital. Algo de esa sensación de forastero, de inadecuación habitual en mí y por este particular exacerbada, se trasunta en este texto y en la mayoría de los textos que he escrito en este período. Y, aunque trate de evitarlo, algo de mi habitual escepticismo, claro.
Que los narradores de cada capítulo sean todos hombres ¿es una casualidad? ¿Lo pensó por algo en especial? ¿Alguna relación con los vehículos, con el manejo?
Es una cuestión de verosimilitud. Sin ser ni parecerme plenamente a ninguno de mis personajes, ésto me asegura mayor cercanía en el lenguaje y por ende en la concepción del mundo. Creo, además, que hay un universo inmenso para desarrollar esos personajes varones de clase media por lo cual no necesito salir de ahí, de esas miserias y dignidades. Y sí, en ese universo el vehículo y todo lo que implica, material y simbólicamente, es un elemento connatural.
La de Vaquerías ¿es una vertiente que usted conoce, a la cual concurre? ¿Por qué?
Sí, he acudido algunas veces. He estado en la fila con el bidón en la mano esperando pacientemente que un chorrito diminuto cargue los recipientes de las personas que me antecedían. Probablemente ahí pergeñé algunas ideas.
Alguna vez habló de la profundidad de la sencillez. ¿Qué significa para sus escritos? ¿Cómo se refleja en ellos?
Apunto a que un texto sea fluido, que dé la impresión de que se fracturó con facilidad, sin sobresaltos. Una superficie pulida pero congestionada en su interior. Una canción simple, de tres acordes, módicamente triste, discreta. El mundo es un lugar muy confuso, siento que no hay que agregar más signos a ese mundo, que no hay que acrecentar el desconcierto.///PACO